Un fósil de dinosaurio reescribe la historia de cómo se les alargó el cuello a los saurópodos

En las montañas argentinas de La Rioja un fósil bautizado como Huayracursor jaguensis ilumina el momento en que los primeros dinosaurios comenzaron a estirar el cuello hacia la grandeza. El hallazgo cambia la visión que tienen los paleontólogos sobre cómo surgieron los gigantes saurópodos que dominaron el Jurásico.

Por Enrique Coperías

Reconstrucción artística del dinosaurio Huayracursor jaguensis, descubierto en la Precordillera de La Rioja (Argentina). La ilustración muestra cómo habría lucido este antiguo corredor del viento hace más de 230 millones de años.

Reconstrucción artística de una pareja de dinosaurios Huayracursor jaguensis, especie recién descubierta en la Precordillera de La Rioja (Argentina). La ilustración muestra cómo habría lucido este antiguo corredor del viento hace más de 230 millones de años. Cortesía: Jorge Blanco.

En una garganta perdida entre las montañas rojizas de La Rioja, en el noroeste argentino, un grupo de paleontólogos se topó con una escena congelada en el tiempo desde hace más de 230 millones de años. Entre capas de areniscas y basaltos, aparecieron los huesos finos y alargados de un animal que, con paciencia y sorpresa, reveló su secreto: un dinosaurio desconocido, de cuello más largo que sus contemporáneos y de cuerpo más grande de lo esperado para su época.

El nuevo fósil fue llamado Huayracursor jaguensis, mezcla el quechua huayra, viento, con el latín cursor, corredor; el corredor del viento, un homenaje tanto al clima árido de la región como a la ligereza que alguna vez debió tener este pionero del linaje de los gigantes.

«El nombre Huayracursor homenajea al viento, mientras que jaguensis refleja la cercanía con Jagüé, un antiguo pueblo de arrieros ubicado a 40 kilómetros de la Quebrada Santo Domingo —explica Martín Hechenleitner, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en el el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (CRILAR), y primer autor del artículo. Y añade—: Es uno de esos descubrimientos que no se dan a menudo. La región en la que trabajamos es muy inhóspita debido a la altura, los vientos fuertes, la baja temperatura y el clima cambiante, aunque cautiva con sus paisajes espectaculares».

Un dinosaurio argentino clave para entender la evolución

El hallazgo, publicado en la revista Nature por un equipo argentino encabezado por investigadores del CRILAR, no solo presenta una nueva especie de dinosaurio. También abre una ventana a una etapa poco conocida de la historia de la vida, cuando los primeros dinosaurios empezaban a dominar los ecosistemas de la Tierra.

En pleno periodo Triásica, hace unos 230 millones de años, el planeta era un solo continente —Pangea—, un mosaico de desiertos, selvas y ríos que hervía de cambios climáticos y biológicos.

Hasta ahora, casi todo lo que se sabía sobre los primeros dinosaurios del hemisferio sur provenía de dos regiones muy estudiadas: la cuenca de Ischigualasto-Villa Unión, también en Argentina, y la del Paraná, en Brasil. El nuevo fósil procede de un lugar distinto, la desconocida Cuenca de la Precordillera Norte, una depresión geológica identificada por primera vez gracias a este descubrimiento. Los paleontólogos reconocen que fue como abrir un libro nuevo en una saga que creíamos ya conocida.

Ecosistema del Triásico: vida en los Andes primitivos

El yacimiento de Quebrada Santo Domingo, donde se encontró el esqueleto, conserva un conjunto de fósiles de tetrápodos (vertebrados de cuatro patas) que vivieron durante el Carniense, una edad crucial del Triásico, hace entre 237 y 227 millones de años. En esos tiempos, las lluvias eran impredecibles, los ríos fluctuaban entre crecidas violentas y sequías prolongadas, y el paisaje andino recién comenzaba a levantarse.

Allí convivían los ancestros de mamíferos primitivos, los cinodontos —animales de hocico corto y dientes diferenciados—, con reptiles acorazados como los etosaurios, un clado de reptiles parientes lejanos de los cocodrilos. También había rinchosaurios de hocico ancho que pastaban en los llanos húmedos. Y entre todos ellos, los dinosaurios empezaban tímidamente a tomar protagonismo.

