¿Influye el dinero en el amor? Esto es lo que dice la ciencia sobre ingresos y relaciones de pareja

Un nuevo estudio internacional desvela cómo el nivel de ingresos impacta el deseo de encontrar pareja, la preparación emocional para una relación y las probabilidades reales de enamorarse.

Por Enrique Coperías

¿Más dinero equivale a mayor felicidad como single? No necesariamente. El estudio revela que tener ingresos altos o mucho glamur no aumenta la satisfacción de vivir sin pareja.

¿Más dinero equivale a mayor felicidad como single? No necesariamente. El estudio revela que tener ingresos altos o mucho glamur no aumenta la satisfacción de vivir sin pareja: tanto quienes ganan mucho como poco reportan niveles similares de bienestar personal. Foto: Kristina Petrick

En un mundo donde las apps de citas prometen encontrar al amor de tu vida con un simple deslizamiento del dedo, la realidad parece más complicada. El dinero, aunque rara vez se menciona en los perfiles de Tinder o Bumble, podría jugar un papel crucial en cuándo y cómo las personas buscan una pareja estable.

Esta es la principal conclusión de un estudio reciente que explora una pregunta poco planteada en la investigación científica: ¿cómo influye el nivel de ingresos en el deseo —y la preparación— para comenzar una relación de pareja?

Un equipo de psicólogos de las universidades de Carleton (Canadá) y Toronto (Canadá), liderado por los psicólogos Johanna Peetz y Geoff MacDonald, ha puesto el foco en los solteros. Sí, en aquellos que aún no están en una relación, un grupo cada vez más numeroso y diverso. A través de dos estudios longitudinales —uno en Estados Unidos y otro en Alemania— los investigadores han intentado trazar el mapa emocional y económico que lleva de la soltería al compromiso de pareja.

Y aunque parezca sorprendente, no es la satisfacción con la soltería lo que varía con el ingreso, sino las ganas de dejarla atrás.

El dinero no da felicidad… pero sí más ganas de tener pareja

Una de las conclusiones más llamativas del estudio, que ha sido publicado en el Journal of Marriage and Family, es que tener unos ingresos económicos más alto no hace a los solteros más felices con su estado civil. De hecho, la satisfacción con la soltería no parece variar significativamente con el dinero que se gana.

Sin embargo, sí se detecta un patrón claro: las personas que ganan más dinero tienden a tener más deseo de encontrar pareja, se sienten más preparadas para una relación y, en la práctica, tienen más probabilidades de iniciar una aventura amorosa en los meses siguientes.

Los autores llaman a esto preparación relacional, un concepto que se refiere no solo al deseo emocional de estar con alguien, sino también a sentirse en condiciones materiales y prácticas para mantener una relación.

¿Por qué hablar de dinero cuando hablamos de amor?

Tradicionalmente, la investigación sobre amor y economía se ha centrado en las parejas ya formadas: matrimonios que discuten y se pelean menos cuando hay más ingresos, menor riesgo de divorcio entre quienes tienen estabilidad financiera o decisiones sobre cuándo casarse condicionadas por la situación económica. Este estudio gira la cámara y apunta a lo que ocurre antes de que la relación exista.

¿Y cuál es la conclusión a la que han llegado los autores de la investigación? El dinero no solo compra estabilidad; también genera condiciones para desear y buscar una relación. Y eso tiene sentido si se piensa que salir con alguien, desde acudir a una cita hasta compartir una vivienda, tiene costes directos e indirectos.

Las personas con más recursos pueden pagar una cena, tener un coche para visitar a su pareja o incluso vivir solas, lo que les da más libertad y privacidad para compartir momentos personales con alguien. En cambio, quienes aún luchan por llegar a fin de mes, viven con sus padres o comparten pido, tienden a postergar este tipo de vínculos y pueden ver el inicio de una relación como algo menos viable.

Además, como explican los autores, hay una jerarquía de necesidades en juego: antes de buscar amor, hay que asegurar techo, comida y trabajo. Solo cuando estas necesidades básicas están cubiertas, el deseo de pareja gana protagonismo. El dinero, entonces, se convierte en una especie de pasaporte para subir de nivel en la pirámide emocional.

«Es posible que la gente no quiera dar el paso hacia el compromiso hasta que no tenga esa base económica», afirma MacDonald.

Las personas con más recursos pueden pagar una cena, tener un coche para visitar a su pareja o incluso vivir solas, lo que les da más libertad y privacidad para compartir momentos personales con alguien, según los autores el estudio. Foto: Brooke Winters

¿Es diferente para hombres y mujeres?

Aunque tradicionalmente se ha considerado que el rol económico tiene un peso distinto según el género —por ejemplo, con hombres más presionados para ser proveedores—, los resultados del estudio muestran que las diferencias no son tan marcadas:

En el estudio estadounidense, con 638 participantes entre 25 y 35 años, no se detectaron diferencias significativas entre uno y otro sexo en la relación entre ingresos y actitudes hacia las relaciones de pareja.

