Orcas y delfines sellan una alianza inédita para cazar salmones gigantes

En las profundidades del océano Pacífico, dos de los depredadores más inteligentes del océano rompen las reglas de la competencia. Grabaciones inéditas revelan cómo orcas y delfines coordinan su caza y comparten información para atrapar salmones gigantes.

Por Enrique Coperías

Ilustración de una orca norteña y varios delfines de flancos blancos persiguen salmones chinook en una caza coordinada.

Ilustración de una orca norteña y varios delfines de flancos blancos persiguen salmones chinook en una caza coordinada. Las grabaciones científicas muestran que ambas especies colaboran de forma oportunista, combinando fuerza y exploración acústica para capturar presas de gran tamaño en aguas del Pacífico. Crédito: IA-DALL-E-RexMolón-Producciones

Los biólogos marinos suelen describir el océano como un tablero de ajedrez donde cada especie juega su propia partida. Las alianzas entre depredadores distintos eran vistas como anecdóticas, fugaces o directamente imposibles.

Sin embargo, un estudio publicado recientemente en la revista Scientific Reports rompe ese esquema con una historia tan inesperada como reveladora: orcas y delfines colaboran de forma activa para cazar salmones gigantes en el Pacífico nororiental.

La escena, reconstruida a partir de grabaciones inéditas tomadas con drones y sensores adheridos al cuerpo de los animales, se desarrolla frente a la costa de la Columbia Británica, en Canadá. Allí, orcas residentes norteñas, especialistas casi exclusivos en el consumo de grandes salmones reales o chinook (Oncorhynchus tshawytscha) y delfines de flancos blancos del Pacífico (Lagenorhynchus obliquidens), más pequeños y de dieta variada, no solo se toleran: coordinan movimientos, comparten información acústica y, en última instancia, se benefician mutuamente del botín.

Cómo se grabó la cooperación entre orcas y delfines

No es una escena puntual ni una coincidencia fortuita. Los investigadores documentaron decenas de episodios en los que ambas especies nadaban juntas, se sumergían a la vez y ajustaban su comportamiento de caza en función de la presencia del otro.

«Lo que observamos no encaja con una relación de competencia ni con el robo oportunista de presas», explican los cuatro autores de la investigación: Sarah M. E. Fortune, del Departamento de Oceanografía de la Universidad Dalhousie, en Canadá; Xi Cheng, del Leibniz Institute for Zoo and Wildlife Research (IZW), en Alemania; Keith Holmes, del Instituto Hakai, en Canadá; y Andrew W. Trites, de la Unidad de Investigación de Mamíferos Marinos, en el Instituto de Océanos y Pesca, Universidad de Columbia Británica (Canadá).

Tampoco hay señales de agresión. Todo apunta a una cooperación flexible y oportunista, una estrategia que desafía la idea de que los grandes depredadores marinos cazan siempre en solitario o solo con miembros de su propia especie.

Dos especies con perfiles diferentes

Las orcas residentes norteñas son animales altamente sociales, organizados en clanes familiares matrilineales, con tradiciones culturales transmitidas de generación en generación.

Su presa preferida, el salmón chinook adulto, puede superar los 90 centímetros y los 13 kilos. Capturarlo no es trivial: estos peces nadan rápido, pueden ocultarse a distintas profundidades y, cuando detectan peligro, cambian de rumbo con brusquedad.

Los delfines de flancos blancos, por su parte, son más pequeños y no están anatómicamente preparados para desgarrar un pez de ese tamaño. Su dieta habitual incluye arenques, calamares y salmones juveniles.

Un delfín de flancos blancos nada junto a un grupo de orcas residentes del norte durante una cacería de salmón chinook en el Pacífico canadiense.

Un delfín de flancos blancos nada junto a un grupo de orcas residentes del norte durante una cacería de salmón chinook en el Pacífico canadiense. Cortesía: University of British Columbia (A. Trites), Dalhousie University (S. Fortune), Hakai Institute (K. Holmes), Leibniz Institute for Zoo and Wildlife Research (X. Cheng)

El papel clave de la ecolocalización compartida

La clave está en la información. Los delfines son exploradores incansables. Se desplazan con rapidez, cubren amplias áreas y emiten constantes señales de ecolocalización, una especie de radar acústico que les permite ver en la oscuridad del océano. Las grabaciones muestran que, cuando los delfines están presentes, las orcas reducen su propia actividad acústica y modifican sus patrones de nado. En lugar de escanear el entorno por sí mismas, parecen escuchar —literalmente— a los delfines.

