Bótox, rellenos y citas: ¿pueden los retoques faciales mejorar tu vida social y romántica?

Prometen juventud y atractivo instantáneo, pero ¿hasta qué punto el bótox y los rellenos realmente cambian cómo nos ven los demás? Un nuevo estudio científico desvela que los efectos existen… aunque son más modestos de lo que creemos.

Por Enrique Coperías

Los retoques estéticos con bótox y rellenos aumentan ligeramente la percepción de atractivo y la juventud aparente, pero no convierten a nadie en un imán de citas ni en un líder más confiable, concluye un nuevo estudio.

Los retoques estéticos con bótox y rellenos aumentan ligeramente la percepción de atractivo y la juventud aparente, pero no convierten a nadie en un imán de citas ni en un líder más confiable, concluye un nuevo estudio. Foto de Gustavo Fring

En la era de las redes sociales y las aplicaciones de citas, la primera impresión parece contar más que nunca. La piel tersa, los labios definidos o las arrugas suavizadas no solo son atributos de belleza, sino símbolos de juventud, salud y atractivo.

No es extraño, por tanto, que los tratamientos faciales mínimamente invasivos, como las inyecciones de toxina botulínica (bótox) y los rellenos dérmicos, se hayan popularizado hasta cifras récord. Según la Sociedad de Cirujanos Plásticos Estadounidense, en 2023 se realizaron más de 25 millones de procedimientos de este tipo solo en Estados Unidos, lo que los convierte en la opción estética más extendida del mundo.

El fenómeno no es exclusivo de Norteamérica. En países europeos como Países Bajos, aproximadamente una de cada veintinueve mujeres de entre dieciocho y setenta años de edad ha probado el bótox, y una de cada 35, los rellenos faciales. Los motivos son claros, tanto en hombres como mujeres:

Verse más atractivos.

✅ Proyectar juventud.

✅ Causar una buena impresión, ya sea en una entrevista de trabajo, en un encuentro social o en una cita.

Sentirse más seguros y confiados.

Pero ¿hasta qué punto estas microintervenciones estéticas logran lo que prometen? ¿Mejoran de verdad las probabilidades de resultar más deseable o más confiable? Un equipo de psicólogos sociales encabezado por Bastian Jaeger, profesor en la Universidad de Tilburg, en Países Bajos, ha puesto la cuestión bajo el microscopio científico.

«Los tratamientos estéticos se han vuelto mucho más populares en los últimos años, especialmente los mínimamente invasivos con rellenos y bótox. Muchas personas optan por ellos porque quieren ser percibidas más positivamente por los demás: como más atractivas, carismáticas o inteligentes. Queríamos probar hasta qué punto son realmente efectivo», ha declarado Jaeger.

Su estudio, publicado en la revista Perception, ofrece una respuesta mesurada: sí, estas intervenciones faciales aumentan la percepción de atractivo, pero los efectos son modestos y no se extienden a otras dimensiones sociales clave, como la simpatía, la confianza yo la competencia profesional.

Para llegar a estas conclusiones, Jaeger y sus colegas diseñaron dos estudios a gran escala con más de 3.200 participantes entre quienes recibieron los tratamientos y quienes evaluaron sus fotos. El diseño buscaba superar las limitaciones de investigaciones anteriores, que solían basarse en muestras reducidas o comparar directamente imágenes antes y después, una metodología que exagera cualquier mínimo cambio.

Estudio 1: cómo cambia la primera impresión tras un retoque facial

El primer estudio reunió a 114 personas que acudieron a una clínica estética. Fueron fotografiadas en condiciones estandarizadas antes y después de una sesión con bótox o rellenos. Esas imágenes se mostraron a 2.720 evaluadores, que debían puntuar a cada persona en dimensiones como atractivo, simpatía, honestidad, competencia o liderazgo.

Los datos del primer experimento mostraron un patrón nítido: tras la sesión estética, las personas fueron percibidas como ligeramente más atractivas, con una mejora media de 0,09 puntos en una escala de siete. Sin embargo, en otras dimensiones sociales los cambios fueron inexistentes o estadísticamente irrelevantes. No aumentó la percepción de simpatía, confianza, honestidad, inteligencia ni capacidad de liderazgo.

Un hallazgo adicional fue que los evaluadores, aunque no sabían que estaban viendo fotos de antes y después, tendían a sospechar que algunas personas «se habían retocado». El efecto, aunque discreto, era perceptible.

Estudio 2: ¿mejores perspectivas en el amor y la amistad?

El segundo estudio simuló el contexto de las apps de citas, y trasladó el análisis al terreno de las relaciones personales. Un total de 81 perfiles ficticios —con foto, nombre, edad y aficiones— fueron presentados a 481 hombres heterosexuales solteros. Se les preguntó si considerarían a la persona como amiga, pareja para una relación corta o pareja para una relación estable.

El objetivo era simular situaciones cotidianas —un primer vistazo en una app de citas, un encuentro social— donde los detalles faciales marcan la primera impresión.

