Praderas marinas, las superesponjas de «carbono azul»: nuevos hallazgos sobre nutrientes, cambio climático y conservación

Las praderas marinas, auténticas superesponjas de carbono azul, sorprenden a la ciencia: lejos de ser siempre víctimas de la contaminación por nutrientes, pueden convertirse en fieles aliadas contra el cambio climático, si se gestionan con inteligencia.

Por Enrique Coperías

En las cálidas y pobres aguas del Caribe, las praderas marinas pueden convertirse en aliadas inesperadas contra el cambio climático, siempre que sepamos gestionar los nutrientes adecuados.

En las cálidas y pobres aguas del Caribe, las praderas marinas pueden convertirse en aliadas inesperadas contra el cambio climático, siempre que sepamos gestionar los nutrientes adecuados. Foto: Benjamin L. Jones

Durante décadas, la narrativa dominante sobre la eutrofización —el exceso de nutrientes que invade los ecosistemas costeros— se había construido a partir de ejemplos de aguas templadas: bahías europeas, estuarios norteamericanos, fiordos del norte... Allí, el exceso de fertilizantes y aguas residuales dispara el crecimiento de algas microscópicas y epífitas que, al cubrir las hojas de las praderas marinas, bloquean la luz y condenan al ecosistema a la asfixia.

Sin embargo, un grupo de ecólogos marinos de la Universidad de Míchigan, liderado por Bridget Shayka y Jacob Allgeier, ha demostrado que esa historia no aplica en los trópicos. Y que, de hecho, en las aguas cálidas y pobres en nutrientes del Caribe, el cuadro es muy distinto: las praderas de pastos marinos pueden volverse aliadas inesperadas contra el cambio climático, siempre y cuando sepamos qué nutriente controlar y cómo leer sus respuestas.


El papel oculto de las praderas marinas en el secuestro de carbono

Dos estudios complementarios, uno publicado en Global Change Biology y otro en Conservation Letters, replantean nuestra visión y, de hecho, funcionan como las dos caras de una moneda:

✅ El primero, fruto de un experimento de nueve años en las Bahamas, desentraña los mecanismos bioquímicos y ecológicos que permiten a las praderas de fanerógamas marinas enterrar carbono en sus sedimentos durante siglos.

✅ El segundo desmonta el modelo clásico de eutrofización y plantea uno nuevo para los ecosistemas tropicales: allí el peligro no son los epífitos que cubren las hojas, sino el fitoplancton que enturbia el agua cuando hay demasiado nitrógeno.

Juntos, dibujan una visión más optimista y, a la vez, más matizada de estos ecosistemas: lejos de ser simples víctimas de la contaminación por nutrientes, las praderas marinas, un lecho poblado por plantas angiospermas, monocotiledóneas, perennes y rizomatosas, pertenecientes a una de las familias de las monocotiledóneas, pueden convertirse en infraestructuras naturales de secuestro de carbono, siempre que actuemos con inteligencia.

En conjunto, las conclusiones finales transforman a estas praderas en lo que los propios investigadores llaman esponjas de carbono, infraestructuras naturales capaces de capturar y almacenar CO₂ de forma más eficaz de lo que se pensaba, siempre que gestionemos con inteligencia los aportes de nutrientes.

Nutrientes: ¿enemigos o aliados?

El punto de partida del equipo de investigación fue una paradoja. «La gente pensaba que el exceso de nutrientes estaba matando a las praderas marinas —explica Allgeier, profesor de Ecología y Biología Evolutiva. Y añade—: Pero mostramos que, mientras no haya demasiados nutrientes —lo que también dispararía al fitoplancton—, las praderas submarinas simplemente crece más con ese aporte extra».

La explicación de fenómeno radica en que las aguas tropicales suelen ser extremadamente pobres en nutrientes. Allí, la llegada de fósforo o nitrógeno funciona como un fertilizante natural que dispara el crecimiento, siempre y cuando no se cree una sopa verde de fitoplancton que bloquee la luz.

«Los sistemas que estudiamos son muy pobres en nutrientes, así que añadirlos puede aumentar la producción de pastos marinos. Pero también sabemos que cuando se excede, realmente se destruyen estos sistemas. Es una de las principales causas de su degradación en todo el mundo» matiza Shayka, autora principal de los estudios y hoy responsable de programas en la ONG Ocean Visions, en un comunicado de la Universidad de Míchigan.

