Los científicos se sorprenden al descubrir que los abejorros aprenden a leer un sencillo «código Morse»
Un equipo de la Universidad Queen Mary de Londres ha demostrado que los abejorros pueden distinguir destellos de distinta duración, como si descifraran un código Morse luminoso. El hallazgo desafía lo que sabíamos sobre la mente de los insectos.
Por Enrique Coperías
Un abejorro profesor enseña a sus compañeras un código Morse con puntos y rayas, en alusión al experimento de la Universidad Queen Mary de Londres que demuestra cómo estos insectos pueden distinguir la duración de destellos de luz y aprender a procesar el tiempo visualmente. Imagen generada con DALL-E
Los abejorros no solo saben encontrar las flores más dulces o recordar los caminos de vuelta al nido. También pueden leer el tiempo. Como lo oyes. Un nuevo estudio científico de la Universidad Queen Mary de Londres, en el Reino Unido, desvela que estos insectos son capaces de distinguir entre señales luminosas de distinta duración, como si interpretaran un sencillo código Morse de destellos.
El hallazgo, publicado en la revista Biology Letters de la Royal Society, sugiere que las abejas poseen una sorprendente capacidad para procesar información temporal y abstraer patrones, incluso cuando los estímulos son totalmente artificiales y ajenos a su entorno natural.
Los investigadores Alexander Davidson, Ishani Nanda, Anita Ong, Lars Chittka y Elisabetta Versace entrenaron a ejemplares de Bombus terrestris, el abejorro común europeo, para reconocer luces amarillas que parpadeaban a diferentes ritmos. Algunas se encendían durante medio segundo y otras durante cinco, un contraste semejante al que existe entre los puntos y rayas del código Morse.
Los insectos aprendieron a asociar uno de esos ritmos con una recompensa de agua azucarada y el otro con un líquido amargo de quinina. Tras varias sesiones de entrenamiento, los abejorros podían distinguir las duraciones sin necesidad de premio: elegían la luz correcta incluso cuando ambas fuentes solo contenían agua.
Un reloj interno a escala de insecto
Que los animales manejen el tiempo no es ninguna novedad. Los colibríes recuerdan cuándo un tipo de flor vuelve a producir néctar, los ratones estiman intervalos de segundos para obtener comida y los seres humanos medimos el tiempo con una precisión casi quirúrgica. Pero en los insectos, la percepción de duraciones cortas —de fracciones de segundo a unos pocos segundos— sigue siendo un misterio para los biólogos.
Los mecanismos más conocidos para medir tiempos largos, como los ritmos circadianos que dependen de la síntesis de proteínas, no pueden explicar cómo un abejorro discrimina una luz que parpadea durante 0,5 segundos frente a otra que lo hace cinco veces más. En este estudio, los científicos querían saber si los abejorros son capaces de usar el tiempo como una pista sensorial más, del mismo modo que perciben colores, formas o aromas.
🗣️ «Queríamos averiguar si los abejorros podían aprender la diferencia entre estas distintas duraciones, y fue realmente emocionante ver que lo lograban», explica Davidson, autor principal del trabajo.
Un experimento de luces, azúcar y aprendizaje visual
El diseño del experimento fue tan ingenioso como minucioso. Cada colonia de abejorros se alojó en una caja de madera conectada a una cámara de observación y a otra experimental mediante túneles transparentes. En esta última, los himenópteros encontraban dos círculos amarillos que se encendían y apagaban en diferentes intervalos de tiempo. Bajo cada círculo había una diminuta placa con unas gotas de líquido: uno dulce y otro amargo.
En el primer experimento, los científicos enfrentaron duraciones de uno contra cinco segundos y de 0,5 contra 2,5 segundos. En el segundo, controlaron un posible sesgo: que los abejorros se guiaran simplemente por la cantidad total de luz recibida. Para evitarlo, ambas luces estuvieron encendidas el mismo tiempo total en cada ciclo, aunque con ritmos distintos. Así pudieron comprobar si los insectos realmente percibían la duración individual de cada destello.
Los resultados fueron muy interesantes. En ambos experimentos, los abejorros aprendieron a elegir el estímulo correcto con una frecuencia significativamente superior al azar. Incluso cuando la cantidad de luz era idéntica, los animales seguían acertando. «Esto demuestra que no se basan en la intensidad o la frecuencia de la luz, sino en la duración de los parpadeos», explica Versace, profesora de Psicología en Queen Mary y directora del estudio.
Dispositivo experimental y patrones temporales de los estímulos luminosos. (A) Una abeja entra en el compartimento izquierdo del túnel, tras observar durante 10 segundos los destellos visibles a través del plástico transparente. Las puertas extraíbles controlan el recorrido. (B) Duraciones de los estímulos en el experimento 1 (5 frente a 1 s; 2,5 frente a 0,5 s). (C) En el experimento 2, ambos estímulos permanecen encendidos el mismo tiempo total por ciclo. Cortesía: Elisabetta Versace et al.
Un aprendizaje sin precedentes en insectos
Aunque las abejas son célebres por su memoria visual, pues pueden recordar patrones de flores o distinguir colores en movimiento, la capacidad de discriminar intervalos temporales visuales no se había demostrado hasta ahora. Experimentos previos habían mostrado que ciertos insectos, como las avispas parasitoides, pueden asociar tiempos largos (hablamos de varios minutos) con la obtención de alimento. Pero trabajar en escalas de segundos o subsegundos, y además con señales visuales, es algo totalmente nuevo.
