Cómo la música transforma la memoria: la intensidad emocional decide si recuerdas detalles o solo lo esencial
Escuchar música después de aprender puede cambiar la forma en que recordamos, pero no de cualquier manera. Un nuevo afirma que la clave está en la emoción: cuanto más nos conmueve una melodía, más selectiva se vuelve nuestra memoria.
Por Enrique Coperías
Una joven escucha música mientras estudia: nuevas investigaciones indican que las respuestas emocionales individuales a la música pueden mejorar distintos aspectos de la memoria, como los recuerdos generales o los detalles específicos. Imagen generada con DALL-E
No toda la música sirve para estudiar… ni toda mejora la memoria. Pero algunas melodías, cuidadosamente elegidas, podrían convertirse en aliadas para recordar, si se administran en el momento justo y se tiene en cuenta cómo nos hacen sentir.
Un estudio reciente realizado por investigadoras de las universidades de Rice y UCLA, en Estados Unidos, demuestra que la música escuchada tras el aprendizaje puede modificar la forma en que consolidamos los recuerdos, aunque no de manera uniforme. Lo más interesante: el efecto depende del grado de emoción que despierte en cada persona.
La investigación, liderada por Kayla Clark, del Departamento de Ciencias Psicológicas en la Rice University, y Stephanie Leal, del Departamento de Biología Integrativa y Fisiología en la UCLA, explora un terreno apasionante donde convergen la neurociencia, la psicología y la música: cómo los estímulos emocionales —en este caso, piezas musicales— pueden interferir o potenciar la consolidación de la memoria episódica, es decir, aquella que usamos para recordar detalles de experiencias personales.
Y es que no es la primera vez que la música se vincula a la mejora de la memoria. De hecho, en tratamientos para enfermedades como el alzhéimer y otras demencias, se ha incorporado como herramienta terapéutica por su capacidad para mejorar el estado de ánimo y estimular recuerdos. Sin embargo, cómo la música logra mejorar la memoria seguía siendo una incógnita.
Las variables musicales no determinan el resultado... pero las emociones sí
Partiendo de la conocida Ley de Yerkes-Dodson, que establece que un nivel intermedio de activación emocional suele ser óptimo para el rendimiento cognitivo, las autoras se propusieron comprobar cómo afecta la música escuchada después de un aprendizaje —durante la llamada fase de consolidación de la memoria— al recuerdo posterior.
El experimento, cuyos resultados han sido publicados en la revista The Journal of Neuroscience, involucró a 130 estudiantes universitarios que participaron en una prueba de memoria diseñada para distinguir entre dos capacidades:
✅ Recordar lo general: reconocer un objeto ya visto.
✅ Recordar con precisión los detalles: distinguir entre un objeto similar y otro idéntico.
Tras la fase inicial de aprendizaje, los participantes fueron divididos en seis grupos: cuatro escucharon diferentes combinaciones de música clásica (con variaciones en familiaridad y valencia emocional, es decir, si era alegre o triste, conocida o nueva: uno escuchó sonidos neutros, como ruido blanco o crepitación de una chimenea; y otro permaneció en silencio. Luego, todos pasaron a una fase de recuperación de la memoria.
No cuenta si es alegre o triste: lo que importa es cómo te afecta
Un dato sorprendente surgió al analizar los resultados: las características objetivas de la música —como si era feliz o triste, o si era conocida o nueva— no influían significativamente en el recuerdo.
En cambio, lo que sí marcaba la diferencia era la intensidad emocional que cada persona experimentaba al escucharla.
«Cuanto más emocionales se sentían las personas con la música, más recordaban la esencia de un evento anterior. Pero quienes tenían respuestas emocionales más moderadas recordaban más detalles», explica Kayla Clark, primera autora del estudio.
En trastornos como el alzhéimer, donde se intenta preservar el mayor tiempo posible las capacidades mnésicas, la música podría actuar como catalizador si se elige con precisión. Foto: Róger Nobles
El efecto depende de cómo reacciona cada persona
Este hallazgo pone el foco en las diferencias individuales. Aunque en promedio la música elevó el nivel de activación emocional de los participantes, no todos respondieron igual: algunos se sintieron más activados, otros más relajados. Y estas variaciones fueron clave.
Mediante técnicas estadísticas avanzadas (clustering), el equipo identificó tres grupos según el cambio en activación emocional tras escuchar música: quienes mostraron una gran subida, quienes experimentaron una bajada moderada y quienes se mantuvieron en un punto medio. Resultó que cada uno de estos perfiles afectaba de manera opuesta dos tipos de memoria.
Quienes tuvieron cambios más extremos —tanto aumentos altos como disminuciones moderadas de activación— recordaban mejor la información general, pero peor los detalles. En cambio, quienes mantuvieron una activación emocional intermedia mostraron lo contrario: mejor discriminación de los detalles, pero menor recuerdo general.
¿Qué tiene la música que no tenga el silencio?
Cuando se comparó a los oyentes de música con los de sonidos neutros o silencio, se vio algo aún más interesante: el impacto diferencial sobre la memoria detallada solo aparecía con música. A igualdad de activación emocional, los efectos en la memoria de los sonidos no musicales no replicaban el patrón observado con la música.
Es decir, no es solo cuestión de que el cerebro se active o relaje, sino cómo se activa.
Esto sugiere que la música tiene un potencial único para modular procesos neuronales específicos, como la separación de patrones en el hipocampo, clave para recordar con precisión, que otros estímulos auditivos no logran del mismo modo.
Implicaciones clínicas: personalizar la música para terapias de memoria
A raíz de estos resultados, las investigadoras advierten de que la música no mejora la memoria de forma uniforme. En sus propias palabras, «los efectos beneficiosos de la música sobre la memoria son específicos de ciertos aspectos del recuerdo». Por tanto, para que las intervenciones musicales sean efectivas, deberían adaptarse al perfil emocional de cada paciente.
Este hallazgo resulta especialmente relevante en contextos clínicos donde la estimulación cognitiva personalizada cobra cada vez más protagonismo.
En trastornos como el alzhéimer, donde se intenta preservar el mayor tiempo posible las capacidades mnésicas, la música podría actuar como catalizador si se elige con precisión.
Hacia una neurociencia emocional de la música
En definitiva, este estudio refuerza la idea de que la música no solo es un arte o una distracción, sino también una poderosa herramienta terapéutica. Su efecto sobre la memoria depende menos de sus características externas y más de la respuesta emocional que despierta.
Lo que nos conmueve, nos ayuda a recordar. Pero para aprovechar ese poder, será necesario diseñar intervenciones musicales personalizadas, que afinen con precisión la emoción de cada individuo.
Como en una buena sinfonía, la clave está en la armonía: ni demasiado, ni muy poco… el volumen emocional justo.▪️
Información facilitada por la Society for Neuroscience
Fuente: Kayla Clark and Stephanie L. Leal. Fine-tuning the details: post-encoding music differentially impacts general and detailed memory. JNeurosci (2025). DOI: https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.0158-25.2025