Las personas más frías entienden mejor a los demás: el sorprendente hallazgo sobre la psicopatía y la empatía

La psicología desafía el mito del psicópata insensible: su frialdad puede mejorar la interpretación del comportamiento ajeno. Quienes sienten menos, entienden más, Un hallazgo que redefine los límites entre emoción y razón.

Por Enrique Coperías

La frialdad emocional típica del psicópata no implica una ceguera social, sino una forma distinta —y, a veces, más precisa— de entender el comportamiento ajeno.

La frialdad emocional típica del psicópata no implica una ceguera social, sino una forma distinta —y, a veces, más precisa— de entender el comportamiento ajeno. Imagen de aseemiya

De manera habitual, asociamos la imagen del psicópata con una mezcla de manipulación, crueldad y aparente indiferencia emocional. Sin embargo, un nuevo estudio firmado por investigadores de las universidades de Liverpool y Haifa plantea un giro sorprendente: las personas con mayores rasgos de mezquindad psicopática, es decir, aquellas más frías y carentes de compasión, podrían ser mejores que la media a la hora de interpretar lo que piensan los demás.

La investigación, publicada en el Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry, sugiere que la frialdad emocional típica del psicópata no implica una ceguera social, sino más bien una forma distinta —y a veces más precisa— de entender el comportamiento ajeno.

En palabras de los autores, «la mezquindad psicopática se asocia con menos errores de sobreinterpretación al leer las mentes de otros». O, dicho de otro modo, quienes carecen de empatía pueden ser menos propensos a imaginar intenciones donde no las hay.

La paradoja del psicópata empático

El punto de partida del estudio es una paradoja bien conocida en psicología. Por un lado, la teoría de la mente —la capacidad de inferir pensamientos y emociones ajenas— es esencial para la vida social y la conducta prosocial. Pero la misma habilidad puede usarse para manipular y explotar a las personas que nos rodean. ¿Cómo encaja entonces en la psicopatía, un trastorno caracterizado por la crueldad y la falta de remordimiento?

La psicopatía no es un bloque homogéneo. Los investigadores la dividen en tres dimensiones:

Audacia, relacionada con la dominancia social y la ausencia de miedo.

Mezquindad, que implica frialdad afectiva, insensibilidad y tendencia a instrumentalizar a los demás.

Desinhibición, asociada con la impulsividad y la escasa autorregulación emocional.

Aunque la cultura popular tiende a ver al psicópata como un monstruo emocionalmente torpe, algunos estudios han insinuado justo lo contrario: una aguda lectura de las emociones ajenas puesta al servicio del engaño o la manipulación. No obstante, las pruebas disponibles eran contradictorias.

En palabras de sus autores, Steven M. Gillespie, de la Universidad de Liverpool (Reino Unido), y de Ahmad M. Abu-Akel, de la Universidad de Haifa (Israel), «parte del problema es que muchos test psicológicos no distinguen bien entre entender las emociones y reaccionar a ellas».

En esta nueva investigación, Gillespie y Abu-Akel se propusieron aclarar esa confusión utilizando una herramienta más precisa: el Movie for the Assessment of Social Cognition (MASC), una película de quince minutos diseñada para evaluar cómo las personas interpretan los pensamientos y sentimientos de los personajes en situaciones cotidianas. El test permite identificar si alguien comete errores de inframentalización, o sea, no captar los estados mentales ajenos o de sobrementalización, atribuir intenciones inexistentes o exageradas.

El experimento: 92 voluntarios y una cena con trampas sociales

El estudio reunió a 92 adultos jóvenes —la mayoría mujeres universitarias— sin antecedentes psiquiátricos. Además de ver la película del MASC, completaron tres cuestionarios:

✅ El Triarchic Psychopathy Measure (TriPM), que mide audacia, mezquindad y desinhibición.

✅ El Autism Spectrum Quotient, que evalúa rasgos autistas.

✅ El National Adult Reading Test, una estimación del cociente intelectual verbal.

Mientras los participantes observaban a los cuatro protagonistas de la película —un grupo de amigos que preparan una cena plagada de ironías, flirteos y malentendidos—, debían responder a 45 preguntas sobre lo que cada personaje pensaba o sentía.

Las respuestas incorrectas permitían distinguir entre fallos de comprensión o de exceso de interpretación.

Resultados: cuando la frialdad mejora la precisión social

Los resultados sorprendieron incluso a los autores. Quienes puntuaban alto en mezquindad cometían menos errores globales, menos errores cognitivos y, especialmente, menos errores de sobrementalización. En cambio, las otras dos dimensiones —audacia y desinhibición— no mostraron relación con la capacidad de mentalizar.

Es decir, los individuos más fríos y carentes de empatía tendían a entender mejor las intenciones ajenas y a no ver fantasmas donde no los hay. En palabras de los autores, «los participantes con mayor mezquindad psicopática mostraron una menor tendencia a sobreinterpretar los estados mentales de otros».

El hallazgo desafía la imagen tradicional del psicópata como alguien incapaz de captar las emociones de los demás. En realidad, podría hacerlo con notable precisión, aunque sin sentirlas. Esta disociación —comprender sin conmoverse— encaja con lo que otros autores han llamado una forma cognitiva de empatía: saber lo que otro siente, pero no compartirlo.