El equipo de Queen Mary se propuso precisamente eliminar cualquier componente natural del aprendizaje. Las luces intermitentes no se parecen a nada que los abejorros encuentren en la naturaleza: ni flores, ni colores, ni movimientos. Aun así, los insectos lograron generalizar su aprendizaje. Para Versace y sus colegas, eso significa que poseen un mecanismo de cognición temporal generalista, una especie de reloj interno flexible que no depende de contextos ecológicos concretos.
🗣️ «Dado que las abejas no se encuentran con estímulos intermitentes en su entorno natural, es sorprendente que pudieran superar esta tarea —comenta Davidson. Y continúa—: El hecho de que sean capaces de seguir la duración de estímulos visuales podría sugerir una extensión de su capacidad para procesar el tiempo, una habilidad que quizá evolucionó con otros fines, como controlar el movimiento en el espacio o la comunicación».
Inteligencia animal diminuta, habilidades universales
Este descubrimiento refuerza la idea de que los insectos, con sus diminutos cerebros de menos de un millón de neuronas, pueden mostrar comportamientos complejos y adaptativos. «Las abejas no están especializadas en medir intervalos de luz, pero su sistema nervioso puede procesar regularidades temporales igual que lo haría un cerebro de vertebrado», señala Chittka, coautor del estudio y pionero en el campo de la cognición en insectos.
El hallazgo tiene implicaciones más amplias, ya que sugiere que la percepción del tiempo podría ser una propiedad emergente de los circuitos neuronales, no una habilidad exclusiva de animales con corteza cerebral desarrollada. Algunos modelos proponen que la duración se codifica mediante poblaciones de neuronas que cambian su ritmo de disparo entre el inicio y el final de un estímulo, como una trayectoria en el tiempo. Si es así, incluso un cerebro insectoide podría generar esa dinámica.
«lternativamente, esta sorprendente capacidad de codificar y procesar la duración del tiempo podría ser un componente fundamental del sistema nervioso, intrínseco a las propias propiedades de las neuronas. Solo futuras investigaciones podrán aclarar esta cuestión», matiza Davidson.
Abejorros con flexibilidad cognitiva
Los autores plantean una conexión intrigante entre la percepción temporal y la espacial. Durante el vuelo, las abejas calculan su velocidad y altitud gracias al flujo óptico, es decir, al movimiento de las imágenes en su campo visual. En cierto modo, ese flujo es una sucesión temporal de estímulos luminosos.
«Procesar una serie de destellos podría ser análogo a cómo perciben el movimiento», apunta Davidson. De hecho, en vertebrados se ha demostrado que las áreas cerebrales que codifican el tiempo y el espacio están íntimamente relacionadas.
El comportamiento de los abejorros durante las pruebas también ofrece pistas sobre su flexibilidad mental. Cada insecto realizaba decenas de vuelos entre la colmena y la cámara experimental, probando distintas estrategias hasta lograr la asociación correcta. Una vez aprendido el ritmo que traía recompensa, mantenían la preferencia incluso sin azúcar de por medio. En la práctica, habían convertido un patrón temporal en una pista fiable para tomar decisiones.
El estudio confirma además que el aprendizaje de estos insectos no se limita a instintos programados. «No hay ninguna razón ecológica para que un abejorro sepa distinguir luces parpadeantes —insiste Versace—. Eso indica que su cerebro puede abstraer reglas generales del entorno, algo que considerábamos exclusivo de animales más complejos».
Aunque los abejorros son conocidos por su aguda memoria visual y su habilidad para reconocer patrones y colores en movimiento, su sorprendente capacidad para distinguir intervalos temporales de luz ha sorprendido a los científicos. Foto: Genevieve Curry
Un nuevo modelo para estudiar el tiempo en el cerebro
Los autores del trabajo ven en los abejorros un modelo ideal para investigar cómo los cerebros, por simples que sean, representan el paso del tiempo. A diferencia de los humanos o los primates, en los que los experimentos de cronopercepción requieren complejos condicionamientos, las abejas permiten manipular los estímulos con precisión y observar respuestas rápidas. Sus sistemas neuronales, aunque reducidos, pueden revelar principios universales sobre cómo los seres vivos construyen la noción de duración.
En palabras de Versace, «muchos comportamientos animales complejos, como la navegación o la comunicación, dependen de la capacidad de procesar el tiempo».
🗣️ «Será importante adoptar un enfoque comparativo amplio entre distintas especies, incluidos los insectos, para arrojar luz sobre la evolución de esas habilidades —dice esta psicóloga. Y añade—: Que los insectos sean capaces de procesar duraciones temporales demuestra que pueden resolver tareas complejas con un sustrato neuronal mínimo. Esto tiene implicaciones para la inteligencia artificial, que debería aspirar a ser lo más eficiente posible para poder escalarse, inspirándose en la inteligencia biológica».
Una lección de humildad biológica
A primera vista, un abejorro no parece un virtuoso de la percepción temporal. Sin embargo, este trabajo recuerda que la inteligencia no se mide solo por el tamaño del cerebro.
La naturaleza puede comprimir capacidades extraordinarias en arquitecturas neuronales minúsculas. Lo que los científicos británicos han descubierto, en el fondo, es que incluso un insecto que pesa menos que una uña puede tener su propio sentido del tiempo, capaz de descifrar los latidos de una luz como si fueran mensajes codificados del mundo exterior.
En su zumbido constante quizá late algo más que el vuelo: el compás secreto de un reloj interno, compartido, de algún modo, por todas las criaturas que habitan este planeta. ▪️
Información facilitada por la Queen Mary University of London
Fuente: Alexander Davidson, Ishani Nanda, Anita Ong, Lars Chittka, Elisabetta Versace. Duration discrimination in the bumblebee Bombus terrestris. Biology Letters (2025). DOI: https://doi.org/10.1098/rsbl.2025.0440

