Los chimpancés también «se lo pueden pensar dos veces antes de actuar»: nueva evidencia de racionalidad animal

Cuando los hechos cambian, los chimpancés también cambian de opinión. Un hallazgo en la revista Science sugiere que la capacidad de pensar racionalmente podría haber aparecido millones de años antes de la aparición de nuestra especie.

Por Enrique Coperías

Un nuevo estudio revela que los chimpancés no solo aprenden por instinto: también revisan sus creencias cuando la evidencia cambia. La frontera entre el pensamiento humano y el animal podría ser mucho más difusa de lo que creíamos.

¿En qué piensas, mono? Un nuevo estudio revela que los chimpancés no solo aprenden por instinto: también revisan sus creencias cuando la evidencia cambia. La frontera entre el pensamiento humano y el animal podría ser mucho más difusa de lo que creíamos. Imagen de Anders Mejlvang en Pixabay

La racionalidad ha sido vista durante décadas como una frontera que separa a los seres humanos del resto de los animales. Pensar de forma racional, es decir, revisar nuestras creencias cuando aparecen nuevas pruebas y mantenerlas cuando las evidencias son débiles, parecía un rasgo exclusivo de nuestra especie.

Sin embargo, un estudio recién publicado en la revista Science propone un cambio de paradigma: los chimpancés, nuestros parientes evolutivos más cercanos, también pueden comportarse como «pensadores racionales».

El trabajo, liderado por Hanna Schleihauf, de la Universidad de Utrecht (Países Bajos), y del Centro Alemán de Primates, en el Instituto Leibniz de Investigación de Primates (Alemania); y Jan Engelmann, de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos), muestra que los chimpancés no solo procesan información sensorial, sino que son capaces de evaluar la fuerza de las pruebas, comparar hipótesis y cambiar de opinión cuando la nueva evidencia lo exige. En otras palabras, revisan sus creencias de forma racional.

La racionalidad según el modelo bayesiano

La nueva investigación se apoya en un modelo clásico del pensamiento científico: el modelo bayesiano de revisión de creencias. Según este enfoque, una mente racional no se aferra a sus creencias, sino que las ajusta en función de la probabilidad de que nuevas pruebas confirmen o contradigan lo que ya se creía.

En términos sencillos, si un chimpancé cree que una golosina está escondida en una caja y después recibe una pista más sólida que apunta a otra posibilidad, debería cambiar su elección.

Hasta ahora, los experimentos con primates habían demostrado que los grandes simios podían inferir información, como, por ejemplo, adivinar dónde hay comida a partir de ruidos, huellas o pistas visuales. Pero nadie había comprobado si también son capaces de ponderar la fuerza de esas evidencias, es decir, si pueden distinguir entre una prueba débil y una contundente y decidir en consecuencia.

El experimento: entre el ruido y la vista

Para averiguarlo, los investigadores trabajaron con chimpancés del santuario de la isla Ngamba, en Uganda. En los primeros experimentos, los animales vieron cómo se escondía un trozo de comida en una de dos cajas. Luego recibieron distintos tipos de evidencia: a veces podían ver directamente la comida (una prueba fuerte) y otras solo escuchar un sonido al agitar la caja (una prueba débil). En otros casos, se usaron combinaciones de pistas visuales y auditivas de diferente fiabilidad.

Los resultados fueron sorprendentes: los chimpancés mantuvieron su creencia inicial cuando la evidencia nueva era débil, pero la cambiaron cuando la nueva prueba era más convincente. Es decir, no se dejaban llevar por el último estímulo recibido ni por el orden de las pistas: actuaban como razonadores bayesianos, evaluando el peso relativo de las pruebas. Incluso a nivel individual, casi todos los chimpancés mostraron este patrón racional.

🗣️ «Los chimpancés fueron capaces de revisar sus creencias cuando apareció una evidencia mejor —explica Emily Sanford, investigadora del Social Origins Lab de la Universidad de California en Berkeley y coautora del estudio. Y añade—: Este tipo de razonamiento flexible es algo que solemos asociar con niños de cuatro años. Fue emocionante demostrar que los chimpancés también pueden hacerlo».

Para descartar explicaciones más simples, como que simplemente se dejaran llevar por el estímulo más llamativo o reciente, los autores compararon los resultados con varios modelos alternativos. El modelo racional fue el que mejor explicó el comportamiento de los animales, superando teorías basadas en sesgos de recencia, perseverancia o saliencia perceptiva.

«Registramos su primera elección, luego la segunda, y comparamos si habían revisado sus creencias. También utilizamos modelos computacionales para comprobar hasta qué punto sus elecciones coincidían con distintas estrategias de razonamiento», detalla Sanford.

En los experimentos, los chimpancés debían averiguar en qué caja había comida. Primero recibían una pista débil —como oír un sonido o ver un rastro— y después una evidencia más fuerte, o al revés.

En los experimentos, los chimpancés debían averiguar en qué caja había comida. Primero recibían una pista débil —como oír un sonido o ver un rastro— y después una evidencia más fuerte, o al revés. Su capacidad para cambiar de elección según la fuerza de las pruebas reveló un razonamiento sorprendentemente racional. Cortesía: Hanna Schleihauf et al.

Pensar sobre lo que se piensa: la metacognición simia

Los experimentos posteriores fueron aún más ambiciosos. En el tercero, los científicos querían saber si los chimpancés podían mantener en mente varias hipótesis simultáneamente. En lugar de dos cajas, presentaron tres: una con una pista fuerte, otra con una débil y una tercera sin pistas. Después retiraron la caja que contenía la prueba más fuerte y observaron qué hacían los animales.

