Una leona marina desafía a la ciencia: su sentido del ritmo supera al de los seres humanos
¿Y si el sentido del ritmo no fuera exclusivo de nuestra especie? Ronan, una leona marina californiana, ha demostrado en laboratorio que puede seguir el compás de la música mejor que muchas personas.
Por Enrique Coperías
Los autores del estudio Andrew Rouse, Peter Cook y Carson Hood posan junto a Ronan, una leona marina que nació con el ritmo «metido en el cuerpo». Crédito: Colleen Reichmuth / NMFS 23554
La capacidad de seguir un ritmo —ya sea al bailar, aplaudir o cabecear al compás de una canción— ha sido durante mucho tiempo considerada un rasgo exclusivo del ser humano.
Pero un nuevo estudio científico acaba de poner eso en duda, y lo ha hecho con la ayuda de una protagonista inesperada: Ronan, una leona marina de California (Zalophus californianus) que ha demostrado tener una precisión rítmica que rivaliza, e incluso supera, a la de los seres humanos.
Este hallazgo forma parte del campo de la biomusicalidad, una disciplina en la intersección entre la biología, la neurociencia y la psicología que investiga si otras especies son capaces de reconocer y responder a características musicales como el ritmo o la métrica. Y Ronan se ha convertido en la estrella indiscutible de este ámbito.
Una estrella del ritmo desde 2013
Ronan no es nueva en el mundo de la ciencia. Alcanzó notoriedad en 2013, cuando un estudio del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de California en Santa Cruz reveló que podía mover la cabeza al compás de un metrónomo —un dispositivo que marca pulsos regulares (clics o luces) a una velocidad ajustable, para ayudar a mantener el tempo en la práctica musical— o incluso de canciones que nunca había escuchado.
Este comportamiento, inusual entre los mamíferos, desafiaba una teoría muy extendida: que solo los animales capaces de imitar sonidos podían aprender a seguir un ritmo.
Desde entonces, la historia de Ronan ha servido para cuestionar esa idea, conocida como la hipótesis del aprendizaje vocal. A diferencia de aves, como el cacatúa Snowball, que bailaba espontáneamente al ritmo de los Backstreet Boys, los leones o lobos marinos no muestran habilidad alguna para aprender nuevas vocalizaciones.
Sin embargo, Ronan probó que podía mantener el ritmo con una precisión sorprendente. Pero algunos expertos argumentaron que su rendimiento no era comparable al humano en términos de consistencia y exactitud.
Ahora, doce años después, los investigadores han querido comprobar si Ronan ha mejorado con el tiempo, y si su sincronización puede realmente compararse con la de una persona. Los resultados, publicados en la revista Scientific Reports, no dejan lugar a dudas: Ronan no solo sigue siendo capaz de marcar el ritmo, sino que su desempeño es igual o incluso superior al de los seres humanos.
Un experimento «cara a cara»
En este nuevo estudio, los investigadores diseñaron una prueba para comparar directamente la sincronización rítmica de Ronan con la de diez estudiantes universitarios de Universidad de California en Santa Cruz. En lugar de los típicos test humanos que implican pulsar botones con el dedo, se pidió a los participantes que movieran el brazo hacia abajo, en un gesto fluido y repetitivo, al compás de un metrónomo para percusión. Este gesto imitaba el movimiento de cabeza de Ronan, permitiendo de este modo llevar a cabo una comparación más justa.
Se probaron tres tempos musicales: 112, 120 y 128 pulsaciones por minuto (bpm). Ronan ya estaba familiarizada con el tempo de 120 bpm, pero nunca antes había sido expuesta a los de 112 y 128 pulsaciones por minuto. A pesar de ello, su sincronización fue extraordinaria en todos los casos.
Según Peter Cook, autor principal del estudio y neurocientífico comparativo, Ronan alcanzaba el ritmo con una precisión media de 15 milisegundos en el tempo de 120 bpm. Para ponerlo en perspectiva, un parpadeo humano ocurre en unos 150 milisegundos. «A veces puede adelantarse 5 milisegundos, otras veces se retrasa diez, pero básicamente está clavando el ritmo una y otra vez —explica Cook. Y añade—: Es increíblemente precisa, con una variabilidad de solo una décima parte de un parpadeo humano».
Las habilidades rítmicas de Ronan nos dice que queda mucho por descubrir sobre cómo los cerebros, humanos y no humanos, entienden y sienten el ritmo. Crédito: Colleen Reichmuth /NMFS 23554
El entrenamiento: menos de lo que parece
Aunque Ronan ha participado en unas 2.000 sesiones de ritmo a lo largo de doce años, la mayoría fueron breves, en concreto, de diez a quince segundos, y no siempre de forma continua. Hubo años en los que no trabajó en ritmo porque estaba participando en estudios sobre memoria, aprendizaje o fisiología del buceo. Por eso, los investigadores insisten en que Ronan no ha sido sobreentrenada.
