Ronroneos vs. maullidos: qué sonido identifica mejor a los gatos y qué revela sobre su evolución
Los gatos han adaptado sus maullidos para comunicarse con nosotros; los ronroneos, en cambio, han conservado la esencia que delata a cada gato. Un nuevo estudio revela que su sonido más íntimo es también el que mejor transmite su identidad.
Por Enrique Coperías
El maullido, moldeado por el estado emocional y el aprendizaje con humanos, es una vocalización tan flexible que prioriza transmitir intención —comida, atención o contacto— sobre revelar la identidad del gato. Image by Petra Ohmer from Pixabay
Quienes convivimos con gatos hemos interpretado sus maullidos como mensajes casi personalizados: la llamada insistente para pedir comida, el miau interrogativo cuando no encuentran un juguete, el reclamo melodioso al volver a casa.
Pero un nuevo estudio publicado en la revista Scientific Reports desmonta parcialmente esa intuición tan humana. Según sus autores, Danilo Russo, de la Universidad de Nápoles Federico II, y Anja Birgit Schild y Mirjam Knörnschild, de la Universidad de Berlín, los gatos transmiten mucha más información individual en sus ronroneos que en sus maullidos, un hallazgo tan sorprendente como revelador sobre la evolución de la comunicación felina.
El trabajo analiza de forma comparada cientos de vocalizaciones felinas, desde las emitidas por gatos domésticos durante interacciones cotidianas con sus dueños hasta los maullidos de cinco especies de félidos salvajes: el gato montés africano, el gato montés europeo, el gato de la jungla, el guepardo y el puma. Su conclusión principal desafía una idea muy extendida: aunque el maullido es la vocalización más flexible y socialmente moldeada por el contacto con humanos, es el ronroneo, ese sonido suave y de baja frecuencia que asociamos con bienestar, el que mejor identifica a cada individuo. Algo así como una firma acústica que el animal no puede evitar emitir.
El estudio: cientos de maullidos y ronroneos bajo el microscopio acústico
Para llegar a esta conclusión, Russo, Schild y Mirjam Knörnschild grabaron 276 maullidos de catorce gatos y 557 ronroneos de veintiún gatos en hogares y refugios de Berlín. Las sesiones se desarrollaron en contextos muy distintos:
✅ Los maullidos se recogieron principalmente durante anticipación de comida o búsqueda de atención humana
✅ Los ronroneos se registraron durante sesiones de caricias, momentos de aparente tranquilidad y vínculo.
Las diferencias entre ambos tipos de vocalización son profundas incluso en su fisiología. Mientras los maullidos son sonidos de frecuencias medias-altas (en torno a 208–1.000 Hz) producidos con la boca abierta y ampliamente modulados por el contexto, los ronroneos son señales de baja frecuencia (25–30 Hz de tono fundamental), emitidas con la boca cerrada y acompañadas de vibraciones corporales. Estas últimas pueden durar desde un segundo hasta casi cuarenta, según muestran las mediciones del estudio.
Espectrogramas y oscilogramas que ilustran dos maullidos y dos ronroneos, con la presión y la frecuencia del sonido representadas en el tiempo mediante análisis de alta resolución. A la derecha, Koda, un gato Ragdoll de quince años, aparece maullando y ronroneando. Cortesía: Marisa Idolo.
Precisión de identificación por sonido
Los autores recurrieron a una técnica habitual en análisis de voz humana —los coeficientes cepstrales en escala mel (MFCC)— que permite caracterizar la envolvente espectral de un sonido y extraer patrones finos que pueden distinguir a un emisor de otro. Con ellos, realizaron análisis discriminantes para comprobar hasta qué punto un ordenador podía identificar correctamente a cada gato.
Los resultados son dignos de mención:
✅ Los maullidos permitían clasificar correctamente al 65 % de los gatos.
✅ Los ronroneos alcanzaban un 76 %, y hasta un 85,5 % cuando se comparaban números equivalentes de grabaciones por individuo.
Russo, Schild y Mirjam Knörnschild fueron más allá y estimaron la cantidad de información individual que contiene cada vocalización mediante un índice desarrollado por el etólogo Michael Beecher. En este caso, los datos son aún más reveladores: un maullido permite distinguir matemáticamente hasta a seis gatos distintos, mientras que un ronroneo podría diferenciar a más de veintidós individuos.
Si pensamos en la frecuencia con la que los gatos ronronean en nuestra presencia, el hallazgo abre una puerta inesperada: quizá ellos no pretendan decirnos nada concreto con ese sonido, pero su cuerpo —su anatomía, su manera de respirar, la resonancia de sus tejidos— delata quiénes son con una claridad superior a la del maullido más vocálico.
Por qué el ronroneo identifica mejor a los gatos
El hallazgo sorprende porque contradice la hipótesis inicial de los investigadores: al ser el maullido una vocalización estrechamente asociada a la interacción con humanos, se esperaba que contuviera más señales de identidad. Sin embargo, ocurre lo contrario.
El motivo parece estar en el origen mismo de ambos sonidos. El ronroneo está fuertemente condicionado por la anatomía: depende de la estructura del tracto vocal y de mecanismos que incluso pueden funcionar sin intervención neural activa, como han demostrado estudios recientes con laringes felinas. En otras palabras, es un sonido difícilmente modulable: cada gato ronronea como le permite su cuerpo, y eso crea una firma acústica estable.
