El maltrato y el abandono de los cachorros antes de los seis meses aumentan la agresividad en perros adultos

Un estudio con casi 4.500 perros confirma lo que muchos intuían: los traumas en la infancia canina dejan cicatrices duraderas. El maltrato y el abandono temprano multiplican el miedo y la agresividad en la edad adulta.

Por Enrique Coperías

Igual que ocurre en los seres humanos, los traumas en la infancia de un perro marcan su carácter adulto, aumentando el riesgo de conflictos, mordeduras y abandono. Foto: Gowtham AGM

Los perros llevan miles de años a nuestro lado, moldeando su conducta a la sombra de la domesticación y de la vida humana. Son compañeros, centinelas, trabajadores y, sobre todo, miembros de familia. Pero esa cercanía entraña riesgos: lo que ocurre en los primeros meses de vida de un cachorro puede dejar cicatrices profundas y duraderas que tienen su impacto en edad adulta.

Así lo demuestra un amplio estudio científico que acaba de publicarse en la revista Scientific Reports: las experiencias adversas sufridas antes de los seis meses de edad, desde el abandono hasta el maltrato, aumentan de forma significativa la probabilidad de que ese animal muestre miedo y agresividad en la edad adulta.

El hallazgo, basado en la mayor muestra recopilada hasta ahora (casi 4.500 perros), confirma algo que los veterinarios y educadores caninos intuían desde hace tiempo: los traumas infantiles no se olvidan. Igual que ocurre en los humanos, un mal comienzo en la vida de un perro puede condicionar su comportamiento futuro y multiplicar los riesgos de conflictos, mordeduras y abandonos por parte de sus dueños.

Casi 4.500 perros analizados

El trabajo lo lidera un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard junto con expertos de varias instituciones estadounidenses. Para ello, recurrieron a un cuestionario estandarizado y validado internacionalmente, el C-BARQ (Canine Behavior Assessment and Research Questionnaire), en el que miles de personas a cargo de perros describieron la historia vital y las conductas actuales de sus mascotas.

En total, 4.497 propietarios de mascotas respondieron a preguntas detalladas sobre la procedencia de su perro, sus primeras experiencias de vida, la convivencia en el hogar y, por supuesto, los episodios de miedo o agresividad. El foco estaba centrado en detectar si el animal había sufrido algún tipo de adversidad temprana: separación abrupta de la madre, reclusión en un refugio, castigos físicos, abandono, maltrato directo, accidentes graves o incluso encadenamientos prolongados.

El resultado del estudio, coordinado por Julia Espinosa, del Departamento de Biología Evolutiva Humana en Harvard, fue contundente: un tercio de los perros analizados había pasado por algún episodio de este tipo en sus seis primeros meses de vida. Y, en ellos, los niveles de miedo y agresividad eran significativamente más altos que en el resto de la muestra.

Por qué los primeros seis meses de vida de un perro son críticos

No se trata de un detalle menor. El estudio demuestra que la edad del trauma importa. Si bien las experiencias negativas a lo largo de toda la vida dejan huella, las que ocurren antes de los seis meses —coincidiendo con la llamada etapa de socialización del cachorro— son especialmente determinantes.

En esta fase, que va aproximadamente de la tercera semana a los seis meses de edad, los perros aprenden a relacionarse con otros congéneres, con nosotros y con su entorno. Es el momento en que se construyen las bases de la confianza y la seguridad. Una interrupción brusca, un maltrato o un abandono durante este periodo altera esos cimientos y favorece respuestas de miedo y defensividad en el futuro.

Los investigadores cuantificaron el efecto: los perros con adversidad en los primeros meses de vida presentaban niveles de agresividad y miedo comparables o superiores a factores clásicos como el sexo, la edad o la castración. De hecho, en muchos casos, la variable trauma en la infancia explicaba más que cualquiera de estas características biológicas.

El estudio confirma que la edad del trauma es clave: las experiencias negativas antes de los seis meses, en plena etapa de socialización, dejan la huella más profunda.

