Un nuevo mundo a la vista: descubren un planeta potencialmente habitable a solo 18 años luz de la Tierra

Astrónomos de la Universidad de California han identificado una supertierra en la zona habitable de una estrella próxima. El hallazgo abre la puerta a estudiar de cerca un mundo que podría parecerse al nuestro.

Por Enrique Coperías

Paisaje imaginado del exoplaneta GJ 251 c, una super-Tierra situada en la zona habitable de una enana roja a 18 años luz. La ilustración recrea su posible superficie rocosa y húmeda bajo la luz rojiza de su estrella.

Paisaje imaginado del exoplaneta GJ 251 c, una super-Tierra situada en la zona habitable de una enana roja a 18 años luz. La ilustración recrea su posible superficie rocosa y húmeda bajo la luz rojiza de su estrella, según el estudio publicado en The Astronomical Journal. Imagen generada con DALL-E

La búsqueda de otros mundos parecidos a la Tierra acaba de dar un paso de gigante. Un equipo internacional de astrónomos ha anunciado el hallazgo de GJ 251 c, un planeta de tipo supertierra situado en la zona habitable de una estrella vecina al Sol, a apenas 5,5 parsecs (unos 18 años luz).

Su tamaño y distancia a su estrella lo convierten en uno de los mejores candidatos conocidos para estudiar de forma directa, con los telescopios de nueva generación, la atmósfera de un mundo potencialmente apto para la vida.

El descubrimiento, publicado en The Astronomical Journal, se apoya en más de veinte años de observaciones astronómicas y en una combinación sin precedentes de instrumentos ópticos e infrarrojos. Liderado por Corey Beard, de la Universidad de California en Irvine, el trabajo ha contado con la participación de equipos de la NASA, el Observatorio Keck de Hawái, el Instituto de Astrobiología de la Universidad Estatal de Pensilvania y centros de investigación europeos.

Un vecindario cósmico prometedor: la estrella GJ 251 y su sistema

La protagonista de esta historia es GJ 251, una enana roja situada en la constelación del Can Menor. Se trata de una estrella modesta —más fría y tenue que el Sol, con una masa de un tercio de la solar— pero muy cercana, lo que la convierte en un objetivo ideal para la búsqueda de exoplanetas. En 2020 ya se había confirmado la existencia de un primer planeta, GJ 251 b, de unas cuatro masas terrestres y con un año de solo catorce días. Ahora, los nuevos datos revelan la presencia de un segundo planeta, GJ 251 c, más alejado y en una órbita mucho más interesante.

El nuevo mundo completa una vuelta a su estrella cada 53,6 días y tiene una masa mínima similar a la de la Tierra multiplicada por 3,8. Esa órbita lo sitúa justo en el rango de distancias en el que el agua podría permanecer líquida, un requisito básico para la vida tal como la conocemos. Los científicos lo describen como un planeta «plausiblemente terrestre», es decir, rocoso y no gaseoso, algo poco habitual en los sistemas de enanas rojas.

🗣️ «Hemos encontrado tantos exoplanetas que, a estas alturas, descubrir uno nuevo ya no es un gran acontecimiento —reconoce Paul Robertson, profesor asociado de Física y Astronomía en la Universidad de California en Irvine y coautor del estudio. Y puntualiza—: Lo que hace que este hallazgo sea especialmente valioso es que la estrella que lo alberga está muy cerca, a unos 18 años luz. En términos cósmicos, está prácticamente a la vuelta de la esquina».

Cómo se detectó GJ 251 c, la precisión del pulso estelar

Detectar planetas tan pequeños es una hazaña técnica. GJ 251 c no transita por delante de su estrella, por lo que no puede observarse su sombra. Su existencia se ha deducido gracias al método de la velocidad radial, que mide los diminutos vaivenes del astro provocados por la atracción gravitatoria del planeta. En el caso de GJ 251 c, esos desplazamientos son minúsculos —del orden de un par de metros por segundo, el paso de una persona andando— y han requerido combinar la sensibilidad de varios espectrógrafos de última generación.

Entre ellos destacan el Habitable-zone Planet Finder (HPF), instalado en el telescopio Hobby-Eberly de Texas, y el NEID, en el Observatorio Kitt Peak de Arizona. Ambos instrumentos, diseñados para buscar exoplanetas alrededor de estrellas frías, miden variaciones en el espectro de la luz estelar con una precisión de decenas de centímetros por segundo. A estos datos se sumaron observaciones previas del Keck/HIRES, del CARMENES del Observatorio de Calar Alto (Almería, España) y del SPIRou en el telescopio Canadá-Francia-Hawái.

El equipo analizó más de novecientas mediciones de velocidad radial recogidas entre 1997 y 2024. Gracias a técnicas estadísticas avanzadas, como modelos de procesos gaussianos y análisis cromáticos que distinguen la luz visible de la infrarroja, pudieron separar los efectos de la actividad estelar, como manchas, rotación y fulguraciones, de las verdaderas señales planetarias. «El reto principal fue diferenciar qué oscilaciones procedían del propio astro y cuáles del tirón gravitatorio de un planeta real», explica Beard.

Un planeta casi al alcance de los telescopios: el poder del Thirty Meter Telescope

La cercanía de GJ 251 c abre una perspectiva apasionante: podría ser observado directamente. Hasta ahora, la técnica del imaging directo solo ha logrado captar gigantes gaseosos jóvenes, muy brillantes y lejanos de sus estrellas. Pero los telescopios de 30 metros que entrarán en funcionamiento en la próxima década, como el Telescopio Extremadamente Grande (E-ELT) europeo, el Telescopio Gigante de Magallanes y el Telescopio de Treinta Metros (TMT), podrían tomar imágenes reales de planetas del tamaño de la Tierra en torno a las estrellas más próximas.

