¿El gen del ronroneo? Un estudio desvela cómo la genética influye en la conducta de los gatos
Científicos japoneses han encontrado evidencias de que ciertas variantes en un gen ligado a las hormonas sexuales están relacionadas con la frecuencia del ronroneo, la vocalización y hasta la agresividad en los gatos. El hallazgo podría mejorar nuestro entendimiento de estos animales y abrir nuevas vías para su bienestar.
Por Enrique Coperías
Un nuevo estudio realizado en Japón aporta una nueva pieza al rompecabezas del comportamiento felino y demuestra que el ronroneo y la vocalización tienen raíces genéticas. Foto: A S / @arianassz
Ya sea que compartas tu vida con un gato o que simplemente te deleites con sus vídeos en internet, los Felis silvestris catus son una presencia tan común como enigmática.
A diferencia de sus parientes salvajes, los gatos domésticos han desarrollado una notable capacidad para interactuar socialmente, tanto con otros gatos como con los seres humanos. Esta habilidad, forjada a lo largo de milenios de convivencia, sigue siendo objeto de estudio por parte de los etólogos.
Pese a su popularidad, la ciencia ha dedicado relativamente poco esfuerzo a descifrar el fondo genético del comportamiento felino, en comparación con otras especies domésticas, como es el caso de los perros. Conscientes de este vacío, investigadores del Wildlife Research Center de la Universidad de Kioto, en Japón, decidieron estudiar la relación entre un gen concreto —el del receptor de andrógenos (AR)— y las conductas típicas de los mininos, como el ronroneo, la vocalización y la agresividad.
¿Qué es el gen AR y por qué importa en gatos?
El gen AR, ubicado en el cromosoma X, dirige la síntesis de un receptor que se une a las hormonas sexuales masculinas, como la testosterona. En muchos mamíferos, pequeñas variaciones en este gen están vinculadas a diferencias en la conducta, desde la agresividad en perros hasta la depresión en adolescentes humanos.
El segmento del gen que interesaba a los científicos japoneses es una secuencia repetida del aminoácido glutamina —codificada en el código genético por tripletes de citosina (C), adenina (A) y guanian (G)—, cuya longitud varía de un individuo a otro.
Los autores del estudio, publicado en la revista PLOS ONE, analizaron a 280 gatos domésticos mestizos, todos castrados o esterilizados, y criados en hogares particulares en Japón. A partir de muestras bucales, los investigadores extrajeron el ADN de cada animal y secuenciaron la región específica del gen AR. De este modo, identificaron ocho tipos de alelos que contenían entre quince y veintidós repeticiones de glutamina.
En función de la mediana observada en la muestra, los alelos fueron clasificados como:
✅ Alelos cortos: entre quince y dieciocho repeticiones.
✅ Alelos largos: entre diecinueve y veintidós repeticiones.
Luego, los científicos cruzaron estos datos con los resultados de un cuestionario conductual, en concreto el Fe-BARQ, que fue completado por los dueños de los gatos; en el test se evaluaron veintitrés dimensiones del comportamiento felino en situaciones cotidianas.
Kitty es una de las gastas que participó en el estudio genético. Cortesía: KyotoU / Maruyama lab
¿Qué comportamientos se relacionan con estos alelos?
En palabras de Miho Inoue-Murayama, investigadora del Wildlife Research Centery coautora del trabajo, los resultados son bastante reveladores. Los gatos que portaban alelos cortos del gen AR obtenían puntuaciones significativamente más altas en la categoría de ronroneo. Es decir, sus cuidadores los percibían como gatos que ronroneaban más a menudo. Esta asociación fue consistente tanto en machos como en hembras.
El ronroneo, aunque icónico, sigue siendo una forma de comunicación felina poco comprendida. Se sabe que puede expresar bienestar, solicitud de atención, e incluso actuar como una estrategia de apaciguamiento social.
Algunas variantes, como el ronroneo de solicitud, incorporan frecuencias más agudas que despiertan una respuesta casi instintiva en los seres humanos, parecida a la que desata el llanto de un bebé.
En los machos, además del ronroneo, los alelos cortos se relacionaron con una mayor predisposición a emitir vocalizaciones directamente hacia los humanos. Es decir, maullaban más en busca de atención o interacción. En contraste, en las hembras, la misma variante genética se asoció con un nivel más alto de agresividad dirigida a desconocidos.
«Los resultados apoyan la idea de que existe una base genética para la vocalización y el ronroneo en los gato —explica la primera autora del estudio, Yume Okamoto, estudiante de doctorado en la Universidad de Kioto. Y añade—: Aunque el propósito exacto del ronroneo sigue sin estar claro, estudios anteriores sugieren que cumple un papel importante en la comunicación felina y en la supervivencia».
