Descubrimiento de «Solarion arienae»: un protista rarísimo que desvela una rama hasta ahora desconocida del árbol de la vida eucariota
Un organismo diminuto y casi invisible, pasado por alto durante años en un cultivo de laboratorio, ha resultado ser la clave para reescribir la historia evolutiva de los seres complejos. El hallazgo de Solarion arienae nos asoma a un linaje eucariota tan profundo y extraño que obliga a replantear cómo empezó realmente la vida tal y como la conocemos.
Por Enrique Coperías
Ilustración coloreada con DALL-E de un corte transversal de una célula de Solarion, con sus estructuras internas claramente delineadas. Cortesía: Facultad de Ciencias de la Universidad Carolina de Praga
El hallazgo de un organismo microscópico casi invisible ha obligado a reescribir una rama entera del árbol de la vida eucariota. Un equipo de biólogos de la Facultad de Ciencias de la Universidad Carolina de Praga, en Chequia, ha identificado a Solarion arienae.
Se trata de un protista extremadamente raro y morfológicamente insólito cuyo estudio, publicado en la revista Nature, saca a la luz la existencia de un nuevo filo y de un supergrupo dentro de los eucariotas desconocido hasta ahora. Este ha sido bautizado como Disparia.
Ante de seguir, recodemos que los eucariotas son los organismos cuyas células poseen un núcleo claramente definido y una compleja red de orgánulos internos, como mitocondrias, retículos endoplásmicos y aparatos de Golgi, que trabajan de forma coordinada. Este diseño celular, mucho más elaborado que el de las bacterias, permitió el surgimiento de toda la vida compleja del planeta, desde hongos y plantas hasta animales y seres humanos. Explorar sus orígenes es, en el fondo, investigar cómo apareció la arquitectura biológica que hizo posible la diversidad que hoy vemos en la Tierra.
Unos de los detalles más curiosos de Solarion ariena es que conserva además rasgos mitocondriales ancestrales que se creían extinguidos desde los orígenes de la vida compleja.
Un descubrimiento accidental que rescribe la evolución eucariota
La historia del descubrimiento tiene algo de serendipia, o sea, de accidente afortunado. Solarion apareció como por arte de magia en un cultivo de laboratorio de ciliados marinos —microorganismos acuáticos unicelulares que se desplazan y se alimentan mediante numerosos cilios, unas pequeñas pelos que cubren su superficie— que llevaba años en marcha en el Departamento de Zoología donde trabajan dos de los autores principales del descubrimiento, Marek Valt e Ivan Čepička.
Sus escasos micrómetros y su movilidad casi nula habían mantenido a Solarion ariena escondido, eclipsado por los ciliados más grandes. Solo cuando estos murieron de forma inesperada, la silenciosa presencia del discreto protista —organismo unicelular eucariota ni planta, ni animal, ni hongo que engloba una enorme variedad de microorganismos con formas de vida muy distintas— salió a la luz. Lo que parecía un contaminante irrelevante terminó siendo un linaje eucariota desconocido.
Estamos ante un linaje tan antiguo como raro
Las secuencias genómicas y los análisis filogenómicos realizados por el equipo checo junto a colaboradores de la Universidad Estatal de Misisipi, en Estados Unidos, confirmaron la sorpresa: Solarion no encajaba en ninguna de las grandes ramas conocidas de los eucariotas.
Su pariente más cercano conocido es otro protista esquivo de nombre Meteora sporadica. Ambas especies dan forma a un nuevo filo, el Caelestes, que unido a los también enigmáticos Provora y Hemimastigophora, compone el recién definido supergrupo Disparia.
Aunque solo se conocen unas pocas especies, todo apunta a un linaje antiquísimo cuyos representantes actuales serían los restos dispersos de una diversidad mucho mayor.
Ilustración del árbol de la vida eucariota, con el nuevo supergrupo Disparia destacado en color turquesa. Cortesía: Facultad de Ciencias de la Universidad Carolina de Praga
Un organismo global, escaso y casi invisible para los metagenomas
Su rareza va más allá del laboratorio. Solarion apenas aparece en las gigantescas bases de datos de ADN ambiental: ni siquiera 1,8 petabytes de metagenomas han permitido encontrarlo más que en contadas muestras de sedimentos marinos repartidas por el planeta.
