Qué pasa después de volver: cómo apoyar a quienes han vivido una experiencia cercana a la muerte

Morir durante unos segundos puede cambiarte la vida para siempre. Un estudio de la Universidad de Virginia muestra qué tipo de apoyo psicológico y humano ayuda a integrar una experiencia cercana a la muerte.

Por Enrique Coperías

Las llamadas experiencias cercanas a la muerte, vividas por miles de personas en todo el mundo, despiertan desde hace décadas el interés de médicos, psicólogos y neurocientíficos.

Las llamadas experiencias cercanas a la muerte, vividas por miles de personas en todo el mundo, despiertan desde hace décadas el interés de médicos, psicólogos y neurocientíficos. Imagen generada con Copilot

Cada año, miles de personas aseguran haber estado al borde de la muerte y haber vuelto con la certeza de que «hay algo más». No todas lo cuentan, generalmente por miedo a que las tomen por locas, pero la ciencia lleva décadas estudiando estas llamadas experiencias cercanas a la muerte (ECM). Son relatos que aparecen una y otra vez: la sensación de flotar fuera del cuerpo, de atravesar un túnel de luz, de encontrarse con seres queridos fallecidos o de revivir la propia vida con una claridad imposible. Y, sobre todo, una transformación profunda tras el regreso.

Un nuevo estudio científico publicado en Psychology of Consciousness: Theory, Research, and Practice da un paso más allá: no pregunta tanto qué ocurre durante una ECM, sino qué pasa después. Porque volver a la vida —literalmente— no siempre es fácil. «Queríamos entender qué tipo de apoyo psicológico buscan quienes han vivido una experiencia cercanas a la muerte y qué les resulta realmente útil», explica la psiquiatra Marieta Pehlivanova, autora principal del trabajo, realizado en la Universidad de Virginia, donde el veterano investigador Bruce Greyson lleva más de cuarenta años explorando este fenómeno.

«Sabemos mucho sobre estas experiencias gracias a décadas de investigación: sus manifestaciones típicas, su frecuencia, las circunstancias médicas en las que ocurren, su impacto en las personas e incluso las condiciones fisiológicas de los pacientes que las viven —explica Pehlivanova en un comunicado de la UVA Health System. Y añade—: Sin embargo, la investigación sobre cómo apoyar a estos pacientes y atender sus necesidades específicas sigue siendo limitada. Esperamos empezar a cubrir esa laguna e inspirar a otros investigadores, especialmente a los clínicos, para que dediquen tiempo y atención a explorar estas cuestiones».

El estudio, basado en una encuesta a 167 personas que habían tenido una ECM, revela un panorama ambivalente: la mayoría describe su experiencia como profundamente transformadora y, a la vez, difícil de integrar. Un 64% buscó algún tipo de ayuda profesional o espiritual tras el suceso, y el 78% consideró útil el apoyo recibido. Pero el camino está lejos de ser sencillo: muchos se enfrentan a la incomprensión, al escepticismo o incluso a diagnósticos erróneos por parte de profesionales que no saben cómo abordar algo que no encaja en los manuales de psiquiatría.

Entre la revelación y el desconcierto

Las experiencias cercanas a la muerte pueden ocurrir durante una parada cardiaca, un accidente, una operación o incluso una crisis psicológica extrema. «A veces se detienen todos los signos vitales y el paciente es dado por muerto» recuerda el artículo. En otros casos, el cuerpo sobrevive, pero la mente se adentra en un territorio desconocido.

Los investigadores recogen descripciones muy similares entre sí:

✅ Una sensación de paz y amor incondicional.

✅ La pérdida del miedo a morir.

✅ Una percepción de estar fuera del cuerpo.

✅ Un encuentro con una luz que «lo sabe todo».

Para la mayoría, es una vivencia positiva. Pero ese mismo impacto puede descolocar por completo la vida posterior.

Las personas entrevistadas hablaban de una especie de shock de reentrada, comparable al que siente quien regresa de un país muy distinto al suyo. «Después de experimentar algo más real que la realidad, muchos dicen que la vida cotidiana les resulta banal, incluso vacía», explica Pehlivanova. Ese desfase puede derivar en aislamiento, conflictos familiares y depresión. En el estudio, uno de cada cinco participantes afirmó haber perdido una relación de pareja tras su experiencia cercanas a la muerte.