El estudio confirma que la edad del trauma es clave: las experiencias negativas antes de los seis meses, en plena etapa de socialización, dejan la huella más profunda. Foto: Evan Clark

Razas de perros más vulnerables al trauma precoz

El estudio no se detiene en constatar el vínculo. También analiza cómo la raza y la herencia genética modulan la respuesta al trauma. Y aquí aparece un panorama matizado.

👉 Algunas razas de perros mostraron una mayor vulnerabilidad: por ejemplo, el husky siberiano, el perro esquimal americano o el catahoula exhibieron incrementos claros de miedo y agresividad tras experiencias negativas tempranas. Otras, como el golden retriever y el labrador, parecieron mostrar una cierta resistencia, con escasas diferencias de conducta entre quienes habían sufrido adversidad y quienes no.

Esto no significa que ciertas razas sean inmunes ni que otras estén condenadas, advierte Espinosa. Más bien apunta a lo que los científicos llaman interacción gen-ambiente: un mismo evento puede provocar efectos distintos según la predisposición genética. En paralelo, factores como el tamaño del perro, su peso, la convivencia con niños o el origen de la adopción (criadores, refugios, hallazgos fortuitos) también influyeron en los niveles de agresividad y miedo detectados.

Paralelismos entre trauma en niños y perros

Los hallazgos en perros recuerdan a lo que décadas de investigación psicológica han mostrado en humanos. Los niños que sufren maltrato, negligencia o pérdidas tempranas tienen más probabilidades de desarrollar depresión, ansiedad o conductas agresivas en la edad adulta.

En mamíferos no humanos, desde roedores hasta primates, los experimentos han confirmado ese patrón: separar a las crías de la madre o someterlas a privaciones deja marcas emocionales profundas.

En palabras de Espinosa, los perros ofrecen una ventana única para estudiar cómo la genética y la experiencia se entrelazan en el desarrollo socioemocional. Su convivencia estrecha con nosotros, su diversidad racial y su exposición cotidiana a ambientes humanos hacen de ellos un modelo privilegiado para comprender estos procesos.

Consecuencias para el bienestar animal y la salud pública

Más allá de lo académico, el estudio tiene implicaciones directas. Los problemas de conducta son una de las principales causas de abandono y eutanasia en perros domésticos, y la agresividad canina está detrás de buena parte de las mordeduras a personas, con el consiguiente coste médico, social y económico.

👉 Comprender que los traumas tempranos son un factor de riesgo ayuda a enfocar las políticas de protección animal, las campañas de adopción y las estrategias de educación canina.

Si sabemos que un cachorro rescatado de un maltrato o abandono tiene más probabilidades de desarrollar miedos o conductas defensivas, podemos diseñar protocolos de socialización, terapias de modificación de conducta o incluso intervenciones farmacológicas que reduzcan esos riesgos.

Los autores van más allá: sugieren que los programas de cría deberían incorporar criterios de temperamento, especialmente en razas vulnerables, y que los refugios y familias de acogida reciban formación específica para manejar cachorros traumatizados.

Los perros que conviven con niños pequeños muestran más miedo y agresividad, en parte porque las interacciones infantiles —abrazos, tirones o juegos bruscos— pueden generar tensión y respuestas defensivas.

Los perros que conviven con niños pequeños muestran más miedo y agresividad, en parte porque las interacciones infantiles —abrazos, tirones o juegos bruscos— pueden generar tensión y respuestas defensivas. Foto: Vidar Nordli-Mathisen

El papel de los niños en casa

Un hallazgo llamativo del estudio es que los perros que conviven con niños pequeños muestran mayores niveles de miedo y agresividad. La explicación puede ser doble:

✅ Los niños tienden a interactuar de manera menos previsible y a veces invasiva con los perros: abrazos, tirones de orejas, juegos bruscos o intentos de quitar comida y juguetes. Eso puede incrementar la tensión y generar respuestas defensivas.

