La levadura de pan sobrevive a las condiciones de Marte: cómo este microbio puede revelar los secretos de la vida en otros mundos

En un experimento digno de la ciencia ficción, investigadores indios han logrado que la levadura de pan resista el calor, las ondas de choque y las sales corrosivas del planeta rojo. Un hallazgo que reabre el debate sobre si la vida podría florecer y adaptarse más allá de la Tierra.

Por Enrique Coperías

Levaduras astronautas exploran Marte, en alusión al estudio que mostró cómo la levadura de pan puede sobrevivir a condiciones marcianas extremas.

Ilustración humorística de levaduras astronautas explorando la superficie de Marte. Inspirada en un estudio del Instituto Indio de Ciencia que demostró cómo la levadura de pan (Saccharomyces cerevisiae) puede resistir ondas de choque y sales oxidantes similares a las del planeta rojo, revelando mecanismos celulares clave para la supervivencia en entornos extremos. Imagen generada con DALL-E

En un laboratorio de Bangalore, un grupo de bioquímicos ha hecho algo que parece ciencia ficción: someter a levaduras de panadería a las condiciones extremas de Marte. La idea puede sonar extravagante, pero detrás de ella hay una pregunta de fondo que obsesiona a la astrobiología desde hace décadas: ¿puede alguna forma de vida terrestre sobrevivir fuera de nuestro planeta?

El estudio, publicado en la revista PNAS Nexus por investigadores del Instituto Indio de Ciencia y del Laboratorio de Investigación Física de Ahmedabad, ofrece una respuesta esperanzadora. Su protagonista, la humilde levadura Saccharomyces cerevisiae, demostró una sorprendente capacidad para resistir dos de los castigos más duros que el planeta rojo podría infligir:

✅ Potentes ondas de choque, similares a las generadas por impactos de meteoritos.

✅ La exposición a sales de perclorato, compuestos químicos altamente oxidantes que abundan en el suelo marciano.

Condiciones extremas en Marte: radiación, calor y percloratos

Marte no es un lugar amable. Su atmósfera delgada apenas protege la superficie de la radiación solar y cósmica; las temperaturas varían violentamente entre el día y la noche; y el suelo marciano está impregnado de percloratos, sales que destruyen proteínas y ADN con facilidad. A eso se suman las ondas de choque que producen los frecuentes impactos de meteoritos en su superficie. Para cualquier organismo terrestre, sobrevivir a ese cóctel parece imposible.

Sin embargo, los científicos querían comprobar hasta qué punto la biología terrestre puede adaptarse a las condiciones marcianas. Para ello recurrieron a un modelo clásico: la citada levadura de panadería. Este microorganismo unicelular, con millones de años de historia evolutiva y un metabolismo bien conocido, ha sido durante décadas una herramienta básica en biología molecular.

Además, comparte muchos mecanismos celulares con los organismos multicelulares, incluidos los humanos. La NASA ya la ha utilizado como biosensor en misiones espaciales, como ocurrió en el proyecto BioSentinel, un experimento biológico lanzado en 2022 a bordo del cohete Artemis I destinado a estudiar cómo afecta la radiación del espacio profundo a la vida.

Simulando Marte en la Tierra: ondas de choque supersónicas

El equipo liderado por el bioquímico Purusharth Rajyaguru diseñó un experimento inusual. Utilizó un tubo de choque de alta intensidad —el High-Intensity Shock Tube for Astrochemistry, instalado en Ahmedabad— capaz de generar ondas de presión equivalentes a velocidades supersónicas de hasta Mach 5,6. Las levaduras fueron colocadas en su extremo, expuestas a un golpe de presión y temperatura que reproduce las condiciones generadas por el impacto de un meteorito.

Sorprendentemente, las células sobrevivieron. Aunque su crecimiento se ralentizó durante unas veinte horas, lo que indica un periodo de recuperación, las levaduras volvieron a multiplicarse como si nada. En otras palabras, Saccharomyces cerevisiae resistió un golpe de más de cinco veces la velocidad del sonido y temperaturas superiores a 6.700 °C, aunque solo durante unos milisegundos.

Después, los investigadores repitieron la prueba con otra amenaza marciana: los percloratos. Estas sales, descubiertas por la sonda Phoenix y confirmadas por el róver Curiosity, suponen un obstáculo químico formidable para cualquier forma de vida. A concentraciones comparables a las del suelo marciano (unos 100 milimoles), las levaduras lograron sobrevivir, aunque con un crecimiento más lento y signos de estrés celular. En cambio, concentraciones más altas —por encima de 500 milimoles— resultaron letales para las Saccharomyces cerevisiae.

Cultivo de levadura en una placa de agar. Este microorganismo ha demostrado poseer una asombrosa resistencia frente a dos de los castigos más temibles del planeta rojo: potentes ondas de choque y la exposición a sales de perclorato.

Cultivo de levadura en una placa de agar. Este microorganismo ha demostrado poseer una asombrosa resistencia frente a dos de los castigos más temibles del planeta rojo: potentes ondas de choque y la exposición a sales de perclorato, presentes en el suelo marciano. Cortesía: Rainis Venta

Condensados RNP: el secreto molecular de la resistencia

El hallazgo más relevante, sin embargo, no fue solo la supervivencia de las levaduras, sino cómo lo lograron. Los científicos observaron que, bajo estas condiciones extremas, estos microorganismos formaban unas estructuras microscópicas llamadas condensados ribonucleoproteicos (RNP). Se trata de diminutos cuerpos sin membrana —conocidos como P-bodies y gránulos de estrés— que las células ensamblan cuando sufren daños o escasez de nutrientes. En ellos se concentran fragmentos de ARN y proteínas que regulan la traducción genética y ayudan a la célula a hibernar hasta que pasa la crisis.

