El «Nanotyrannus» no era un «T. rex» juvenil: un nuevo estudio confirma que era una especie adulta y distinta
Un análisis microscópico de un diminuto hueso de la garganta ha resuelto por fin una de las mayores polémicas de la paleontología moderna. El misterioso Nanotyrannus no era un Tyrannosaurus rex adolescente, sino un depredador adulto que compartió territorio con el rey de los dinosaurios.
Por Enrique Coperías
Enfrentamiento en el Cretácico tardío entre un Nanotyrannus adulto (izquierda) y dos Tyrannosaurus rex juveniles, bajo la mirada distante de un subadulto. La escena recuerda al célebre trío de T. rex del Museo de Historia Natural de Los Ángeles. Ilustración de Jorge González.
Durante décadas, la paleontología ha convivido con un pequeño enigma con nombre propio: Nanotyrannus, un cráneo esbelto y de aspecto feroz hallado en Dakota del Norte y descrito en los años ochenta como una especie distinta del resto de los dinosaurios.
La comunidad científica llevaba desde entonces dividida entre quienes defendían que se trataba de un tiranosaurio en miniatura y quienes veían en él simplemente a un Tyrannosaurus rex adolescente. Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Science zanja la disputa con un puñetazo sobre la mesa: el presunto nanotirano no era un ejemplar juvenil, sino un depredador adulto, plenamente formado y separado evolutivamente del gigante que dominó el final del Cretácico.
El trabajo, liderado por Christopher Griffin, profesor de Geociencias en la Universidad de Princeton, y con la participación del Dinosaur Institute del Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles, aporta una línea de evidencia hasta ahora inexplorada: el hioides, un hueso de la garganta que sostiene la lengua.
🗣️ «La identidad del holotipo —el fósil o espécimen único que sirve para definir oficialmente una especie y con el que se comparan todos los demás—era la pieza clave de este debate. Descubrir que este cráneo pequeño estaba totalmente desarrollado demuestra, de forma definitiva, que es distinto de Tyrannosaurus rex», afirma Griffin.
Cómo se mide la madurez de un dinosaurio
La técnica empleada por los paleontólogos recuerda al análisis de los anillos de crecimiento de un árbol. Al cortar secciones finas de un hueso y observar su estructura microscópica, los paleontólogos pueden deducir el ritmo de crecimiento y el grado de madurez de un animal extinguido. Normalmente se recurren a huesos largos, como fémures y costillas, pero el holotipo del Nanotyrannus conserva sobre todo el cráneo, un rompecabezas de cavidades sinusales —huecos internos dentro de los huesos del cráneo que aligeran su peso y alojan estructuras como senos y conductos de aire— poco útil para estos métodos. La excepción era el hioides.
Al inicio, ni siquiera los propios investigadores confiaban en que sirviera este hueso impar, medio y simétrico, situado en la parte anterior del cuello, por debajo de la lengua y por encima del cartílago tiroides.
«Cuando empezamos, no estaba claro que el hioides preservara un registro fiable del crecimiento. Incluso nosotros asumíamos que el Nanotyrannus era un T. rex juvenil, así que esperábamos ver un hueso en pleno crecimiento acelerado — admite Zach Morris, investigador posdoctoral del Dinosaur Institute y coautor del trabajo. Y añade—: Lo que no esperábamos era encontrar señales clarísimas de que el animal estaba cerca de la madurez, con el crecimiento prácticamente detenido».
Zach Morris analiza el hioides, el delicado hueso de la garganta, del ejemplar Thomas en las colecciones del Dinosaur Institute, una pieza clave para reconstruir el crecimiento de los tiranosaurios. Imagen de Stephanie Abramowicz.
Hallazgos inesperados en el hioides
Antes de poder reivindicar el hioides como herramienta de datación, el equipo tuvo que demostrar que su microestructura refleja la edad de forma consistente. Griffin reunió a especialistas en la materia para comparar estos huesos en lagartos, cocodrilos, aves actuales y varios dinosaurios, y construir una base de datos inédita.
«Para demostrar que el hioides funciona en Nanotyrannus, primero necesitábamos un apoyo sólido de múltiples grupos de reptiles vivos y dinosaurios extinguidos», explica este paleontólogo.
La colección del museo de Los Ángeles aportó una pieza fundamental: su serie de crecimiento del T. rex, que abarca desde ejemplares juveniles hasta adultos. Morris dirigió el muestreo del joven Thomas, uno de los protagonistas de esa serie.
🗣️ «La colección del Dino Hall fue crítica para demostrar que el hioides de T. rex registra la misma información que los huesos largos —señala Morris—. Tener una serie ya analizada histológicamente nos permitió comparar señales de crecimiento entre huesos distintos y comprobar que eran coherentes incluso en estos depredadores gigantes».
Los resultados fueron reveladores. «Nuestro T. rex adolescente muestra rasgos inmaduros tanto en las extremidades como en el hioides, mientras que Thomas parece más maduro, pero no del todo adulto. Y, curiosamente, Thomas es mucho menos maduro que el holotipo de Nanotyrannus, pese a ser bastante más grande», apunta Morris.
La importancia de determinar la madurez de un holotipo
El estudio subraya además la importancia de conocer el grado de madurez de los holotipos, o sea, los especímenes que definen una especie. Confundir un juvenil con un adulto puede distorsionar por completo la interpretación evolutiva.
Para Caitlin Colleary, conservadora del Museo de Historia Natural de Cleveland y autora sénior del artículo, la clave está en equilibrar preservación y ciencia.
«Muchas técnicas modernas requieren cierto grado de análisis destructivo. Como conservadora, siempre intento equilibrar conservación y descubrimiento. Escaneamos en 3D el hioides, hicimos moldes y aún queda material para futuros análisis —explica Colleary. Y añade—: En este caso mereció la pena: lo que hemos ganado supera con creces lo perdido».
Morris, investigador posdoctoral del Dinosaur Institute, compara una réplica del cráneo de Nanotyrannus con los esqueletos juvenil (izquierda) y adolescente (derecha) de la icónica serie de crecimiento de T. rex del Dinosaur Hall. Cortesía: Stephanie Abramowicz.
Reescribiendo la ecología del Cretácico tardío
Más allá de resolver una polémica histórica, el hallazgo obliga a replantear la ecología del Cretácico tardío en Norteamérica. Lejos de un único superdepredador, el paisaje pudo albergar varias especies de tiranosaurios coexistiendo y compitiendo entre sí.
«Resulta muy interesante que nuestro estudio coincida con otras líneas de evidencia publicadas recientemente, que también apuntan a múltiples especies viviendo juntas. Necesitamos reevaluar cómo imaginamos estos ecosistemas», sostiene Morris.
Para el Dinosaur Institute, el trabajo demuestra el valor científico de las colecciones de museo. «La experiencia de Zach en crecimiento y desarrollo, junto con sus habilidades histológicas, ha sido crucial —afirma Nate Smith, director y conservador del instituto. Y concluye—: Este estudio muestra el enorme potencial de colecciones únicas como la serie de crecimiento del T. rex, que no solo educan al público, sino que impulsan descubrimientos científicos de primer nivel”.
El pequeño enigma, convertido ahora en un rey tirano en miniatura, ha recuperado su trono perdido. Y lo ha hecho demostrando que aún quedan muchas historias por desenterrar en los huesos de los dinosaurios del pasado.▪️
Información facilitada por el Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles
Fuente: Christopher T. Griffin et al. A diminutive tyrannosaur lived alongside Tyrannosaurus rex. Science (2025). DOI: 10.1126/science.adx8706