En el estudio alemán, con más de 2.700 participantes solteros seguidos durante varios años, sí se encontró que los ingresos predecían en mayor medida el inicio de relaciones entre los hombres, pero la diferencia era moderada.

En otras palabras, el dinero importa para todos, aunque quizá un poco más para ellos.

Un deseo que crece con la cuenta bancaria

El deseo de tener una pareja se mostró como un factor clave en la probabilidad de iniciar una relación, y el ingreso estaba ligado directamente a esa pulsión. De hecho, las personas que en el primer estudio manifestaban más ganas de encontrar pareja y se sentían listas para ello eran las que, seis meses después, tenían más probabilidades de haber comenzado una relación.

En un segundo estudio, realizado con datos del German Family Panel, se observó algo similar: aunque el aumento de ingresos en el último año no parecía tener tanto impacto, el nivel actual de ingresos sí predecía el inicio de relaciones. Y, como en el estudio estadounidense, este deseo no dependía de si los participantes se sentían felices o no con su soltería.

El deseo de compañía no se opone necesariamente al bienestar individual.

El amor como lujo o infraestructura

Aunque el estudio no apunta cifras exactas que marquen el umbral del amor, los autores sugieren que ciertos hitos tangibles, como poder mudarse a una vivienda propia o tener transporte propio, pueden actuar como indicadores de que ha llegado el momento de buscar una pareja.

«El deseo romántico parece estar subordinado a la seguridad económica», resumen los investigadores. Y esa seguridad puede venir acompañada de una sensación de poder personal. Otros estudios han mostrado que quienes se sienten más ricos se animan más a iniciar contacto con personas atractivas, incluso si ya están en pareja.

En este sentido, la renta podría actuar como un potenciador del empuje social, del carisma percibido o del atractivo, no solo a los ojos de los demás, sino también en la confianza personal.

Solteros, sí; indiferentes, no

Uno de los mitos que este estudio ayuda a desmontar es que las personas solteras lo son porque quieren estar así indefinidamente. Aunque muchos pueden estar satisfechos con su estado, esto no significa que no deseen mantener una relación romántica. Y para muchos, ese deseo parece depender —al menos en parte— de la cartera.

En un momento en que las tasas de soltería baten récords en varios países desarrollados y donde el miedo al aislamiento social ha sido incluso declarado una epidemia por autoridades sanitarias como el Surgeon General de Estados Unidos, entender por qué y cuándo las personas buscan pareja es más que un tema de interés romántico: es una cuestión de salud pública.

En un contexto económico incierto, muchos jóvenes priorizan la estabilidad antes que el amor: saben que es difícil construir una relación plena cuando se trabaja ochenta horas a la semana o no se tiene claro si seguirán viviendo con los padres o compartirán un apartamento. Foto: Juliana Romão

¿Qué pueden hacer por los «solteros» las políticas públicas?

El estudio sugiere que fomentar la estabilidad económica de los jóvenes no solo tiene beneficios financieros, sino también emocionales y relacionales. Algunas líneas de acción propuestas por Peetz, MacDonald y su equipo son estas:

✅ Impulsar empleo juvenil de calidad.

✅ Facilitar el acceso a vivienda.

✅ Ofrecer subsidios o ayudas al alquiler.

✅ Promover programas de educación financiera

Más allá de la economía, se trata también de ofrecer un entorno donde el amor no sea un lujo, sino una opción realista. «Pienso que los jóvenes están haciendo cálculos racionales en condiciones económicas inestables —dice MacDonald—. Creo que la gente entiende que no va a poder disfrutar de una relación satisfactoria si trabaja ochenta horas a la semana o si no sabe dónde va a vivir el año que viene».

Conclusión: antes de hacer el amor hay que hacer cuentas

Como toda investigación social, los resultados deben leerse con precaución. Los estudios se hicieron en países occidentales, con altos índices de igualdad de género y donde las decisiones de pareja suelen ser individuales, no familiares.

En otras culturas donde el matrimonio sigue siendo una institución más colectivizada o con normas tradicionales de género, los efectos del dinero podrían ser aún más marcados… o radicalmente distintos.

Tampoco se abordaron otros aspectos del estatus socioeconómico, como el nivel educativo, la estabilidad laboral o la percepción subjetiva de riqueza. Y aunque los estudios incluyeron amplias muestras y controles estadísticos, la complejidad del amor humano nunca cabe del todo en una tabla de datos.

Pero si algo deja claro esta investigación es que, incluso en la era del amor líquido y las relaciones instantáneas, el viejo refrán sigue vigente: para muchos, «antes de hacer el amor hay que hacer cuentas».▪️

  • Fuente: Johanna Peetz, Geoff MacDonald. The Association of Income and Relationship Readiness. Journal of Marriage and Family (2025). DOI: https://doi.org/10.1111/jomf.70000

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