Una transformación vital... y solitaria

El 70% de los participantes dijo que su experiencia había cambiado su visión sobre la vida y la muerte. La mitad declaró haber modificado su sistema de creencias o su práctica espiritual. Muchos abandonaron su trabajo, emprendieron cambios radicales de estilo de vida o sintieron la necesidad de «ayudar a otros».

Sin embargo, la investigación muestra que esa transformación va acompañada de una gran sensación de soledad. El 85% sentía la necesidad de hablar de lo vivido, pero más de la mitad temía ser juzgado o ridiculizado.

«Temía que me tomaran por loca —escribió una participante—. Solo me atreví a contarlo a quien sabía que conocía el tema».

La dificultad para comunicar la experiencia —que muchos califican de «inefable»— se agrava cuando los profesionales de la salud reaccionan con incredulidad o la confunden con síntomas de psicosis. Según estudios previos citados por el equipo, casi un 20% de las personas que contaron su ECM a un médico o terapeuta recibieron una respuesta negativa o dañina. Algunas fueron medicadas o derivadas a tratamiento psiquiátrico pese a no presentar signos de enfermedad mental. «Ese tipo de reacción puede profundizar el trauma y desalentar la búsqueda de ayuda», advierte el artículo.

Durante una parada cardiaca o un accidente, algunas personas aseguran vivir una experiencia cercana a la muerte: paz, luz, ausencia de miedo y una sensación de estar fuera del cuerpo. I

Durante una parada cardiaca o un accidente, algunas personas aseguran vivir una experiencia cercana a la muerte: paz, luz, ausencia de miedo y una sensación de estar fuera del cuerpo. Imagen generada con Gemini

Qué tipo de ayuda funciona mejor

De los 167 encuestados, más de la mitad recurrió a psicoterapia, consejería espiritual o grupos especializados, como los de la International Association for Near-Death Studies (IANDS). Otros se apoyaron en comunidades en línea o en líderes religiosos. Entre quienes buscaron apoyo, las terapias más valoradas fueron las que ofrecían escucha y validación, no juicio ni explicaciones reductoras.

Los investigadores identificaron varios factores que influyen en la probabilidad de buscar ayuda. Las personas con una ECM más intensa, con secuelas físicas del episodio o con antecedentes de problemas psicológicos o adicciones, fueron más propensas a necesitar apoyo profesional. En cambio, quienes describían una infancia feliz tendían a manejar mejor la experiencia por sí mismas.

Curiosamente, no todo el apoyo emocional es igual de útil. La ayuda de profesionales de la salud mental resultó, en promedio, menos beneficiosa que la de organizaciones o comunidades con conocimiento del fenómeno. En cambio, recibir una primera reacción positiva al contarlo —por parte de un familiar o amigo— multiplicaba la probabilidad de que la persona considerara el proceso terapéutico útil.

«La validación es esencial en las primeras etapas —subrayan los autores del esrudio—. Una respuesta de comprensión puede marcar la diferencia entre una integración saludable y un aislamiento duradero».

Una brecha en la atención sanitaria y psicológica

La conclusión más preocupante del estudio es que la mayoría de los profesionales no están preparados para abordar una ECM. Pese a que el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV) ya incluyó hace tres décadas la categoría de Problemas religiosos o espirituales —reconociendo que pueden generar crisis sin implicar enfermedad mental—, la formación médica y psicológica sigue sin contemplar estos casos.

«Muchos terapeutas tienden a patologizar la experiencia —señala Pehlivanova. Y advierte—: Eso no solo no ayuda, sino que puede empeorar el sufrimient». El trabajo hace hincapié en el riesgo de confundir una experiencia cercanas a la muerte con una alucinación o un trastorno disociativo, cuando en realidad se trata de un fenómeno coherente, bien documentado y con patrones comunes en distintas culturas.

«Esperamos que este trabajo arroje luz sobre las necesidades de apoyo de las personas que han tenido una experiencia cercana a la muerte y están tratando de darle sentido y de comprender su impacto” —dice Pehlivanova. Y precisa—: En una nueva era de atención médica holística y de abundantes investigaciones sobre estas experiencias —incluidas las que se publican en revistas médicas—, es importante destacar la necesidad de formar a los profesionales sanitarios para reducir la brecha de atención que existe para estos pacientes».

