El análisis del microbioma facial abre las puertas al desarrollo de probióticos para el cuidado de la piel
Durante los primeros años de la adolescencia, muchas cepas nuevas de la bacteria Cutibacterium acnes colonizan la piel de nuestro rostro. Esta etapa podría ser un momento óptimo para tratar el acné con probióticos.
Por Anne Trafton / MIT News
La piel de la cara alberga un complejo ecosistema microbiano donde predominan dos bacterias clave. Un estudio del MIT revela cómo su dinámica podría transformar el tratamiento del acné y otras afecciones cutáneas. Foto: Engin Akyurt
La composición de las poblaciones bacterianas que viven en nuestro rostro desempeña un papel importante en la aparición del acné y otras afecciones cutáneas como el eccema. En la mayoría de las personas predominan dos especies de bacterias, pero ha sido difícil estudiar cómo interactúan entre sí y cómo esas interacciones pueden contribuir a la aparición de enfermedades de la piel.
Investigadores del instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) acaban de revelar la dinámica de esas interacciones con más detalle de lo que era posible hasta ahora, arrojando de este modo luz a preguntas como cuándo y de qué manera surgen nuevas cepas bacterianas en la piel de la cara. Sus hallazgos, que han sido publicados en la revista Cell Host and Microbe, podrían orientar al desarrollo de nuevos tratamientos para el acné y otras afecciones, así como ayudar a optimizar el momento de aplicarlos.
Los investigadores descubrieron que muchas cepas nuevas de Cutibacterium acnes, una especie bacteriana que se cree que contribuye al desarrollo del acné, se adquieren durante los primeros años de la adolescencia. Pero después, la composición de estas poblaciones se vuelve muy estable y no cambia de manera significativa aunque se expongan a nuevas cepas.
Sorprendentes dinámicas faciales
Esto sugiere que esta fase de transición podría ser el mejor momento para introducir cepas probióticas de Cutibacterium acnes, afirma Tami Lieberman, profesora de Ingeniería civil y Medioambiental, miembro del Instituto de Ingeniería y Ciencia Médicas del MIT y autora principal del estudio.
«Descubrimos que hay algunas dinámicas sorprendentes, y que estas dinámicas aportan ideas sobre cómo diseñar una terapia probiótica —afirma Lieberman. Y añade—: Si tuviéramos una cepa que supiéramos que puede prevenir el acné, estos resultados sugerirían que debemos asegurarnos de aplicarlos lo antes posible durante la transición a la edad adulta, para que realmente se injerten».
Aunque se ha implicado a Cutibacterium acnes en la aparición del acné, aún no se sabe exactamente por qué aparece en unas personas y no en otras: puede que algunas cepas sean más propensas a causar inflamación cutánea o que haya diferencias en la respuesta del sistema inmunitario del huésped a la bacteria, afirma Lieberman. En la actualidad existen cepas probióticas de esta bacteria que se cree que ayudan a prevenir el acné, pero aún no se han demostrado sus beneficios.
Hacia nuevos tratamientos probióticos contra el acné
Además de Cutibacterium acne, la otra bacteria predominante en la cara es Staphylococcus epidermidis. Juntas, estas dos estirpes microbianas constituyen alrededor del 80% de las cepas del microbioma de la piel facial adulta. Ambas especies existen en diferentes cepas o linajes, que varían por un pequeño número de mutaciones genéticas. Sin embargo, hasta ahora, los investigadores no habían podido medir con precisión esta diversidad ni seguir su evolución a lo largo del tiempo.
Conocer mejor esa dinámica podría ayudar a los investigadores a responder preguntas clave que permitirían ayudarles a desarrollar nuevos tratamientos probióticos para el acné: ¿Qué facilidad tienen los nuevos linajes para establecerse en la piel y cuál es el mejor momento para introducirlos?
Para estudiar estos cambios en la población, los investigadores tuvieron que medir cómo evolucionan las células individuales a lo largo del tiempo. Para ello, empezaron por obtener muestras del microbioma de treinta niños de un colegio de la zona de Boston y de veintisiete de sus padres. El estudio de los miembros de una misma familia permitió a los investigadores analizar la probabilidad de que diferentes linajes se transfirieran entre personas en estrecho contacto.
89 linajes de «Cutibacterium acne» y 78 de «Staphylococcus epidermidis»
De aproximadamente la mitad de los individuos, los investigadores pudieron tomar muestras en múltiples momentos, y del resto, solo una vez. De cada muestra aislaron células individuales, las cultivaron en colonias y secuenciaron sus genomas.