«El nuevo hallazgo nos muestra un ecosistema de enorme riqueza en una región prácticamente inexplorada —comenta Agustín Martinelli, investigador del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y segundo autor del artículo. Y añade—: Estimamos que Huayracursor debe tener una edad de entre unos 230 a 225 millones de años, lo que lo convierte en uno de los dinosaurios más antiguos del mundo. Durante más de medio siglo, las faunas de esa edad estuvieron confinadas a descubrimientos en el Parque Provincial Ischigualasto, en San Juan; en la región de Cerro Las Lajas, al sur de La Rioja; y en el estado de Rio Grande do Sul (Brasil)».

Huesos fósiles de Huayracursor jaguensis, un dinosaurio de cuello largo que habitó el noroeste argentino hace unos 230 millones de años.

Huesos fósiles de Huayracursor jaguensis, un dinosaurio de cuello largo que habitó el noroeste argentino hace unos 230 millones de años. Cortesía: equipo de investigación

Tenía 1,5 m de longitud y pesaba unos 18 kilos

En palabras de este paleontólogo, «esta nueva región, dentro de una cuenca geológica prácticamente inexplorada, abre una perspectiva de grandes descubrimientos. Pocas veces en la vida se puede decir que se encontraron sitios totalmente novedosos, con una fauna extraordinaria por su preservación y abundancia».

El esqueleto de Huayracursor apareció casi completo, un privilegio raro en fósiles tan antiguos. Con unos 1,5 metros de longitud y un peso estimado de 18 kilos, era un animal bípedo y ágil, pero con un cuello sorprendentemente largo en comparación con otros dinosaurios de su época.

«Huayracursor es novedoso porque presenta dos rasgos que son clave: un cuello considerablemente más largo y un tamaño más grande que la mayoría de sus contemporáneos —explica Hechenleitner en un comunicado del CONICET. Y precisa—: Estos aspectos confirman una aparición muy temprana y sincrónica de ambas características, que fueron fundamentales en la historia evolutiva de los sauropodomorfos».

Recordemos que los sauropodomorfos fueron un grupo de dinosaurios herbívoros que incluye tanto a los primeros dinosaurios de cuello relativamente largo del Triásico como a los enormes saurópodos del Jurásico y Cretácico, como el Diplodocus y el Brachiosaurus. Aparecieron hace unos 230 millones de años y se caracterizan por su cuello alargado, cráneo pequeño, patas fuertes y dieta basada en plantas. Representan una de las líneas evolutivas más exitosas del Mesozoico, responsables de los animales terrestres más grandes que han existido.

«Huayracursor jaguensis», el primer paso hacia los gigantes

Los paleontólogos han debatido durante décadas cómo los pequeños dinosaurios del Triásico se transformaron en los gigantes cuadrúpedos del Jurásico. ¿Aumentaron de tamaño primero y luego alargaron el cuello para alcanzar más alimento? ¿O ambas transformaciones ocurrieron al mismo tiempo?

El Huayracursor ofrece una pista clave. Sus vértebras cervicales muestran una elongación intermedia entre los cortos cuellos de los dinosaurios carnienses, como es el caso del Eoraptor y del Buriolestes, y los larguísimos de los saurópodos posteriores. A la vez, su masa corporal supera ampliamente la de sus contemporáneos. Según el estudio, eso indica que el aumento de tamaño y la extensión del cuello fueron procesos sincrónicos, ya en marcha en los primeros pasos del linaje de los grandes herbívoros del Mesozoico.

«Estimamos una longitud de dos metros aproximadamente y unos dieciocho kilogramos para un individuo adulto, casi el doble que otros parientes cercanos encontrados en Argentina, como, por ejemplo, el Eoraptor lunensis, el famoso dinosaurio primitivo hallado en el Parque Provincial Ischigualasto, en San Juan», detalla Malena Juarez, becaria doctoral del CONICET en el CRILAR y coautora del artículo.