Este experimento exploró directamente lo que muchos buscan al pasar por la clínica estética: mejorar sus perspectivas románticas. Los resultados repitieron el patrón de modestia. Tras el tratamiento, las personas fueron vistas como algo más deseables para citas casuales (+0,10 en la escala) y también como potenciales amigos (+0,08).

En cambio, no hubo mejora significativa en la percepción como pareja estable a largo plazo. En otras palabras, los retoques parecen influir un poco en escenarios de bajo compromiso emocional, donde la apariencia inmediata pesa más —una cita rápida, un primer encuentro—, pero no cambian la impresión sobre quién sería buen compañero de vida.

Lo que sí cambia: la juventud percibida

Más allá del atractivo general, la variable donde el efecto fue más claro fue la percepción de juventud. Los participantes retocados parecían más jóvenes, lo que encaja con la finalidad del bótox y los rellenos: suavizar arrugas, devolver volumen facial y dar frescura al rostro.

Pero aquí se detuvo la magia: no se observó mejora alguna en moralidad, sociabilidad o competencia profesional. El famoso efecto halo, por el cual las personas atractivas suelen ser vistas también como más confiables o inteligentes, no se disparó tras los retoques estéticos.

Estos resultados plantean una paradoja. Si los efectos son tan pequeños, ¿por qué tantas personas aseguran sentirse mejor, más seguras y con más facilidad para relacionarse después de un retoque?

Jaeger apunta a una posible explicación: la confianza subjetiva. Al verse más atractivas, las personas pueden comportarse con más seguridad, sonreír más, mostrarse más relajadas. Esa actitud genera respuestas más positivas de los demás, aunque los cambios faciales objetivos sean mínimos.

«Probamos el efecto de una sola sesión de tratamiento mínimamente invasivo, así que no es sorprendente que los cambios en la primera impresión fueran pequeños —señala Jaeger. Y añde—: Una pregunta interesante, que aún no hemos podido responder, es si las personas que se plantean estos tratamientos estéticos son conscientes de lo efectivos que son realmente, o si tal vez están sobrestimando cuánto cambiará su aspecto».

Una sonrisa tiene más magnetismo que una inyección de bótox.

Una sonrisa tiene más magnetismo que una inyección de bótox. Foto: Maia Habegger

Menos potentes que una sonrisa

Para contextualizar, los autores comparan sus resultados con otros métodos de embellecimiento estudiados en condiciones similares. Por ejemplo, maquillarse puede aumentar la percepción de atractivo en 0,6 puntos de la misma escala; sonreír, en 0,4; y retocar digitalmente la piel, en 0,7. Frente a esas cifras, los 0,09 puntos del bótox o los rellenos parecen modestos.

Esto no significa que carezcan de valor: ofrecen un efecto más duradero que el maquillaje y no requieren esfuerzo diario. Y, sobre todo, aportan la sensación subjetiva de haber invertido en la propia imagen, lo que puede traducirse en un aumento real de confianza y bienestar.

Por otro lado, el trabajo también sirve como correctivo frente a investigaciones previas que habían presentado resultados más espectaculares. Muchos de esos estudios, argumenta el equipo, «se basaban en muestras muy reducidas, diseños que exageraban diferencias (comparar fotos lado a lado) o análisis estadísticos poco rigurosos». Todo ello favorecía la publicación de resultados positivos pero poco fiables.

Al corregir esos sesgos, los hallazgos actuales ofrecen una visión más sobria: los efectos existen, pero son mucho más limitados de lo que suele sugerirse en discursos comerciales o en testimonios subjetivos.

Un empujón estético, no una revolución social

Los autores reconocen que estudiaron solo el impacto de una sesión, y que en algunos casos los cambios podrían acumularse con el tiempo. Tampoco se descartó que parte de los voluntarios hubiera recibido tratamientos previos, lo que podría atenuar el efecto marginal de la sesión analizada.

Otra limitación es cultural: las fotos eran de voluntarios de Países Bajos, pero los evaluadores eran de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido. Las normas estéticas y la aceptación social de los retoques varían según el contexto.

El mensaje de Jaeger y sus colegas es que los tratamientos faciales mínimamente invasivos ayudan un poco, pero no obran milagros. Refrescan la apariencia, aportan un leve plus de atractivo y juventud, y quizá facilitan interacciones en contextos casuales. Pero no cambian la forma en que los demás evalúan la simpatía, la confiabilidad o la idoneidad como pareja estable.

En última instancia, su mayor impacto puede residir en lo intangible: la confianza que otorgan a quien se los aplica. Y esa confianza, como muestran los propios testimonios, a menudo pesa más que cualquier cambio medido en escalas científicas.▪️

  • Fuente: Jaeger, B., Bucker, B., van der Meulen, J., & van Vugt, M. Face value: The effect of facial aesthetic treatment on first impressions and partner preferences. Perception (2025). DOI: https://doi.org/10.1177/03010066251337353

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