Pompeya revela el secreto del hormigón romano: la tecnología de construcción que ha sobrevivido 2.000 años
Científicos del MIT han analizado una obra en construcción sepultada en Pompeya en el año 79 d. C. y demuestran cómo los albañiles romanos fabricaban un cemento autorreparable, más duradero que el moderno.
Por Enrique Coperías
Recreación artística de albañiles romanos trabajando en una vivienda de Pompeya poco antes de la erupción del Vesubio, en el año 79 d. C. Investigaciones recientes del MIT indican que utilizaban una técnica de mezcla en caliente con cal viva y ceniza volcánica, clave para la extraordinaria durabilidad y capacidad de autorreparación del hormigón romano. Crédito: IA-DALL-E-RexMolón-Producciones
Pompeya no solo es una ciudad detenida en el instante de la catástrofe desatada por la erupción del monte Vesubio del año 79. También es un manual de instrucciones. Bajo las capas de ceniza que dejó la erupción del volcán, los arqueólogos siguen encontrando escenas congeladas de la vida cotidiana romana: pan recién horneado, grafitis políticos, herramientas abandonadas a toda prisa.
Pero en una excavación reciente ha aparecido algo todavía más revelador: una obra en plena construcción. No un edificio terminado, sino un lugar donde los albañiles romanos estaban trabajando cuando llegó el desastre. Y ese detalle lo cambia todo.
Un equipo internacional de investigadores liderado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos, ha analizado este excepcional yacimiento para responder a una de las preguntas más persistentes de la arqueología y la ciencia de materiales: ¿cómo lograron los romanos fabricar un hormigón tan duradero que aún hoy desafía al tiempo, al agua y a los terremotos?
La respuesta no está en los grandes monumentos, sino en los montones de cal, arena volcánica y herramientas olvidadas en una casa de la Regio IX de Pompeya, en el corazón de la antigua ciudad romana.
🗣️ «Está la importancia histórica de este material, y luego está la importancia científica y tecnológica de comprenderlo. Este material puede curarse a sí mismo durante miles de años, es reactivo y altamente dinámico. Ha sobrevivido a terremotos y volcanes. Ha resistido bajo el mar y ha soportado la degradación de los elementos», explica Admir Masic, profesor del MIT y autor principal del estudio, en un comunicado de esta institución.
Una obra interrumpida por el Vesubio
La excavación se centra en la llamada Domus IX 10, 1, una vivienda que estaba siendo reparada tras el gran terremoto que sacudió Pompeya en el año 62 d. C. Cuando el Vesubio entró en erupción diecisiete años después, las obras seguían en marcha. Los arqueólogos encontraron muros a medio levantar, morteros recién aplicados, pilas de materiales preparados para su uso inmediato y utensilios de trabajo colocados con orden.
Es una rareza absoluta. Normalmente, los restos de la construcción romana aparecen fragmentados: un horno de cal aquí, una pared allá, algún vertedero de escombros. En este caso, en cambio, todo quedó sellado bajo la ceniza volcánica, protegido de alteraciones posteriores. El resultado es un yacimiento que permite reconstruir paso a paso el proceso constructivo romano, desde la preparación de los materiales hasta su aplicación en el muro.
🗣️ «Fuimos muy afortunados de poder abrir esta cápsula del tiempo que es una obra en construcción y encontrar montones de material listos para ser usados en el muro —señala Masic—. Con este artículo queríamos definir claramente una tecnología y asociarla al periodo romano del año 79 d. C.».
El hormigón que no debería durar tanto
El interés por el hormigón romano va más allá de la arqueología. Ingenieros y científicos llevan décadas intentando entender por qué estructuras como el Panteón de Roma, con su cúpula de 43 metros de diámetro sin refuerzo metálico, siguen en pie dos milenios después, mientras que muchos hormigones modernos empiezan a degradarse en apenas unas décadas.
La clave está en el opus caementicium, el hormigón romano elaborado con cal y materiales volcánicos —la llamada puzolana—, capaz de endurecer incluso bajo el agua. Desde hace años se sospechaba que este material no solo era resistente al paso del tiempo, sino que tenía una capacidad extraordinaria para repararse a sí mismo, sellando pequeñas grietas de forma natural.
Pero el gran debate era cómo se fabricaba exactamente.
«Con mucho respeto por Vitruvio, fue difícil sugerir que su descripción pudiera ser inexacta —reconoce Masic—. Los escritos de Vitruvio desempeñaron un papel fundamental en despertar mi interés por la arquitectura romana antigua, y los resultados de mi investigación contradecían estos importantes textos históricos».
Cal viva y fuego en la mezcla
Durante siglos, los historiadores han asumido que los romanos seguían al pie de la letra las recetas descritas por Vitruvio, el arquitecto del siglo I a. C. Según sus textos, la cal se apagaba primero con agua —un proceso lento y controlado— antes de mezclarse con arena volcánica y piedra.
Sin embargo, el análisis de los materiales de Pompeya cuenta otra historia. Los investigadores han encontrado en los morteros restos de grandes fragmentos de cal —los llamados clastos de cal— que no deberían existir si la cal hubiera sido completamente apagada antes de su uso. Estas inclusiones blancas, porosas y fracturadas indican un proceso mucho más agresivo: la mezcla directa de cal viva con materiales secos y agua.
Este método, conocido como mezcla en caliente, provoca una reacción exotérmica muy intensa. La temperatura puede superar los 200 ºC en puntos localizados del mortero. El resultado es un material que fragua rápidamente y desarrolla una microestructura muy distinta a la del hormigón moderno.
