Dos especies de homínido coexistieron hace 3,4 millones de años: nuevas pruebas desvelan quién era el enigmático vecino de Lucy

Un pie fósil, una mandíbula infantil y dos docenas de dientes reescriben el mapa evolutivo en el este de África. Las pruebas confirman que Lucy tuvo un vecino cuya existencia cambia lo que sabíamos del Plioceno.

Por Enrique Coperías

Recreación artística de un encuentro entre Australopithecus afarensis y Australopithecus deyiremeda en el Rift de Afar hace 3,4 millones de años, dos especies que compartieron paisaje pero ocuparon nichos distintos

Recreación artística de un encuentro entre Australopithecus afarensis y Australopithecus deyiremeda en el Rift de Afar hace 3,4 millones de años, dos especies que compartieron paisaje pero ocuparon nichos distintos. Crédito: IA-Dall-E-©RexMolón-Producciones

Durante décadas, la historia de nuestros orígenes en el este de África ha orbitado alrededor de Australopithecus afarensis, la célebre especie a la que pertenece Lucy. Descubierta en 1974 en la región etíope de Hadar, se trata de uno de los fósiles más completos y emblemáticos de la evolución humana: un esqueleto de más de tres millones de años que revela a un homínido pequeño —apenas un metro de altura y unos 30 kilos de peso— con un cerebro reducido pero plenamente bípedo. Su anatomía combina rasgos aún adaptados a la trepa en los árboles con una locomoción erguida sorprendentemente eficiente, lo que la convirtió en una pieza clave para entender la transición entre los simios y los primeros humanos.

Los fósiles de afarensis dominaron durante años los relatos sobre cómo caminábamos, comíamos y nos movíamos cuando apenas empezábamos a separarnos evolutivamente de los grandes simios. Pero una nueva investigación realizada por paleoantropólogos de la Universidad Estatal de Arizona (ASU), en Estados Unidos, viene a matizar —y enriquecer— ese relato: Lucy no estaba sola.

Un equipo liderado por el paleoantropólogo etíope Yohannes Haile-Selassie, acaba de publicar en Nature una descripción detallada de nuevos fósiles de Australopithecus deyiremeda, una especie identificada en 2015 y que convivió en el mismo ecosistema que el Australopithecus afarensis.

Los materiales, recuperados en la región etíope de Woranso-Mille, revelan que este homínido tenía una dieta y una forma de desplazarse muy distintas a las de su célebre contemporánea. Y lo más revelador: compartió espacio y tiempo con Lucy durante más de 200.000 años, lo que confirma que en el Plioceno no había un único tipo de homínido, sino una sorprendente diversidad de formas de homínidos.

Un yacimiento que rescribe el mapa del Plioceno

El estudio se apoya en más de veinte nuevos fragmentos dentales y mandibulares, así como en el reanálisis del famoso pie de Burtele (BRT-VP-2/73), que fue hallado en 2012 y que durante años ha sido un enigma para los paleoantropólogos. Este pie, con rasgos claramente más primitivos que los de Lucy, ya insinuaba la coexistencia de un homínido con mayor capacidad para trepar a los árboles.

El problema era que no se podían asignar esos huesos a ninguna especie concreta. Los nuevos fósiles, procedentes de los mismos niveles estratigráficos, permiten por fin identificar al dueño de aquel pie: era un individuo de Australopithecus deyiremeda.

Tras años de incertidumbre, Haile-Selassie recuerda cómo comenzó la historia: «Cuando encontramos el pie en 2009 y lo anunciamos en 2012, sabíamos que era diferente de la especie de Lucy, Australopithecus afarensis, que es ampliamente conocida para ese periodo».

🗣️ Y explica por qué no lo atribuyeron de inmediato a una nueva especie: «Sin embargo, no es una práctica habitual en nuestro campo nombrar una especie basándose en elementos poscraneales —elementos situados por debajo del cuello—, así que esperábamos encontrar algo por encima del cuello claramente asociado al pie. Los cráneos, mandíbulas y dientes son normalmente los elementos que se utilizan para reconocer especies».