¿Habilidad útil o amenaza social?

Esta aparente ventaja cognitiva en la lectura de mentes podría explicar por qué algunos individuos con rasgos psicopáticos resultan tan eficaces en contextos sociales o laborales competitivos. Entienden los motivos y debilidades de los demás, pero no se ven frenados por la culpa ni por el miedo a hacer daño.

Gillespie lo resume así: «La capacidad de mentalizar puede permitir a las personas con alta mezquindad psicopática utilizar a otros de forma instrumental para su propio beneficio, especialmente si tienen dificultades para resonar con el sufrimiento ajeno».

La clave, por tanto, no es que los psicópatas sean ciegos al mundo emocional, sino que lo observan desde fuera, con una distancia casi quirúrgica. Ven lo que ocurre, pero no lo sienten. Su cerebro social funciona, pero al servicio de objetivos fríos.

Menos sentimentalismo, menos errores

El estudio también arroja luz sobre el tipo de errores que comete cada perfil. Las personas con alta mezquindad psicopática mostraron una menor tendencia a leer demasiado en las intenciones ajenas, lo que los autores relacionan con una menor hipervigilancia emocional. En términos neuropsicológicos, se trata de una especie de bajo ruido afectivo: menos distracciones producidas por emociones propias o ajenas.

En cambio, la sobrementalización —excesiva atribución de intenciones o emociones— se ha vinculado a trastornos mentales como la depresión y el trastorno límite de la personalidad, caracterizados por una sensibilidad emocional extrema.

En ese contexto, la frialdad psicopática actuaría casi como un filtro: elimina la interferencia sentimental y deja espacio para un análisis más desapasionado de la conducta ajena.

Matices y precauciones

Los autores advierten, sin embargo, que el estudio tiene limitaciones. La muestra era pequeña y mayoritariamente femenina, y las conclusiones no pueden extrapolarse a psicópatas clínicos o delincuentes violentos. Además, el test de psicopatía utilizado es autoinformado, lo que podría verse afectado por la falta de introspección o el deseo de parecer socialmente aceptable.

Aun así, los resultados coinciden con la idea de que la psicopatía no implica necesariamente un déficit cognitivo, sino un desequilibrio entre comprensión y emoción. Como apunta Gillespie, “«quienes presentan altos niveles de mezquindad psicopática pueden entender bien los estados mentales ajenos, pero sin la resonancia afectiva que motiva la conducta prosocial».

Otro aspecto relevante es la distinción entre adolescencia y edad adulta. Investigaciones previas habían hallado que los adolescentes con rasgos psicopáticos tienden a sobrementalizar —atribuir más intenciones de las reales—, mientras que en la adultez ocurre lo contrario. Esa evolución podría reflejar un cambio en las estrategias cognitivas: con el tiempo, las personas con psicopatía aprenderían a analizar las emociones de forma más racional y menos visceral.

En ciertos contextos, como los negocios, la política y el liderazgo, una lectura precisa del entorno social acompañada de escasa empatía puede resultar eficaz, aunque éticamente ambigua.

En ciertos contextos, como los negocios, la política y el liderazgo, una lectura precisa del entorno social acompañada de escasa empatía puede resultar eficaz, aunque éticamente ambigua. Foto de fauxels

Una psicopatía funcional y socialmente hábil

Los hallazgos no convierten la mezquindad en una virtud, pero sí matizan el cliché del psicópata como incapaz de entender a los demás. En ciertos contextos —negocios, política, liderazgo—, una lectura precisa del entorno social acompañada de escasa empatía puede resultar eficaz, aunque éticamente ambigua.

En palabras de Abu-Akel, «entender la mente ajena no garantiza una intención benévola». De hecho, esa comprensión puede ser la base de una manipulación más refinada.

El estudio también refuerza la necesidad de usar pruebas más rigurosas para evaluar la teoría de la mente, pues muchos test clásicos confunden la lectura emocional con la empatía o el reconocimiento facial. El MASC, al incluir un contexto narrativo y medir tanto errores de exceso como de déficit, ofrece una visión más matizada del pensamiento social humano.

Entre la empatía y la estrategia

Más allá de la psicopatía, la investigación plantea una cuestión universal: ¿hasta qué punto comprender las emociones de los demás nos hace mejores personas? Saber lo que otro siente no siempre lleva a ayudarle; a veces basta para manipularle. La capacidad de leer la mente puede ser un don social o un arma, según la motivación de quien la ejerza.

En ese equilibrio incómodo entre empatía y cálculo se mueve buena parte de nuestra vida social. La nueva evidencia sugiere que quienes carecen de empatía no necesariamente son torpes sociales; simplemente, operan sin el lastre emocional que suele acompañar a la comprensión de los demás.

Como concluye el estudio, «la mezquindad psicopática puede estar asociada a un tipo particular de éxito en las tareas de mentalización: comprender sin sentir, observar sin implicarse». Una habilidad inquietante, pero reveladora, sobre cómo funciona la mente humana cuando se desprende de la emoción. ▪️

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