✅ Los papás humanos suelen tener una percepción más sensible cuando el comportamiento del perro implica a sus hijos. Lo que con un adulto se interpretaría como una simple advertencia (un gruñido o un gesto de incomodidad) se percibe como una amenaza más grave si el destinatario es un niño.

En cualquier caso, los datos subrayan la importancia de la educación y la supervisión en la convivencia infantil-canina.

Qué pueden hacer los adoptantes y criadores para prevenir la agresividad

Como todo trabajo basado en encuestas, el estudio tiene limitaciones. Los investigadores dependieron del relato de los dueños de las mascotas, que en muchos casos no pueden reconstruir con certeza la historia de un perro adoptado siendo adulto. Para minimizar errores, solo se consideraron adversidades tempranas aquellos relatos con información concreta sobre la edad y el tipo de evento.

Aun así, los autores admiten que sería ideal contar con estudios longitudinales, siguiendo a cachorros desde su nacimiento hasta la edad adulta. Pero un proyecto de esa magnitud resulta casi impracticable en términos de tiempo y recursos. Por eso, la estrategia de la encuesta masiva es, de momento, la más eficaz para captar la diversidad de experiencias en la población general de perros.

El equipo propone dar un paso más: investigar los mecanismos biológicos que median entre el trauma y la conducta canina. La genética, la neurobiología y la endocrinología podrían ayudar a identificar variantes genéticas de riesgo, circuitos cerebrales implicados y marcadores de estrés que permitan anticipar problemas de conducta y diseñar tratamientos más específicos.

Una lección compartida

En última instancia, los perros nos devuelven un espejo. Igual que nosotros, necesitan cuidados, estabilidad y un entorno seguro en sus primeros meses de vida para crecer equilibrados. El maltrato y la negligencia dejan cicatrices que no se borran con facilidad.

El estudio concluye que los traumas tempranos incrementan la agresividad y el miedo en perros adultos, y que el efecto es más intenso cuanto antes ocurre la adversidad. La genética y la raza modulan esa huella, pero no la anulan.

En palabras de los investigadores, «estos resultados identifican una superposición entre las experiencias adversas que afectan al bienestar psicológico en perros, humanos y otras especies». En otras palabras: entender cómo el trauma moldea la conducta canina no solo ayuda a mejorar la convivencia con nuestros compañeros de cuatro patas, también ilumina los mecanismos universales de la vulnerabilidad emocional. ▪️

Preguntas & Respuestas: Maltrato cachorros y agresividad

🐶 ¿Por qué los primeros seis meses de vida son tan importantes para un cachorro?
Porque en este periodo, conocido como etapa de socialización, el perro aprende a relacionarse con personas, otros animales y su entorno. Cualquier experiencia negativa en esos meses deja una huella duradera que puede derivar en miedo y agresividad en la edad adulta.

🐶 ¿Qué consecuencias tiene el maltrato o abandono de un cachorro?
El estudio muestra que el trauma temprano multiplica el riesgo de conductas agresivas, miedo crónico, problemas de convivencia, mordeduras y hasta abandono posterior por parte de los dueños.

🐶 ¿Todas las razas reaccionan igual al trauma infantil?
No. Algunas razas como el husky siberiano o el catahoula son más vulnerables, mientras que labradores y golden retrievers muestran mayor resiliencia. Esto confirma la interacción entre genética y entorno.

🐶 ¿Cómo ayudar a un perro que sufrió maltrato o abandono de cachorro?
La clave está en la rehabilitación conductual, con socialización controlada, entrenamiento positivo, entornos estables y, en casos graves, apoyo farmacológico bajo supervisión veterinaria.

🐶 ¿Es cierto que los perros que conviven con niños son más agresivos?
El estudio señala que sí muestran más niveles de miedo y agresividad, porque los niños interactúan de forma imprevisible (abrazos, tirones, juegos bruscos), lo que puede generar tensión y respuestas defensivas. ⚫️

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