NGC 6789: la misteriosa galaxia aislada que alumbra estrellas sin combustible aparente
En pleno Vacío Local, donde reina la nada, una diminuta galaxia desafía a la astrofísica moderna. NGC 6789 enciende estrellas jóvenes sin que nadie sepa aún de dónde obtiene el combustible.
Por Enrique Coperías
La galaxia llamada NGC 6789, vista por el Two-meter Twin Telescope (TTT3). Cortesía: Ignacio Trujillo et al 2025
En uno de los rincones más desolados del universo cercano, donde apenas hay materia, gas ni vecinos con los que interactuar, una pequeña galaxia lleva décadas desconcertando a los astrónomos. Se llama NGC 6789, está a unos 3,6 millones de años luz y vive en el Vacío Local, una enorme región prácticamente vacía.
En un entorno así, desprovisto del flujo habitual de gas o satélites galácticos, no debería estar ocurriendo gran cosa. Y, sin embargo, ocurre. Su diminuto núcleo está experimentando un episodio de formación estelar reciente, tan intenso que ha renovado casi un 4% de su masa total en apenas unos cientos de millones de años. Estamos pues ante una anomalía cósmica.
El nuevo estudio, materializado por el astrónomo Ignacio Trujillo y sus colegas del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), en España, presenta las imágenes más profundas jamás obtenidas de esta galaxia enana aislada y las conclusiones, lejos de resolver el misterio, lo amplifican.
Así es, los investigadores esperaban encontrar restos de interacciones pasadas, como chorros de estrellas deshilachadas, rastros de fusiones y señales de que algún objeto pequeño había aportado el gas necesario para encender el reciente estallido de formación estelar, pero lo que han hallado es un silencio absoluto: una galaxia exteriormente impecable, sin cicatrices, sin huellas visibles de ningún visitante.
Un enigma en pleno Vacío Local
NGC 6789 no es, en apariencia, especial. Es una galaxia enana del Vacío Local con una masa estelar modesta y un núcleo azul donde se concentran las estrellas más jóvenes. Desde que se observó con telescopios menos potentes, fue clasificada como una enana irregular, un tipo común entre las galaxias pequeñas.
Pero las observaciones profundas realizadas hace ya dos décadas sugerían algo distinto: el centro desordenado está incrustado en una envoltura exterior elíptica, suave y rojiza, propia de sistemas que han dejado atrás sus épocas turbulentas. Esa estructura más madura llevó a reclasificarla como un tipo intermedio —iE—, habitual en las denominadas enanas compactas azules, galaxias que muestran brotes de formación estelar en un cuerpo, en teoría, tranquilo.
El rompecabezas se complicó cuando los estudios espectroscópicos revelaron que el gas que alimenta estos brotes parece excepcionalmente pobre en metales, una señal de que podría provenir del exterior y no de material reciclado de la propia galaxia. Pero ¿del exterior de dónde, si NGC 6789 está literalmente sola, sin vecinas cercanas, en uno de los desiertos cósmicos más extremos?
Nuevas observaciones con el TTT3: imágenes profundas y un silencio inquietante
Para responder a esta pregunta, Trujillo y su equipo del IAC han utilizado un telescopio que se puso en acción en 2022: el Two-meter Twin Telescope (TTT3), un instrumento de 2 metros instalado en el Observatorio del Teide. Con largas exposiciones —más de ocho horas repartidas entre los filtros g, r e i— han logrado alcanzar niveles de brillo superficial que rondan los 30 magnitudes por segundo de arco cuadrado, un umbral extremadamente tenue, equivalente a ver desde Canarias la luz de una cerilla encendida en Londres.
Gracias a esa profundidad, las imágenes obtenidas permiten inspeccionar la periferia de la galaxia con una sensibilidad diez veces superior a la que ofrecen los grandes catálogos como el SDSS. Si hubiera restos de fusiones, esto es, esas largas corrientes de estrellas que se forman cuando una galaxia engloba a una compañera menor, deberían aparecer aquí. No lo hacen.
La galaxia mantiene su morfología elíptica hasta unos 1,6 kiloparsecs de distancia del centro, con un perfil suave que no muestra rupturas ni asimetrías. Tampoco aparece ninguna estructura filamentosa ni nudos aislados: nada que delate la presencia pasada de alguna galaxia satélite.
