Tóxicos invisibles en los cigarrillos electrónicos: las moléculas ocultas que dañan los pulmones

Lo que parecía una alternativa más «limpia» al tabaco podría esconder un veneno invisible: los cigarrillos electrónicos o vapeadores generan moléculas reactivas capaces de dañar los pulmones con solo unas caladas.

Por Enrique Coperías

El vapor del cigarrillo electrónico no es tan inocente como parece. Nuevas evidencias científicas revelan que en su interior se esconden sustancias capaces de herir al pulmón desde dentro.

El vapor del cigarrillo electrónico no es tan inocente como parece. Nuevas evidencias científicas revelan que en su interior se esconden sustancias capaces de herir al pulmón desde dentro. Foto: wild vibes

Los cigarrillos electrónicos, vendidos durante años como una alternativa limpia y menos dañina para la salud que el tabaco, esconden un enemigo silencioso que se forma dentro de sus líquidos de vapeo y aerosoles.

Dos compuestos químicos, el acetaldehído y el metilglioxal, generados cuando los solventes del vapeo —el propilenglicol y la glicerina— se calientan o degradan, pueden alterar el funcionamiento de las células pulmonares incluso en exposiciones breves y con dosis comparables a las que recibe un usuario real.

Así lo demuestra un nuevo estudio del Departamento de Biología Celular y de Sistemas de la Universidad de California en Riverside (Estados Unidos), publicado en la revista Frontiers in Toxicology.

Los peligros ocultos del vapeo: qué descubrió la Universidad de California Riverside

El trabajo, liderado por la bióloga Prue Talbot, ofrece la radiografía más detallada hasta la fecha del daño celular que pueden causar estos dos aldehídos tóxicos, moléculas reactivas y potencialmente cancerígenas que hasta ahora habían pasado relativamente desapercibidas en el debate sobre la seguridad del vapeo.

🗣️ «Estas alteraciones son signos de estrés y daño celular que podrían contribuir a la aparición de problemas de salud a largo plazo si aquellas se repiten durante el vapeo», explica Talbot.

«Es más, nuestros resultados sugieren que el metilglioxal puede ser incluso más tóxico para las células de las vías respiratorias, a pesar de aparecer en menores cantidades», añade la investigadora.

Cómo se hizo el estudio: una exposición «realista» al vapor del cigarrillo electrónico

Para imitar lo que ocurre en los pulmones de un usuario, el equipo utilizó modelos tridimensionales de epitelio humano —tejidos cultivados en laboratorio que reproducen la estructura de la mucosa bronquial— expuestos a aerosoles de cigarrillos electrónicos que contenían acetaldehído o metilglioxal en concentraciones similares a las detectadas en dispositivos comerciales.

En lugar de calentar el líquido, los científicos emplearon un sistema de nebulización fría que evita la formación de productos secundarios, buscando de este modo una imagen más fiel de lo que realmente inhala un consumidor de vapeo.

Tras apenas dos caladas experimentales y un día de recuperación, los tejidos mostraron cambios en la expresión de más de 150 proteínas implicadas en funciones clave de las células respiratorias. Entre las rutas biológicas alteradas destacaban:

✅ La disfunción mitocondrial.

✅ La metabolización de ácidos grasos.

✅ Los mecanismos de reparación del ADN.

✅ El colapso del citoesqueleto celular.

Es decir, las estructuras y procesos que permiten a una célula respirar, generar energía y mantener su forma resultaron gravemente afectados.

Dos compuestos que se forman al calentar los líquidos del vapeo —el metilglioxal y el acetaldehído— pueden alterar las células respiratorias humanas y provocar daños comparables a los del tabaco.