«El descubrimiento de Huayracursor nos obliga a repensar el ritmo evolutivo de los primeros dinosaurios —afirma Diego Pol, especialista del CONICET que no participó en el estudio pero sigue de cerca estas investigaciones. Y continúa—: Es una especie puente, un animal que aún corre erguido sobre dos patas, pero que ya empieza a mostrar el diseño anatómico que culminará en los gigantes del Jurásico».

Lucas Fiorelli (CRILAR-CONICET), Agustín Martinelli (MACN-CONICET), Léa Leuzinger y Martín Hechenleitner (CRILAR-CONICET), posan ante la cámara durante un descanso en la extracción de los fósiles de Huayracursor jaguensis.

Lucas Fiorelli (CRILAR-CONICET), Agustín Martinelli (MACN-CONICET), Léa Leuzinger y Martín Hechenleitner (CRILAR-CONICET), posan ante la cámara durante un descanso en la extracción de los fósiles de Huayracursor jaguensis. Créditos: equipo de investigación

La cuenca olvidada de la Precordillera, una nueva unidad geológica

El valor del descubrimiento no se limita al dinosaurio. Len efecto, la propia geología del lugar guarda una historia fascinante. Los investigadores demostraron que los sedimentos donde se halló el fósil no pertenecen a las cuencas triásicas tradicionales del oeste argentino, sino a una nueva unidad geológica independiente, bautizada como Cuenca de la Precordillera Norte.

«A partir de estudios estratigráficos y sedimentológicos, pudimos reconocer que los terrenos triásicos de la Precordillera Norte pertenecen a una cuenca sedimentaria que evolucionó de manera independiente de otras cuencas del suroeste de Gondwana —detalla Sebastián Rocher, investigador del CONICET en la Universidad Nacional de La Rioja y coautor del artículo—. Esto abre la posibilidad de extender las exploraciones aún más al oeste, en la cordillera de los Andes».

Durante el Triásico, la región era un mosaico de depresiones tectónicas formadas por la fragmentación de la corteza continental. La cuenca de Santo Domingo —el escenario del hallazgo— se desarrolló en un ambiente dominado por fallas activas, con ríos torrenciales que depositaban arenas gruesas y abanicos aluviales al pie de las montañas. Más tarde, esas cuencas se rellenaron con capas de cenizas volcánicas y basaltos, testigos de una intensa actividad magmática.

El registro sedimentario revela una evolución compleja: una primera etapa de hundimiento y acumulación de sedimentos, seguida de un periodo más estable con lagunas someras y flujos de lava. Todo esto indica que la cuenca no estaba conectada directamente con la de Ischigualasto, a pesar de que sus faunas eran muy parecidas. Es decir, distintos escenarios geológicos albergaban ecosistemas similares, lo que sugiere que los dinosaurios y sus parientes ya ocupaban una amplia franja del sur de Pangea mucho antes de lo que se pensaba.

Anatomía y linaje: entre la agilidad y la grandeza

El equipo del CRILAR recuperó del terreno más de un centenar de huesos articulados. Entre ellos, partes del cráneo, las vértebras cervicales casi completas, extremidades anteriores y posteriores, y huesos de la pelvis. La anatomía del animal combina rasgos primitivos y otros sorprendentemente avanzados.

Su cráneo, por ejemplo, conserva un foramen magno —el orificio por donde pasa la médula espinal— más estrecho que el de sus parientes brasileños Buriolestes y Saturnalia, pero con una estructura interna similar. Sus vértebras del cuello muestran proporciones que anuncian la estrategia que haría célebres a sus descendientes: un cuello largo para explorar un mayor rango de vegetación sin necesidad de moverse tanto.

Las patas delanteras eran cortas, lo que confirma su andar bípedo. Las traseras, en cambio, eran robustas, con fémures curvados y tibias triangulares, una posible adaptación a un modo de carrera ágil. Su nombre, corredor del viento, parece más que apropiado.

Los análisis filogenéticos —una especie de árbol genealógico de los dinosaurios— sitúan al Huayracursor como pariente cercano del Bagualosaurus, otro sauropodomorfo temprano hallado en Brasil. Ambos formarían parte de una familia intermedia que los investigadores llaman bagualosaurios, puente entre los primeros dinosaurios bípedos y los saurópodos cuadrúpedos.

