Las mujeres pueden leer la edad, la grasa corporal y el nivel de testosterona en el rostro de los hombres

Los rostros masculinos cuentan más de lo que parece: la edad, la grasa corporal y hasta las hormonas dejan su huella en la piel de la cara. Pero un nuevo estudio demuestra que esa «lectura femenina» no alcanza a revelar la salud interna del cuerpo.

Por Enrique Coperías

La ciencia confirma lo que la intuición ya sospechaba: las mujeres pueden descifrar pistas biológicas en la cara de los hombres. Edad, testosterona y grasa se leen al instante, aunque el corazón y el metabolismo sigan guardando sus secretos.

La ciencia confirma lo que la intuición ya sospechaba: las mujeres pueden descifrar pistas biológicas en la cara de los hombres. Edad, testosterona y grasa se leen al instante, aunque el corazón y el metabolismo sigan guardando sus secretos. Foto de Cottonbro Studio

La idea de que el rostro refleja la salud interior ha fascinado desde siempre tanto a artistas como a científicos. Desde las teorías de la fisonomía del siglo XIX hasta los algoritmos actuales de reconocimiento facial, la búsqueda de señales biológicas inscritas en los rasgos humanos ha sido constante.

Un nuevo estudio publicado en la revista Archives of Sexual Behavior por Wioletta Czernicka, Agnieszka Żelaźniewicz y sus colegas del Departamento de Biología Humana de la Universidad de Wrocław, en Polonia, vuelve sobre esta vieja pregunta con herramientas del siglo XXI: ¿puede el rostro masculino revelar el estado de salud metabólica?

La respuesta, según los resultados, es matizada: las mujeres son capaces de percibir en el rostro masculino señales fiables de la edad y de los niveles de grasa corporal y de testosterona, pero no del estado cardiometabólico general. En otras palabras, un rostro más atractivo o más masculino no necesariamente pertenece a un hombre más sano, al menos en lo que respecta al colesterol, la glucosa o la inflamación orgánica.

Un experimento con rostros, sangre y hormonas

Żelaźniewicz y su equipo reunieron a 105 hombres sanos de entre 30 y 45 años. Todos eran no fumadores y estaban libres de enfermedades crónicas. Cada participante fue fotografiado en condiciones controladas —misma cámara, luz y fondo neutro— y se le extrajo sangre en ayunas para analizar un completo panel de biomarcadores de salud metabólica: colesterol total y fracciones (HDL y LDL), triglicéridos, glucosa, insulina, enzimas hepáticas y marcadores de inflamación.

El equipo no se limitó a los análisis médicos. Quisieron saber cómo perciben las mujeres esos rostros. Más de cincuenta mujeres, de edades similares, evaluaron on line las fotografías y calificaron dos aspectos en una escala del 1 al 9:

✅ La atractividad facial: «¿Cómo de atractivo es este hombre?»

✅ La masculinidad facial : «¿Cómo de masculino te parece este hombre?».

La intención era cruzar dos mundos: el biológico y el perceptivo. ¿Hasta qué punto esas valoraciones subjetivas se correspondían con indicadores objetivos de salud?

Resultados: un rostro atractivo no garantiza buena salud interna

Las primeras correlaciones parecían prometer una relación interesante. Los hombres considerados más atractivos o más masculinos solían tener niveles más bajos de triglicéridos e insulina en sangre y un mejor perfil cardiometabólico, una puntuación que integra varios indicadores de riesgo cardiovascular. También mostraban, en promedio, niveles más altos de testosterona y menos grasa corporal.

Pero los resultados cambiaron al introducir controles estadísticos. Cuando los autores tuvieron en cuenta la edad, el porcentaje de grasa y la testosterona de los hombres —tres factores que afectan simultáneamente a la apariencia facial y a la salud metabólica— las asociaciones entre rostro y salud desaparecieron.

En otras palabras: la relación entre tener una cara bonita y gozar de una buena salud se debía casi por completo a la grasa y las hormonas, no a la salud interna del sistema cardiovascular o metabólico.

La clave del atractivo está en la grasa facial y la testosterona

Los análisis de mediación lo confirmaron. El porcentaje de adiposidad fue el principal mediador entre la percepción de atractivo y los indicadores de salud. Las caras percibidas como más atractivas correspondían a cuerpos con menor grasa corporal, y esa delgadez era la que explicaba los mejores resultados metabólicos.

De modo análogo, la testosterona mediaba la relación entre masculinidad facial y salud: los hombres con más testosterona eran percibidos como más masculinos, pero esa hormona, no el rostro en sí, estaba asociada a un perfil metabólico más favorable.

El mensaje que se desprende den estudio claro: las mujeres no leen directamente la salud cardiometabólica en los rasgos masculinos, sino en pistas indirectas, como la grasa, la edad y la testosterona, que están vinculadas con la condición biológica general.

Perspectiva evolutiva: por qué nos atraen ciertas caras

Desde la psicología evolutiva, la atracción física se interpreta como una estrategia inconsciente para detectar buenas condiciones genéticas o fisiológicas en potenciales parejas.

🗣️ En palabras de Żelaźniewicz, «rasgos como la simetría facial o el dimorfismo sexual (mandíbulas marcadas, pómulos prominentes) habrían evolucionado como señales de salud y fertilidad».

