El secreto de la felicidad está en ti, en la sociedad… o en ambos

¿La felicidad depende de uno mismo o del mundo que lo rodea? Un estudio con 40.000 personas revela que el origen del bienestar es tan diverso como las personas que lo experimentan.

Por Enrique Coperías

No existe una sola vía a la felicidad, confirma la ciencia.

No existe una sola vía a la felicidad, confirma la ciencia. Foto: Phạm Chung

¿Cuál es el secreto de la felicidad? ¿Proviene del interior o está determinada por factores externos como el trabajo, la salud, las relaciones interpersonales o las circunstancias materiales?

La felicidad es, sin duda alguna, una experiencia subjetiva que varía según las personas y las culturas. Generalmente, se asocia con una sensación de bienestar, satisfacción con la vida y emociones positivas. Sin embargo, su percepción y los factores que la influyen pueden diferir ampliamente.

Clásicos como Aristóteles sostenían que la felicidad (eudaimonía) se alcanza a través de la autorrealización y el desarrollo de las virtudes, un proceso intrínseco. Platón también enfocaba la felicidad en la armonía interior del alma, más que en factores externos.

La dicha de los neurotransmisores y cannabinoides endógenos

Sin embargo, otras corrientes, como el epicureísmo, reconocían el placer y la ausencia de dolor —factores que pueden ser influenciados por el exterior— como componentes importantes de la felicidad, aunque con moderación. El estoicismo, por su parte, abogaba por la resiliencia ante las circunstancias externas y la búsqueda de la virtud como el camino hacia la serenidad y la felicidad, sugiriendo que la felicidad verdadera proviene de nuestra respuesta interna a los eventos externos, más que de los eventos en sí.

Por su parte, la ciencia, especialmente la psicología positiva y la neurociencia, ofrece una visión más empírica. Los estudios sugieren que la felicidad o el bienestar subjetivo están influenciados por una combinación de factores internos y externos. Entre los primeros, los expertos destacan un mix entre la predisposición genética, aunque no determinante, y aspectos psicológicos como la actitud mental, la resiliencia, la inteligencia emocional, la gratitud y la capacidad de encontrar sentido en la vida.

A nivel neurobiológico, neurotransmisores como la dopamina, la serotonina, la oxitocina y las endorfinaspéptidos opioides endógenos que actúan como analgésicos naturales y generan sensaciones de placer y bienestar, similares a los efectos de los opioides— desempeñan un papel clave en la experiencia del bienestar. Además de estos neurotransmisores, otras sustancias químicas como los cannabinoides endógenos también participan en la modulación del placer y la relajación.

Salud, dinero y…

En cuanto a los factores externos, se ha comprobado que si bien no son los únicos responsables de la dicha, sí influyen considerablemente en esta. Tener un trabajo significativo, gozar de buena salud física y mental, mantener relaciones sociales de calidad y contar con un entorno seguro y estimulante son elementos esenciales. Además, aunque el dinero no garantiza la felicidad, un nivel básico de seguridad económica es importante, y el modo en que se utiliza —especialmente en experiencias y en ayudar a otros— puede tener un impacto más profundo que la riqueza en sí misma.

Así pues, tanto la filosofía como la ciencia coinciden en que la felicidad es una construcción activa, que surge del equilibrio entre cultivar el mundo interno —la mente, las emociones, las virtudes— y establecer conexiones significativas con el mundo externo. No depende completamente de lo que tenemos, sino de cómo vivimos lo que tenemos.

Ahora, un nuevo estudio publicado en Nature Human Behaviour aviva el debate sobre las verdaderas raíces de la felicidad, ya que sostiene que la felicidad puede originarse en lo interno, en lo externo, en ambos o incluso en ninguno de los dos.

En la actualidad, existen dos grandes enfoques sobre el origen de la felicidad. Uno de ellos es el conocido como modelo ascendente, que sostiene que la felicidad surge de nuestra satisfacción con áreas específicas de la vida; entre ellas, el nivel económico y el empleo. Foto: Anastase Maragos

Conexiones humanas, confianza, generosidad y convivencia

En palabras de Emorie D. Beck, profesora del Departamento de Psicología en la Universidad de California en Davis y autora principal del estudio, la reflexión sobre las fuentes de la felicidad ha sido constante a lo largo de la historia. En los últimos años, iniciativas como el Informe Mundial sobre la Felicidad, elaborado por el Wellbeing Research Centre de la Universidad de Oxford en colaboración con Gallup y otras organizaciones, buscan cómo mejorar el bienestar global.

