La huella plástica que flotará durante un siglo más: el futuro deprimente de los microplásticos en los océanos

Aunque el mundo dejara hoy mismo de verter plásticos al mar, la contaminación seguiría viva durante generaciones. Los océanos se han convertido en un reloj de arena donde los microplásticos caen lentamente hacia el fondo, dejando una huella que durará más que cualquiera de nosotros.

Por Enrique Coperías

Cada año llegan al mar entre 1 y 1,7 millones de toneladas de plástico, según Our World in Data, aunque la masa flotante visible es mucho menor: alrededor de 269.000 toneladas se acumulan en la superficie oceánica

Cada año llegan al mar entre 1 y 1,7 millones de toneladas de plástico, según Our World in Data, aunque la masa flotante visible es mucho menor: alrededor de 269.000 toneladas se acumulan en la superficie oceánica, según estimaciones científicas previas. Foto: Naja Bertolt Jensen

Incluso si hoy dejáramos de verter plásticos al mar, los océanos seguirían recibiendo microfragmentos durante más de un siglo. Es la inquietante conclusión de un nuevo estudio científico firmado por investigadores de la Universidad Queen Mary de Londres y el British Antarctic Survey, que ha desarrollado un modelo matemático capaz de cuantificar el destino a largo plazo de los plásticos flotantes.

El hallazgo desmonta la idea de que bastaría con cerrar el grifo de los residuos para que el problema desapareciera: la contaminación plástica marina ya instalada en la superficie es, por sí sola, una fuente persistente y casi inagotable de microplásticos.

Recordemos que los microplásticos, definidos como fragmentos de plástico de menos de cinco milímetros, son hoy uno de los contaminantes más ubicuos del planeta. Pueden tener origen primario, cuando se fabrican directamente en ese tamaño, como los microgránulos usados en cosméticos o los pélets industriales; o secundario, cuando proceden de la degradación de objetos plásticos mayores bajo la acción del sol, las olas y el roce con otros materiales.

Su pequeño tamaño les permite dispersarse por el agua, el aire y los sedimentos, y ser ingeridos por peces, moluscos y aves marinas, lo que los convierte en un elemento invisible pero constante de la cadena trófica que acaba alcanzando también al ser humano.

Del flotador al polvo invisible: cómo viajan los microplásticos en el mar

Los científicos han abordado uno de los grandes enigmas de la contaminación marina: ¿por qué, si cada año llegan millones de toneladas de plásticos al océano, la cantidad flotante observada en superficie es mucho menor de lo esperado? Parte de la respuesta, sugiere el equipo liderado por Nan Wu, está en el viaje vertical de los microplásticos, una travesía que puede tardar décadas en completarse.

El estudio combina dos procesos que hasta ahora se habían estudiado por separado:

1️⃣ La fragmentación del plástico: la degradación progresiva de un objeto plástico en trozos cada vez más pequeños.

2️⃣ La sedimentación selectiva, el mecanismo mediante el cual esos microfragmentos se adhieren a las llamadas nieves marinas, agregados de materia orgánica que actúan como ascensores biológicos hacia las profundidades oceánicas.

Al acoplar ambos fenómenos en un mismo modelo, los autores logran por primera vez estimar con precisión cuánto tarda un trozo de plástico en desaparecer de la superficie y cuánto de ese material acaba finalmente en los sedimentos del fondo marino.

Una simulación a escala de un siglo sobre la degradación del plástico

El equipo trabajó con un caso representativo: una esfera de polietileno (PE) de 10 milímetros de diámetro, un plástico común en envases y utensilios domésticos. El modelo oceánico, que reproduce las condiciones del giro subtropical del Pacífico Norte —la región donde se acumula la llamada isla de basura—, sigue el destino de esa partícula a lo largo de un siglo.

En ese tiempo, el plástico se va degradando por la acción del sol, el oleaje y la abrasión, y se fragmenta en piezas más pequeñas. Solo las partículas menores de unas 160 micras —unas seis veces más finas que un cabello humano— pueden incorporarse a los copos de nieve marina y comenzar su lento descenso.

El proceso, sin embargo, es desesperadamente lento. Tras diez años, la esfera inicial conserva aún el 70% de su masa. Treinta años después, mantiene cerca del 40%. Incluso al cabo de un siglo, alrededor del 10% del material original sigue flotando, liberando microplásticos al mar superficial.

🗣️ «La gente suele asumir que el plástico en el océano simplemente se hunde o desaparece. Pero nuestro modelo muestra que la mayoría de los plásticos grandes y flotantes se degradan lentamente en la superficie, fragmentándose en partículas más pequeñas a lo largo de décadas —explica Wu, del Departamento de Geografía y Ciencias Ambientales de la Universidad Queen Mary de Londres.

