Los denisovanos podrían haber tenido sexo con un misterioso grupo de humanos antiguos
Un nuevo estudio del Instituto Max Planck reconstruye el ADN de un denisovano de 200.000 años, mostrando cruces con neandertales y con un misterioso grupo humano «superarcaico». El hallazgo reescribe la historia evolutiva de los humanos antiguos en Asia y Oceanía.
Por Enrique Coperías
Reconstrucción artística de un grupo de denisovanos en la cueva de Denisova, en Siberia, hace unos 200.000 años. La escena muestra el ambiente gélido del Altái y sugiere los encuentros con neandertales que dieron lugar a una compleja red de mestizajes entre los humanos arcaicos. Imagen generada con DALL-E
Desde que sus restos fueron descubiertos en 2010 en las cuevas de Denísova (Siberia), los denisovanos han sido una especie de fantasma en la historia humana: un grupo extinguido del que apenas se conocían unos pocos huesos, un molar y un dedo, pero cuyo legado genético pervive en millones de personas de Asia y Oceanía.
Ahora, un equipo internacional del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Alemania, ha descifrado el genoma más antiguo y completo jamás obtenido de un denisovano —el ADN de un varón que vivió hace unos 200.000 años en la cueva de Denisova— y el resultado no solo confirma la complejidad de nuestras raíces, sino que abre la puerta a una nueva incógnita: estos humanos se cruzaron con un linaje aún más antiguo y misterioso.
El estudio, publicado en bioRxiv por el grupo liderado, entre otros científicos, por Stéphane Peyrégne y Janet Kelso, supone un salto de casi 140.000 años respecto al único genoma denisovano completo conocido hasta ahora, el de una mujer que vivió unos 65.000 años atrás. La comparación entre ambos ADN antiguos ha permitido reconstruir con una precisión sin precedentes cómo este grupo humano se mezcló varias veces con neandertales, recibió material genético de otro tipo de homininos más primitivos —todavía sin nombre ni fósiles identificados— y dejó su huella en los pueblos actuales de Asia y Oceanía.
Un molar de hace 200.000 años reescribe la historia de los denisovanos
El nuevo genoma procede de un molar hallado en la cueva de Denísova, en el macizo siberiano de Altái, un enclave que durante milenios fue hogar intermitente de neandertales y denisovanos. El diente, bautizado como Denisova 25, perteneció a un hombre de unos 200.000 años de antigüedad, el doble de viejo que la mujer de Denisova 3, cuya secuencia genética revolucionó la paleoantropología en 2010.
El ADN extraído del esmalte, excepcionalmente bien conservado, permitió reconstruir un genoma de alta cobertura —una fotografía casi completa del material genético— que muestra un panorama evolutivo mucho más intrincado de lo que se pensaba.
Los investigadores calculan que el grupo al que pertenecía este hombre era pequeño, de entre cincuenta y sesenta individuos, y estaba emparentado con una población que, unos 15.000 años antes, se había separado de la línea de la mujer de Denisova 3. Aquella comunidad vivió aislada en Siberia y muestra signos de consanguinidad, una característica habitual en los grupos humanos del Pleistoceno.
Molares encontrados en la cueva de Denisova: entre ellos el número 25, una pieza dental superior izquierda de un individuo de entre 20 y 35 años. Cortesía: A. P. Buzhilova
Mezclas genéticas con neandertales: vecinos, rivales y amantes
El ADN de Denisova 25 también muestra algo fascinante: un porcentaje notable de genes de neandertales, más alto incluso que en la mujer de Denisova 3. Eso sugiere que estos humanos del Altái mantuvieron contactos sexuales repetidos con grupos neandertales a lo largo de miles de años. «Hubo al menos dos grandes oleadas de mezcla genética entre neandertales y denisovanos», explican los autores.
Sin embargo, cada intercambio genético parece haber quedado confinado a regiones concretas, sin extenderse demasiado. El estudio plantea que las poblaciones mixtas surgidas en la cueva de Denisova pudieron ser reemplazadas por nuevos grupos humanos llegados desde otras zonas de Asia, en una dinámica de desapariciones y recolonizaciones que se prolongó hasta hace unos 70.000 años.
La convivencia entre ambas especies era, pues, una suerte de vaivén genético. Algunas uniones dieron lugar a descendientes híbridos, como la célebre Denisova 11, hija de madre neandertal y padre denisovano, pero la mayoría de los linajes acabaron extinguiéndose o absorbidos por nuevas oleadas migratorias.
El rastro de un ancestro «superarcaico» desconocido
La sorpresa mayor llegó cuando los genetistas compararon el ADN de los dos denisovanos con el de neandertales, humanos modernos y grandes simios. En esa comparación emergió un patrón inesperado: fragmentos genéticos que no proceden ni de humanos ni de neandertales, sino de un grupo aún más antiguo y desconocido, al que el equipo denomina provisionalmente superarcaico.
Estos segmentos, más frecuentes en el genoma del individuo de 200.000 años, parecen proceder de un cruce con un linaje que se separó del tronco común de los humanos antes de la división entre los antepasados de denisovanos y los Homo sapiens, es decir, hace más de 700.000 años.
No hay fósiles identificados de ese grupo. Los investigadores especulan con que podrían ser descendientes de las primeras poblaciones humanas que salieron de África, como los Homo erectus asiáticos o incluso de un linaje intermedio aún no descubierto.
