Primera muerte relacionada con una «alergia a la carne» transmitida por garrapatas
Un hombre de 47 años murió cuatro horas después de comer una hamburguesa, víctima de una reacción alérgica que nadie vio venir. El caso revela cómo una garrapata en expansión por Estados Unidos está desencadenando una peligrosa «alergia a la carne» que puede matar sin avisar.
Por Enrique Coperías
Ejemplar de garrapata de la especie Amblyomma americanum, conocida popularmente como la Lone Star por la mancha blanca en su dorso. Este ácaro está implicado en el síndrome de alfa-gal (AGS) tras la ingesta de carne roja. Cortesía: Susan Ellis, USDA APHIS PPQ, Bugwood.org
La historia arranca en el verano de 2024, en un camping de Estados Unidos, y termina dos semanas después en un baño doméstico en Nueva Jersey. Entre medias, un hombre sano de 47 años, piloto de aviación, deportista y sin alergias relevantes, sufrió dos episodios que él mismo describió a su familia como «un susto de muerte».
La tragedia puso nombre, por primera vez, a algo que hasta entonces parecía imposible: morir horas después de comer una hamburguesa, víctima de una reacción alérgica desencadenada por una molécula presente en la carne de mamíferos y, sobre todo, por un enemigo diminuto en plena expansión por Norteamérica: la garrapata Amblyomma americanum, conocida popularmente como la Lone Star por la mancha blanca en su dorso.
El caso, descrito por investigadores de la Universidad de Virginia en el Journal of Allergy and Clinical Immunology: In Practice, constituye la primera muerte bien documentada relacionada con el denominado síndrome de alfa-gal (AGS) tras la ingesta de carne roja. Aunque esta alergia extraña y tardía —sus reacciones no aparecen en minutos, sino tres o cuatro horas después de comer— es conocida desde hace una década, nunca se había confirmado un desenlace fatal directamente vinculado a la carne.
Los autores del informe subrayan que el episodio trae a la actualidad un problema de salud creciente, impulsado por la expansión de las garrapatas a nuevas zonas de Estados Unidos, en un contexto de proliferación de ciervos y el cambio climático.
En palabras de Thomas Platts-Mills, el alergólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia que descubrió la enfermedad y principal experto mundial en la materia, «la información importante para el público es: primero, que el dolor abdominal grave que aparece entre tres y cinco horas después de comer ternera, cerdo o cordero debe investigarse como un posible episodio de anafilaxia; y, segundo, que las picaduras de garrapatas que pican durante más de una semana, o las larvas de garrapata que a menudo se llaman erróneamente chiggers, pueden inducir o aumentar la sensibilización a la carne derivada de mamíferos. Por otro lado, la mayoría de las personas que tienen episodios leves o moderados de urticaria pueden controlar los síntomas con una dieta adecuada».
Un dolor abdominal que nadie supo interpretar
La primera señal del desastre llegó en un camping, después de una cena familiar aparentemente inocua: un filete de ternera, algo inusual porque la familia solía consumir sobre todo carne de pollo. El hombre se despertó a las dos de la madrugada con un dolor abdominal intenso, diarrea y vómitos. Pasó dos horas retorciéndose por fuertes dolores, convencido de que podría morir, pero después se recuperó de forma espontánea.
Por la mañana caminó más de ocho kilómetros sin dificultad.
Ni él ni su esposa imaginaron que aquellos síntomas dolorosos y pasajeros tenía naturaleza alérgica. Tampoco relacionaron el ataque con la cena de la noche anterior. Al fin y al cabo, las alergias alimentarias suelen aparecer de inmediato, no cuatro horas después, y no siempre arrancan por el estómago. Reflexionaron brevemente sobre si acudir al médico, pero no sabían «qué decir que había pasado».
