Los fósiles que devuelven al «Paranthropus boisei» la mano de la historia humana
Un hallazgo en Kenia desvela que este antiguo homínido africano tenía manos casi tan hábiles como las nuestras. Los nuevos fósiles reescriben el papel del Paranthropus boisei en la evolución de las manos de los primeros homínidos y el origen de la tecnología.
Por Enrique Coperías
Carrie Mongle (en primer plano) y Meave Leakey comentan los nuevos fósiles de la mano de Paranthropus boisei en la estación del Turkana Basin Institute, en Ileret (Kenia). Cortesía: Louise Leakey
Por primera vez, los paleoantropólogos han encontrado huesos de las manos y los pies directamente asociados a restos craneales de Paranthropus boisei, una de las especies más enigmáticas del árbol evolutivo humano.
El descubrimiento, realizado en la región keniana de Koobi Fora, al este del lago Turkana, aporta una pieza crucial para entender cómo y cuándo nuestras manos humanas adquirieron la habilidad que nos distingue del resto de los primates: la capacidad de fabricar y usar herramientas.
El estudio, publicado en la revista Nature por un equipo internacional encabezado por la antropóloga Carrie Mongle, de la Universidad de Stony Brook (Estados Unidos), revela que Paranthropus boisei, una especie de homínido que vivió hace entre 2,3 y 1,2 millones de años en África Oriental, poseía una mano con proporciones casi humanas.
Sus pulgares largos y robustos, adaptados para empuñar objetos con fuerza y también para realizar pinzas de precisión, conservaban ciertas características primitivas compartidas con los grandes simios. Es una combinación que sugiere que este homínido, tradicionalmente retratado como un comedor de hierbas con mandíbula gigantesca, era también capaz de manipular herramientas y posiblemente de fabricarlas.
«Este hallazgo cambia radicalmente la imagen de Paranthropus boisei —explica Mongle—. Le devuelve un papel activo en la historia del comportamiento técnico de los homininos».
El fósil que faltaba: KNM-ER 101000
Desde que la antropóloga británica Mary Leakey descubrió en 1959 el famoso cráneo OH 5 en la garganta de Olduvai, en Tanzania —apodado el hombre cascanueces, por sus potentes mandíbulas y dientes enormes—, los investigadores han debatido si el Paranthropus boisei fue un fabricante de herramientas o solo un espectador del ingenio de sus contemporáneos del género Homo. La duda se debía, sobre todo, a la ausencia de restos óseos de sus manos.
El nuevo esqueleto parcial, denominado KNM-ER 101000, fue rescatado entre 2019 y 2021 en Koobi Fora, a apenas unos metros de un antiguo lecho lacustre y de un nivel de sedimentos donde se conservan huellas fósiles de homininos. Su datación, en torno a 1,52 millones de años, lo sitúa en pleno Pleistoceno inferior, cuando convivían varias especies humanas: el Homo habilis, el Homo erectus, el Homo rudolfensis y el el propio Paranthropus boisei.
Los dientes del individuo, de tamaño y forma característicos, confirmaron la atribución inequívoca a Paranthropus boisei. Pero lo más revelador fueron los huesos de las manos y los pies que aparecieron junto a ellos, en asociación directa, algo nunca logrado hasta ahora.
Una mano sorprendentemente moderna
El análisis detallado de los huesos carpianos, metacarpianos y falanges mostró una mano de proporciones sorprendentemente modernas. El pulgar largo en relación con la palma y los dedos le habría permitido oponer la yema del pulgar a las de los otros dedos: el gesto esencial de la pinza de precisión. Esta característica, compartida con Australopithecus y con los humanos actuales, contrasta con las manos más primitivas de los Ardipithecus, un género de hominino extinto que vivió durante las épocas Mioceno y Plioceno en la Depresión de Afar (Etiopía), que conservaban proporciones propias de los grandes simios africanos.
La falange distal del pulgar, extremadamente robusta y con una superficie de inserción musculosa, indica la presencia de un tendón potente del músculo flexor pollicis longus, responsable del movimiento de flexión fina del pulgar. El equipo compara su desarrollo con el de los neandertales y de Homo naledi, ambos conocidos por su capacidad manipuladora. En conjunto, los huesos delatan una anatomía capaz de generar fuerza y control a la vez: una mano para apretar con potencia, pero también para sujetar con precisión.
Sin embargo, el esqueleto conserva ciertos rasgos primitivos en la muñeca y en la base del pulgar, con articulaciones más curvadas y una transmisión de fuerzas distinta a la de los humanos modernos. Estas diferencias sugieren que, aunque el Paranthropus boisei podía fabricar y usar herramientas simples, su forma de manipularlas no era idéntica a la nuestra.
Reconstrucción digital de la mano izquierda del fósil KNM-ER 101000, perteneciente a Paranthropus boisei. Las vistas palmar y dorsal muestran una anatomía casi humana. Algunos huesos fueron reflejados para completar el modelo. Ilustración de Francis Tre Lawrence
Parientes con caminos divergentes: fuerza vs. precisión
La morfología de la mano del Paranthropus boisei muestra una curiosa mezcla: mientras su estructura general se asemeja a la humana, algunos elementos, especialmente en la zona del meñique y la palma ulnar, recuerdan más a los gorilas. Su quinto metacarpiano, por ejemplo, es masivo y fuertemente arqueado, con crestas óseas donde se insertaban potentes músculos del meñique y del antebrazo. Esa configuración habría otorgado una gran fuerza de agarre, útil tanto para trepar como para manipular objetos o arrancar vegetales duros.
