Una gota de veneno que cambia de reina: cómo una hormiga parásita manipula a las obreras para que maten a su propia madre
Un equipo de investigadores japoneses ha descubierto cómo una reina se cuela en un hormiguero ajeno para destronar a la hormiga regente. La usurpadora engaña a las hijas de esta con un chorro de ácido que lanza contra su madre. El resultado es un cruel matricidio y un nuevo reinado a manos de la nueva soberana.
Por Enrique Coperías
La reina parásita Lasius orientalis (izquierda) se infiltra en el nido de hormigas de la especie Lasius flavus y se aproxima a la reina anfitriona (derecha). Tras rociarla con su secreción química, logrará que las obreras ataquen y maten a su propia madre, tomando después el control de la colonia. Crédito: Keizo Takasuka / Kyushu University
En el mundo de las hormigas, donde casi todo funciona con una precisión que ya querrían los mejores relojeros suizos, hay episodios tan inquietantes como fascinantes: conspiraciones palaciegas, golpes de Estado y asesinatos inducidos químicamente.
Un nuevo estudio publicado en la revista Current Biology describe una de las confabulaciones más sorprendentes: reinas parásitas capaces de manipular químicamente a las obreras de otras colonias hasta el punto de hacer que estas maten a su propia madre. No es una metáfora: las trabajadoras acaban despedazando a la reina legítima —la que las ha engendrado— tras ser engañadas químicamente por la intrusa.
«El descubrimiento inicial lo hizo mi amigo Taku Shimada, primer autor del artículo, que le apasionan las hormigas desde la infancia y dirige un blog popular llamado AntRoom —dice Keizo Takasuka, de Universidad de Kyushu, en Japón. Y añade—: Él observó la infiltración en la colonia y publicó sobre ello en 2021. Yo encontré la publicación tres años después y me quedé absolutamente asombrado. Pensé que era un hallazgo muy valioso que merecía ser documentado como conocimiento académico».
El hallazgo, firmado por los investigadores japoneses Taku Shimada, Yuji Tanaka y el propio Takasuka, documenta por primera vez una estrategia completamente nueva dentro del parasitismo social en hormigas. Aunque la literatura científica ya describía casos de reinas invasoras que matan directamente a la soberana de la colonia huésped —mordiéndola, asfixiándola o decapitándola—, nunca se había demostrado que una intrusa lograra que la propia descendencia de la reina ejecutara el trabajo sucio. Menos aún, valiéndose de una sustancia química aplicada con precisión quirúrgica.
Por qué este comportamiento es extraordinario
El matricidio, esto es, que una cría mate a su madre, es extraordinariamente raro en el mundo natural. En la mayoría de los animales, la supervivencia y el bienestar de los hijos dependen tan directamente de la madre que eliminarla es un pésimo negocio evolutivo. Existen animales que practican la matrífaga, como hacen algunos arácnidos, cuyas crías devoran voluntariamente a su progenitora, pero se trata de casos extremos donde la madre ofrece su cuerpo como último acto de inversión parental.
Las hormigas, organizadas en sociedades complejísimas y regidas por la división del trabajo, no encajan en este tipo de escenarios.
Por eso el fenómeno descrito por Shimada y sus colegas resulta tan desconcertante. En las especies estudiadas —las hormigas del género Lasius— las obreras dependen totalmente de su reina. Ella es la única reproductora de descendencia, la fuente genética de toda la colonia. Atentar contra ella no les aporta ningún beneficio: al contrario, compromete la supervivencia del hormiguero. Y, sin embargo, lo hacen cuando una reina parásita ejecuta una maniobra milimétrica.
Cómo opera la reina parásita: infiltración, camuflaje y ataque químico
«El comportamiento parasitario de esta segunda especie de hormiga fue descubierto por Tanaka, que es el segundo autor del estudio. Es otro entusiasta aficionado a las hormigas y siguió los mismos métodos de observación establecidos por Shimada», dice Takasuka.
Todo comienza cuando una reina recién fecundada de las especies Lasius orientalis o Lasius umbratus localiza un hormiguero de especies afines, normalmente Lasius flavus y Lasius japonicus. Estos parásitos sociales emplean una estrategia conocida como parasitismo temporal: invaden colonias establecidas, se hacen aceptar por las obreras y utilizan su fuerza de trabajo para criar a sus propios descendientes.
