Enigma cósmico resuelto: Betelgeuse sí tiene una estrella compañera, y se llama Siwarha

Un equipo de astrónomos ha logrado lo impensable: obtener una imagen directa, aunque tenue, de una estrella compañera orbitando a Betelgeuse, una de las más brillantes y misteriosas estrellas del cielo nocturno.

Por Enrique Coperías

Betelgeuse y su compañera estelar, en azul. Los astrónomos que la han descubierto proponen llamarla Siwarha.

Betelgeuse y su compañera estelar, en azul. Los astrónomos que la han descubierto proponen llamarla Siwarha. Cortesía: International Gemini Observatory / NOIRLab /NSF / AURA / Image Processing: M. Zamani (NSF NOIRLab)

Durante milenios, la humanidad ha observado a Betelgeuse con asombro. Esta estrella roja, situada en el hombro de la constelación de Orión, es una de las más prominentes del firmamento y también una de las más peculiares. Su color, su tamaño colosal —con un radio aproximadamente setecientos veces el del Sol— y sus variaciones de brillo han hecho de ella un objeto de estudio constante desde los tiempos de Herschel en el siglo XIX.

Pero más allá de su notoriedad y sus cambios de luminosidad, había una pregunta sin respuesta que intrigaba a los astrónomos desde hace décadas: ¿está Betelgeuse sola?

La respuesta, al parecer, es no.

Un equipo liderado por Steve Howell, científico del Centro de Investigación Ames de la NASA, ha conseguido captar por primera vez lo que parece ser la esquiva compañera estelar de Betelgeuse. El descubrimiento fue posible gracias al uso de una técnica de imagen de alta resolución conocida como el speckle imaging y al poder del telescopio Gemini Norte, de 8, 1 metros, situado en Maunakea, en Hawái.

Por qué Betelgeuse es tan especial

Betelgeuse, también conocida como Alpha Orionis, no solo es un espectáculo visual para los aficionados a la astronomía. También es una estrella joven, al menos en términos cósmicos: tiene unos 10 millones de años. Sin embargo, ya se encuentra en una etapa avanzada de su evolución y está destinada a morir en una explosión de supernova dentro de unos pocos miles —o decenas de miles— de años.

Una de las características más notables de Betelgeuse es su variabilidad. Desde hace mucho tiempo se sabe que su brillo cambia, con un ciclo principal de unos cuatrocientos días. Pero también presenta una variación secundaria más prolongada, de aproximadamente seis años, que no encaja fácilmente con los modelos conocidos de pulsación estelar.

Durante mucho tiempo, esa variabilidad de seis años fue un enigma astronómico. Algunos investigadores comenzaron a proponer la existencia de una estrella binaria como posible explicación. Pero nadie había logrado verla. Telescopios tan poderosos como el Hubble y el Observatorio de Rayos X Chandra no habían podido detectar señal alguna de un segundo astro junto a Betelgeuse.

Eso cambió en diciembre de 2024.

Betelgeuse y su compañera estelar, en Orión.

Betelgeuse y su compañera estelar, en Orión. Cortesía: Cortesía: International Gemini Observatory / NOIRLab /NSF / AURA / Image Processing: M. Zamani (NSF NOIRLab)

El evento que lo cambió todo: la gran atenuación

En 2019 y 2020, Betelgeuse protagonizó un evento que sacudió al mundo científico: una repentina y drástica disminución de su brillo —conocida como la gran atenuación— hizo pensar a muchos que su explosión como supernova era inminente.

Finalmente, la explicación fue más mundana, pero no menos interesante: la estrella había expulsado una enorme cantidad de material estelar que generó una nube de polvo, la cual bloqueó temporalmente parte de su luz.

Sin embargo, ese evento reavivó el interés por la estrella y motivó un nuevo análisis de los datos disponibles. Fue así como varios equipos científicos, al revisar décadas de observaciones, llegaron a la conclusión de que una estrella compañera no solo era probable, sino necesaria para explicar el extraño comportamiento de Betelgeuse.

Con esa base, Howell y su equipo decidieron buscarla directamente.

Así se logró detectar a la compañera de Betelgeuse

La clave para el hallazgo fue utilizar el instrumento ‘Alopeke —voz que significa zorro en hawaiano—, un sistema de imagen por speckle montado en el telescopio Gemini Norte. Este método emplea miles de exposiciones ultracortas para congelar las distorsiones atmosféricas, y luego reconstruir imágenes con una resolución casi tan buena como si se observara desde el espacio.