Esa convergencia con los gorilas no implica que el Paranthropus boisei viviera en los árboles. La curvatura de sus falanges, una de las señales más claras de locomoción arbórea, es mucho menor que en los simios y en especies más antiguas como Australopithecus afarensis. Todo apunta a un homínido fundamentalmente terrestre, bípedo y con una marcha muy consolidada, aunque tal vez aún capaz de trepar de forma ocasional.
La interpretación más plausible, según los autores del estudio, es que la fortaleza de sus manos respondía menos a la escalada que a la dieta. El Paranthropus boisei era un especialista en alimentos duros: raíces, tallos y hierbas fibrosas que requerían un procesamiento manual vigoroso. En esto, su parecido con los gorilas de montaña —que también emplean poderosos agarres para manipular la vegetación antes de comerla— resulta revelador.
«La convergencia entre ambas especies no es casual —apunta el paleoantropólogo Caley Orr, coautor del estudio. Y añade—: Probablemente refleja un uso intensivo de las manos para preparar la comida más que para moverse entre los árboles».
Un pie hecho para caminar
Los fósiles del pie refuerzan esta imagen. El dedo gordo (hallux) era corto pero robusto y orientado hacia adelante, con una articulación dorsiflexionada que favorecía el impulso al caminar. El tercer metatarsiano mostraba una torsión elevada, signo de un arco transversal bien desarrollado, rasgo clave para la rigidez y eficiencia del pie en el bipedismo.
En conjunto, el pie de los Paranthropus boisei revela un desplazamiento plenamente bípedo, aunque con diferencias sutiles respecto a la zancada moderna.
«Podían caminar largas distancias en tierra firme, pero su empuje final al andar no era exactamente igual al nuestro —señala Mongle—. Su dedo gordo más corto sugiere un impulso algo diferente, quizá menos elástico, pero eficaz».
El ancestro común entre «Paranthropus» y «Homo»
Uno de los grandes logros de este hallazgo es permitir una reconstrucción más precisa del ancestro común entre Paranthropus y Homo. Ambos géneros comparten un origen común hace más de dos millones de años y representan dos estrategias evolutivas divergentes:
✅ Paranthropus, el especialista robusto adaptado a una dieta concreta.
✅ Homo, el generalista innovador que apostó por la tecnología y la expansión ecológica.
Según el análisis filogenético incluido en el estudio, el ancestro común habría tenido ya una mano robusta, con un pulgar fuerte y un meñique desarrollado, apta para agarres potentes pero aún sin las articulaciones refinadas que permiten las pinzas precisas de los humanos actuales. Es decir, la base anatómica para fabricar herramientas ya estaba presente antes de que Homo la perfeccionara.
Los investigadores sugieren que las adaptaciones de Homo y Paranthropus se bifurcaron desde esa raíz común: los primeros potenciaron la destreza y precisión manual para tallar piedra y manipular objetos; los segundos reforzaron la potencia y resistencia, quizá al servicio de su peculiar modo de alimentación. Dos estrategias evolutivas distintas que les permitieron coexistir durante cientos de miles de años en los mismos paisajes de África Oriental.
Reconstrucción de Paranthropus boisei, un homínido de potente mandíbula y rostro ancho. Su capacidad craneal rondaba los 515 cm³ y presentaba incisivos diminutos, enormes molares y una marcada cresta sagital donde se anclaban los poderosos músculos de la masticación. Foto: Cicero Moraes & Dr. Moacir Elias Santo
Reescribiendo la autoría de las primeras herramientas
El debate sobre quién fabricó las primeras herramientas de piedra podría cambiar con este descubrimiento. Hasta ahora se asumía que solo los primeros Homo —en especial Homo habilis— eran los responsables de las industrias más antiguas, como la Olduvayense.
Ahora bien, en los últimos años han aparecido utensilios aún más viejos, de hasta 3,3 millones de años, en Lomekwi, y otros de 3 millones junto a un molar de Paranthropus en Nyayanga, ambos en Kenia.
La nueva evidencia refuerza la posibilidad de que Paranthropus también participara en la invención y el uso de herramientas. «Quizá no fue un artesano especializado, pero sí tenía la capacidad anatómica y la motivación para manipular objetos de manera compleja” —señala Mongle. Y añade—: El origen de la tecnología podría haber sido más compartido de lo que imaginábamos».
Una lección sobre la evolución de la destreza
Más allá de su impacto en la paleontología, el hallazgo de Koobi Fora ofrece una reflexión sobre la evolución de la destreza manual. Las manos humanas, con su equilibrio entre fuerza y precisión, no surgieron de la nada, sino de una larga secuencia de adaptaciones parciales.
Paranthropu boisei demuestra que hubo múltiples caminos hacia la habilidad: algunos, como el suyo, orientados al procesamiento físico del entorno; otros, como el de Homo, hacia la manipulación simbólica y tecnológica.
«Estas manos nos recuerdan que la evolución humana no sigue una línea recta— resume Louise Leakey, codirectora del Turkana Basin Institute y nieta de Mary Leakey. Y concluye—: Varias especies exploraron diferentes formas de usar las manos antes de que una de ellas acabara sosteniendo una herramienta y, mucho después, escribiendo sobre ello». ▪️
Fuente: Mongle, C. S., Orr, C. M., Tocheri, M. W. et al. New fossils reveal the hand of Paranthropus boisei. Nature (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41586-025-09594-8