Thomas Platts-Mills, médico e investigador de UVA Health que descubrió la llamada alergia a la carne transmitida por garrapatas, ha identificado ahora la primera muerte causada por esta condición. / Crédito: University of Virginia Communications
Segunda exposición, segundo ataque: esta vez mortal
La segunda exposición fue en un entorno aún más cotidiano. Dos semanas después, acudieron a una barbacoa con amigos. El hombre comió una hamburguesa a media tarde.
Ya en casa, decidió cortar el césped: una hora de ejercicio leve. No presentaba molestias cuando su mujer salió a ver cómo trabajaba. Media hora después, su hijo encontró al padre desplomado en el suelo del baño, rodeado de vómito, inconsciente.
Sin pensárselo dos veces, el joven llamó al 911 y comenzó la reanimación. Los médicos continuaron durante dos horas, sin éxito. El hombre murió antes de las diez y media de la noche.
Un examen que no encontró la causa
El forense no detectó nada anormal en la autopsia. Corazón, pulmones, sistema nervioso, hígado: todo parecía en perfecto estado. Las únicas señales fueron mínimas: un nivel moderado de alcohol, un rastro de antihistamínico en sangre. El informe concluyó que se trataba de una «muerte súbita inexplicada».
Para la viuda, esa explicación no bastaba. Entregó los documentos a una médica amiga, quien, familiarizada con el síndrome de alfa-gal, intuyó que algo no cuadraba. Se puso en contacto con el equipo de alergología de la Universidad de Virginia —referentes mundiales en esta condición— y consiguió que la oficina del forense enviara una muestra de sangre post mortem.
Los resultados despejaron las dudas. El análisis reveló la presencia de anticuerpos IgE específicos contra la galactosa-alfa-1,3-galactosa o alfa-gal, el oligosacárido presente en la carne de vaca, cerdo y otros mamíferos. Aunque el nivel absoluto era bajo (0,57 UI/ml), representaba más del 3% del total de IgE, lo que para los expertos implica relevancia clínica.
Más decisivo aún fue el hallazgo del laboratorio de Mayo Clinic: una concentración de triptasa superior a 2.000 ng/mL, uno de los biomarcadores más sólidos de anafilaxia mortal, una reacción alérgica faltal en todo el cuerpo a un químico que se ha convertido en alergeno. Esto situaba el caso al mismo nivel que otras muertes por anafilaxia grave registradas en estudios forenses.
Con esos datos, el equipo concluyó sin ambigüedad de que el hombre murió por anafilaxia tardía desencadenada por el consumo de carne roja, característica del síndrome de alfa-gal.
El papel escondido de las garrapatas
La pregunta que quedaba por resolver era la siguiente: ¿cómo había desarrollado esa sensibilidad? Su esposa aseguró que no había sido picado por ninguna garrapata ese verano. Pero añadió un detalle: unas semanas antes del primer ataque, él había tenido «doce o trece picaduras de chigger» en los tobillos, que dejaron pequeñas ronchas picantes.
Ese término coloquial, chigger, suele referirse a larvas de ácaros microscópicos. Sin embargo, en gran parte del este de Estados Unidos, muchas personas usan esa palabra para las larvas de Amblyomma americanum, diminutas, rojizas y fáciles de confundir. Estas larvas —no solo las garrapatas adultas— pueden inocular las moléculas que sensibilizan al sistema inmunitario contra la alfa-gal. El paciente, sin saberlo, había sido víctima de la fase más ignorada del ciclo vital del parásito.
La expansión de la Lone Star ha sido meteórica. Investigadores y autoridades locales describen que los ciervos de cola blanca, el principal hospedador de esta especie de ácaro (las garrapatas son una subfamilia de ácaros), han multiplicado su número en muchas zonas, incluidos estados como Nueva Jersey, donde ya se habla de «emergencia ecológica». La consecuencia es un paisaje lleno de garrapatas, que avanzan hacia el norte y acercan esta alergia a la carne a regiones donde antes era anecdótica.