El paleontólogo Martín Hechenleitner, durante la preparación del esqueleto de Huayracursor jaguensis para su análisis en laboratorio.

El paleontólogo Martín Hechenleitner, durante la preparación del esqueleto de Huayracursor jaguensis para su análisis en laboratorio. Cortesía: equipo de investigación.

Un Triásico en transformación: faunas, climas y cambios

Más allá de la anatomía, la fauna encontrada en la Quebrada Santo Domingo pinta un cuadro vibrante de la vida en el Triásico andino. En el mismo nivel geológico aparecieron restos de Hyperodapedon, un reptil herbívoro de aspecto robusto y pico córneo; de Exaeretodon, un cinodonte que representa una de las ramas tempranas de los mamíferos; y de varios arcosaurios acorazados.

Esa combinación es casi idéntica a la registrada en la célebre Formación Ischigualasto, lo que permite sincronizar ambas regiones en el tiempo: ambas corresponderían al Carniense tardío. La edad radiométrica de las rocas, en torno a 212 millones de años, ubica además la parte superior de la formación dentro del Noriense, lo que enlaza este nuevo registro con la secuencia clásica de Ischigualasto-Los Colorados.

Sin embargo, las diferencias geológicas entre ambas zonas son notables. En la Cuenca de la Precordillera, los sedimentos se acumularon con un control tectónico más fuerte y con menos influencia volcánica, lo que sugiere un paisaje más abrupto, con montañas activas y valles profundos. Ese relieve habría favorecido la formación de microhábitats, aumentando la diversidad de especies.

Un cambio de perspectiva

Hasta hace poco, los paleontólogos creían que los primeros dinosaurios se originaron y diversificaron en unas pocas regiones del sur de Pangea, especialmente en Ischigualasto y el sur de Brasil. El descubrimiento del Huayracursor jaguensis demuestra que la historia fue más compleja: los dinosaurios ya estaban extendidos por distintas cuencas andinas cuando apenas comenzaban a dominar la Tierra.

Además, este fósil ayuda a precisar el momento en que algunos rasgos emblemáticos —el cuello largo, el aumento de tamaño, la dieta estrictamente herbívora— empezaron a definirse. Lejos de ser adaptaciones tardías, parecen haber surgido muy temprano, en animales aún ligeros y corredores.

No cabe duda de que el Triásico fue una época de experimentación evolutiva. Los dinosaurios estaban probando distintas combinaciones anatómicas, y Huayracursor nos muestra una de las más exitosas: un cuerpo más grande y un cuello más largo para aprovechar mejor los recursos vegetales. Esa innovación temprana sentó las bases para los gigantes que dominarían el Jurásico y el Cretácico.

El futuro de la exploración paleontológica en los Andes

La aparición en escena del Huayracursor no es un punto final, sino un comienzo. La Cuenca de la Precordillera Norte apenas empieza a explorarse, y los paleontólogos sospechan que guarda muchos más secretos. Cada fragmento de hueso puede reescribir una parte de la historia de cómo los dinosaurios —y, por extensión, los ecosistemas modernos— tomaron forma.

Cada nuevo fósil del Triásico es como una pieza que faltaba en un rompecabezas de millones de años. Y en este caso, esa pieza apareció en un lugar donde nadie había buscado.

Entre los vientos fríos y el silencio mineral de la Quebrada Santo Domingo, el corredor del viento —Huayracursor jaguensis sigue contando su historia. Una historia que empieza cuando los Andes eran jóvenes y los dinosaurios apenas aprendían a correr hacia la inmensidad del tiempo.▪️

  • Información facilitada por el CONICET

  • Fuente: Hechenleitner, E. M., Martinelli, A. G., Rocher, S. et al. A long-necked early dinosaur from a newly discovered Upper Triassic basin in the Andes. Nature (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41586-025-09634-3

Anterior
Anterior

Un nuevo camino para entender la expansión acelerada del universo

Siguiente
Siguiente

Los fósiles que devuelven al «Paranthropus boisei» la mano de la historia humana