El yacimiento de Burtele y los cercanos puntos de excavación de Waytaleyta conforman una secuencia geológica extraordinariamente precisa: capas de arenisca, niveles volcánicos datados con técnicas radiométricas y un registro paleomagnético nítido que sitúa los restos entre 3,47 y 3,33 millones de años. En otras palabras, la cronología solapa de forma perfecta con la de los yacimientos de Australopithecus afarensis de las localidades vecinas, separadas por apenas cinco kilómetros.

«Tenemos dos especies de homínidos viviendo en el mismo paisaje, tal vez explotando recursos diferentes y desplazándose de formas distintas», explican los autores. Una situación que hoy nos parece sorprendente, pero que se está revelando como habitual en el registro fósil africano.

Fragmentos del fósil BRT-VP-2/135 antes de su ensamblaje. El espécimen apareció dividido en 29 piezas, de las cuales 27 fueron recuperadas mediante cribado minucioso del sedimento.

Fragmentos del fósil BRT-VP-2/135 antes de su ensamblaje. El espécimen apareció dividido en 29 piezas, de las cuales 27 fueron recuperadas mediante cribado minucioso del sedimento. Cortesía: Yohannes Haile-Selassie, Arizona State University

Cómo era el «Australopithecus deyiremeda»

Los nuevos restos fósiles incluyen un hallazgo excepcional: la mandíbula de un individuo juvenil, catalogado con la etiqueta BRT-VP-2/135, con dientes de leche y parte de la dentición permanente aún formándose. Su análisis detallado permite reconstruir cómo crecían y se desarrollaban estos homínidos, y confirma que compartían con otras especies del género Australopithecus un ritmo de maduración semejante al de los chimpancés actuales.

🗣️ «Para un homínido juvenil de esta edad, pudimos observar claras señales de una desconexión en el crecimiento entre los dientes frontales (incisivos) y los dientes posteriores masticatorios (molares), muy similar a lo que se ve en los simios actuales y en otros australopitecos tempranos, como la especie de Lucy», detalla Gary Schwartz, experto en desarrollo dental y responsable del análisis del juvenil del Instituto de Orígenes Humanos y Escuela de Evolución Humana y Cambio Social (Estados Unidos). Esto es lo que pudo constatar gracias al al escaneo tomográfico del fósil.

Y añade un elemento fundamental para comprender la evolución del desarrollo en los primeros homínidos: «Creo que la mayor sorpresa fue que, a pesar de nuestra creciente comprensión de lo diversos que eran estos primeros australopitecos —en su tamaño, en su dieta, en sus repertorios locomotores y en su anatomía—, estos australopitecos tempranos parecen ser sorprendentemente similares en la manera en que crecían».

Lo que lo diferencia de Lucy

Pero lo más interesante está en los rasgos anatómicos que los diferencian de Lucy. La mandíbula de Australopithecus deyiremeda carece de un rasgo típico de los afarensis: la llamada depresión lateral del cuerpo mandibular, una hendidura en la parte externa del cuerpo mandibular muy característica en esta última especie.

Además, los caninos de Australopithecus deyiremeda son más pequeños y menos prominentes, y su superficie lingual es sorprendentemente simple, sin los relieves marcados que muestran los caninos de Lucy.

Los premolares, por su parte, muestran también rasgos más primitivos, con una morfología que recuerda a especies aún más antiguas como el Australopithecus anamensis y el Ardipithecus ramidus. Para los investigadores, esto indica que los deyiremeda conservaron un patrón dental más arcaico que el de Australopithecus afarensis, pese a ser contemporáneo suyo. En términos evolutivos, esto sugiere que la evolución de los homínidos no siguió una línea recta, sino que distintos linajes conservaron rasgos antiguos mientras desarrollaban otros nuevos.

Una dieta más vegetariana de lo que se esperaba

Una de las claves del estudio es el análisis de los isótopos de carbono en el esmalte dental, una técnica que permite reconstruir la dieta de un individuo incluso millones de años después de su muerte. Este método distingue entre plantas de tipo C3 (bosques, arbustos, frutos, hojas) y plantas de tipo C4 (hierbas de sabana y gramíneas), lo que permite saber qué comían los homínidos con bastante precisión.

