Tea y la Tierra, dos vecinas que chocaron para formar la Luna
Una nueva investigación desvela que Tea, el protoplaneta que chocó con la joven Tierra y dio origen a la Luna, no llegó desde los confines del Sistema Solar, sino desde nuestro mismo vecindario cósmico. Sus huellas isotópicas apuntan a que ambas eran vecinas formadas en las regiones más internas alrededor del Sol.
Por Enrique Coperías
Recreación artística del impacto entre la Tierra primitiva y Tea, un protoplaneta que, según nuevas evidencias isotópicas, se formó en las regiones internas del Sistema Solar. Cortesía: MPS / Mark A. Garlick
Hace unos 4.500 millones de años, la joven Tierra protagonizó el episodio más decisivo de su historia: un choque titánico con un cuerpo planetario del tamaño de Marte conocido como Tea, Teia o Theia. De aquel impacto gigante surgió la Luna y cambiaron para siempre la masa, la composición y la órbita de nuestro planeta. Pero ¿qué era exactamente Tea? ¿De qué estaba hecha? ¿Y desde dónde se precipitó hacia la Tierra?
Un nuevo estudio publicado en la revista Science propone respuestas más precisas a estas preguntas. Liderado por investigadores del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar (MPS), en Alemania, y la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, el trabajo reconstruye la lista de ingredientes con los que se cocinó Tea a partir de las huellas químicas conservadas en rocas terrestres y lunares.
«El comportamiento isotópico de un cuerpo conserva toda su historia de formación, incluido su lugar de origen», recuerda Thorsten Kleine, director del MPS y coautor del estudio, en un comunicado del Max Planck. Los isótopos, átomos de un mismo elemento que difieren en el número de neutrones, no estaban distribuidos uniformemente en el Sistema Solar primitivo. Las zonas cercanas al Sol y las regiones exteriores albergaban proporciones ligeramente distintas, un detalle que permite reconstruir el origen de los materiales planetarios.
Rastros químicos que explican el gran impacto
El equipo de investigadores analizó con una precisión inédita la proporción de isótopos de hierro en quince rocas terrestres y seis muestras lunares traídas por las misiones Apolo.
El resultado confirma algo que ya habían adelantado estudios previos con cromo, calcio, titanio o circonio: la Tierra y la Luna son prácticamente indistinguibles en su firma isotópica.
Pero ese parecido no basta para deducir directamente la composición de Tea. Los modelos de impacto permiten múltiples combinaciones: desde una Luna hecha casi por completo del material del proyectil hasta un satélite formado mayoritariamente por el manto terrestre, pasando por escenarios donde ambos se mezclaron de forma inseparable.
Ingeniería inversa para reconstruir un planeta perdido
Para salir del atasco, los investigadores recurrieron a una especie de ingeniería inversa planetaria: exploraron qué composiciones y tamaños de Tea, combinados con distintos estados de la Tierra primitiva, podrían explicar las proporciones isotópicas actuales.
Analizaron no solo el hierro, sino también el cromo, el molibdeno y el circonio, elementos cuya afinidad por el metal o la roca varía y deja huellas en diferentes fases de la evolución planetaria.
🗣️ «Estos elementos muestran afinidades distintas por el metal y por eso se reparten de forma desigual entre el núcleo y el manto; de ahí que el oro sea tan raro y valioso —explica Nicolas Dauphas, de la Universidad de Chicago y de la Universidad de Hong Kong. Y añade—: Nos dan acceso a distintas etapas de la formación planetaria».
Antes del choque con Tea, la Tierra ya había vivido su propio proceso de separación interna: al formarse el núcleo de hierro, elementos como el hierro y el molibdeno quedaron atrapados allí, mientras que otros, entre ellos el circonio, permanecieron en el manto, registrando de este modo la historia completa del planeta. El hierro del manto terrestre actual, señalan los autores del estudio, solo pudo llegar tras la formación del núcleo, tal vez transportado por Tea.
Meteoritos como archivo del Sistema Solar y clave del origen de Tea
Klein y sus colegas compararon todos los escenarios posibles con la composición de distintos tipos de meteoritos, que representan material primordial formado en zonas concretas del Sistema Solar. Algunos escenarios resultaron inviables: Tea no podía compartir plenamente las características de los meteoritos típicos de regiones exteriores.
🗣️ «La conclusión más convincente es que la mayor parte de los componentes de la Tierra y de Tea se originaron en el Sistema Solar interior. Es muy probable que fueran cuerpos vecinos», resume Timo Hopp, científico del MPS y autor principal del estudio.
Sin embargo, el caso de Tea incluye un matiz revelador. Su composición no encaja del todo con ninguna clase conocida de meteorito. Para los investigadores, eso indica que parte del material que formó Tea procedía de una región aún más cercana al Sol que la propia Tierra. Este material, hoy desaparecido o no representado en colecciones de meteoritos, habría aportado al protoplaneta una firma isotópica única.
Una vecina desaparecida que sigue dando forma a nuestra historia
Aunque Tea fue destruida durante el impacto que formó la Luna, sus trazas químicas permanecen en las rocas terrestres y lunares.
Este nuevo estudio refuerza la idea de que nuestro satélite y buena parte de la Tierra proceden de una región común del Sistema Solar interior, y que Tea pudo formarse aún más cerca del Sol.
La colisión no solo creó la Luna, sino que terminó de definir la estructura interna de la Tierra y las condiciones que permitirían, miles de millones de años después, la aparición de la vida. ▪️
Información facilitada por el MPS
Fuente: Timo Hopp et al. The Moon-forming impactor Theia originated from the inner Solar System. Science (2025). DOI: 10.1126/science.ado0623