Esta presencia difusa y casi fantasmagórica sugiere un linaje global pero extremadamente escaso, un recordatorio de que la biodiversidad microbiana tiene más huecos que un queso gruyere.
Para los investigadores, el descubrimiento reivindica el valor de los métodos de cultivo tradicionales, esenciales para detectar organismos que las búsquedas masivas de ADN pasan por alto.
La morfología única de «Solarion»: celestiosomas y células flageladas irrepetibles
Observar a Solarion es una tarea complicada, pero su apariencia es tan peculiar como su posición evolutiva. La forma más común es una célula inmóvil con el aspecto de un pequeño sol, del que irradian en todas direcciones unas estructuras en forma de tentáculo llamadas celestiosomas.
Estos brazos diminutos, captados en detalle mediante microscopía electrónica 3D, son usados por este protista para atrapar las bacterias de las que se alimenta.
En su ciclo vital surge además un tipo mucho más raro de célula flagelada, de morfología tan singular que no se parece a ningún eucariota descrito.
Vídeo en tiempo real de Meteora sporadica, pariente muy próximo a Solarion, deslizándose en un placa de laboratorio; una célula se desplaza hasta contactar con otra mientras su eje longitudinal se flexiona. Obsérvese el movimiento coordinado de los brazos. Cortesía: Eglit, Yana et al. / Current Biology
Mitocondrias fósiles: una ventana a los primeros eucariotas
Como destacan los autores del estudio, el rasgo más sorprendente de Solarion ariena está, sin embargo, en el interior: sus mitocondrias conservan el secA, un gen ancestral heredado del ancestro bacteriano que dio origen a estos orgánulos.
Recordemos que las mitocondrias surgieron hace más de 1.500 millones de años, cuando una célula ancestral engulló a una bacteria de tipo alfa-proteobacteriana y, en lugar de digerirla, estableció con ella una relación simbiótica estable. Aquella bacteria empezó a proporcionar energía a su huésped a cambio de protección y nutrientes, y con el tiempo se integró por completo hasta convertirse en un orgánulo celular. Este episodio de endosimbiosis marcó un punto de inflexión en la historia de la vida: permitió un salto energético que hizo posible la aparición de los primeros eucariotas y, con ellos, de toda la vida compleja del planeta.
Pues bien, casi todos los eucariotas modernos han perdido este vestigio del antiguo sistema de transporte de proteínas, eso es, el gen secA, lo que convierte a esteSolarion ariena en una ventana excepcional para asomarnos al metabolismo primitivo de los primeros organismos complejos.
Su combinación única de genes mitocondriales permitirá reconstruir con más precisión las capacidades bioquímicas del último ancestro común eucariota.
«Un fósil viviente» que atesora un capítulo oculto de la evolución
Para los autores principales del estudio, el profesor Čepička y el investigador Valt, la trascendencia del hallazgo va mucho más allá de describir una especie nueva.
🗣️ «Solarion es un recordatorio extraordinario de lo poco que sabemos aún sobre la diversidad microbiana —dicen Čepička y Valt. Y concluyen—: El descubrimiento de un linaje tan profundamente separado —prácticamente un fósil viviente— demuestra que partes esenciales de la historia evolutiva de los eucariotas siguen ocultas en lugares que raramente exploramos».
En plabras de estos dos biólogos, «el organismo nos permite que nos asomemos a un capítulo muy antiguo de la evolución celular que hasta ahora solo podíamos reconstruir de forma indirecta». En otras palabras: un ser casi invisible ha abierto una ventana inesperada a los orígenes de la vida compleja.▪️
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Información facilitada por la Facultad de Ciencia de la Universidad Charles
Fuente: Valt, M., Pánek, T., Mirzoyan, S. et al. Rare microbial relict sheds light on an ancient eukaryotic supergroup. Nature (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41586-025-09750-0

