Cómo los sueños moldean la espiritualidad: un modelo de IA desvela una conexión entre el sueño y la fe
Mientras dormimos, el cerebro no solo sueña: también reescribe nuestra relación con lo divino. Un nuevo estudio muestra que los sueños con dioses y seres sobrenaturales pueden alterar la espiritualidad durante días.
Por Enrique Coperías
Durante el sueño REM, el cerebro genera imágenes vívidas y emociones intensas que pueden influir en la espiritualidad diaria. Un estudio sugiere que los sueños con figuras sobrenaturales —dioses, espíritus o seres de luz— pueden modificar la sensación de cercanía a lo divino durante varios días. Imagen generada con DALL-E
¿Puede un sueño alterar la relación de una persona con Dios? ¿Moldean las visiones oníricas nuestras creencias más profundas, esas que parecen brotar de la vigilia y no del sueño?
Un grupo de investigadores de Boston y San Diego cree que sí. En un estudio pionero sobre sueños y espiritualidad publicado en la revista Frontiers in Psychology, los psicólogos John Balch y Patrick McNamara, junto a colegas del Center for Mind and Culture y la Universidad de Boston, han demostrado que los contenidos sobrenaturales de los sueños —encuentros con dioses, espíritus o fuerzas invisibles— pueden modificar la espiritualidad cotidiana de las personas.
El hallazgo no es solo una curiosidad sobre el mundo de Morfeo. Supone, en palabras de los autores, «el primer test controlado de una hipótesis milenaria: que los dioses nacen en los sueños». Y lo hace con herramientas del siglo XXI: registros de sueño por EEG portátil, análisis estadístico longitudinal y un modelo de red neuronal temporal capaz de detectar relaciones causales a lo largo de varios días.
Sueños, espiritualidad y cerebro: la hipótesis de los «dioses del sueño»
El equipo reclutó a 124 adultos sanos de todo Estados Unidos, que durante dos semanas registraron cómo dormían, sus sueños y su vida espiritual cotidiana. La mitad de ellos, además, durmió con una cinta Dreem 3, un dispositivo de electroencefalografía (EEG) que permite medir las fases del sueño, en especial el sueño REM, esa etapa donde los ojos se mueven rápido y el cerebro se sumerge en un torbellino de imágenes.
Cada mañana, los voluntarios respondían cuestionarios sobre el contenido y la emoción de sus sueños, su estado de ánimo y su sensación de cercanía a Dios o a una fuerza trascendente. También valoraban rasgos del sueño como la agencia (cuánto control sentían sobre lo que ocurría durante la experiencia onírica) o el afecto emocional (si el sueño era placentero o angustioso).
Con más de 1.500 sueños recogidos, los investigadores usaron modelos de aprendizaje automático para identificar aquellos que contenían agentes sobrenaturales: presencias con poderes o cualidades más allá de lo humano —dioses, espíritus, demonios, ángeles, fantasmas—, lo que los autores resumen bajo las siglas SA (agentes sobrenaturales). Aproximadamente uno de cada cinco sueños incluía este tipo de elementos.
El patrón resultó claro: los sueños con contenido sobrenatural tendían a ser más extraños, más inquietantes y con menor sensación de control por parte del soñador. «Cuando en el sueño aparece una figura con poder sobrenatural, el soñador suele sentirse pequeño, paralizado o sin capacidad de actuar —explica Balch. Y añade—: Esa cesión de agencia parece ser una pieza clave del mecanismo cognitivo que, en la vigilia, asociamos con la idea de lo divino».
Los sueños dejan huella espiritual durante varios días
Más allá de la descripción de los sueños, lo fascinante del trabajo es la conexión temporal: los investigadores comprobaron que las características de los sueños influían en la espiritualidad de los días posteriores. En particular, los sueños con emociones intensas o con menor control se asociaban con mayores sentimientos de cercanía a Dios al día siguiente, y esos efectos podían prolongarse hasta cuatro días después.
No se trataba de simples correlaciones. Los autores aplicaron modelos mixtos de efectos lineales, que permiten controlar la variabilidad entre individuos, y luego entrenaron una red neuronal temporal (TSANN) capaz de analizar secuencias de días como si fueran capas de influencia. Este modelo mostró que las predicciones sobre la espiritualidad diaria mejoraban significativamente cuando se consideraban los efectos acumulativos de los sueños de las noches anteriores.
«El modelo neuronal identificó un patrón de influencia retardada: los sueños parecen ejercer su efecto máximo sobre la espiritualidad no al día siguiente, sino entre el tercer y cuarto día», apunta McNamara.
En otras palabras, soñar con un ángel o un dios severo podría moldear nuestra percepción de lo divino varios días después. Y no de cualquier manera: el tipo de emoción y el grado de control dentro del sueño fueron determinantes. Los sueños positivos y con mayor agencia se asociaron con una imagen benevolente de Dios; los sueños de miedo o pasividad, con un Dios más autoritario y distante.
Sueño REM, el laboratorio de lo sagrado
En palabras de Balch, «el estudio se adentra así en uno de los territorios más esquivos de la ciencia: cómo la biología del sueño puede entrelazarse con la espiritualidad humana». Y nos recuerda que la fase REM, de donde provienen la mayoría de los sueños vívidos, activa zonas cerebrales ligadas a la emoción, la memoria y la imaginación, como la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal ventromedial, mientras reduce la actividad racional y ejecutiva del cerebro.