«Es un mecanismo universal de defensa, presente desde las levaduras hasta los humanos — explica Rajyaguru en el artículo—. Nuestros resultados demuestran que estos condensados podrían ser esenciales para sobrevivir a los desafíos del entorno marciano».

Cuando las células fueron sometidas a ondas de choque, formaron tanto P-bodies como gránulos de estrés. Bajo el ataque químico del perclorato, solo aparecieron los primeros. En ambos casos, las estructuras parecían actuar como refugios moleculares donde el ARN mensajero se estabiliza y las proteínas se reorganizan. El equipo comprobó que las levaduras mutantes incapaces de formar estos condensados (por la pérdida de dos genes, el EDC3 y el LSM4) tenían muchas más dificultades para sobrevivir al perclorato y tardaban más en recuperarse.

El genoma de una superviviente: cómo se adapta la levadura a Marte

El análisis del transcriptoma —el conjunto de genes activos en la célula— reveló que las levaduras expuestas al perclorato modificaban la expresión de más de 1.300 genes. Muchos de ellos se relacionan con la respiración celular, la respuesta al estrés oxidativo, la remodelación de la pared celular y la degradación de proteínas dañadas. Otros, curiosamente, activaban rutas de formación de esporas, una estrategia de supervivencia en la que las células se transforman en formas resistentes a la desecación y la radiación.

En cambio, los genes vinculados a la traducción de proteínas y a la biogénesis de ribosomas se desactivaban, lo que sugiere que la levadura entra en una especie de modo de ahorro energético. «El mensaje es claro: la célula elige resistir antes que crecer», resumen los autores.

Las mutantes incapaces de formar condensados RNP mostraron un panorama muy distinto: cientos de genes de defensa, detoxificación y mantenimiento celular quedaron desactivados, lo que las hacía mucho más vulnerables. Los experimentos de estabilidad del ARN confirmaron que, en condiciones normales, esos condensados protegen ciertos mensajes genéticos de la degradación. Sin ellos, la célula pierde su capacidad de respuesta rápida frente al estrés.

Astrobiología práctica: qué nos dice esto sobre la vida fuera de la Tierra

Más allá de la biología molecular, el trabajo tiene implicaciones directas para la astrobiología. Si un organismo terrestre puede resistir golpes y químicos comparables a los del planeta rojo, significa que la frontera entre lo posible y lo imposible en otros mundos es más difusa de lo que pensábamos.

Las levaduras no son candidatas a colonizar Marte, pero sus estrategias de supervivencia ofrecen un modelo para entender qué tipo de vida microbiana podría prosperar allí o haberlo hecho en el pasado.

Además, los autores sugieren que los condensados RNP podrían convertirse en biomarcadores universales de salud celular durante misiones espaciales. Detectar su formación o disolución en microorganismos o tejidos humanos podría servir para monitorizar el impacto de las condiciones espaciales —radiación, microgravedad, deshidratación— sobre los astronautas o los sistemas biológicos que los acompañen.

Imagen topográfica en falso color de la llanura marciana Utopia Planitia, creada con datos de la sonda Mars Express (ESA) el 12 de julio de 2021.

Imagen topográfica en falso color de la llanura marciana Utopia Planitia, creada con datos de la sonda Mars Express (ESA) el 12 de julio de 2021. Cortesía: ESA/DLR/FU Berlin

Evolución, resiliencia y supervivencia interplanetaria

El descubrimiento refuerza una idea recurrente en biología: la vida no solo sobrevive gracias a estructuras complejas, sino a la capacidad de reorganizar lo existente cuando llega la crisis.

Esos pequeños condensados celulares, invisibles al microscopio común, son ejemplos de plasticidad molecular que permiten a una célula resistir la destrucción y renacer.

En cierto modo, la levadura de panadería, ese organismo que fermenta vino, cerveza y masa madre, vuelve a ser pionera en otra frontera de la ciencia: la de la supervivencia interplanetaria. Su resistencia no significa que la vida pueda prosperar fácilmente en Marte, pero sí que la frontera biológica se extiende más allá de lo que creíamos.

De la cocina al cosmos: una lección sobre la vida

Los autores indios concluyen su estudio con una reflexión que combina humildad y ambición: «Nuestros resultados muestran que los condensados ribonucleoproteicos son un puente entre la biología terrestre y la astrobiología. Si queremos buscar vida fuera de la Tierra, debemos entender primero cómo la vida terrestre responde a lo extremo».

Desde un laboratorio en la India, unas levaduras microscópicas nos recuerdan que las claves para explorar otros planetas pueden estar escondidas en los seres más sencillos.

La próxima vez que un pan suba en el horno, tal vez convenga pensar que, en esencia, esa misma levadura sería capaz de soportar una pequeña parte del infierno marciano.▪️

  • Fuente: Riya Dhage, Arijit Roy, Bhalamurugan Sivaraman, Purusharth I Rajyaguru. Ribonucleoprotein (RNP) condensates modulate survival in response to Mars-like stress conditions Open Access. PNAS Nexus (2025). DOI: https://doi.org/10.1093/pnasnexus/pgaf300

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