En palabras de esta ecóloga marina, «estos diminutos fragmentos pueden después viajar a lomos de la nieve marina —pequeñas partículas de materia orgánica que caen al fondo marino y que en altas concentraciones dan la sensación de que nevase—hasta alcanzar el fondo del océano, pero ese proceso lleva tiempo. Incluso después de cien años, alrededor del 10% del plástico original todavía puede encontrarse en la superficie».

Copos de desechos conocidos como nieve marina caen lentamente a través del océano, transportando partículas de materia orgánica —y también microplásticos— hacia el fondo marino. En la imagen, junto a un pulpo dumbo.

Copos de desechos conocidos como nieve marina caen lentamente a través del océano, transportando partículas de materia orgánica —y también microplásticos— hacia el fondo marino. En la imagen, junto a un pulpo dumbo. NOAA National Ocean Service

El lento viaje hasta el fondo marino

Los fragmentos más pequeños, de entre 25 y 75 micras, son los que logran colarse en las nieves marinas y viajar hacia las profundidades oceánicas.

Según el modelo, una partícula de 25 micras tarda unos 80 días en alcanzar los 3.000 metros de profundidad y cerca de 290 días en tocar el fondo oceánico. Las de 75 micras requieren algo más de un año. Pero este no es un viaje directo: los microplásticos pasan por ciclos repetidos de incorporación y liberación. Se adhieren a un agregado biológico, descienden unos metros, se desprenden al desintegrarse la nieve marina y vuelven a ascender por flotabilidad, hasta ser capturados de nuevo por otro copo. Tras muchos de estos bucles, acaban acumulándose finalmente en el sedimento profundo.

El modelo predice que, después de cien años, casi el 90% de la masa inicial habrá acabado bajo la superficie: una parte en la columna de agua, pero la mayoría enterrada en los fondos marinos. Solo una pequeña fracción —menos del 2%— permanece suspendida en el agua intermedia. Esa distribución coincide con las observaciones de campo que muestran altas concentraciones de microplásticos en sedimentos profundos, pero cantidades relativamente bajas en las capas intermedias del océano.

El factor decisivo: la velocidad de degradación del plástico

El estudio identifica el ritmo de degradación del plástico como la variable más determinante de su persistencia. Si el material se degrada lentamente —a razón de un 0,045% mensual, según los escenarios más conservadores—, la mayor parte de su masa permanecerá flotando durante más de un siglo. En cambio, una tasa diez veces mayor aceleraría la fragmentación del plástico y reduciría de forma drástica el tiempo de residencia en superficie.

Las características del plástico, su densidad y su resistencia a la radiación ultravioleta influyen directamente en ese ritmo.

La probabilidad y el modo en que el material se fragmenta también son factores clave. Fragmentaciones que generan principalmente partículas intermedias tienden a retener más masa en la superficie, mientras que aquellas que producen micropartículas muy pequeñas favorecen un descenso más rápido hacia el fondo.

En cualquier caso, los autores del estudio destacan que la degradación del plástico, más que la sedimentación, es el verdadero cuello de botella en la limpieza natural del océano: sin fragmentación suficiente, el plástico no puede abandonar la superficie.

Un legado que durará generaciones

La conclusión más preocupante de este trabajo es que la contaminación plástica actual tiene un efecto de larga cola. «Incluso si dejáramos de producir y verter plástico hoy, la contaminación seguiría alimentándose a sí misma durante generaciones», advierte el estudio. Los grandes fragmentos que hoy flotan en los giros oceánicos continuarán rompiéndose en microplásticos a lo largo de las próximas décadas, y liberarán un flujo constante de partículas microscópicas que pueden afectar a los ecosistemas marinos y alterar los ciclos biogeoquímicos del océano.

Wu y sus colegas plantean un escenario inquietante: si la producción y el vertido de plásticos continúan aumentando al ritmo actual, el número de microplásticos podría crecer más rápido que la capacidad natural del océano para retirarlos mediante la sedimentación biológica.

Est situación podría saturar el llamado bombeo biológico, esto es, el proceso por el que el fitoplancton y los organismos marinos transportan carbono al fondo, y reducir la eficiencia del océano como sumidero de CO₂. En las regiones oligotróficas —ambientes con bajos niveles de nutrientes que ofrecen poco para sustentar la vida—, como los grandes giros oceánicos, esa sobrecarga de microplásticos podría alterar el equilibrio del ecosistema y agravar el cambio climático.

Los plásticos han llegado prácticamente a todos los rincones del planeta. Investigaciones recientes han detectado microplásticos en el hielo ártico y antártico, atrapados durante décadas

Los plásticos han llegado prácticamente a todos los rincones del planeta. Investigaciones recientes han detectado microplásticos en el hielo ártico y antártico, atrapados durante décadas, e incluso en la nieve de zonas montañosas remotas como los Alpes o el Himalaya. Foto: Yomex Owo

Un problema que heredarán nuestros nietos

Los investigadores son claros ante este problema y aseguran que las estrategias centradas únicamente en retirar residuos flotantes o reducir las emisiones de plástico, aunque necesarias, no bastan.