🗣️ «Denisova 25 nos muestra que la historia evolutiva humana no fue una línea recta, sino una red de encuentros y mestizajes que conectaban ramas muy antiguas del árbol evolutivo», explica Peyrégne.
Tres herencias denisovanas en los humanos actuales
La comparación entre los dos genomas arcaicos y las secuencias de poblaciones modernas ha permitido además identificar tres linajes distintos de denisovanos que dejaron huellas independientes en los humanos actuales:
1️⃣ El primero, emparentado con la mujer de Denisova 3, se difundió hacia el norte y dejó rastros en el ADN de asiáticos orientales, siberianos y americanos nativos.
2️⃣ El segundo, más antiguo y genéticamente distante, se mezcló con los antepasados de los pueblos de Oceanía, como los papúes y aborígenes australianos, durante una migración temprana por el sur de Asia.
3️⃣ El tercero aparece en el ADN de poblaciones del sur de Asia, pero no en los asiáticos orientales, lo que sugiere un cruce independiente posterior.
Estos hallazgos indican que los denisovanos no formaban una sola población, sino un mosaico de grupos distribuidos por toda Asia, desde Siberia hasta el subcontinente indio. Los autores plantean que los Himalayas actuaron como una barrera que aisló durante miles de años a una población denisovana en el sur de Asia, la misma que dejó su impronta en los pueblos oceánicos.
«Las poblaciones modernas de Oceanía son las que conservan más ADN denisovano —hasta un 5 % de su genoma—, pero ese ADN no procede del mismo grupo que se hallaba en Siberia —explica Kelso. Y añade—: Es la señal de un encuentro distinto, en otro lugar y en otro tiempo».
Adaptaciones heredadas del ADN denisovano
Algunos de los fragmentos de ADN denisovano que perviven en humanos modernos han resultado ser ventajosos para la adaptación. En los tibetanos, por ejemplo, una variante procedente de denisovanos les permite vivir en altitudes extremas.
El nuevo estudio identifica 38 regiones del genoma humano actual con posibles señales de herencia adaptativa de origen denisovano, muchas de ellas diferentes según las regiones geográficas.
En Oceanía y el sur de Asia, esas variantes derivan de los denisovanos más antiguos, mientras que en Eurasia y América proceden del linaje más joven y septentrional. En los pueblos del sur asiático, dos genes potencialmente heredados — el ATP6V0A4 y el COL4A3— están relacionados con la percepción auditiva y el funcionamiento renal, aunque los autores subrayan que el beneficio adaptativo exacto aún se desconoce.
Ilustración de Denny, una adolescente hija de madre neandertal y padre denisovano. Cortesía: John Bavaro / early-man.com
Un retrato genético más nítido
El nuevo genoma también ha permitido refinar el catálogo de mutaciones propias de los denisovanos: más de 230.000 variantes genéticas que los distinguen tanto de los neandertales como de los humanos modernos. Entre ellas, unas 1.300 afectan directamente a proteínas implicadas en el desarrollo craneal y facial.
Varios genes, caso del COPB1, del KIF14 y del PIGG, están asociados con rasgos anatómicos observados en los escasos fósiles denisovanos, como cráneos grandes, órbitas amplias y mandíbulas prominentes, características presentes en el enigmático cráneo de Harbin, hallado en China.
Otro hallazgo intrigante es una mutación en la región reguladora del gen FOXP2, vinculado al lenguaje y la cognición. Aunque su efecto real es incierto, sugiere diferencias en la regulación cerebral respecto a los humanos modernos.
Un linaje humano más diverso de lo imaginado
El retrato que surge de este estudio es el de un viejo linaje humano mucho más diverso y expansivo de lo que se creía, capaz de adaptarse a ecosistemas tan distintos como la Siberia glaciar o los trópicos asiáticos, y que compartió genes —y quizás cultura— con otros humanos durante cientos de miles de años.
Lejos de ser una nota a pie de página en la evolución, los denisovanos fueron protagonistas de una historia de mestizajes cruzados que enlaza a casi todos los pueblos actuales de Asia y Oceanía con los primeros exploradores humanos del continente.
El hallazgo también reaviva una pregunta incómoda: ¿cuántas humanidades perdidas hubo antes de la nuestra? El ADN del varón de Denisova 25, con su rastro de ancestros superarcaicos, sugiere que aún queda por descubrir al menos una de ellas.
Como resume Kelso, «cada nuevo genoma antiguo nos recuerda que no somos el final de una línea, sino el resultado de una red de encuentros y desapariciones». Y esa red, ahora lo sabemos, se extiende mucho más atrás en el tiempo de lo que imaginábamos. ▪️
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Fuente: Stéphane Peyrégne, Diyendo Massilani, Yaniv Swiel, Michael James Boyle, Leonardo N. M. Iasi, Arev P. Sümer, Alba Bossoms Mesa, Cesare de Filippo, Bence Viola, Elena Essel, Sarah Nagel, Julia Richter, Antje Weihmann, Barbara Schellbach, Hugo Zeberg, Johann Visagie, Maxim B. Kozlikin, Michael V. Shunkov, Anatoly P. Derevianko, Kay Prüfer, Benjamin M. Peter, Matthias Meyer, Svante Pääbo, Janet Kelso. A high-coverage genome from a 200,000-year-old Denisovan. bioRxiv (2025). DOI: https://doi.org/10.1101/2025.10.20.683404