«El Telescopio de Treinta Metros será el único telescopio con la resolución suficiente para obtener imágenes de exoplanetas como este. Con telescopios más pequeños simplemente no es posible», explica Beard.

Según los autores, GJ 251 c es a fecha de hoy el mejor candidato del hemisferio norte para ser fotografiado mediante luz reflejada. Si se logra, permitiría medir su albedo, su composición atmosférica y, quizá, detectar indicios de gases biológicos, como el oxígeno y el metano. «Este sistema es un banco de pruebas perfecto para las futuras misiones de búsqueda de vida fuera del Sistema Solar», señala el astrofísico Paul Robertson, coautor del estudio.

En la frontera de la habitabilidad: desafíos y posibilidades

Aunque se encuentra en la llamada zona habitable, eso no significa necesariamente que GJ 251 c sea habitable. Las enanas rojas, como su estrella anfitriona, emiten intensos destellos de radiación ultravioleta que pueden erosionar las atmósferas planetarias.

Además, es probable que el planeta esté anclado por marea, mostrando siempre la misma cara a la estrella, con un hemisferio perpetuamente iluminado y otro sumido en la noche.

No obstante, modelos climáticos recientes sugieren que, si cuenta con una atmósfera suficientemente densa o con océanos, podría mantener temperaturas templadas en una franja crepuscular. El equipo del estudio planea ahora usar simulaciones atmosféricas y observaciones del telescopio espacial James Webb para buscar trazas de gases y nubes.

Una sinfonía de señales: cómo se confirmó el hallazgo

El análisis estadístico de las observaciones reveló hasta seis señales periódicas en el sistema, aunque solo dos —las de 14 y 54 días— se consideran planetarias. Las restantes (68, 73, 120 y 130 días) se atribuyen a la rotación y la actividad magnética de la estrella. Para separar ambas influencias, los astrónomos compararon las oscilaciones en diferentes longitudes de onda: los efectos de las manchas estelares disminuyen en el infrarrojo, mientras que la atracción de un planeta afecta por igual a todos los colores de la luz.

Este enfoque, conocido como análisis cromático de procesos gaussianos, permitió confirmar que la señal de 53,6 días no podía explicarse por fenómenos estelares. «La evidencia estadística supera con creces el umbral para considerarla un planeta real», concluyen los autores. El margen de error es menor al 5%, un nivel de confianza que en astronomía equivale a una detección firme.

🗣️ «Con este sistema estamos en la vanguardia de la tecnología y de los métodos de análisis —dice Beard. Y añade—: Aunque el descubrimiento es estadísticamente muy significativo, aún estamos determinando el estatus del planeta debido a las incertidumbres de nuestros instrumentos y métodos. Necesitamos la próxima generación de telescopios para obtener una imagen directa de este candidato, pero también necesitamos inversión por parte de la comunidad científica».

Una concepción artística de GJ 251 c, que muestra el planeta (izquierda), su estrella anfitriona (derecha) y un planeta descubierto previamente que órbita más cerca de la estrella (centro).

Una concepción artística de GJ 251 c, que muestra el planeta (izquierda), su estrella anfitriona (derecha) y un planeta descubierto previamente que órbita más cerca de la estrella (centro). Cortesía: Michael Marcheschi / m2design

La paciencia de dos décadas: la ciencia del largo plazo

El hallazgo es también un tributo a la perseverancia de la astronomía de precisión. Las primeras observaciones de GJ 251 datan de 1997, cuando los detectores apenas podían distinguir planetas mayores que Júpiter.

A lo largo de los años, las mejoras en la estabilidad térmica y la calibración de los espectrógrafos —hasta alcanzar precisiones del orden de los 40 cm/s— han permitido detectar mundos mucho más pequeños.

«GJ 251 c demuestra que los datos antiguos, combinados con las nuevas tecnologías, pueden revelar tesoros escondidos», destaca el equipo.

Lo que viene: próximos pasos en la búsqueda de vida

En los próximos años, GJ 251 será un objetivo prioritario para varios proyectos. Entre ellos, la misión espacial Habitable Worlds Observatory (HWO), propuesta por la NASA para mediados de la década de 2040, y el observatorio infrarrojo LIFE, impulsado por la Agencia Espacial Europea (ESA). Ambos podrían analizar directamente la luz reflejada por planetas como GJ 251 c y buscar firmas químicas compatibles con la vida.

Mientras tanto, los telescopios terrestres seguirán recopilando datos para refinar su masa y determinar si tiene compañeros adicionales en el sistema. La posibilidad de que existan otros planetas del tamaño de la Tierra no se descarta.

🗣️ «Cada nuevo mundo cercano que encontramos es una oportunidad para entender mejor nuestra propia habitabilidad», subraya Beard.

Un paso más hacia otra Tierra

Con este descubrimiento, el catálogo de exoplanetas supera ya los 5.000 mundos confirmados, pero solo una fracción mínima se encuentra lo bastante cerca como para ser estudiada en detalle. GJ 251 c reúne todas las condiciones ideales: es relativamente grande, orbita una estrella tranquila y está tan próximo que los futuros telescopios podrán distinguirlo de su sol rojizo.

Si su atmósfera resulta estable y su temperatura compatible con el agua líquida, podríamos estar ante el exoplaneta habitable más accesible jamás descubierto. Y aunque aún falta mucho para confirmar si allí podría surgir o mantenerse la vida, su simple existencia recuerda que el vecindario cósmico puede estar más poblado —y más interesante— de lo que imaginábamos.▪️

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