«Es un laboratorio natural para generar experiencias extraordinarias. El cerebro en REM está cableado para aceptar lo imposible», escriben los investigadores en Frontiers in Psychology.
Esta fisiología, combinada con la tendencia del sueño a simular interacciones sociales, podría explicar por qué tantas culturas han interpretado los sueños como visitas divinas. Durante el sueño, el cerebro tiende a poblar las escenas con personajes —familiares o desconocidos— que dialogan, amenazan o protegen. En torno al 50% de los personajes oníricos son desconocidos, y una proporción significativa de ellos adquiere rasgos sobrenaturales. «Los sueños son una fábrica de agentes sobrenaturales. Y algunos de esos agentes llevan el sello de lo sagrado», sostienen los autores de la investigación.
Durante milenios, los seres humanos han interpretado los sueños como mensajes de los dioses, según los autores de la investigación. En cierto sentido, tenían razón: los sueños siguen siendo un canal en el que lo sobrenatural moldea la experiencia de lo divino. Imagen generada con Copilot
Espiritualidad dinámica: cómo cambia la fe día a día
Para McNamara, el valor del trabajo no reside solo en su sofisticación técnica, sino en su diseño diario y repetido. Al seguir a los participantes durante dos semanas él y sus colegas pudieron observar cómo la espiritualidad fluctúa como una variable viva, influida por el sueño, el ánimo y la experiencia subjetiva.
Frente a la idea de la religión como algo estable e inmutable, el estudio la muestra como un fenómeno dinámico, casi fisiológico, sensible al descanso nocturno y a las emociones.
«Las imágenes de Dios no son fijas —dice McNamara—. Cambian con la experiencia, y los sueños son uno de los motores de ese cambio».
Esta visión encaja con otros estudios previos que relacionan la espiritualidad cotidiana con el estado de ánimo, el estrés o el sentimiento de control. Pero es la primera vez que se demuestra empíricamente, con datos y modelos computacionales, que los sueños pueden tener un papel causal en la fe.
La inteligencia artificial revela patrones ocultos
La segunda parte del estudio fue casi una investigación dentro de la investigación. Para superar las limitaciones estadísticas de los modelos tradicionales, el equipo diseñó un modelo neuronal temporal inspirado en las redes neuronales que se usan para analizar secuencias de vídeo o lenguaje. El algoritmo procesaba series de cuatro días de datos —de sueño, sueños y espiritualidad— y aprendía cómo los patrones nocturnos predecían los cambios diurnos.
El resultado fue sorprendente, ya que el modelo superó en precisión al análisis estadístico convencional y reveló relaciones no lineales y retardadas entre el contenido onírico y la espiritualidad.
Mediante mapas de saliencia, los investigadores pudieron visualizar qué variables pesaban más: las emociones del sueño y el porcentaje de sueño REM eran los factores más influyentes, especialmente a tres y cuatro días de distancia.
Del misticismo a la neurociencia, y viceversa
El estudio se inscribe en una línea de investigación más amplia sobre la psicología de la religión y las raíces cognitivas de las creencias sobrenaturales. McNamara, autor de varios libros sobre el tema, lleva años defendiendo que las experiencias espirituales tienen correlatos neurobiológicos claros, y que los sueños ofrecen una ventana privilegiada para observarlos.
«Durante milenios, los seres humanos han interpretado los sueños como mensajes de los dioses. Nosotros proponemos que, en cierto sentido, tenían razón: los sueños siguen siendo un canal en el que lo sobrenatural moldea la experiencia de lo divino», concluye el artículo.
Ahora bien, los autores son prudentes con los resultados: no afirman que los sueños creen la religión, sino que participan en su mantenimiento y actualización cotidiana. La espiritualidad, sugieren, podría ser en parte un sistema de memoria emocional, reforzado cada noche por las imágenes del sueño. Y eso abre nuevas preguntas: ¿podría la falta de sueño REM afectar a la fe? ¿Podría el tratamiento de las pesadillas modificar la relación de una persona con lo trascendente?
El cerebro soñador como origen de la fe
Aun con sus limitaciones —una muestra relativamente pequeña, una duración breve y la dificultad de traducir en números algo tan etéreo como la fe—, el trabajo de Balch y McNamara marca un hito en el intento de cuantificar la espiritualidad sin reducirla al simple ritual religioso.
Es, sin duda alguna, un recordatorio de que la experiencia espiritual no se construye solo en templos o meditaciones, sino también en la oscuridad del dormitorio, cuando la mente inventa dioses y demonios a partir de las luces del cerebro.
En el fondo, el estudio devuelve a la ciencia una vieja intuición poética: que el sueño es un espacio donde los humanos se enfrentan a sus miedos, anhelos y dioses interiores. Y que, al despertar, algo de esa experiencia onírica sigue con nosotros, moldeando nuestras creencias, guiando nuestra moral o simplemente recordándonos que, incluso dormidos, seguimos buscando sentido. ▪️
Fuente: John Balch, George Hodulik, Rachel Raider, Aidan David, Chanel Reed, Wesley J. Wildman, David Rohr, Patrick McNamara. Dream content influences daily spirituality. Frontiers in Psychology (2025). DOI: https://doi.org/10.3389/fpsyg.2025.1575174