«Las limpiezas oceánicas pueden ayudar a mitigar el problema, pero no lo resolverán. Hay que afrontar también la persistencia de los plásticos ya existentes», apunta Wu.

La profesora Kate Spencer, coautora del trabajo del Departamento de Geografía y Ciencias Ambientales de la Universidad Queen Mary de Londres, subraya la dimensión generacional del desafío: «Este trabajo forma parte de una investigación más amplia que demuestra la enorme importancia de los sedimentos finos y pegajosos en suspensión para controlar el destino y el transporte de los microplásticos. También nos recuerda que la contaminación por microplásticos es un problema intergeneracional: nuestros nietos seguirán intentando limpiar los océanos, incluso si dejáramos de contaminar con plásticos a partir de mañana».

Más allá de limpiar los mares: prevenir desde la fuente

El estudio propone que las políticas de mitigación incluyan medidas de recuperación activa de macroplásticos en las zonas de acumulación superficial, como el Pacífico Norte o el Atlántico subtropical, combinadas con acciones en tierra para frenar la llegada de nuevos residuos.

Además, los autores sugieren que el modelo oceanográfico podría integrarse en sistemas tridimensionales de circulación oceánica para identificar los puntos calientes de contaminación y orientar operaciones de limpieza más efectivas.

El profesor Andrew Manning, coautor y científico principal en HR Wallingford, coincide en que el reto exige una visión de largo plazo: «Este estudio ayuda a explicar por qué falta tanto del plástico que esperaríamos encontrar en la superficie del océano. A medida que los plásticos grandes se fragmentan, se vuelven lo bastante pequeños como para adherirse a la nieve marina y hundirse. Pero esa transformación lleva décadas. Incluso después de un siglo, los fragmentos siguen flotando y descomponiéndose. Para abordar el problema de verdad, necesitamos pensar a largo plazo y mirar más allá de simplemente limpiar la superficie».

Limpiar las playas de plásticos es necesario, pero insuficiente para atajar el problema de la contaminación plástica.

Limpiar las playas de plásticos es necesario, pero insuficiente para atajar el problema de la contaminación plástica. El estudio propone que las políticas de mitigación incluyan medidas de recuperación activa de macroplásticos en las zonas de acumulación superficial, como el Pacífico Norte o el Atlántico subtropical, combinadas con acciones en tierra para frenar la llegada de nuevos residuos. Foto: OCG Saving The Ocean

Un modelo para predecir el futuro del plástico marino

El trabajo de Wu y sus colegas representa un avance significativo en la comprensión del ciclo vital del plástico marino. Hasta ahora, los modelos se centraban en los efectos del biofouling —la colonización de las superficies plásticas por microorganismos— para explicar el hundimiento del material. Sin embargo, esos procesos apenas afectan a los plásticos grandes y no bastan para explicar su transporte al fondo.

El nuevo enfoque, que combina degradación física y transporte biológico, ofrece un marco mecanicista y cuantitativo capaz de reproducir los patrones observados en el océano real.

El modelo, de una dimensión vertical y con resolución temporal de minutos, puede extrapolarse a otros polímeros y morfologías, e incluso adaptarse a diferentes condiciones ambientales.

«Este tipo de simulaciones nos permite estimar con mayor precisión cuánto tiempo permanecerá cada tipo de plástico en el mar y priorizar las acciones de gestión ambiental en función de su persistencia», podemos leer en el artículo científico. En el futuro, los investigadores aspiran a incorporar varios tipos de polímeros y factores biogeoquímicos para construir una versión tridimensional que reproduzca las corrientes oceánicas y la distribución global de microplásticos.

El reloj de los plásticos ya está en marcha

El trabajo, publicado en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society A, se enmarca en una edición especial dedicada a la sedimentología de los plásticos. Su mensaje es inequívoco: el océano no olvidará fácilmente los plásticos que le hemos confiado. A diferencia de otros contaminantes que pueden degradarse o diluirse, los polímeros sintéticos se transforman, pero no desaparecen.

Se fragmentan en partículas invisibles que continúan circulando por siglos, infiltrándose en la cadena trófica marina y alterando los procesos ecológicos más profundos.

En última instancia, el estudio de Wu y sus colegas ofrece un recordatorio incómodo pero necesario: el problema del plástico no flota solo en la superficie, sino también en el tiempo. Cada botella, bolsa o envoltorio abandonado en el mar es el comienzo de una herencia que durará más que nosotros. Y aunque los modelos científicos puedan predecir su destino, la responsabilidad de cambiarlo sigue siendo humana.▪️

  • Información facilitada por la Queen Mary University of London

  • Fuente: Nan Wu, Stuart Grieve, Andrew Manning and Kate Spencer. Coupling fragmentation to a size-selective sedimentation model can quantify the long-term fate of buoyant plastics in the ocean. Philosophical Transactions of the Royal Society A Mathematical Physical and Engineering Sciences (2025). DOI: https://doi.org/10.1098/rsta.2024.0445

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