🗣️ Para obtener esos datos, Naomi Levin, geóloga de la Universidad de Míchigan y coautora del estudio, describe un procedimiento tan delicado como preciso: «Tomo la muestra del diente con un taladro dental y una broca muy pequeña, de menos de un milímetro; este equipo es el mismo que utilizan los dentistas para trabajar en tus dientes». Y añade—: Con este taladro extraigo con cuidado pequeñas cantidades de polvo. Guardo ese polvo en un vial de plástico y lo transporto de vuelta a nuestro laboratorio en la Universidad de Míchigan para el análisis isotópico».

El resultado es claro: el Australopithecus deyiremeda muestra valores muy bajos de δ13C, prácticamente idénticos a los del Ardipithecus ramidus y el Australopithecus anamensis, lo que revela una alimentación dominada por plantas de bosque y matorral, es decir, un entorno más húmedo y arbolado. En cambio, Australopithecus afarensis —incluida Lucy— exhibe una dieta mucho más variada, combinando recursos C3 y C4, probablemente incluyendo raíces, hierbas y quizá animales pequeños.

El pie de Burtele (izquierda) junto al mismo fósil superpuesto al contorno de un pie de gorila para comparar su morfología. Crédito: Yohannes Haile-Selassie, Arizona State University

Diferentes regímenes alimentarios

Levin subraya lo revelador que fue este hallazgo: «Me sorprendió que la señal isotópica del carbono fuera tan clara y tan similar a los datos de los homínidos más antiguos, Ardipithecus ramidus y el Australopithecus anamensis».

🗣️ «Pensé que las diferencias entre la dieta de A. deyiremeda y la de A. afarensis serían más difíciles de identificar, pero los datos isotópicos muestran claramente que A. deyiremeda no accedía al mismo rango de recursos que A. afarensis, que es el homínido más antiguo del que se ha demostrado el uso de recursos alimentarios basados en hierbas C4», confiesa la geóloga.

Esta diferencia alimentaria sugiere una posible partición ecológica entre ambas especies: mientras Lucy y los suyos exploraban espacios más abiertos y dependían de alimentos duros, los Australopithecus deyiremeda habrían preferido recursos blandos de zonas boscosas. Esta especialización podría explicar cómo dos especies de homínidos pudieron convivir durante tanto tiempo sin competir directamente.

Beverly Saylor, geóloga de la Case Western Reserve University responsable de la reconstrucción estratigráfica, destaca la importancia del contexto sedimentario: «Hemos realizado una enorme cantidad de trabajo de campo cuidadoso en Woranso-Mille para establecer cómo se relacionan las distintas capas fósiles, lo cual es crucial para entender cuándo y en qué entornos vivieron las diferentes especies».

Un pie que cambia el relato de la bipedestación

Si la dentición apunta a un modo de vida distinto, los huesos del pie de Burtele son aún más reveladores. El análisis tridimensional del pie muestra una combinación sorprendente: por un lado, rasgos asociados a la bipedestación o marcha erguida, como cierta robustez en los metatarsianos, pero, por otro, elementos claramente arbóreos, como dedos más curvados y una mayor capacidad de agarre.

El primer metatarsiano (el del dedo gordo) carece de varios rasgos que, en los humanos modernos y en Australopithecus afarensis, permiten un pie rígido adecuado para caminar largas distancias. En cambio, su estructura es mucho más parecida a la de A. africanus, una especie sudafricana que también habría combinado trepa y bipedismo. El resultado es un pie intermedio: no tan arborícola como el de Ardipithecus, pero tampoco tan caminantecomo el de Lucy.

El estudio concluye que el Australopithecus deyiremeda no tenía un arco plantar completamente desarrollado, lo que implicaría una menor eficacia al desplazarse por terrenos abiertos, pero una mayor habilidad para trepar y maniobrar en los árboles.