El equipo de Greyson, que ha estudiado centenares de casos, insiste en que las experiencias cercanas a la muerte no se comportan como delirios ni sueños: las personas las recuerdan con gran detalle durante décadas y suelen derivar en cambios duraderos, como una mayor empatía, menor miedo a la muerte y un sentido de propósito vital más profundo.

Muchos terapeutas tienden a considerar las experiencias cercanas a la muerte como un trastorno, y eso no solo no ayuda, sino que puede empeorar el sufrimiento, según advierte Pehlivanova.

Muchos terapeutas tienden a considerar las experiencias cercanas a la muerte como un trastorno, y eso no solo no ayuda, sino que puede empeorar el sufrimiento, según advierte la psiquiatra Pehlivanova. Cortesía: UVA Division of Perceptual Studies

Cómo mejorar el acompañamiento psicológico y espiritual

Los autores proponen varias medidas para cerrar esa brecha. En primer lugar, formar a médicos, psicólogos y enfermeras para que sepan escuchar sin juzgar, reconocer los patrones típicos de una ECM y evitar imponer su propia visión religiosa o escéptica. «Validar la experiencia no significa creer o no creer en su origen sobrenatural, sino reconocer su impacto real en la vida del paciente», aclara el artículo.

Entre las recomendaciones figuran también crear espacios seguros de diálogo, fomentar la conexión entre pacientes y grupos de apoyo, y ofrecer terapias complementarias, como arte, música o meditación guiada, que faciliten la integración emocional del suceso.

«El objetivo no es explicar lo inexplicable, sino ayudar a la persona a reconstruir su identidad después de algo que la ha cambiado para siempre», resume Greyson.

Los investigadores destacan el papel de las comunidades on line y las asociaciones de experienciadores, que permiten compartir relatos sin miedo. Su presencia, dicen, puede ser decisiva: los participantes que acudieron a estos grupos fueron los que más valoraron el apoyo recibido. «Encontrar a alguien que te diga “yo también estuve ahí” puede ser profundamente reparador», comenta Pehlivanova.

Ciencia, espiritualidad y conciencia: un puente entre dos mundos

Lejos de alimentar el misticismo, el estudio reivindica un enfoque científico pero empático hacia las experiencias cercanas a la muerte. «No se trata de probar si hay vida después de la muerte, sino de entender el impacto humano de estas experiencias», explica la autora.

Ese impacto, según la investigación, puede ser tan beneficioso como doloroso: muchos participantes reportaron una vida más plena, altruista y espiritual, pero también episodios de ansiedad o de nostalgia del más allá.

La frontera entre lo biológico y lo espiritual sigue difusa. Algunos estudios relacionan las ECM con fenómenos neurofisiológicos, como la falta de oxígeno en el cerebro o descargas de dopamina en momentos extremos. Otros las interpretan como vivencias místicas genuinas. El trabajo de la Universidad de Virginia evita esa discusión: se centra en las consecuencias psicológicas y sociales, y en cómo gestionarlas.

Un desafío para la salud mental del siglo XXI

Los autores piden más investigación longitudinal para seguir a los pacientes desde el momento de la ECM hasta años después. También proponen integrar la atención espiritual —entendida en sentido amplio— en la práctica clínica. “El interés por la dimensión espiritual del paciente está creciendo en medicina y psicología, y las ECM son parte de ese debate”, señala el artículo.

Las implicaciones van más allá de la muerte. Experiencias transformadoras similares se observan en contextos como los psicodélicos terapéuticos y las crisis místicas espontáneas. Entender cómo se integran —o se malintegran— puede ofrecer claves para acompañar a quienes atraviesan cambios de conciencia profundos.

Pehlivanova y sus colegas lo resumen con una frase que podría servir de brújula: «Nuestro objetivo es construir un mundo en el que las personas que han estado al borde de la muerte encuentren ayuda, no daño, cuando deciden contarlo». En otras palabras: reconocer que morir —aunque sea solo por unos instantes— puede ser una experiencia que transforma la vida, y que merece ser escuchada con respeto.▪️

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  • Información facilitada por la UVA Health System

  • Fuente: Marieta Pehlivanova, Katherine C. McNally, Sabina Funk, Bruce Greyson. Support Needs After a Near-Death Experience: A Quantitative Study With Experiencers. Psychology of Consciousness: Theory, Research, and Practice (2025). DOI: https://doi.org/10.1037/cns0000439

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