Sin embargo, los resultados del equipo polaco ponen límites a esa idea. «Nuestros hallazgos sugieren que las mujeres pueden inferir de la cara de un hombre su edad, su grasa corporal y su nivel de testosterona, pero no su salud cardiometabólica», escriben los autores. Es decir, el rostro comunica información útil, pero no toda: sirve para detectar el deterioro visible —el envejecimiento, la ganancia de peso, el descenso hormonal—, no para adivinar el colesterol o la inflamación interna.

Según los autores del estudio, el rostro humano actúa más como un filtro para evitar señales de mala salud que como una herramienta para elegir a los más sanos.

Según los autores del estudio, el rostro humano —y en este caso, el de los hombres— actúa más como un filtro para evitar señales de mala salud que como una herramienta para elegir a los más sanos. Foto de Cottonbro Studio

Cómo el cuerpo moldea la cara

Las razones fisiológicas son complejas. La adiposidad facial modifica la forma general del rostro, suaviza los contornos y reduce la definición mandibular y de pómulos, rasgos asociados culturalmente a la masculinidad y la salud.

Además, la testosterona influye en el desarrollo óseo durante la pubertad y en la textura de la piel en edad adulta, por lo que puede hacer que un rostro parezca más masculino.

Sin embargo, Żelaźniewicz y su equipo señalan que los niveles de testosterona también están ligados al metabolismo: una menor nivel de testosterona en sangre suele acompañarse de mayor grasa corporal, resistencia a la insulina y peor perfil lipídico. De ahí que la relación aparente entre rostro y salud pueda deberse a un factor hormonal común.

Un rostro no basta para evaluar la salud

Los biólogos polacos también exploraron otros marcadores menos visibles, como la relación entre las enzimas hepáticas (AST/ALT), la homocisteína o la glucosa a largo plazo (HbA1c).

Ninguno de estos biomarcadores mostró relación significativa con la valoración facial. Incluso cuando los hombres con rostros más atractivos tendían a tener mejores valores, las diferencias se desvanecían al considerar la edad y la grasa corporal.

Esto tiene una implicación directa: la belleza facial masculina no predice necesariamente un corazón sano. Un hombre puede parecer atlético y tener, aun así, colesterol alto o resistencia a la insulina, y viceversa. Los rasgos que el ojo humano asocia con salud son más bien indicadores morfológicos generales, no diagnósticos clínicos.

La cara como atajo evolutivo de selección sexual

Pese a ello, los investigadores no descartan que la lectura facial cumpla una función adaptativa. En un entorno ancestral sin análisis de sangre ni revisiones médicas, detectar señales visuales amplias de buena condición física —poca grasa, tono de piel, juventud— habría bastado para elegir parejas más fértiles o con menos riesgo de enfermedad infecciosa.

En la actualidad, estas intuiciones persisten, aunque el contexto haya cambiado. En palabras de los investigadores, la selección sexual podría haber favorecido una sensibilidad hacia «pistas morfológicas amplias de salud o fertilidad» en lugar de marcadores específicos como los triglicéridos o la glucosa.

Más allá del rostro perfecto: el sesgo de la belleza

El estudio también aborda el viejo debate sobre qué es la belleza y para qué sirve. Mientras algunas teorías proponen que las personas buscan buenos genes, otras sugieren que tratamos de evitar señales de mala salud: preferimos rostros que no muestran deterioro visible, más que buscar los mejores posibles.

Los resultados se alinean con esta segunda interpretación.

En palabras de los autores, «las personas podrían inclinarse más a evitar posibles parejas con señales de salud comprometida que a buscar las de mejor salud». Es decir, el rostro humano funcionaría como un filtro de exclusión, no de selección óptima.

El mito del «rostro saludable», bajo el microscopio

Como toda investigación, el estudio de la Universidad de Wrocław tiene sus peros. Como reconoce Czernicka, se trata de un análisis transversal, por lo que no puede establecer causas. Los biomarcadores de salud se midieron una sola vez, y todos los participantes eran hombres jóvenes y sanos de un entorno urbano, lo que restringe la generalización. Tampoco se incluyeron hombres mayores o con enfermedades metabólicas, donde las diferencias podrían ser más visibles.

Futuros trabajos podrían incorporar mediciones longitudinales, comparar distintos grupos étnicos o examinar si los cambios faciales a lo largo del tiempo reflejan el deterioro metabólico. También sería interesante saber si los hombres son igual de capaces de estimar la salud femenina a partir del rostro.

En definitiva, el estudio desmonta parcialmente el viejo mito del rostro saludable. Sí, la cara revela algo de nuestro cuerpo —la grasa, las hormonas, la edad—, pero no cuenta toda la historia de nuestra salud interna.

Lo que los ojos perciben como atractivo físico no es un análisis bioquímico, sino un atajo evolutivo: un juicio rápido basado en señales visibles que, la mayoría de las veces, funcionan, pero no siempre aciertan.

En la era de los filtros digitales y las inteligencias artificiales que predicen diagnósticos a partir de una foto, este hallazgo recuerda algo elemental: la belleza no es un cheque médico, y el rostro, por más elocuente que sea, no sustituye a un análisis de sangre.▪️

  • Fuente: Wioletta Czernicka, Agnieszka Żelaźniewicz, Judyta Nowak-Kornicka & Bogusław Pawłowski. Facial Appearance and Markers of Cardiometabolic Risk in Healthy Adult Men. Archives of Sexual Behavior (2025). DOI: https://doi.org/10.1007/s10508-025-03205-3

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