El gran mapa de los océanos: cómo las migraciones de la megafauna marina conectan el planeta

Nueva herramienta global recoge con precisión las rutas migratorias marinas y propone soluciones para proteger a las especies amenazadas, desde peces y aves hasta tortugas y mamíferos marinos, a lo largo y ancho del planeta.

Por Enrique Coperías

Las ballenas jorobadas realizan una de las migraciones más largas del reino animal, al recorrer unos 9.000 kilómetros entre la ida y la vuelta, desde las aguas de Alaska, donde se alimentan, hasta Hawái, donde se reproducen.

Las ballenas jorobadas o yubartas protagonizan una de las migraciones más largas del reino animal, al recorrer cerca de 9.000 kilómetros entre la ida y la vuelta, desde las aguas de Alaska, donde se alimentan, hasta Hawái, donde se reproducen. Foto: Chinh Le Duc

Una ballena jorobada recorre el Atlántico desde Brasil hasta la Antártida. Una tortuga laúd cruza más de 20.000 kilómetros entre Indonesia y Oregón. Un charrán ártico, con su vuelo incansable, viaja de polo a polo, ida y de vuelta, sumando 80.000 kilómetros al año. Un ejemplar de gran tiburón blanco fue seguido a lo largo de 12.000 kms, desde Sudáfrica hasta Australia, y regreso a tierras africanas, en solamente nueve meses…

Historias como estas no solo alimentan la fascinación por la naturaleza. También nos revelan algo más profundo: los océanos están entrelazados por las migraciones de sus grandes viajeros.

Por primera vez, un equipo internacional de científicos ha sintetizado este conocimiento en una herramienta única: un mapa interactivo que traza las rutas migratorias de más de cien especies marinas, desde peces y aves hasta tortugas y mamíferos marinos, a lo largo y ancho del planeta.

¿Qué es MiCO y por qué es crucial para la conservación marina?

El sistema, llamado MiCO (Migratory Connectivity in the Ocean), ha sido desarrollado por investigadores de la Universidad de Queensland, en Australia, y la Universidad Duke, en Estados Unidos, y ha sido presentado en la revista científica Nature Communications.

La herramienta no es solo una proeza científica, sino también una propuesta urgente: proteger la biodiversidad marina migratoria antes de que sea demasiado tarde.

MiCO es la primera visión global y de acceso libre de la conectividad migratoria marina. Cubre 109 especies, como aves, mamíferos, tortugas y peces, y reúne miles de registros de más de 1.300 fuentes para mostrar cómo los animales marinos atraviesan los océanos del mundo
— Lily Bentley, del Centro para la Ciencia de la Biodiversidad y la Conservación, en la Universidad de Queensland.

A través del análisis de más de 5.400 sitios identificados y 5.000 rutas migratorias, el sistema MiCO ha logrado agrupar la información en 1.787 metasitios, es decir, áreas clave utilizadas por estas especies. Las rutas conectan hábitats esenciales de alimentación, reproducción, invernada y crianza, en un entrelazado que traspasa aguas jurisdiccionales, zonas económicas exclusivas (ZEE) y áreas más allá de la jurisdicción nacional (ABNJ).

Migraciones de la foca gris (Halichoerus grypus), recogidas en la plataforma interactiva global MiCO.

Migraciones de la foca gris (Halichoerus grypus), recogidas en la plataforma interactiva global MiCO.

Por qué ningún país puede proteger a sus especies migratorias solo

Los resultados son impactantes: de media, cada país está conectado con veintiocho otras jurisdicciones marinas. Estados Unidos y Francia, con múltiples territorios de ultramar y una alta inversión en monitoreo, lideran el ranking de interconectividad, con más de 110 vínculos registrados. Esta red subraya una verdad incómoda: ningún país puede proteger por sí solo a sus especies migratorias.

«Muchos animales se desplazan por aguas nacionales y mar abierto durante su vida, lo que los expone a amenazas diversas en distintos países —explica Bentley. Y añade—: Para protegerlos eficazmente, las naciones deben cooperar. Las rutas migratorias no entienden de fronteras políticas».

Por ejemplo, mientras los ectotermos —peces y tortugas— tienden a migrar entre zonas tropicales, los endodermos, como las aves marinas y los cetáceos, realizan desplazamientos más largos, de trópico a polo o incluso de polo a polo. El mapa global también revela desequilibrios en los datos: regiones tropicales, a pesar de su riqueza biológica, están subrepresentadas en los estudios, especialmente en el caso de las aves marinas.

