Los chimpancés se contagian de los bostezos de los androides

Un androide bosteza, y un chimpancé le responde con otro bostezo. Lo que parece una escena de ciencia ficción es en realidad un hallazgo científico sobre empatía, imitación y comunicación entre especies… y máquinas.

Por Enrique Coperías

Un androide humanoide y un chimpancé se miran cara a cara mientras bostezan, en una escena inspirada en el estudio que demuestra cómo los chimpancés pueden contagiarse del bostezo de un robot,

Un androide humanoide y un chimpancé se miran cara a cara mientras bostezan, en una escena inspirada en el estudio que demuestra cómo los chimpancés pueden contagiarse del bostezo de un robot, revelando respuestas sociales y comportamientos empáticos incluso hacia agentes no biológicos. Imagen generada con DALL-E

Un bostezo es, para muchos, una expresión anodina. Pero cuando un chimpancé bosteza al ver a un androide hacer lo mismo, el fenómeno deja de ser trivial. Un nuevo estudio publicado en la revista Scientific Reports ha revelado que los chimpancés pueden contagiarse del bostezo de un androide, lo que abre un inesperado portal a la comprensión de la empatía, la cognición social y los vínculos entre especies… incluso cuando una de ellas no está viva.

El estudio, liderado por un equipo interdisciplinar de psicólogos, neurocientíficos y especialistas en conducta animal de la Universidad de la City de Londres y la Universidad de Girona, marca un antes y un después en la investigación del comportamiento social en primates no humanos. Y plantea preguntas profundas: ¿puede un robot transmitir señales sociales a un animal? ¿Qué nos dice esto sobre las raíces evolutivas de la comunicación y la empatía?

La investigación se desarrolló en el santuario de primates Fundació Mona, en Girona (España), donde catorce chimpancés adultos, todos rescatados del mundo del espectáculo o el comercio ilegal de mascotas, participaron en un experimento muy peculiar: observaron una cabeza androide que realizaba tres expresiones faciales diferentes durante sesiones controladas de cinco minutos:

✅ Un bostezo completo.

✅ Una apertura neutra de la boca, llamada gape.

✅ Una expresión con la boca cerrada.

Condiciones del androide: boca cerrada, boca abierta con expresión neutra, bostezo y vista posterior.

(A) Condiciones del androide: boca cerrada, boca abierta con expresión neutra, bostezo y vista posterior. (B) y (C) Ejemplos de chimpancés que bostezan. (D) Ejemplos de chimpancés que muestran un comportamiento de bostezo. (E) Ejemplos de chimpancés que bostezan y se tumban. Fotos: RMJM, Aline Sardin-Damasso y Mona / Scientific Reports

Bostezos reales ante una expresión artificial

La cabeza robótica fue diseñada para simular con precisión los movimientos musculares humanos, gracias a 33 motores internos que reproducían expresiones faciales con un notable realismo. Aunque era evidente su naturaleza artificial —el panel trasero dejaba a la vista los mecanismos internos—, de frente, el androide ofrecía una apariencia inquietantemente humana.

Y esa apariencia fue suficiente para generar una respuesta asombrosamente natural.

Los resultados del experimento fueron contundentes: más de la mitad de los chimpancés bostezaron en respuesta al androide cuando este mostraba un bostezo completo. Ninguno lo hizo ante la apertura neutra de la boca, ni cuando tenía la boca cerrada. Pero no solo eso. Durante y después de la observación del bostezo, los chimpancés también mostraron comportamientos asociados al descanso, como tumbarse o recoger materiales para hacer un nido.

Esto sugiere, según los investigadores, que el bostezo robótico no solo activó una imitación automática —una especie de eco motor—, sino que pudo actuar como una señal contextual: un mensaje de que era momento de relajarse.

«Lo que vemos aquí es que el bostezo podría tener una función comunicativa no verbal muy antigua, compartida entre especies, y que incluso puede ser activada por un agente inanimado si este transmite claves motoras suficientemente realistas”, explica Ramiro Joly-Mascheroni, investigador honorario de la City St George’s y autor principal del estudio.

¿Qué revelan los bostezos en chimpancés frente a androides?

Aunque la contagiosidad del bostezo ha sido documentada en seres humanos, perros, bonobos, elefantes e incluso loros, esta es la primera vez que se observa una respuesta semejante provocada por un modelo no biológico. Ni siquiera una simulación en pantalla había logrado desencadenar este tipo de reacción en chimpancés con anterioridad.