«Debemos comprender las fuentes de la felicidad para diseñar intervenciones eficaces», señala Beck en un comunicado de su universidad.

En la actualidad, existen dos grandes enfoques sobre el origen de la felicidad. Uno de ellos es el conocido como modelo ascendente, que sostiene que la felicidad surge de nuestra satisfacción con áreas específicas de la vida, como el nivel económico, el empleo y las relaciones personales. Encuestas como el citado Informe Mundial sobre la Felicidad tienden a basarse en este enfoque, y sugieren que el bienestar social se incrementa mediante políticas públicas que mejoran los ingresos o el entorno, más que centrarse en características individuales.

El Informe Mundial sobre la Felicidad de 2025, que se centra en el papel de la benevolencia, las relaciones humanas y el entorno social como factores fundamentales de la felicidad, pone de relieve que la felicidad es profundamente social. Las conexiones humanas, la confianza, la generosidad y la convivencia tienen un poder transformador sobre el bienestar individual y colectivo. Más allá de los ingresos y las condiciones materiales, lo que realmente determina la calidad de vida son los lazos que nos unen.

Traumatizados y felices

«No obstante, todos conocemos personas que han vivido eventos traumáticos y aun así parecen felices», comenta Beck. Las encuestas muestran que solo una parte de la diferencia en felicidad entre grupos poblacionales puede explicarse por factores como la riqueza o la esperanza de vida. Esto da lugar al modelo descendente, en el que la dicha se origina en actitudes y cualidades personales, como la resiliencia y el optimismo.

Desde esta óptica, mejorar la felicidad implicaría trabajar en los estados mentales, por ejemplo, a través de la meditación y la terapia, en lugar de depender de factores externos.

Existe también un tercer modelo, el bidireccional. Este plantea que las influencias internas y externas interactúan para generar el bienestar general. Según esta visión, intervenir tanto en factores personales como en condiciones externas debería fomentar la felicidad.

Desde salud e ingresos hasta relaciones personales

Beck y sus colegas —Joshua Jackson (Universidad de Washington en San Luis), Felix Cheung (Universidad de Toronto) y Stuti Thapa (Universidad de Tulsa, Oklahoma)— analizaron los elementos determinantes de la felicidad en más de 40.000 personas. El estudio incluyó paneles nacionales representativos con datos de encuestas de satisfacción vital aplicadas en Alemania, el Reino Unido, Suiza, Países Bajos y Australia durante un período de hasta treinta años.

Los investigadores evaluaron tanto la satisfacción general con la vida como con cinco áreas específicas: salud, ingresos, vivienda, trabajo y relaciones personales.

«Lo que encontramos es que existen grupos más o menos equilibrados que siguen cada uno de estos patrones de felicidad —explica Beck. Y añade—: Algunas personas responden al modelo ascendente; otras al descendente; algunas muestran un patrón bidireccional y otras no presentan una relación clara entre las posesiones y su bienestar».

Más allá de los ingresos y las condiciones materiales, lo que realmente determina la calidad de vida son los lazos que nos unen, según el último Informe Mundial sobre la Felicidad. Foto: Larm Rmah

Una experiencia individual

En este último grupo, los investigadores no hallaron conexiones consistentes entre los cinco ámbitos específicos y la satisfacción general. Aunque estas personas pueden sentirse satisfechas con su vida y con ciertas áreas, no parece haber una influencia mutua a lo largo del tiempo. Es posible que otros factores estructurales —desde condiciones sociales hasta eventos personales— estén interviniendo en nuestra dicha, señala Beck.

Estos hallazgos sugieren que medir el bienestar subjetivo a nivel poblacional no refleja necesariamente la experiencia individual. Si se desea aumentar la felicidad social, las políticas públicas deben contemplar tanto factores externos como la salud, los ingresos y el empleo, como también cualidades personales; entre ellas, la resiliencia y el propósito vital.

Aún más importante, según Beck, es que las políticas eficaces deberán adaptarse a las características de cada persona. En individuos cuya felicidad no depende de lo externo, centrarse solo en esos factores podría ser poco útil.

«Estos elementos suelen tratarse por separado, pero en realidad están interrelacionados. Se influyen mutuamente en el plano individual», concluye Beck. ▪️

  • Información facilitada por la Universidad de California en Davis

  • Fuente: Beck, E.D., Cheung, F., Thapa, S. et al. Towards a personalized happiness approach to capturing change in satisfaction. Nature Human Behaviour (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41562-025-02171-z

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