Un hongo tóxico ofrece una nueva arma contra el cáncer: bionigenieros crean una prometedora terapia contra la leucemia a partir del «Aspergillus flavus»

Un hongo tóxico vinculado a antiguas maldiciones arqueológicas se convierte, gracias a la ciencia, en una prometedora terapia contra la leucemia. Investigadores han logrado transformar al temido Aspergillus flavus en una nueva arma molecular capaz de rivalizar con fármacos oncológicos aprobados.

Por Enrique Coperías

Una muestra de Aspergillus flavus cultivada en una placa de Petri en el laboratorio Gao.

Una muestra de Aspergillus flavus cultivada en una placa de Petri en el laboratorio Gao. Cortesía: Bella Ciervo

Durante décadas, el hongo Aspergillus flavus ha sido temido por su toxicidad. Asociado a muertes inexplicables tras la apertura de antiguas tumbas egipcias —recordemos la maldición de Tutankamóny europeas, su nombre evoca más leyenda que medicina.

Sin embargo, un equipo de científicos de la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, ha logrado darle un giro radical a esta narrativa: de villano microbiano a potencial salvavidas en la lucha contra la leucemia.

El hallazgo, publicado recientemente en Nature Chemical Biology, parte de un descubrimiento sorprendente: este hongo produce una clase rara de moléculas con una estructura altamente activa frente a células cancerosas.

«Los hongos ya nos regalaron la penicilina —recuerda Sherry Gao, profesora de Ingeniería Química y Biomolecular en la Universidad de Pensilvania y autora principal del estudio. Y añade—: Estos resultados demuestran que aún queda mucho por descubrir en la farmacia natural».

¿Qué es el «Aspergillus flavus» y por qué es relevante para la medicina?

Aspergillus flavus, identificable por sus esporas amarillas, es un hongo ascomicete asociado con la aspergilosis pulmonar y que ha sido objeto de teorías inquietantes. Cuando se abrió la tumba de Tutankamón en la década de 1920, varios miembros del equipo arqueológico murieron en circunstancias extrañas, lo que alimentó rumores sobre una supuesta maldición del faraón.

Décadas después, estudios médicos apuntaron a que esporas fúngicas latentes, como las de Aspergillus flavus, podrían haber estado detrás de esas muertes.

Más adelante, en los años 70, diez de los doce científicos que exploraron la tumba del rey Casimiro IV en Polonia murieron poco después. La causa: una infestación por hongos tóxicos presentes en la cripta.

¿Qué descubrieron los investigadores en este hongo «faraónico»?

Lo que los investigadores han identificado ahora en Aspergillus flavus es una clase de compuestos conocida como RiPP (péptidos sintetizados ribosomalmente y modificados postraduccionalmente). Aunque comunes en bacterias, son extremadamente raros en hongos, en parte porque durante años fueron mal clasificados.

El equipo liderado por Gao logró aislar cuatro variantes de estas moléculas RiPP, a las que bautizaron como asperigimicinas.

Dos de ellas mostraron una potente actividad contra las células de la leucemia. Una tercera, modificada mediante la adición de un lípido —un tipo de molécula grasa presente también en la jalea real de las abejas— igualó la eficacia de dos tratamientos oncológicos clásicos: la citarabina y la daunorrubicina, ambos aprobados por la Agencia Europea de Medicamentos para tratar diferentes tipos de leucemia.

¿Cómo actúan estas moléculas contra el cáncer?

Uno de los aspectos más intrigantes del estudio es cómo estas moléculas logran entrar en las células tumorales. Los investigadores descubrieron que un gen llamado SLC46A3 actúa como una especie de puerta de entrada, que permite el ingreso eficaz de las asperigimicinas a las células cancerosas.

Esta vía genética podría ser utilizada también para mejorar la administración de otros fármacos con estructura moleculares similar.

Además, el equipo descubrió que las asperigimicinas interfieren con la división celular, ya que bloquean la formación de microtúbulos, estructuras fundamentales para que las células se multipliquen. Pero lo más prometedor, según los investigadores, es que estos compuestos no afectaron a otros tipos celulares, como las células del hígado, de la mama o del pulmón, ni a bacterias ni hongos, lo que sugiere una alta especificidad terapéutica.

Qiuyue Nie, primera autora del estudio (izquierda), y Maria Zotova, coautora, purifican muestras del hongo.

Qiuyue Nie, primera autora del estudio (izquierda), y Maria Zotova, coautora, purifican muestras del hongo. Cortesía: Bella Ciervo

¿Por qué es este hallazgo importante en la medicina y la biotecnología?

No cabe duda de que te descubrimiento, que combina biología molecular, ingeniería genética y metabolómica, no solo representa un avance en la lucha contra el cáncer, sino que redefine el papel de los hongos en la medicina moderna. Sus implicaciones abren nuevas rutas terapéuticas y biotecnológicas con enorme potencial:

Revela una nueva familia de fármacos naturales contra el cáncer.

Abre una vía para desarrollar tratamientos altamente específicos y con menos efectos secundarios.

Demuestra que los hongos pueden ser fuente de compuestos médicos aún inexplorados.

Ofrece nuevas herramientas para mejorar la entrada celular de fármacos difíciles de administrar.

¿Cuál es el siguiente paso?

Es más, el equipo ha identificado otros genes similares en diferentes especies de hongos, lo que abre la puerta a una nueva era en la búsqueda de medicamentos naturales.

«Aunque solo se han encontrado unos pocos RiPP en hongos, casi todos tienen una bioactividad destacable», señala Qiuyue Nie, primera autora del artículo.

El siguiente paso será probar estos compuestos en modelos animales, antes de plantear ensayos clínicos en humanos. Para Gao, el mensaje es claro: «La naturaleza ya ha hecho gran parte del trabajo. Ahora nos toca a nosotros descifrar sus códigos y convertir su química en soluciones para la medicina moderna». ▪️

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