MiCO: una brújula para la política oceánica

Más que un simple mapa, MiCO representa una plataforma de ciencia aplicada. Permite visualizar qué especies migran, por dónde lo hacen, qué áreas son críticas y cómo se interconectan las jurisdicciones marinas. El objetivo es claro: transformar datos científicos en conocimiento útil para gestores, gobiernos y organismos internacionales.

Daniel Dunn, director del centro y coautor del estudio, lo explica con contundencia: «Los modelos de conectividad que presentamos destacan la necesidad de esfuerzos de conservación globalmente alineados, como el nuevo Tratado de Alta Mar, que busca salvaguardar la biodiversidad más allá de las aguas nacionales. MiCO ya ha sido identificado como un recurso valioso para apoyar la implementación de este tratado».

El sistema también contribuye directamente al mandato de la Convención sobre Especies Migratorias (CMS), que busca desarrollar un atlas global de migración animal. En este sentido, MiCO es mucho más que una base de datos: es una herramienta para la diplomacia ambiental.

El charrán ártico realiza la migración más larga del reino animal, pues llega a recorrer más de 80.000 km al año. Esta ave tiene una distribución circumpolar; cría en colonias en el Ártico y en regiones subárticas de Europa, Asia y Norteamérica (con un límite meridional en la Bretaña o Massachusetts). Foto: Christoph Nolte

¿A qué amenazas se enfrentan estas especies?

Pero lo que MiCO muestra no es toda la historia, sino solo la mínima fracción de la conectividad que ya ha sido registrada. Las lagunas en el mapa no indican ausencia de migración, sino ausencia de datos. Esto convierte al sistema también en una brújula para futuras investigaciones.

«Más de dos tercios de las especies marinas migratorias aún no han sido evaluadas —alerta Dunn—. Nuestro objetivo es proporcionar la línea base más completa posible sobre la conectividad generada por estas especies, para que las estrategias de conservación se basen en datos sólidos».

La necesidad es urgente. Muchas especies ya están en declive, y las amenazas aumentan. De hecho, se ha documentado que las poblaciones de peces migratorios gestionadas a través de varias jurisdicciones son sobreexplotadas al doble de tasa que aquellas dentro de una sola. Lo mismo ocurre con las aves migratorias, de las cuales más del 90% no están adecuadamente protegidas a lo largo de su ciclo de vida.

Además, la recopilación de datos enfrenta desafíos técnicos y éticos: la mayoría de las tortugas rastreadas, por ejemplo, son hembras reproductoras —más fáciles de localizar en las playas de anidación—, mientras que el sexo de las aves marinas muchas veces ni siquiera puede determinarse en campo. La colocación de dispositivos de rastreo, por otro lado, debe justificarse ante el potencial impacto sobre el bienestar animal.

El momento político: proteger el 30% del planeta con sentido

MiCO llega en un momento histórico para la conservación global. Con la aprobación del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, la comunidad internacional se ha comprometido a proteger al menos el 30% del planeta con sistemas de áreas protegidas bien conectadas y representativas. Pero este ambicioso objetivo será inalcanzable si no se incorpora explícitamente la conectividad migratoria, advierten los autores.

«Si no entendemos cómo las especies migratorias usan el océano y cómo están conectadas las regiones, podríamos terminar protegiendo el 30% del planeta sin proteger realmente a las especies que más necesitan protección», señala Bentley.

MiCO puede marcar una diferencia. Permite identificar qué especies de un país interactúan con qué organizaciones regionales de pesca o qué áreas deben ser protegidas para asegurar los corredores migratorios. Incluso tiene el potencial de ser usado para estudios epidemiológicos, como el seguimiento de brotes de gripe aviar entre colonias de aves marinas, que ya está causando estragos en el hemisferio norte.

Una red que nos conecta a todos

La idea final que deja el trabajo de Bentley, Dunn y su equipo va más allá de la ciencia. Habla de cómo el movimiento de las especies migratorias refleja la profunda interconexión de los ecosistemas marinos y de la necesidad de una gobernanza oceánica colaborativa.

Ya no basta con proteger especies en su lugar de origen o en una etapa concreta de su vida. Hay que asegurar los vínculos que las sostienen, los caminos que recorren, los mares por los que fluyen. MiCO es, en este sentido, un mapa de la vida en movimiento. Un recordatorio de que conservar el mar es, también, entender su flujo y su red viva.

«Si queremos preservar el increíble ir y venir de las migraciones animales para las futuras generaciones, debemos construir estructuras de gobernanza que reflejen cómo estas poblaciones nos conectan y cómo conectan los ecosistemas de los que dependemos», concluye Dunn. ▪️

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