Esto permitió a los investigadores saber cuántos linajes había en cada persona, cómo cambiaban con el tiempo y cómo de diferentes eran las células de un mismo linaje. A partir de esa información, los investigadores pudieron deducir qué había ocurrido con esos linajes en el pasado reciente y cuánto tiempo llevaban presentes en el individuo.
En conjunto, los investigadores identificaron un total de 89 linajes de Cutibacterium acnes y 78 de Staphylococcus epidermidis, con hasta once de cada uno en el microbioma de cada persona. Trabajos anteriores habían sugerido que en el microbioma de la piel facial de cada persona, los linajes de estas dos bacterias cutáneas permanecen estables durante largos periodos de tiempo, pero el equipo del MIT descubrió que estas poblaciones son en realidad más dinámicas de lo que se pensaba.
Un estudio de las bacterias de la piel de niños de tan solo 5 años, así como de sus padres, ha ayudado a los investigadores del MIT a saber cuándo y cómo surgen nuevas cepas bacterianas en la piel de la cara. Crédito: Jose-Luis Olivares, MIT
Más hormonas, más grasa en la piel, más bacterias en el rostro
«Queríamos saber si estas comunidades eran realmente estables y si podía haber momentos en los que no lo fueran. En particular, si la transición a una piel adulta como microbioma tendría una mayor tasa de adquisición de nuevos linajes», dice Lieberman.
Durante los primeros años de la adolescencia, un aumento de la producción hormonal provoca un incremento de la grasa en la piel, que es una buena fuente de alimento para las bacterias. Anteriormente se había demostrado que, durante esta época, la densidad de bacterias en la piel de la cara se multiplica por 10.000 aproximadamente.
En este estudio, los investigadores descubrieron que, aunque la composición de las poblaciones de Cutibacterium acnes tendía a permanecer muy estable con el paso del tiempo, los primeros años de la adolescencia presentan una oportunidad para que aparezcan muchos más linajes de Cutibacterium acnes.
«En el caso de Cutibacterium acnes, lo que pudimos demostrar es que la gente adquiere cepas a lo largo de la vida, pero muy raramente —afirma Lieberman. Y añade—: Vemos la mayor tasa de afluencia cuando los adolescentes están en transición a un microbioma de la piel más parecido al de los adultos».
Dos años por la cara
Los hallazgos sugieren que para los tratamientos probióticos tópicos para el acné, el mejor momento para aplicarlos es durante los primeros años de la adolescencia, cuando podría haber más oportunidades para que las cepas probióticas se establezcan.
Más tarde, en la edad adulta, hay un ligero intercambio de cepas de Cutibacterium acnes entre los padres que viven en el mismo hogar, pero la tasa de renovación del microbioma de una persona sigue siendo muy baja, según Lieberman.
Los investigadores descubrieron que Staphylococcus epidermidis tiene una tasa de renovación mucho mayor que Cutibacterium acnes: cada cepa de la primera vive en la cara una media de menos de dos años. Sin embargo, no había mucho solapamiento en los linajes de Staphylococcus epidermidis compartidos por los miembros de un mismo hogar, lo que sugiere que la transferencia de cepas entre personas no es la causa de la elevada tasa de renovación.
Unas comunidades únicas y estables
«Esto sugiere que algo impide la homogeneización entre las personas —afirma Lieberman. Y continúa—: Podría ser la genética o el comportamiento del huésped, o que las personas utilicen diferentes tópicos o diferentes cremas hidratantes, o podría ser la restricción activa de nuevos migrantes de las bacterias que ya están allí en ese momento».
Ahora que han demostrado que pueden adquirirse nuevas cepas de Cutibacterium acnes durante los primeros años de la adolescencia, los investigadores esperan estudiar si el momento de esta adquisición afecta al modo en que el sistema inmunitario responde a ellas. También esperan aprender más sobre cómo las personas mantienen poblaciones de microbiomas tan diferentes incluso cuando se exponen a nuevos linajes a través del contacto estrecho con miembros de la familia.
«Queremos entender por qué cada uno de nosotros tiene comunidades de cepas únicas a pesar de que existe esta accesibilidad constante y este alto recambio, específicamente para Staphylococcus epidermidis —dice Lieberman. Y se pregunta—: ¿Qué impulsa este recambio constante en Staphylococcus epidermidis, y cuáles son las implicaciones de estas nuevas colonizaciones para el acné durante la adolescencia?».▪️
Artículo publicado con la autorización de MIT News -Adaptación: Enrique Coperías
Fuente: Jacob S. Baker, Evan Qu, Christopher P. Mancuso, A. Delphine Tripp, Arolyn Conwill, Tami D. Lieberman. Intraspecies dynamics underlie the apparent stability of two important skin microbiome species. Cell Host & Microbe (2025). DOI: https://doi.org/10.1016/j.chom.2025.04.010