El maullido, en cambio, es plástico, maleable y tremendamente influido por el contexto emocional y social. Puede cambiar su entonación, duración, ritmo o melodía según la situación. Esa flexibilidad —tan útil para comunicarse con humanos— reduce su consistencia como marcador de identidad. Un gato en busca de comida, por ejemplo, modula su maullido de forma distinta a cuando saluda a su dueño o expresa incomodidad. Y esas variaciones, aunque significativas para quien convive con él, dificultan que el sonido mantenga un sello constante.
El ronroneo, una vocalización de baja frecuencia ligada a la anatomía laríngea y al tamaño del tracto vocal, apenas puede modificarse de forma voluntaria: cada gato vibra con una firma acústica propia que funciona como un sello de identidad. Image by Anita Menger from Pixabay
Un vistazo salvaje: los maullidos de otros felinos
Para entender hasta qué punto el maullido doméstico es único, los autores compararon sus grabaciones con 185 maullidos de cinco especies salvajes:
✅ El gato montés africano (Felis lybica).
✅ El gato montés europeo (Felis silvestris)
✅ El gato de la jungla (Felis chaus).
✅ El guepardo (Acinonyx jubatus).
✅ El puma (Puma concolor).
Tras obtener y analizar las diferencias espectrográficas entre especies, los investigadores descubrieron que los maullidos salvajes son más estereotipados, más similares entre individuos, y aparecen en un rango situacional menos diverso que en los domésticos .
Aquí llega otro hallazgo notable: los maullidos de los gatos domésticos presentan mucha más variabilidad acústica dentro de la especie que los de cualquier otro felino estudiado . En el espacio acústico que construyen los análisis estadísticos, los puntos correspondientes al gato común, Felis catus, aparecen mucho más dispersos que los de los demás.
La explicación más probable es que la domesticación ha ampliado la flexibilidad del maullido, que se ha ido moldeando a lo largo de miles de años de convivencia con nosotros. No solo usamos comida para seleccionar gatos; también hemos premiado. eso sí, de forma inconsciente, aquellos sonidos que nos resultaban más agradables, eficaces o claros. Esto concuerda con estudios previos que indican que los humanos juzgamos como más agradables los maullidos domésticos que los salvajes, lo que sugiere una presión selectiva basada en preferencias humanas.
¿Tiene una función social el ronroneo como identificador?
Una cuestión clave de este asunto felino es si esta fuerte individualidad del ronroneo tiene una función comunicativa real. Los autores del estudio son prudentes: el trabajo no demuestra que los gatos usen el ronroneo para reconocerse entre ellos. Simplemente muestra que el sonido contiene suficiente información para que, en teoría, otro gato —o un algoritmo— pudiera hacerlo.
Los investigadores señalan que los ronroneos son señales de corto alcance, emitidas en situaciones donde concurren otros canales sensoriales —olfato, tacto, visión— que pueden ser dominantes.
Es posible que esa redundancia multimodal haga innecesario un reconocimiento vocal tan preciso. Pero también cabe la posibilidad de que, aun sin ser su función principal, la individualidad persista como un rasgo neutral que no supone ninguna desventaja evolutiva.
Espectrogramas y oscilogramas de maullidos de seis especies felinas —desde el gato doméstico hasta el guepardo y el puma— que muestran las marcadas diferencias acústicas entre ellas. Cortesía: Russo, D., Schild, A.B. & Knörnschild, M.
Implicaciones: cómo la domesticación ha reconfigurado la voz del gato
¿Por qué, entonces, los gatos maúllan de forma tan variable? La respuesta apunta de nuevo hacia nosotros. El maullido parece haberse convertido en una herramienta comunicativa adaptada al entorno humano, en la que la identidad importa menos que el mensaje contextual: atención, comida, incomodidad, interacción social.
En un pasaje especialmente sugerente, los autores mencionan que muchas variaciones de maullido parecen ser el resultado de ritualización ontogenética: un proceso por el cual, a base de repetición, gato y dueño ajustan mutuamente la forma del sonido para que resulte más eficaz.
En otras palabras, cada díada gato-humano crea su propio dialecto. Esto explicaría por qué un maullido que un dueño reconoce inmediatamente como urgente o simpático puede resultar inescrutable para otra persona.
Conclusión: qué nos dice realmente un gato cuando ronronea
En conjunto, la investigación muestra un panorama fascinante:
1️⃣ El ronroneo, de origen más anatómico que intencional, conserva una firma individual muy marcada.
2️⃣ El maullido, moldeado por la convivencia con humanos, prioriza la flexibilidad expresiva sobre la identidad.
3️⃣ La domesticación ha ampliado la variabilidad acústica del maullido, un rasgo que no se observa en felinos salvajes.
El trabajo ilumina cómo la evolución bajo el influjo de la domesticación no afecta solo a la morfología o el comportamiento, sino también a la manera en que los animales estructuran su comunicación vocal. Y, lo que resulta quizá más importante, recuerda que los animales con los que convivimos no solo se han adaptado a nuestro mundo: nosotros hemos moldeado, sin querer, la forma en que nos hablan.
Mientras tanto, cada vez que un gato se acurruca a nuestro lado y ronronea, está revelando —aunque no sea su intención— mucho más de sí mismo que cuando maúlla pidiéndonos comida. Puede que no entendamos exactamente qué dice, pero gracias a estudios como este, sabemos al menos quién nos lo está diciendo. ▪️
Fuente: Russo, D., Schild, A. B. & Knörnschild, M. Meows encode less individual information than purrs and show greater variability in domestic than in wild cats. Scientific Reports (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41598-025-31536-7