El laboratorio natural de Ábaco

Para poner a prueba estas ideas, el equipo diseñó uno de los experimentos más ambiciosos hasta la fecha en praderas marinas. Durante nueve años instalaron arrecifes artificiales en la bahía de Old Robinson, en Ábaco (Bahamas), para recrear distintos escenarios de aporte de nutrientes, desde nutrientes derivados de peces, que simulan un ecosistema con abundante fauna, hasta fertilizantes de origen humano. El objetivo no era otro que responder a tres preguntas básicas:

1️⃣ ¿Cómo cambian la biomasa y el almacenamiento de carbono cuando varían la fuente y la tasa de aporte de nutrientes?

2️⃣ ¿Qué relaciones causales explican la producción de biomasa sobre el sustrato?

3️⃣ ¿Cómo afecta todo esto a la capacidad de las praderas de enterrar carbono bajo el sedimento, allí donde puede quedar secuestrado durante siglos?.

Las praderas de hierba de tortuga (Thalassia testudinum), especie dominante en aquellas aguas, fueron el objeto de estudio. Shayka y diecisiete estudiantes se sumergieron literalmente en el trabajo: recogieron muestras, separaron a mano cada parte de las plantas —hojas, vainas, raíces y rizomas—, las liofilizaron, pulverizaron y analizaron para medir su contenido de carbono, nitrógeno y fósforo. Un trabajo titánico que permitió seguir el destino del carbono azul, esto es, el carbono que capturan y almacenan los ecosistemas marinos y costeros, en cada rincón de la planta.

El hallazgo más sorprendente fue que el enriquecimiento de nutrientes no destruye automáticamente el ecosistema, como cabría esperar de la narrativa clásica. Al contrario: aumentó la biomasa sobre el fondo marino y la tasa de producción de carbono, aunque a costa de una disminución de las raíces y rizomas bajo el sustrato.

Dos medidas simples, un gran indicador

Esa aparente paradoja se traduce en un mayor recambio de carbono, especialmente en el subsuelo: el carbono entra y sale del sistema más rápido, pero también aumenta la fracción que logra enterrarse de manera estable. El balance: más producción, más recambio y más carbono enterrado.

Otro descubrimiento del equipo de Shayka con valor para la conservación fue la identificación de dos indicadores fáciles de medir in situ. Comprobaron que la altura de las hojas y la densidad de brotes podían utilizarse como predictores fiables del recambio de carbono bajo el sedimento. Esta es una gran noticia para la gestión ambiental: cualquier equipo de conservación comunitario puede evaluar con observaciones sencillas qué praderas marinas tienen mayor potencial como sumideros de carbono.

Esto abre la puerta a incluir estos bosques vegetales en las carteras de soluciones basadas en la naturaleza para mitigar el cambio climático. «Las plantas marinas tiene el potencial de ser una de las esponjas más efectivas del mundo para absorber y almacenar carbono», dicen los autores del estudio.

Fósforo vs. nitrógeno: efectos opuestos en el ecosistema

El segundo estudio, que se concibió como complemento conceptual del primero, fue más allá: mientras el experimento de nueve años desentrañaba los mecanismos de producción y almacenamiento de carbono, este segundo trabajo se centró en replantear el modelo de eutrofización en ambientes tropicales y subtropicales.

El modelo clásico, forjado en aguas templadas, asegura que el exceso de nutrientes se traduce en un sobrecrecimiento de epífitos y macroalgas sobre las hojas que reduce la cantidad de luz y la muerte de las praderas. Pero en los trópicos la película es bien. En sus experimentos, Shayka y Allgeier comprobaron que:

El fósforo (P) es el nutriente que más favorece el crecimiento del pasto marino. Añadirlo no solo no mata al ecosistema, sino que estimula su vigor sin que aparezcan alfombras de epífitos que bloqueen la luz.

El nitrógeno (N), en cambio, dispara el crecimiento del fitoplancton en la columna de agua. Y es allí, en la capa superficial, donde se juega el destino de las praderas: demasiadas algas microscópicas flotando reducen la transparencia del agua y privan de luz a los pastos.

✅ A diferencia de los ecosistemas templados, en estos sistemas tropicales los epífitos o plantas que crecen sobre otro vegetal no son el problema. Nunca alcanzan niveles de sobrecrecimiento que comprometan la supervivencia del pasto marino.

Los resultados de esta investigación desmontan dogmas. El nitrógeno es el verdadero verdugo: cuando el agua se enturbia, la luz no llega al fondo y las praderas mueren.

«Cuando cultivas tomates, no añades solo nitrógeno. Añades una proporción perfecta de nitrógeno y fósforo. Esa idea está muy instalada en nuestra sociedad —dice Allgeier—. Pero porque probamos tanto la columna de agua como el pasto marino, podemos decir que ese modelo no funciona en nuestro sistema»..

👉 En otras palabras, en las aguas marinas trópicos la gestión debería centrarse en reducir el nitrógeno de las aguas residuales y fertilizantes. El fósforo, lejos de ser un enemigo, puede ser un aliado en estos ambientes pobres en nutrientes.