El problema, para ellas, es que la reina residente está ferozmente protegida por cientos o miles de obreras. Un ataque directo sería prácticamente un suicidio. La solución de estas intrusas es sutil y elegantemente perversa.
En este fotograma, la reina parásita Lasius orientalis se aproxima por segunda vez a la reina, que está siendo atacada por sus higas, para volver a rociarla de nuevo von el veneno. Este ataque lo repite unas quince veces en veinte horas. Crédito: Keizo Takasuka / Kyushu University
Un espray que interfiere en las feromonas
Según han documentado los autores mediante grabaciones de vídeo en alta resolución, la reina parásita se acerca sigilosamente a la soberana del hormiguero —una operación de alto riesgo: cualquier movimiento en falso puede llevarla a la muerte— y, cuando está a escasos milímetros, dispara varias ráfagas de un fluido desde su abdomen. El chorro sale del acidoporo, un órgano exclusivo de las hormigas de la subfamilia Formicinae, que utilizan para rociar ácido fórmico como arma defensiva.
Los investigadores no han identificado aún la sustancia exacta, pero todo apunta a que se trata de una secreción ácida de función química: no pretende dañar físicamente a la reina, sino modificar su olor. En las hormigas, como en muchas especies sociales, el mundo se organiza a través de feromonas. La colonia tiene una firma química colectiva que permite distinguir aliadas de intrusas con absoluta fiabilidad. Las reinas, además, emiten feromonas que regulan el comportamiento de las obreras.
Lo que hacen las reinas parásitas es interferir en este lenguaje invisible.
Golpe de Estado químico
La reacción es instantánea. En cuanto la reina residente queda impregnada por las gotas del fluido, sus obreras empiezan a atacarla con violencia. Para ellas, de un segundo a otro, la figura más valiosa del hormiguero se convierte en una amenaza. La muerden, la inmovilizan y la matan sin que la intrusa tenga que volver a intervenir.
En las grabaciones, se observa cómo la reina parásita, tras rociar a la huésped, se retira unos centímetros y espera. Su trabajo ha terminado. En los minutos siguientes, el comportamiento de las obreras cambia de forma radical: pasan de atender a su madre a despedazarla. El artículo lo describe sin eufemismos: la reina termina con el cinturón o peciolo del cuerpo —el estrechamiento entre tórax y abdomen— cortado, víctima de la agresión de sus propias hijas.
Una vez muerta la soberana, las obreras, huérfanas sin saberlo, aceptan a la intrusa como nueva reina. La limpian, la alimentan y cuidan su puesta. En poco tiempo, la colonia queda completamente parasitada y los descendientes de la invasora se convierten en los nuevos habitantes del hormiguero.
🗣️ «Creemos que cuando su reina queda de repente cubierta por una gran cantidad de esta sustancia, las obreras perciben a su propia madre como una crisis que amenaza a la colonia», afirma Takasuka.
Un ejemplo de evolución convergente en hormigas sociales
La investigación no solo revela una conducta inédita, sino también un caso llamativo de evolución convergente. Las dos especies parásitas —Lasius orientalis y Lasius umbratus— están emparentadas, pero se cree que desarrollaron el parasitismo social de manera independiente. Ambas han llegado, por caminos distintos, a la misma solución: usar un compuesto químico como arma de propaganda para provocar un golpe de Estado interno.
Es un paralelismo que recuerda a otras especies de hormigas con tácticas igualmente retorcidas. Algunas, como Leptothorax kutteri y Harpagoxenus sublaevis, producen sustancias que provocan peleas entre obreras del hormiguero anfitrión, facilitando así que la reina parásita sea aceptada. Otras, incapaces de producir ácido fórmico, emplean secreciones de la glándula de Dufour como arma química.
En el género Lasius, la diversidad de tácticas es aún más notable. Por ejemplo, Lasius reginae —pariente cercana de L. umbratus— no manipula a las obreras: asesina directamente a la reina anfitriona por estrangulamiento. Esto muestra que incluso dentro de un mismo linaje evolutivo, las estrategias de infiltración pueden divergir drásticamente.