Dos compuestos que se forman al calentar los líquidos del vapeo —el metilglioxal y el acetaldehído— pueden alterar las células respiratorias humanas y provocar daños comparables a los del tabaco. Imagen de Christo Anestev en Pixabay

Qué rayos hace el metilglioxal en los pulmones

Las mitocondrias, las pequeñas centrales energéticas de cada célula, fueron uno de los principales blancos de los aldehídos del vapeo. Los investigadores observaron una caída significativa en la actividad de las enzimas mitocondriales y un aumento en los niveles de especies reactivas de oxígeno (ROS), moléculas altamente inestables que provocan estrés oxidativo y dañan el ADN y las membranas celulares.

Las pruebas confirmaron que el metilglioxal es particularmente agresivo: a concentraciones doscientas veces menores que las del acetaldehído, redujo de forma drástica la capacidad de las células para producir energía y disparó la generación de radicales libres.

Los científicos también comprobaron que el bloqueo del canal iónico TRPM8 (Transient Receptor Potential Melastatin 8) podía revertir parte del daño mitocondrial inducido por el metilglioxal, lo que sugiere que este compuesto interactúa con los sensores químicos y térmicos de las vías respiratorias.

Recordemos queel canal iónico TRPM8 es una especie de sensor que tienen nuestras células y que se activa cuando la temperatura baja ligeramente o cuando entran en contacto con sustancias como el mentol, responsable de la sensación de frescor en la boca o la piel. Su función principal es ayudarnos a percibir el frío, sobre todo el que no resulta doloroso, aunque también interviene en la detección del frío intenso o molesto. Además, investigaciones recientes indican que este sensor participa en la regulación de la temperatura corporal y en el control del metabolismo energético, es decir, en cómo el cuerpo usa y gasta la energía.

El esqueleto celular se desmorona

El estudio también detectó un deterioro en el citoesqueleto de actina, una red de filamentos que da soporte y movilidad a las células epiteliales. Bajo el microscopio, las células expuestas al vapor del cigarrillo electrónico perdían su forma alargada, se redondeaban y mostraban una adhesión deficiente entre sí, una señal típica de daño estructural.

En concentraciones altas, el metilglioxal causaba un fenómeno conocido como blebbing, pequeñas burbujas en la superficie celular que suelen preceder a la muerte celular.

Curiosamente, la adición de antagonistas de los receptores TRPM8, así como de los TRPA1, redujo parcialmente ese efecto, lo que refuerza la idea de que estos canales sensoriales presentes en las terminaciones nerviosas del sistema respiratorio median parte de la toxicidad de los aldehídos.

Una toxicidad comparable a la del tabaco

El acetaldehído es un viejo conocido para la biomedicina. Se produce durante la combustión del tabaco y también en el metabolismo del alcohol, y la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) lo clasifica como un «probable carcinógeno humano». Está relacionado con la aparición de cáncer de pulmón, las enfermedades cardiovasculares y la dependencia a la nicotina.

El metilglioxal, en cambio, ha recibido menos atención. Sin embargo, se sabe que es un compuesto muy reactivo capaz de modificar las proteínas y el ADN, formando productos de glicación avanzada similares a los que intervienen en el envejecimiento celular, la diabetes y diversas patologías neurológicas. Su toxicidad se ha documentado en tejidos cardíacos y renales, pero apenas se había estudiado su impacto directo en el sistema respiratorio… hasta ahora.

En este trabajo, ambos aldehídos demostraron un patrón de toxicidad casi idéntico, con una coincidencia del 65% en las proteínas afectadas, lo que indica que comparten mecanismos de daño celular. No obstante, el metilglioxal fue mucho más potente, incluso en dosis ínfimas. «Eso es preocupante, porque algunos dispositivos de vapeo más recientes, especialmente los que funcionan con tecnología ultrasónica en lugar de resistencias metálicas, podrían generar concentraciones de metilglioxal mucho más altas de lo que se creía», advierte Talbot.

El propilenglicol, presente en casi todos los vapers

De hecho, un estudio reciente del mismo grupo detectó niveles de metilglioxal en torno a 100 microgramos por mililitro en modelos de cigarrillos ultrasónicos, diez veces más que el acetaldehído. En estos dispositivos, la temperatura de aerosolización —unos 130 grados— es más baja que la de las resistencias convencionales, lo que favorece la formación del metilglioxal frente al acetaldehído. Paradójicamente, cuanto “más frío” es el vapeo, más tóxico podría ser.