Comparación de NGC 6789 vista por el Sloan Digital Sky Survey (izquierda), en Nuevo México, y con la nueva imagen profunda obtenida por el telescopio TTT3 (derecha). Los colores combinan los filtros g, r e i, y el fondo en blanco y negro muestra el canal g, el más profundo. A la distancia de la galaxia, un minuto de arco equivale a unos 1.1 kilopársecs. Cortesía: Ignacio Trujillo et al 2025
Análisis: el gas aparece, pero las fusiones no
El silencio visual no impide hacer números. A partir de la profundidad alcanzada, el estudio calcula la cantidad máxima de estrellas que podrían escapar a la detección formando una envoltura tenue. El límite es extraordinariamente bajo: no más de 200.000 masas solares en estrellas, una cifra diminuta. Y, sin embargo, el reciente brote central de formación estelar ha producido unas cuatro millones de masas solares en estrellas nuevas, lo que implica que el gas original debía ser al menos de diez millones de masas solares. Es decir, entre cincuenta y cien veces más materia de la que podría esconderse en forma de restos estelares invisibles.
La conclusión es contundente: el origen del gas que alimentó el reciente despertar de NGC 6789 no puede ser un satélite devorado, porque habría dejado señales claras —y detectables— en la periferia de la galaxia. Y tampoco puede proceder de una interacción con otra galaxia, porque no hay otras galaxias en las inmediaciones.
👉 Los autores del estudio lo expresan de forma clara: la ausencia total de indicios de perturbaciones externas refuerza la hipótesis de que el gas procede o bien de reservas internas, o bien de la caída reciente de gas prístino, es decir, gas fresco procedente del medio intergaláctico, sin asociarse a estrellas ni estructuras visibles. Una posibilidad sugerente y, por ahora, difícil de demostrar.
Una fuente gaseosa invisible
El escenario más audaz plantearía que NGC 6789 está beneficiándose de un fenómeno que, aunque previsto en teoría, rara vez se observa con claridad: la acreción directa de gas frío desde el vacío. En los grandes modelos cosmológicos, incluso las regiones desiertas del universo están atravesadas por filamentos de hidrógeno, restos del material primordial del big bang. Este gas, en circunstancias adecuadas, puede precipitarse lentamente sobre una galaxia y desencadenar pequeños brotes de formación estelar.
¿Es este el caso? El estudio no puede confirmarlo, pero sugiere que es una explicación plausible, especialmente porque el gas en el centro de NGC 6789 presenta precisamente la baja metalicidad esperable en material poco procesado. La imagen que emerge es la de una galaxia aislada que, a base de sorbos imperceptibles de gas cósmico, consigue rejuvenecer su interior.
La alternativa, menos exótica, sería que la propia NGC 6789 haya conservado un pequeño depósito de gas residual que, por razones aún no bien comprendidas, haya permanecido estable durante miles de millones de años y solo ahora se esté condensando en estrellas. Pero los autores señalan que este escenario es difícil de conciliar con la intensidad del brote reciente.
Una rareza que pone a prueba los modelos
Lo que convierte a NGC 6789 en un objeto tan valioso no es solo su rareza, sino su poder para poner a prueba nuestras ideas sobre la evolución de las galaxias enanas. En los modelos actuales, la formación estelar depende en gran medida de la interacción con otras galaxias o con grandes reservas de gas circundante. Las regiones de vacío, por definición pobres en ambos factores, deberían albergar sistemas viejos y dormidos.
NGC 6789 desafía esta visión. Su núcleo está vivo, produciendo estrellas nuevas con sorprendente eficiencia. Y lo hace sin dejar pistas sobre quién o qué ha suministrado el combustible.
El trabajo del TTT3 no resuelve el enigma, pero ofrece una pieza crucial: un diagnóstico negativo, una ausencia significativa. Si hubiese restos, deberían estar ahí. Como no lo están, cualquier explicación futura deberá tener en cuenta que NGC 6789 no muestra cicatrices. Ha despertado, sí, pero sin haber sido tocada.
Mirar más profundo en el vacío
Este estudio, publicado en Research Note en Research Notes of the AAS, forma parte del tipo de ciencia silenciosa pero decisiva que permiten los telescopios medianos dedicados a la fotometría profunda.
En un campo donde las imágenes espectaculares suelen acaparar titulares, trabajos como este recuerdan que a veces lo más revelador es lo que no se ve. Y que incluso en los lugares más remotos del universo, donde cabría esperar una calma absoluta, pueden esconderse fenómenos capaces de desafiar nuestras teorías.
NGC 6789 seguirá siendo observada. Quizá con nuevas técnicas de radio, capaces de trazar el hidrógeno difuso en su entorno, o con futuros estudios espectroscópicos que caractericen mejor el gas de su interior. Pero por ahora, el misterio permanece: una galaxia diminuta y solitaria que, contra todo pronóstico, sigue fabricando estrellas en mitad de la nada. ◾️
Fuente: Ignacio Trujillo, Sergio Guerra Arencibia, Ignacio Ruiz Cejudo, Mireia Montes, Miguel R. Alarcon, and Miquel Serra-Ricart. Deep Imaging of the Very Isolated Dwarf Galaxy NGC 6789. Research Note en Research Notes of the AAS (2025). DOI: 10.3847/2515-5172/ae1cbe