«Explorar la respuesta de los primates ante un agente artificial nos permite entender mejor los mecanismos de la cognición social más allá de los humanos —dice la profesora Beatriz Calvo-Merino, coautora del estudio. Y añade—: Este trabajo refuerza la necesidad de colaborar entre disciplinas como la psicología, la robótica y la zoología».

La profesora Tina Forster, también participante en el proyecto, apunta que «los mecanismos cerebrales implicados en la observación y la imitación de gestos podrían estar más ligados a la percepción del movimiento y la intención que al reconocimiento de un individuo como “vivo” o “similar a mí”».

Una respuesta graduada y matizada

Los chimpancés no reaccionaron igual ante todas las expresiones faciales. Mostraron la mayor respuesta de bostezo al observar el gesto completo en el androide. En cambio, cuando la boca se abría parcialmente sin un contexto emocional o sin la intensidad propia de un bostezo, la reacción fue mínima o nula.

Además, se observó una fuerte correlación entre el tiempo de observación visual del androide y la frecuencia de bostezo, lo que sugiere que la atención visual sostenida puede influir en la aparición del contagio.

Los investigadores también registraron un aumento significativo del tiempo tumbado durante y después de la condición de bostezo, en comparación con las otras. Algunos incluso se echaron después de preparar su cama, un comportamiento no observado en los otros escenarios. «Esto apoya la idea de que el bostezo pudo haber sido interpretado como una señal de descanso», señala el doctor Joly-Mascheroni.

Empatía, cognición social y contagio no verbal

Las causas exactas del bostezo contagioso siguen siendo objeto de debate. Algunas teorías lo vinculan con mecanismos de empatía o con una necesidad fisiológica de sincronización grupal. Otras apuntan a procesos más automáticos, caso de la imitación inconsciente, conocida como efecto camaleón, donde se copian posturas o expresiones de los demás sin darnos cuenta.

En seres humanos, se sabe que el bostezo es más contagioso entre personas con vínculos emocionales. En chimpancés, ocurre algo parecido: es más común entre miembros del mismo grupo o con los cuidadores. Sin embargo, este estudio rompe esa tendencia, mostrando así que una entidad artificial, desconocida y sin vínculo previo, también puede inducir la reacción.

«Es un fenómeno que parece surgir de lo más básico de nuestro sistema de percepción y acción —señala Calvo-Merino. Y añade—: El hecho de que los chimpancés reaccionen a un androide indica que no hace falta una historia compartida ni una biografía emocional entre el emisor y el receptor para que se active el mecanismo».

Robots como agentes sociales en entornos animales

Este estudio no solo aporta pistas sobre el comportamiento social en chimpancés. También invita a reflexionar sobre el papel que los robots y androides podrían tener en la investigación científica —y quizás en la convivencia— con otras especies.

«Ahora que los robots empiezan a integrarse en contextos educativos, terapéuticos y de investigación, entender cómo son percibidos por otros seres vivos es fundamental —comenta Joly-Mascheroni. Y continúa—: Nos gustaría saber si otros gestos o conductas robóticas pueden inducir respuestas similares en humanos o animales».

Por ejemplo, ¿podría un androide que muestra miedo generar empatía? ¿O uno que sonríe inducir una respuesta positiva en un niño con autismo o en un perro?

«Si podemos mapear las reacciones que provoca un robot con precisión, tendremos una herramienta poderosa para explorar los fundamentos de la comunicación no verbal y la empatía desde una perspectiva evolutiva y comparada», añade Forster.

Un puente evolutivo entre humanos, primates y máquinas

En última instancia, este trabajo recupera una idea fascinante: que el bostezo, tan banal como frecuente, podría ser una de las formas más primitivas de sincronización social. Un lenguaje corporal prelingüístico que nos vincula con otros, incluso cuando esos otros tienen cables y servomotores.

«El bostezo sigue siendo un misterio en muchos sentidos —admite Joly-Mascheroni. Y concluye—: Pero tal vez su capacidad de contagio nos dice algo importante: que hay gestos profundamente humanos —o animales— que no necesitan palabras, ni emociones complejas, ni siquiera una biografía. Solo un movimiento, una intención simulada... y una respuesta que nos conecta».▪️

Anterior
Anterior

Revolución en radiología: la inteligencia artificial que detecta urgencias médicas en tiempo real

Siguiente
Siguiente

Terapia genética contra el alzhéimer preserva la memoria incluso con síntomas