Este comportamiento, conocido como escucha clandestina o eavesdropping, no es nuevo en el mundo animal, pero sí extraordinariamente raro entre especies tan distintas. Al aprovechar las señales acústicas de los delfines, las orcas amplían su capacidad para localizar salmones sin gastar tanta energía ni emitir tantos sonidos propios, algo que podría ser ventajoso cuando la presa es escasa o esquiva.

Las imágenes aéreas refuerzan esta interpretación. En la mayoría de los encuentros registrados, las orcas ajustan su rumbo para seguir a los delfines, no al revés. Se sumergen tras ellos, replican sus trayectorias y permanecen cerca durante las fases críticas de la caza. En varias ocasiones, tras una persecución conjunta, una orca emerge con un gran salmón chinook en la boca. El pez es llevado a la superficie, desgarrado en fragmentos y compartido con otros miembros del grupo familiar. Los delfines, mientras tanto, aprovechan los restos: trozos de carne, escamas y fragmentos que flotan en el agua.

Cooperar en lugar de competir: una ventaja evolutiva

No hay evidencias de robo directo. Los científicos solo observaron un episodio ambiguo en el que un delfín pudo haberse llevado una parte del pez, pero incluso ese caso no pudo confirmarse con claridad. La norma general es la tolerancia. Las orcas no ahuyentan a los delfines, no muestran comportamientos defensivos ni abandonan la caza cuando estos aparecen. Al contrario: su éxito como cazadoras no disminuye.

Desde el punto de vista ecológico, la relación tiene sentido. Las orcas obtienen una ventaja clara al ampliar su red de detección gracias a los delfines. Estos, a su vez, acceden a una fuente de alimento que por sí solos no podrían explotar: restos de salmones demasiado grandes para ser ingeridos enteros.

👉 Es una forma de reparto de recursos basada no en la igualdad, sino en la complementariedad.

El estudio descarta también otras explicaciones tradicionales para este tipo de asociaciones. Una de ellas es la protección frente a depredadores. En la región, existen orcas en tránsito, especializadas en cazar mamíferos marinos y potencialmente peligrosas para los delfines. Asociarse con orcas residentes, que no atacan a otros cetáceos, podría ofrecer cierta seguridad.

Sin embargo, los datos muestran que la interacción entre orcas y delfines ocurre casi exclusivamente durante la caza, no en momentos de descanso o desplazamiento, lo que apunta a un beneficio alimentario más que defensivo.

Un delfín de flancos blancos del Pacífico, una especie clave en la alianza observada con las orcas residentes del norte.

Un delfín de flancos blancos del Pacífico, una especie clave en la alianza observada con las orcas residentes del norte. Su capacidad de exploración acústica permite localizar presas y facilita la caza cooperativa de salmones gigantes documentada por los investigadores. Cortesía: University of British Columbia (A. Trites), Dalhousie University (S. Fortune), Hakai Institute (K. Holmes), Leibniz Institute for Zoo and Wildlife Research (X. Cheng)

Qué nos dice este hallazgo sobre la inteligencia animal

Otro aspecto fascinante es la dimensión cultural del fenómeno. Las orcas son famosas por sus tradiciones locales: técnicas de caza, vocalizaciones y comportamientos sociales que varían entre poblaciones. No está claro si esta cooperación con los delfines es una práctica extendida entre todas las orcas residentes del norte o si se limita a ciertos grupos. Tampoco se sabe si ocurre en otras regiones del mundo o con otras especies de delfines. Pero el hecho de que los individuos observados pertenecieran a clanes distintos sugiere que no se trata de una rareza aislada.

En un contexto más amplio, el hallazgo obliga a replantear cómo entendemos las redes tróficas marinas. Las relaciones entre depredadores no son siempre de competencia directa. Pueden ser fluidas, adaptativas y sorprendentemente sofisticadas. En un océano cada vez más alterado por la sobrepesca, el ruido y el cambio climático, estas alianzas podrían volverse más frecuentes, como estrategias para maximizar el éxito en un entorno cambiante.

Los autores subrayan que aún quedan muchas preguntas abiertas. Entre ellas, estas:

✅ ¿Cuánto mejora realmente la tasa de captura de las orcas cuando cazan con delfines?

✅ ¿Qué coste energético supone para los delfines participar en estas cacerías?

✅ ¿Se transmite este comportamiento socialmente, como una tradición aprendida?

Para responderlas harán falta más estudios, más sensores y más paciencia.

Por ahora, las imágenes de orcas siguiendo a delfines hacia las profundidades, en un silencioso pacto de conveniencia, nos recuerdan que el océano es mucho más que un escenario de luchas individuales. A veces, incluso entre gigantes y acróbatas, la supervivencia se escribe en plural. ▪️

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