En total, se realizaron dos campañas de observación: la primera en febrero de 2020, justo durante la gran atenuación, cuando la compañera se encontraba alineada con Betelgeuse y, por tanto, oculta; y la segunda en diciembre de 2024, tres días después del momento en que la compañera debía estar más separada visualmente de la estrella principal.

Los resultados fueron claros: en 2020 no se detectó nada. Pero en 2024, apareció una débil pero consistente señal, justo en la posición y con las características previstas por modelos anteriores.

«Gemini Norte demostró una capacidad impresionante para obtener imágenes de altísima resolución y detectar contrastes agudos —explica Howell. Y añade—: ‘Alopeke hizo lo que ningún otro telescopio había logrado antes”, añadió. “Los estudios previos predecían la existencia de esta compañera, pero también afirmaban que probablemente nunca podríamos verla».

¿Qué sabemos de la estrella compañera?

Aunque la detección es marginal —con una significancia de 1.5σ, justo en el límite de lo aceptable en astronomía—, todos los datos encajan con las predicciones: el momento de la aparición, su posición angular respecto a Betelgeuse (52 milisegundos de arco al sureste), y la diferencia de brillo, que es de unas seis magnitudes en la banda óptica azul.

Esto sugiere que la estrella compañera tiene una masa de aproximadamente 1.5 a 1.6 veces la del Sol y que se trata de una estrella joven de tipo A o B, todavía en formación —es decir, una estrella presecuencia principal, que aún no ha comenzado a fusionar hidrógeno en su núcleo.

Una de las sorpresas del hallazgo es la cercanía entre ambas estrellas: la compañera orbita a tan solo unas cuatro unidades astronómicas, lo que implica que se encuentra dentro de la atmósfera extendida de Betelgeuse. Este detalle no solo refuerza la validez de la detección, sino que destaca la extraordinaria capacidad de resolución del sistema ‘Alopeke.

Un destino compartido... y trágico

Betelgeuse y su compañera probablemente nacieron al mismo tiempo, hace unos 10 millones de años. Sin embargo, no compartirán un mismo final. Las intensas fuerzas gravitacionales provocarán, eventualmente, que la estrella más pequeña espiralice hacia Betelgeuse. Cuando esto ocurra, la compañera será destruida, absorbida por la supergigante roja en un acto final de canibalismo estelar.

«Creemos que esto ocurrirá en los próximos 10.000 años», pronostica Howell.

El descubrimiento también podría ayudar a explicar por qué otras supergigantes rojas muestran variaciones de brillo similares en escalas de varios años. Podría tratarse de sistemas binarios similares, cuyas compañeras simplemente aún no han sido detectadas.

¿Cuándo se podrá volver a observar?

La próxima oportunidad para observar a la estrella compañera en su máxima separación de Betelgeuse será en noviembre de 2027. Howell y su equipo ya planean nuevas observaciones para entonces.

Con mejores condiciones y más información, esperan poder confirmar plenamente la detección y caracterizar en mayor detalle a este esquivo astro.

«Las capacidades de imagen speckle de Gemini siguen siendo una herramienta espectacular, disponible para todos los astrónomos y con aplicaciones en una gran variedad de áreas. —declara Martin Still, director de programa del Observatorio Gemini Internacional—. Resolver el misterio de Betelgeuse, que ha perdurado por cientos de años, será un logro evocador y perdurable».

Como colofón, los autores del estudio han propuesto un nombre para la nueva estrella descubierta: Siwarha, que en árabe significa su brazalete. El nombre evoca la antigua designación de Betelgeuse como la mano del gigante, dentro de la mitología árabe de la constelación de Orión.

Si Betelgeuse es la mano del gigante celeste, entonces Siwarha es la joya que adorna su muñeca, una compañera silente que ha orbitado oculta durante millones de años... hasta ahora. ▪️

Anterior
Anterior

¿Pueden dos fármacos contra el cáncer ser la clave para tratar el alzhéimer?

Siguiente
Siguiente

Test genético para predecir la obesidad infantil y adulta: cómo funciona y por qué puede cambiar la prevención