«Porque prácticamente todos los vapers utilizan propilenglicol, comprender cómo se forman estos subproductos y cómo afectan a las células es fundamental para evaluar los riesgos para la salud a largo plazo del vapeo», explica Man Wong, estudiante de posgrado y primer autor del estudio.

Wong sostiene que el trabajo ayuda a explicar cómo los compuestos asociados al vapeo pueden contribuir a la aparición de lesiones pulmonares, y añade que «además podría servir de guía para futuras investigaciones y evaluaciones de seguridad de los productos de cigarrillos electrónicos».

Los científicos advierten de que el vapeo repetido puede amplificar el daño celular observado en laboratorio, favoreciendo la inflamación crónica y el estrés oxidativo en los pulmones.

Los científicos advierten de que el vapeo repetido puede amplificar el daño celular observado en laboratorio, favoreciendo la inflamación crónica y el estrés oxidativo en los pulmones. Foto de Renz Macorol

Un peligro que pasa desapercibido

Los autores subrayan que sus ensayos reflejan exposiciones breves y aisladas, equivalentes a un par de caladas. En usuarios habituales, las inhalaciones repetidas y prolongadas podrían amplificar los efectos observados. «La exposición continua a aldehídos como el metilglioxal puede alterar el equilibrio energético de las células pulmonares y generar un entorno proinflamatorio que favorezca el desarrollo de enfermedades respiratorias crónicas», podemos leer en el estudio.

El hallazgo se suma a una creciente evidencia de que el vapeo no es, ni de lejos, inocuo. Aunque los líquidos no contengan nicotina o alquitrán, la descomposición térmica de los solventes puede generar compuestos tanto o más dañinos que los del humo del tabaco. A ello se suman los saborizantes químicos, muchos de los cuales, como el diacetilo y el cinamaldehído, también han demostrado ser tóxicos para el epitelio pulmonar.

🗣️ El problema, apunta Talbot, es que «la regulación actual de los cigarrillos electrónicos se centra sobre todo en la nicotina, pero apenas contempla los productos secundarios del vapeo que se generan durante el uso real de los dispositivos».

La complejidad del fenómeno —cada modelo, cada sabor y cada temperatura alteran la química del vapor— hace casi imposible establecer un umbral seguro de exposición.

Una advertencia para la salud pública global

El estudio concluye que incluso concentraciones bajas de acetaldehído y metilglioxal, comparables a las detectadas en usuarios de cigarrillos electrónicos, pueden provocar alteraciones profundas en las células respiratorias humanas. Los daños incluyen estrés oxidativo, disfunción mitocondrial y pérdida de integridad estructural, factores que a largo plazo pueden favorecer procesos inflamatorios y cancerígenos.

Los investigadores reclaman una vigilancia más estrecha sobre la composición química del vapor y la inclusión de estos aldehídos tóxicos en las listas de sustancias reguladas por las agencias sanitarias.

🗣️ «El hecho de que un compuesto aparezca en pequeñas cantidades no lo hace inofensivo —advierte Talbot. Y precisa—: El metilglioxal es un claro ejemplo: su potencia es tal que puede causar daños significativos incluso cuando está presente en niveles muy inferiores a otros contaminantes del vapor».

En definitiva, la promesa de un vapeo más seguro vuelve a tambalearse. Las moléculas invisibles que se esconden en el vapor —forjadas por la simple descomposición del líquido base de los cigarrillos electrónicos— están mostrando un rostro tóxico que cuestiona la idea de que los cigarrillos electrónicos sean una alternativa benigna al tabaco. La ciencia del vapeo empieza a iluminar esa zona gris donde el humo se desvanece… pero los riesgos persisten. ▪️

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