Cómo el rápido crecimiento cerebral ayuda a los bebés humanos y a los titíes a aprender a hablar

El balbuceo de los bebés y los chillidos de los titíes esconden un secreto común: un cerebro que crece a toda velocidad. Un nuevo estudio demuestra cómo esa coincidencia evolutiva explica el origen del aprendizaje del lenguaje en los seres humanos y primates.

Por Enrique Coperías

¿Puede el cerebro aún en desarrollo de un bebé preparar el terreno para aprender a hablar? Neurocientíficos de Princeton encuentran pistas sorprendentes en unos monos muy parlanchines que, como nosotros, aprenden balbuceando.

¿Puede el cerebro aún en desarrollo de un bebé preparar el terreno para aprender a hablar? Neurocientíficos de Princeton encuentran pistas sorprendentes en unos monos muy parlanchines que, como nosotros, aprenden balbuceando. Foto: Josh Withers

Los bebés humanos no son los únicos que aprenden a hablar balbuceando. Un nuevo estudio sugiere que el tití común (Callithrix jacchus), un pequeño mono sudamericano, comparte con nosotros una estrategia de aprendizaje vocal basada en la retroalimentación de los adultos. La clave podría estar en un mismo fenómeno biológico: un rápido crecimiento del cerebro justo en los primeros meses de vida.

Cuando un bebé emite sus primeras sílabas incoherentes y los padres responden con sonrisas, palabras o gestos, esa interacción no solo es entrañable. Se trata de un mecanismo decisivo para adquirir el lenguaje. Muy pocas especies recurren a este tipo de aprendizaje vocal: además de nosotros, solo algunas aves cantoras, como los tordos yo el diamante cebra (Taeniopygia guttata), lo emplean.

Ahora, una investigación dirigida por Renata B. Biazzi y Asif A. Ghazanfa, de la Universidad de Princeton (Estados Unidos), y Daniel Y. Takahashi, de la Universidad Federal de Río Grande del Norte (Brasil), apunta a que el desarrollo acelerado del cerebro en la infancia explicaría por qué tanto nosotros como los titíes dependen de estas conversaciones tempranas para comunicarse.

Los titíes como modelo de comunicación de los primates

El hallazgo, publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), se apoya en más de una década de trabajos sobre la comunicación de los titíes en libertad. Estos primates, del tamaño de una ardilla, se comunican con chillidos agudos para mantenerse en contacto en la selva brasileña.

El neurocientífico Ghazanfar observó que las crías atraviesan una fase de balbuceo muy similar a la de los bebés humanos. Y lo más sorprendente: los pequeños que recibían más respuestas de los adultos aprendían antes a emitir llamadas propias de su especie.

Los investigadores se enfrentaban a un enigma: seres humanos y titíes están separados por unos 40 millones de años de evolución, mientras que chimpancés y macacos —nuestros parientes más cercanos— no necesitan apenas guía para producir los sonidos de su grupo.

Las crías de tití pasan por una fase de balbuceo muy parecida a la de los bebés humanos. Cuanto más responden los adultos, antes aprenden a emitir las llamadas características de su especie.

Las crías de tití pasan por una fase de balbuceo muy parecida a la de los bebés humanos. Cuanto más responden los adultos, antes aprenden a emitir las llamadas características de su especie. Cortesía: Francesco Veronesi / Flickr (2014).

El papel del crecimiento cerebral en humanos y titíes

Para entender esta paradoja, el equipo de Princeton, liderado ahora por Biazzi, recopiló datos sobre el desarrollo cerebral de cuatro primates: seres humanos, titíes, chimpancés y macacos rhesus. El análisis mostró que, en las primeras etapas de vida, los nuestros cerebros y los de los titíes crecen más deprisa que los de los otros dos. Crucialmente, gran parte de ese crecimiento cerebral ocurre después del nacimiento, cuando las crías ya están inmersas en un entorno social.

En ambas especies, las crías no son criadas por la madre en solitario. Varios cuidadores —padres, hermanos, otros miembros del grupo— responden constantemente a sus llamadas. Esta intensa interacción social, combinada con un cerebro en plena expansión, crea un terreno fértil para el aprendizaje vocal.

«El entorno social en el que nace una cría tiene una influencia enorme en su desarrollo», resume Ghazanfar.

Un modelo matemático para entender el aprendizaje vocal

Biazz, Ghazanfa y Takahash recurrieron además a un modelo matemático para demostrar cómo la combinación de esas dos variables —rápido crecimiento cerebral y retroalimentación temprana— prepara el terreno para el dominio posterior de las habilidades vocales.

El siguiente paso será comprobar si los adultos titíes modifican sus vocalizaciones al interactuar con las crías, al igual que los humanos usamos el habla infantil para estimular a los bebés.

El objetivo final va más allá de comprender el parloteo de un mono del noreste brasileño: entender cómo el ser humano pasó de los balbuceos a las complejas destrezas lingüísticas que nos definen como especie. ▪️

Anterior
Anterior

Bebés pterosaurios del Jurásico: cómo una tormenta hace 150 millones de años los abatió y hundió en el mar

Siguiente
Siguiente

Praderas marinas, las superesponjas de «carbono azul»: nuevos hallazgos sobre nutrientes, cambio climático y conservación