La información oculta en un dedo gordo

Para Haile-Selassie, estos hallazgos encajan en un patrón evolutivo cada vez más complejo: «La presencia de un dedo gordo abducido en Ardipithecus ramidus fue una gran sorpresa, porque hace 4,4 millones de años todavía había un ancestro homínido temprano que conservaba un dedo gordo oponible, algo totalmente inesperado».

Y añade que la sorpresa fue aún mayor con el pie de Burtele: «Luego, un millón de años después, hace 3,4 millones de años, encontramos el pie de Burtele, lo cual es aún más sorprendente. Es una época en la que vemos especies como el Australopithecus afarensis, cuyos miembros eran totalmente bípedos y tenían el dedo gordo aducido».

Esto significa que la bipedestación en estos primeros ancestros humanos apareció en distintas formas. «El mero hecho de encontrar especímenes como el pie de Burtele te dice que había muchas maneras de caminar sobre dos piernas cuando estaban en el suelo; no existía una única forma hasta más tarde», dice Haile-Selassie.

Haile-Selassie y miembros de su equipo durante el trabajo de campo en el yacimiento.

Haile-Selassie y miembros de su equipo durante el trabajo de campo en el yacimiento. Crédito: Stephanie Melillo, Mercyhurst University

Un árbol evolutivo más enmarañado de lo que pensábamos

La taxonomía de los australopitecos ha sido históricamente un terreno de debate: ¿cuántas especies hubo realmente? ¿Cómo se relacionaban entre sí? Los nuevos datos sitúan al Australopithecus deyiremeda como un linaje propio, con características dentales, mandibulares y locomotoras diferenciadas.

Según los análisis filogenéticos, esta especie podría ser hermana de un grupo que incluye al Australopithecus africanus, los robustos Paranthropus y los primeros representantes del género Homo.

Esto implica que hace más de tres millones de años, cuando tradicionalmente se consideraba que un único linaje —el de Lucy— encabezaba la evolución humana, existía en realidad una rica diversidad de formas y adaptaciones.

El futuro: ¿cuántas especies más convivieron en el Plioceno?

El estudio abre tantas preguntas como respuestas. Si el deyiremeda y el afarensis compartieron territorio, ¿cuánto interactuaron? ¿Competían de alguna forma? ¿Se ignoraban? ¿Intercambiaron comportamientos que hoy consideraríamos culturales? Es imposible saberlo, pero la diversidad morfológica y ecológica sugiere que la competencia directa pudo haber sido limitada.

Lo que sí parece claro es que el este de África fue, más que una línea evolutiva recta, un laboratorio de experimentación. Varias especies de homínidos probaron distintas soluciones a los mismos desafíos: caminar, trepar, alimentarse, sobrevivir.

Mientras tanto, los paleoantropólogos siguen excavando en el Afar etíope. Cada nuevo fósil —un diente, un fragmento de húmero, una vértebra— puede ampliar o modificar el mapa de nuestra evolución.

Y si algo demuestra el caso del Australopithecus deyiremeda, es que nuestro árbol genealógico es mucho más frondoso y variado de lo que durante décadas imaginamos. Lucy, a pesar de su fama, ya no camina sola por el paisaje del Plioceno. Ahora sabemos que tuvo vecinos, quizá competidores, quizá simples compañeros de ecosistema. Y quién sabe cuántos más quedan por descubrir.

🗣️ Haile-Selassie lo resume con una reflexión que también interpela al presente: «Toda nuestra investigación para comprender los ecosistemas de hace millones de años no trata solo de curiosidad o de averiguar de dónde venimos. Si no entendemos nuestro pasado, no podremos comprender plenamente el presente ni nuestro futuro. Lo que ocurrió en el pasado, lo vemos ocurriendo hoy».

Y concluye con esta sentencia: «En muchos sentidos, el cambio climático que vemos hoy ocurrió muchas veces en la época de Lucy y del Australopithecus deyiremeda. Lo que aprendamos de aquel tiempo podría ayudarnos realmente a mitigar algunas de las peores consecuencias del cambio climático actual».▪️

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