Una revolución química silenciosa
El estudio aporta también detalles sobre la secuencia temporal de la agresión. Aunque el ataque de las obreras se desencadena de forma casi inmediata, la muerte de la reina residente puede tardar bastante más tiempo en producirse. La agresión aumenta de intensidad de forma progresiva: pequeños mordiscos, acoso continuo, inmovilización, y finalmente el desmembramiento.
La intrusa no participa en ningún momento en la ejecución, lo que protege su propia integridad.
Lo más inquietante, quizá, es que la manipulación química solo requiere unas gotas de fluido. Las hormigas dependen tanto del olfato para organizar la vida social que alterar levemente el perfil químico de un individuo puede convertirlo en un enemigo instantáneo. En términos periodísticos, sería como cambiar un distintivo digital de verificación y provocar un linchamiento automático.
Las obreras han partido en dos a su madre. Crédito: Keizo Takasuka / Kyushu University
Un agujero negro biológico que empieza a iluminarse
«Una infiltración directa fracasaría porque las obreras percibirían inmediatamente a la intrusa y la atacarían», Takasuka.
Pese a que el parasitismo social en hormigas es un campo relativamente bien estudiado, ya que hay cientos de especies parásitas descritas, aún existen grandes lagunas sobre cómo las reinas intrusas logran infiltrarse. Sabemos que su éxito depende de neutralizar a la reina residente, pero los mecanismos de manipulación química siguen siendo en muchos casos un misterio.
El trabajo de Shimada y sus colegas abre una puerta importante, al demostrar que algunas intrusas no necesitan pelear, sino reescribir la identidad química de la soberana para que los propios miembros del hormiguero acaben con ella. Es una forma de violencia delegada, comparable a un golpe de Estado instigado mediante señales químicas fraudulentas.
Los autores del trabajo subrayan que todavía queda mucho por investigar. La composición precisa del fluido secretado no ha sido identificada. Tampoco se conoce cómo varía su efecto entre colonias ni si las obreras pueden llegar a desarrollar resistencias. La química de las hormigas es un campo sofisticado, con cientos de moléculas implicadas en la comunicación social, y este nuevo caso podría revelar rutas evolutivas inesperadas.
Vídeo de cómo una reina parásita de la especie Lasius orientalis (izquierda) consigue destronar a la reina de un hormiguero y hacerse con la colonia. Crédito: Keizo Takasuka / Kyushu University
Un recordatorio de la complejidad invisible del mundo social de las hormigas
«Mi propia investigación se centra en cómo las avispas parasitoides manipulan el comportamiento de las arañas, así que sé que, en el mundo natural, los organismos parásitos utilizan muchas estrategias variadas e interesantes para infectar a sus hospedadores», explica Takasuka.
El estudio también invita a reconsiderar la visión de las hormigas como sociedades perfectamente cohesionadas. Aunque su éxito evolutivo se basa en la cooperación extrema, no son inmunes al conflicto ni a la manipulación. Dentro de sus aparentemente apacibles hormigueros se libran batallas sutiles, en las que el poder puede cambiar de manos sin que nadie llegue a entender por qué. De hecho, ni siquiera las propias obreras saben que están asesinando a su madre.
Quizá lo más perturbador es que este mecanismo, pese a su crueldad aparente, es una muestra más de la eficiencia implacable de la naturaleza. La reina intrusa no necesita fuerza bruta, solo una molécula que hace que quienes deberían defender a la soberana la vean como una enemiga. Y la colonia, al perder a su reina original, queda lista para servir a la recién llegada.
«Este descubrimiento en hormigas es otro ejemplo fascinante. Estoy interesado en investigar estas distintas estrategias de eliminación del huésped para comprender las presiones evolutivas que las impulsan», concluye Takasuka.
En un mundo dominado por el olor, un leve cambio químico puede desencadenar un magnicidio. ▪️
Información facilitada por la Universidad de Kyushu
Fuente: Shimada, Taku et al. Socially parasitic ant queens chemically induce queen-matricide in host workers. Current Biology (2025). DOI: 10.1016/j.cub.2025.09.037