La buena gestión de las praderas marinas no solo ayuda a mitigar el cambio climático: también protege la biodiversidad marina, sostiene la pesca artesanal y fortalece el turismo costero.

La buena gestión de las praderas marinas no solo ayuda a mitigar el cambio climático: también protege la biodiversidad marina, sostiene la pesca artesanal y fortalece el turismo costero. Foto: Benjamin L. Jones

Una visión optimista, pero con cautela

Los hallazgos de uno y otro estudio ofrecen un respiro en medio del discurso apocalíptico sobre la degradación de ecosistemas marinos. Sí, el exceso de nutrientes es una de las principales amenazas globales. Pero no todos los nutrientes son iguales, ni actúan igual en todos los lugares. En las Bahamas, las praderas marinas demostraron una resiliencia inesperada y una capacidad de aprovechar los nutrientes para crecer y almacenar carbono.

Allgeier recuerda la imagen de dos bahías vecinas en la República Dominicana: en una, cargada de aguas residuales y fitoplancton, las praderas marinas murieron rápidamente; en otra, con nutrientes pero sin turbidez, los pastos crecieron vigorosos.

El contraste cristaliza la idea de que el futuro de estos ecosistemas depende menos de los nutrientes en sí y más de cómo afectan a la transparencia del agua.

Implicaciones para la conservación y la política ambiental

Las consecuencias prácticas son claras. En lugar de insistir en políticas de doble reducción de nutrientes, los países tropicales deberían priorizar la reducción del nitrógeno, sobre todo el que llega sin tratar desde sistemas de alcantarillado deficientes, según Allgeier. Esto no solo protegería a las praderas marinas, sino que reforzaría su papel como sumideros de carbono azul.

Para las islas del Caribe y las costas centroamericanas y del sudeste asiático, donde el turismo sostenible depende de aguas claras y ecosistemas saludables, esta estrategia es vital. «Este hallazgo aporta una guía práctica para que las comunidades costeras sepan cómo reducir el impacto de los nutrientes sobre las praderas marinas y proteger su capacidad de almacenar carbono», comentan los autores de los estudios.

Del estigma a la oportunidad

En palabras de Shayka y Allgeier, estos trabajos marcan un cambio de paradigma. Donde antes veíamos a las praderas marinas como víctimas frágiles del exceso de nutrientes, ahora aparecen como aliadas estratégicas frente al cambio climático.

La moraleja es doble:

Con moderación, los nutrientes no son siempre dañinos: en aguas pobres pueden potenciar el crecimiento y el secuestro de carbono azul.

El verdadero enemigo es el nitrógeno en exceso, que alimenta al fitoplancton y convierte las bahías en caldos turbios sin luz.

Si sabemos gestionar esa frontera, las praderas marinas podrán seguir funcionando como una de las esponjas naturales de carbono más eficaces del planeta.

Como concluye Shayka, «añadir nutrientes puede aumentar la producción de praderas marinas, pero sabemos que si se va demasiado lejos se destruyen. Gestionarlos con inteligencia es clave para proteger estos ecosistemas costeros y aprovechar su papel en la lucha climática».▪️

Praderas marinas y cambio climático: Preguntas & Respuestas

🌱 ¿Qué son las praderas marinas?

Son ecosistemas costeros de plantas marinas que forman praderas en aguas poco profundas. Proveen hábitat, protegen costas y son sumideros de carbono azul.

🌱 ¿Cómo ayudan las praderas marinas a mitigar el cambio climático?

Enterrando carbono orgánico en sus sedimentos, donde queda aislado de la atmósfera durante siglos.

🌱 ¿Qué nutrientes afectan a las praderas marinas?

El fósforo estimula su crecimiento, mientras que el nitrógeno en exceso favorece al fitoplancton, que reduce la luz y daña las praderas.

🌱 ¿Por qué son importantes en el Caribe y el sudeste asiático?

Porque son ecosistemas oligotróficos y sostienen tanto la biodiversidad marina como el turismo y la pesca local.

  • Información facilitada por la Universidad de Míchigan

  • Fuentes:
    1. Bridget F. Shayka, Sean Richards, Mona A. Andskog, Jacob E. Allgeier. Nutrient Enrichment Increases Blue Carbon Potential of Subtropical Seagrass Beds. Global Change Biology (20259. DOI: https://doi.org/10.1111/gcb.70401

    2. Bridget F. Shayka, Jacob E. Allgeier. A New Conceptual Model of Tropical Seagrass Eutrophication: Evidence for Single Nutrient Management. Conservation Letters (2025). DOI: https://doi.org/10.1111/conl.13133

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