Un entusiasmo inesperado… y esperanzador
Okamoto recuerda con emoción el momento en que lanzaron la convocatoria para reclutar a voluntarios que fueran propietarios de un minino: «Cuando hicimos el llamiento, nos sorprendió recibir respuestas de 265 dueños de gatos en tan solo un día. Además de las muestras, muchas personas nos enviaron mensajes amables. Esto nos recordó el profundo interés que existe en la sociedad por la investigación felina».
Este respaldo del público permitió al equipo recopilar una muestra genética diversa, mayoritariamente compuesta por gatos mestizos rescatados, una elección deliberada para evitar sesgos relacionados con la cría selectiva.
«Muchos de los gatos del estudio fueron recogidos de la calle —explica Okamoto— Creemos que, para ellos, vocalizar —ya sea maullar o ronronear— fue una herramienta de supervivencia crucial. Esto podría explicar por qué los alelos cortos, relacionados con más vocalización, son más comunes en ejemplares mestizo».
Por el contrario, los gatos de raza pura, que suelen ser criados desde cachorros en ambientes protegidos, tienden a portar alelos largos y a vocalizar menos. Este patrón sugiere que, al vivir bajo el cuidado humano desde una etapa temprana, no necesitan recurrir tanto a la comunicación vocal para solicitar atención o recursos.
El papel juega la domesticación
Para profundizar en el origen evolutivo de estas variantes, los científicos compararon la secuencia del gen AR en gatos domésticos con la de once especies salvajes de la familia Felidae, como el lince, el guepardo y el leopardo. El hallazgo fue sorprendente: las variantes largas eran exclusivas de los gatos domésticos. Las especies más cercanas, como el gato leopardo y el gato pescador, solo presentaban alelos cortos.
Esto sugiere que las variantes largas podrían haber surgido como parte del proceso de domesticación, posiblemente favorecidas por la cría selectiva. En términos evolutivos, los humanos podrían haber fomentado sin querer una menor necesidad de vocalización, premiando a los gatos más tranquilos y menos demandantes.
Este fenómeno no es único. Estudios anteriores habían demostrado que en perros, camellos y caballos, ciertos alelos del gen AR también están vinculados con cambios de comportamiento asociados a la domesticación: menos miedo, menor agresividad o una mayor inclinación a interactuar con humanos.
Los alelos cortos del gen AR, relacionados con más vocalización, son mas frecuentes en gatos mestizos que han sido abandonados. Foto: The Lucky Neko
¿Qué implicaciones tiene para el bienestar felino?
Más allá del interés científico, este estudio podría tener implicancias prácticas importantes. Identificar predisposiciones conductuales a partir del ADN felino permitiría ofrecer un cuidado más personalizado a cada animal, anticipar problemas de convivencia o incluso mejorar la adaptación de gatos rescatados en nuevos hogares. Los autores lo resumen de la siguiente manera:
✅ Mejorar la relación entre humanos y gatos.
✅ Ayudar a predecir comportamientos indeseados (como la agresividad o el miedo).
✅ Personalizar cuidados y diseñar entornos más adaptados para gatos rescatados o en refugios.
✅ Identificar gatos menos expresivos que podrían estar en riesgo de sufrir sin ser detectados.
«Si un gato tiene una variante genética que lo hace menos propenso a maullar cuando está enfermo o estresado, es importante que los cuidadores estén atentos a otras señales de malestar —afirma Okamoto—. Nuestros hallazgos pueden ser útiles para prevenir sufrimientos silenciosos».
Genética y comportamiento felino, un vínculo real
Tal y como puntualiza Inoue-Murayama, este estudio japonés marca un hito en la comprensión del vínculo entre genética y conducta felina. Aunque aún se trata de un campo en desarrollo, sus implicancias son tan amplias como fascinantes: desde entender por qué algunos gatos parecen dicharacheros mientras otros se muestran reservados hasta mejorar la calidad de vida de los animales en refugios o zoológicos.
«Esperamos que nuestra investigación contribuya a construir relaciones más felices entre gatos y humanos —dice Okamoto— .Y que al conocer mejor a estos animales, podamos también cuidarlos mejor».
Con su maullido, su silencio o su misterioso ronroneo, los gatos siguen siendo maestros del arte de la ambigüedad. Pero ahora, gracias a la ciencia, empezamos a entender un poco más de lo que dicen… incluso cuando no dicen nada.▪️
Información facilitada por la Universidad de Kioto
Fuente: Yume Okamoto, Madoka Hattori, Miho Inoue-Murayama. Association between androgen receptor gene and behavioral traits in cats (Felis catus). PLOS ONE (2025). DOI: https://doi.org/10.1371/journal.pone.0324055