«Siendo realistas, si sumamos la exposición total de Ronan al ritmo, probablemente sea menor que la que tiene un niño humano de un año de edad —explica Cook. La idea de que los seres humanos adquieren esta habilidad de forma natural también es cuestionada por el estudio.
De hecho, como destaca la coautora del trabajo Colleen Reichmuth, los seres humanos requieren años de exposición a música, juegos rítmicos y canciones infantiles para desarrollar un sentido del ritmo consistente. «La maduración y la experiencia importan —afirma Reichmuth—. No es solo una prueba de rendimiento rítmico. Refleja su comportamiento cognitivo y su capacidad de recordar y refinar esa habilidad con el tiempo».
Un entorno controlado y respetuoso
Ronan realiza sus pruebas por voluntad propia. Antes de cada sesión, se posiciona en una rampa inclinada especialmente diseñada, donde espera relajadamente. Si no está de humor o decide retirarse, es libre de hacerlo sin consecuencias negativas.
El reforzamiento se basa en recompensas —piezas de pescado—, y no hay castigos ni restricciones alimenticias en ningún momento, según confirman los autores del estudio.
Para los investigadores, esta autonomía es esencial, ya que garantiza que los resultados reflejan la verdadera motivación y capacidad del animal. «Está motivada. Para ella, es un juego que sabe ganar —dice Reichmuth. Y continúa—: Y le gustan los peces que vienen con ello».
Los resultados: ¿quién sigue mejor el ritmo?
La comparación directa entre Ronan y los diez participantes humanos reveló algo asombroso: la leona marina fue más precisa y consistente que la mayoría de ellos. En todas las métricas —ajuste al tempo, sincronización con el pulso, variabilidad y consistencia— Ronan se situó por encima del promedio humano. Incluso se empleó un modelo estadístico con datos simulados de 10.000 humanos para establecer una base de comparación más amplia.
Resultado: Ronan quedó en el percentil 99 en cuanto a fiabilidad para seguir el ritmo.
Aunque algunos voluntarios humanos superaron a Ronan en uno u otro aspecto, ninguno lo hizo en todos. Y ella fue más precisa que el promedio de los participantes en todos los ritmos, incluso en los que no había practicado previamente.
Implicaciones más allá del laboratorio
Este experimento no solo demuestra que un mamífero no vocal puede mantener el ritmo con alta precisión. También cuestiona muchas suposiciones sobre los mecanismos neuronales implicados en el procesamiento rítmico. Ronan, sin entrenamiento vocal, sin una infancia musical y sin manos para pulsar botones, ha demostrado que la sincronización rítmica no es exclusiva de los seres humanos ni de las aves cantoras.
Cook destaca que este estudio pone en evidencia el valor de la experiencia y de un entrenamiento ajustado, pero también invita a reflexionar sobre qué otras especies podrían desarrollar habilidades similares.
«Mucha gente pregunta por qué los perros no bailan —señala Cook. Y añade—: Y yo pregunto: ¿cuántos han intentado realmente entrenar a su perro para moverse en ritmo de manera explícita y con retroalimentación precisa? Yo estaría sorprendido si no se pudiera entrenar a un border collie para hacer algo parecido a lo que hace Ronan».
Una pionera en el mundo animal
El objetivo no es hacer que los animales hagan trucos, sino entender mejor cómo evolucionan las habilidades cognitivas complejas, cómo los cerebros procesan patrones y cómo ciertas capacidades —como el ritmo— pueden surgir en distintas especies bajo ciertas condiciones.
Ronan ya no es una cachorra huérfana perdida en la autopista. A sus dieciséis años y 77 kilos, se ha convertido en un símbolo de la ciencia animal. Su historia ha inspirado estudios en otras especies —como elefantes, primates y aves— y sigue ampliando las fronteras de lo que creemos saber sobre la mente animal.
Su trayectoria también refleja la importancia de la ciencia paciente, de largo plazo, que respeta los ritmos biológicos, cognitivos y musicales de los seres vivos con los que compartimos el planeta.
Como concluye Cook, «El nuevo estudio de Ronan pone en valor el rol de la experiencia, la madurez y el entrenamiento específico en entornos controlados. Y nos recuerda que aún hay mucho por descubrir sobre cómo los cerebros, humanos y no humanos, entienden y sienten el ritmo». ▪️
Información facilitada por la Universidad de California en Santa Cruz
Fuente: Cook, P. F., Hood, C., Rouse, A. et al. Sensorimotor synchronization to rhythm in an experienced sea lion rivals that of humans. Science Reports (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41598-025-95279-1