Si estos solo conservaran la representación más llamativa, deberían elegir al azar entre las dos restantes. Pero no fue así: la mayoría optó por la caja asociada a la prueba débil. Eso sugiere que los chimpancés guardan en su memoria representaciones de distintas posibilidades, incluso de las menos evidentes.

En el cuarto experimento, los investigadores pusieron a prueba si los chimpancés pueden distinguir entre pruebas nuevas y repetitivas. En una condición, el animal escuchaba dos veces el mismo ruido de una caja agitada (una evidencia redundante). En otra, oía cómo caía un segundo trozo de comida en la caja (una evidencia nueva). Solo en este último caso los chimpancés cambiaron su elección, demostrando que diferencian entre información fresca y repetida.

Capaces de razonar sobre la calidad de las propias pruebas

El quinto y último experimento llevó la racionalidad simia un paso más allá. Los investigadores introdujeron lo que llaman evidencia de segundo orden, es decir, pruebas sobre la validez de las pruebas previas. Por ejemplo, después de ver comida a través de una ventana de cristal, el experimentador mostraba que lo que parecía un trozo de fruta era en realidad una imagen pegada al cristal.

En esa situación, los chimpancés corrigieron su creencia inicial y cambiaron de caja. Pero cuando el cristal era transparente y no había trampa, mantuvieron su elección. Lo mismo ocurrió con versiones auditivas del experimento, en las que los investigadores mostraban que el sonido escuchado procedía de una piedra, no de la comida.

En ambos casos, los chimpancés no solo revisaron sus creencias, sino que razonaron sobre la calidad de las propias pruebas, un proceso que en psicología se denomina metacognición: pensar sobre el propio pensamiento.

En la condición derrotadora, los chimpancés descubrieron que la prueba visual que habían visto era engañosa: la fruta era solo una imagen.

En la condición derrotadora, los chimpancés descubrieron que la prueba visual que habían visto era engañosa: la fruta era solo una imagen. Al enfrentarse a esta evidencia sobre la evidencia, cambiaron su elección con más frecuencia que en las pruebas sin engaño. El resultado sugiere que los simios pueden razonar sobre la fiabilidad de la información que reciben. Cortesía: Hanna Schleihauf et al.

Más que instinto: reflexión y control mental

El hallazgo tiene implicaciones profundas. Según Engelmann, los resultados muestran que los chimpancés «no responden de forma automática a los estímulos, sino que reflexionan sobre la relación entre la evidencia y lo que creen». En otras palabras, nuestros primos evolutivos, con los que compartimos entre el 98% y el 99% del ADN, no solo piensan sobre el mundo, sino también sobre cómo llegan a sus conclusiones.

🗣️ «La diferencia entre los humanos y los chimpancés no es un salto categórico. Es más bien un continuo —dice Sanford en un comunicado de la Universidad de California en Berkeley. Y continúa—: Esta investigación puede ayudarnos a pensar de otra manera sobre cómo abordamos la educación temprana o cómo modelamos el razonamiento en los sistemas de inteligencia artificial. No deberíamos suponer que los niños son una hoja en blanco cuando entran en el aula».

Esto coloca a los chimpas dentro de lo que algunos filósofos llaman procesos cognitivos reflexivos: aquellos que implican un nivel de control mental sobre las propias representaciones. Hasta ahora, se pensaba que la capacidad de «pensar sobre lo que uno piensa» dependía del lenguaje, una herramienta de la que los humanos haríamos un uso privilegiado. Pero este estudio sugiere que la arquitectura cognitiva necesaria para la reflexión podría haberse originado antes de la aparición del lenguaje humano.

Sanford, que ahora trabaja adaptando las mismas tareas a niños de entre dos y cuatro años, reconoce que el proceso es tan complejo como revelador. «Es fascinante diseñar una tarea para chimpancés y luego intentar adaptarla para un niño pequeño», comenta. Su equipo espera comparar los patrones de razonamiento entre ambas especies para trazar un mapa evolutivo de las habilidades cognitivas.

Un espejo evolutivo de la mente humana

La idea de que los chimpancés poseen algo parecido a una mente racional no es nueva, pero nunca había sido demostrada con tanta precisión experimental. Desde las investigaciones del psicólogo y lingüista Michael Tomasello y el psicólogo Josep Call, también coautor de este estudio, la ciencia cognitiva comparada ha ido desdibujando las fronteras entre humanos y otros primates. Sin embargo, aún existía el escepticismo de que las conductas observadas fueran meras respuestas automáticas o fruto del entrenamiento. Este nuevo trabajo científico, cuidadosamente diseñado y replicado en varios experimentos, parece cerrar ese debate.

«Puede que los animales no sepan qué es la ciencia, pero se desenvuelven en entornos complejos con estrategias inteligentes y adaptativas. Y eso es algo a lo que vale la pena prestar atención», comenta Sanford.

«Los chimpancés no solo reaccionan al mundo: razonan sobre lo que es más probable que sea cierto», resumen los autores en su artículo científico. En términos evolutivos, eso sugiere que los cimientos de la racionalidad —la capacidad de contrastar creencias con evidencias— podrían tener al menos seis millones de años, la distancia temporal que nos separa de ellos.

Más allá de la anécdota científica, los resultados abren un interrogante filosófico: ¿dónde empieza la mente reflexiva? Si un chimpancé puede revisar racionalmente sus creencias, quizá la línea que separa el pensamiento humano del animal sea mucho más tenue de lo que creíamos.

«Pensar racionalmente no es solo acumular información, sino saber cuándo cambiar de opinión», concluye Schleihauf. Y en eso, parece, los chimpancés se nos parecen más de lo que querríamos admitir. ▪️

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