«Gracias a estos estudios de isótopos estables, pudimos seguir estas reacciones críticas de carbonatación a lo largo del tiempo, lo que nos permitió distinguir la cal utilizada en la mezcla en caliente de la cal apagada descrita originalmente por Vitruvio —explica el investigador del MIT. Y añade—: Estos resultados revelaron que los romanos preparaban su material aglutinante tomando piedra caliza calcinada (cal viva), moliéndola hasta un tamaño determinado, mezclándola en seco con ceniza volcánica y, finalmente, añadiendo agua para crear una matriz cementante».
Un muro romano de Pompeya en un yacimiento excavado recientemente, donde el profesor asociado Admir Masic (MIT) aplicó análisis composicionales —superpuestos a la derecha— para entender cómo los antiguos romanos fabricaban un hormigón capaz de perdurar durante miles de años. Crédito: Parque Arqueológico de Pompeya
Una receta industrial antes de la industria
Lo más sorprendente no es solo el uso de esta técnica, sino su sistematización. En la casa excavada se encontraron grandes montones de materiales ya mezclados en seco: cal viva triturada y puzolana volcánica listas para hidratarse en el momento justo. Esto sugiere una organización del trabajo muy avanzada, casi industrial.
Los romanos no improvisaban la mezcla en cada muro. Preparaban lotes homogéneos, los almacenaban y los usaban según las necesidades de la obra. Las herramientas halladas —plomadas, hachas de cantero, pesos para balanzas— indican que las proporciones se medían con precisión. Incluso aparecieron marcas en las paredes que podrían corresponder a cálculos de obra o control de materiales.
«Esperaba ver a trabajadores romanos caminando entre los montones de materiales con sus herramientas —recuerda Masic en la nota de prensa del MIT. Y continúa—: Era tan vívido que sentías que te habías transportado en el tiempo. Así que sí, me emocioné al mirar un montón de tierra. Los arqueólogos hicieron algunas bromas».
El secreto de la autorreparación
El análisis microscópico de los morteros ha permitido entender por qué este hormigón envejece tan bien. Los fragmentos de cal viva que quedaron atrapados en la matriz no son un defecto, sino una virtud.
Con el paso del tiempo y la entrada de agua por las microgrietas, estos clastos se disuelven lentamente y liberan calcio, que vuelve a precipitar en forma de carbonato cálcico.
Este proceso rellena fisuras, densifica la estructura y refuerza las zonas más vulnerables del material. Es, en la práctica, un sistema de autorreparación química que puede activarse durante siglos. Los investigadores han identificado incluso diferentes formas cristalinas del carbonato —calcita y aragonito— que se forman en función de las condiciones locales de humedad y temperatura.
La frontera invisible entre piedra y mortero
Otro hallazgo clave está en la interfaz entre los fragmentos volcánicos y la matriz del hormigón. En esa frontera microscópica se producen reacciones lentas, conocidas como postpuzolánicas, que continúan mucho después de que el muro haya sido construido.
Los minerales volcánicos reaccionan con el calcio liberado por la cal y generan nuevas fases químicas que sellan poros, refuerzan la unión entre los componentes y reducen la permeabilidad del material.
No es un proceso rápido ni espectacular, pero actúa durante décadas y siglos, mejorando progresivamente el hormigón en lugar de degradarlo.
Dos cales, dos usos
El estudio también aclara una cuestión histórica largamente discutida: los romanos usaban tanto cal viva como cal apagada, pero no para lo mismo. La cal viva se empleaba en los morteros estructurales, donde la resistencia y la durabilidad eran prioritarias.
La cal apagada, en cambio, se reservaba para acabados, reparaciones finas y revestimientos decorativos, donde era más importante la trabajabilidad del material.
Las ánforas con restos de cal apagada encontradas en la vivienda encajan con esta interpretación. Eran pequeños recipientes auxiliares, no la base del hormigón estructural.
Lecciones para el siglo XXI
Más allá de su valor histórico, este hallazgo tiene implicaciones muy actuales. La industria del cemento es responsable de alrededor del 8% de las emisiones globales de CO₂. Recuperar técnicas inspiradas en el hormigón romano podría permitir desarrollar materiales más duraderos, que requieran menos mantenimiento y tengan una menor huella ambiental.
No se trata de copiar sin más una receta antigua, sino de entender los principios químicos y estructurales que la hacían funcionar. La mezcla en caliente, el uso de materiales volcánicos, la autorreparación lenta y la compatibilidad entre componentes son ideas que empiezan a reaparecer en la investigación contemporánea.
🗣️ «No queremos copiar por completo el hormigón romano hoy —subraya Masic—. Solo aspiramos a traducir unas pocas frases de este libro de conocimiento a nuestras prácticas constructivas modernas».
Pompeya como manual técnico
La Domus IX 10, 1 no es solo una casa romana. Estamos ante una página abierta de ingeniería antigua. Gracias a la combinación de arqueología, química, física y ciencia de materiales, los investigadores han podido reconstruir una tecnología que no solo explica el pasado, sino que apunta al futuro.
En un momento en que la construcción busca desesperadamente soluciones más sostenibles, Pompeya recuerda que algunas de las respuestas ya estaban ahí hace dos mil años, esperando bajo la ceniza.▪️
Información facilitada por MIT News
Fuente: Vaserman, E., Weaver, J. C., Hayhow, C. et al. An unfinished Pompeian construction site reveals ancient Roman building technology. Nature Communications (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41467-025-66634-7