Una alergia que se disfraza
El síndrome de alfa-gal tiene varias particularidades que lo hacen difícil de identificar. La más distintiva es el retraso entre la ingesta y la reacción: entre tres y cinco horas, a diferencia de la alergia clásica, casi inmediata. Ese desfase dificulta enormemente que los afectados relacionen el alimento con el malestar que sienten.
Además, el cuadro puede comenzar —o incluso limitarse— a dolor abdominal intenso sin urticaria, sin hinchazón y sin la clásica falta de aire. Ese primer ataque del piloto, que casi olvidó dos semanas después, fue con seguridad una reacción alérgica en toda regla. Nadie lo supo entonces.
Los investigadores señalan que hay factores que pueden modular la gravedad de un ataque: el alcohol, el ejercicio o la exposición a pólenes. En el caso descrito, el hombre había tomado una cerveza, había estado expuesto a una ambrosía, una planta muy alergénica, y había hecho actividad física moderada poco antes del colapso. Ninguno de estos factores provoca por sí solo una anafilaxia horas después de comer, pero pueden potenciar una reacción ya iniciada.
Ninfa de la garrapata. Algunas personas confunden su picadura con la de unos ácaros microscópicos inofensivos conocidos como chiggers. Cortesía: Michael Robert Peres / Instituto Tecnológico de Rochester (RIT) / https://www.nikonsmallworld.com/
Una muerte que alerta sobre un problema emergente
El caso ha resonado profundamente en la comunidad médica estadounidense por su valor ilustrativo. Demuestra que el síndrome de alfa-gal puede ser grave incluso con niveles bajos de anticuerpos, que no se limita al picor y la urticaria, y que una simple hamburguesa puede desencadenar un proceso letal horas después.
Los propios investigadores resaltan otro problema: la falta de conocimiento entre los profesionales sanitarios. Un informe reciente de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) revela que muchos médicos en zonas de riesgo aún no reconocen esta alergia, lo que complica los diagnósticos y las prevenciones.
La educación pública es igualmente urgente. A medida que las garrapatas colonizan nuevas áreas, miles de personas podrían estar sensibilizadas sin saberlo. El hombre fallecido nunca sospechó que aquellos puntitos rojos en sus tobillos podían cambiarle la vida. Tampoco supo que debía evitar la carne roja hasta confirmarlo con un alergólogo. Su cuadro pasó inadvertido hasta que ya era demasiado tarde.
🗣️ En este sentido, Platts-Mills lanza una advertencia directa: «Es importante que tanto los médicos como los pacientes que viven en zonas del país donde las garrapatas Lone Star son comunes sean conscientes del riesgo de sensibilización. Más concretamente, si tienen episodios inesperados de dolor abdominal severo que ocurren varias horas después de comer carne de mamífero, deben ser investigados para determinar una posible sensibilización al oligosacárido alfa-gal».
Toque de atención para el futuro
El caso de Nueva Jersey es, por ahora, una rareza estadística, pero los investigadores advierten de que podría dejar de serlo. El crecimiento descontrolado de los ciervos, el aumento de las temperaturas y la expansión de garrapatas agresivas están creando un escenario en el que la alergia a la carne será cada vez más frecuente.
Y, si no se reconoce a tiempo, también más peligrosa.
Los autores insisten en que el síndrome de alfa-gal no es solo una curiosidad médica, sino un problema de salud pública en expansión, que requiere formación, vigilancia y campañas informativas. Porque, como demuestra este caso, la anafilaxia puede presentarse disfrazada de dolor de estómago, y la amenaza puede llegar horas después de una comida tan habitual como una hamburguesa. ▪️
Información facilitada por la University of Virginia Health System
Fuente: Platts-Mills, Thomas A. E. et al. Implications of a fatal anaphylactic reaction occurring 4 hours after eating beef in a young man with IgE antibodies to galactose-α-1,3-galactose. The Journal of Allergy and Clinical Immunology: In Practice (2025). DOI: 10.1016/j.jaip.2025.09.039

