El cometa interestelar 3I/ATLAS deslumbra a los científicos con un aumento de brillo inesperado

Procedente de otro sistema estelar, el cometa 3I/ATLAS se está iluminando a una velocidad récord al acercarse al Sol, un fenómeno que intriga a los astrónomos y desafía los modelos sobre la actividad cometaria.

Por Enrique Coperías

Recreación fotorrealista del cometa interestelar 3I/ATLAS aproximándose al Sol, con una brillante coma azulada y una tenue cola de gas.

Recreación fotorrealista del cometa interestelar 3I/ATLAS aproximándose al Sol, con una brillante coma azulada y una tenue cola de gas. Las observaciones realizadas por las sondas solares STEREO-A, SOHO y GOES-19 revelaron que su luminosidad aumentó veinte veces más rápido de lo previsto, un comportamiento sin precedentes que intriga a los astrónomos. Imagen generada con DALL-E

El cometa interestelar 3I/ATLAS, un viajero procedente de otro sistema estelar, está ofreciendo un espectáculo tan desconcertante como fascinante. A medida que se acerca al Sol, su brillo ha aumentado de manera súbita y desproporcionada, sorprendiendo incluso a los astrónomos más veteranos.

Las observaciones realizadas con una flotilla de sondas solares, entre ellas las misiones STEREO-A, SOHO y GOES-19, muestran que el cometa se está iluminando más de veinte veces más rápido de lo previsto, una evolución sin precedentes entre los cuerpos de su clase.

El fenómeno se detalla en un estudio firmado por Qicheng Zhang, del Lowell Observatory, y Karl Battams, del Laboratorio Naval de Washington, en el archivo en línea para las prepublicaciones de artículos científicos arXiv. Según los datos, el brillo de 3I/ATLAS crece a una velocidad desproporcionada al acercarse al Sol: cada vez que reduce a la mitad su distancia solar, su luminosidad se multiplica por más de cien. En los cometas normales, ese aumento es de apenas unas pocas veces. Este comportamiento tan extremo sugiere que el visitante interestelar está liberando gas y polvo de forma mucho más violenta de lo habitual.

🗣️ «Estamos viendo un comportamiento explosivo —explica Zhang—. Nada en los registros de cometas interestelares se parece a esto».

Un visitante fugaz del espacio interestelar

3I/ATLAS fue descubierto el 1 de julio de 2025 por el sistema de búsqueda ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System), cuando se encontraba a 4,5 unidades astronómicas del Sol, es decir, más allá de la órbita de Júpiter. Desde el principio quedó claro que no pertenecía al Sistema Sola. Así es, su trayectoria hiperbólica delataba un origen interestelar, como ya ocurriera con ‘Oumuamua (1I/2017 U1) y el cometa 2I/Borisov, los únicos dos visitantes interestelares confirmados hasta ahora.

En aquel momento, 3I/ATLAS parecía un gemelo de Borisov: un núcleo helado y polvoriento que se comportaba de forma predecible. Pero en los meses siguientes empezó a mostrar un temperamento propio.

A diferencia de Borisov, cuyo brillo apenas cambió al acercarse al Sol, 3I/ATLAS empezó a iluminarse con fuerza mucho antes de lo esperado. Ya en verano, su luminosidad crecía casi cuatro veces más rápido de lo que es habitual en los cometas, una señal de que su superficie se estaba activando de forma prematura. Lo que nadie esperaba es que esa tendencia se multiplicara por dos en apenas unas semanas.

Imágenes apiladas del cometa 3I/ATLAS observadas por CCOR-1, STEREO-A y SOHO, mostrando su brillo y dirección solar.

Imágenes apiladas del cometa 3I/ATLAS observadas por CCOR-1, STEREO-A y SOHO, mostrando su brillo y dirección solar. Cortesía: arXiv (2025), DOI: 10.48550/arxiv.2510.25035.

Un enigma de luz y gas

La clave del misterio, explican Zhang y Battams, está en las observaciones de los instrumentos solares que vigilan la corona del Sol. Durante septiembre y octubre, mientras el cometa se escondía tras el resplandor solar y resultaba invisible desde la Tierra, su posición coincidió con el campo de visión de las cámaras SECCHI a bordo de la sonda STEREO-A, del coronógrafo LASCO C3 de la misión SOHO, y del nuevo CCOR-1 del satélite meteorológico GOES-19.

Estas plataformas, diseñadas para estudiar eyecciones de masa coronal, captaron también la inesperada explosión de luminosidad del visitante interestelar.

Los datos combinados de esas cámaras muestran que el brillo del cometa se disparó de manera sostenida hasta su máximo acercamiento al Sol, que ocurró el 29 de octubre de 2025, a una distancia de 1,36 unidades astronómicas. En las imágenes, el cometa aparece como una mancha difusa de unos cuatro minutos de arco de diámetro —equivalente a unas 150.000 kilómetros (203.453.107 km)—, lo que confirma la presencia de una enorme coma gaseosa rodeando el núcleo.

Más sorprendente aún fue el color azul del cometa. «Las mediciones muestran que 3I/ATLAS es notablemente más azul que el Sol», indica Battams. Ese tono implica que la mayor parte de su luminosidad no proviene del polvo reflejando la luz solar, sino de gases fluorescentes, emitidos por moléculas excitadas por la radiación. En particular, las longitudes de onda dominantes corresponden a las bandas de emisión del radical C₂ y de la molécula NH₂, compuestos que suelen indicar un fuerte calentamiento interno y un desprendimiento rápido de volátiles.

3I/ATLAS rompe las reglas de la física solar

El estudio también establece paralelismos con el aumento de producción de radicales OH, observados por radiotelescopios europeos en las mismas fechas. Estas moléculas son el subproducto típico de la sublimación del agua, el principal motor de la actividad cometaria. Entre mediados de septiembre y finales de octubre, la cantidad de OH liberado por 3I/ATLAS se multiplicó por más de treinta, siguiendo una curva de crecimiento casi idéntica a la del brillo óptico. Esta es otra pista de que el estallido luminoso está vinculado a una súbita evaporación de hielo.

Pero la velocidad con que se ha producido ese cambio sigue siendo un enigma. Según Zhang, el cometa podría haber sufrido un colapso térmico interno: capas de hielo exótico, como el dióxido de carbono y el monóxido de carbono, se habrían sublimado antes de tiempo, enfriando su superficie y retrasando la activación del agua. Al acercarse más al Sol, ese equilibrio se habría roto de golpe, liberando chorros de gas y polvo con una potencia sin precedentes. «Puede que el núcleo haya estado sellado por una costra helada que de repente se fracturó —apunta el investigador—. El resultado sería una explosión de actividad cometaria».

Otra posibilidad es que la estructura del cometa sea particularmente porosa o irregular, quizá una reliquia de su sistema estelar de origen. Su composición química —ya se ha comprobado que está empobrecido en C₂ respecto a los cometas solares— sugiere que se formó en un entorno distinto, tal vez en las regiones exteriores de otro disco protoplanetario. Cada variación de color o de tasa de sublimación ofrece una ventana al proceso de formación de planetas en otros sistemas estelares.

Sondas solares y observación desde el espacio

Las misiones que han permitido seguir el espectáculo no estaban concebidas para cazar cometas, pero su vigilancia continua del entorno solar resulta providencial. Las cámaras de la misión de observación solar STEREO-A, que vigilan la heliosfera en luz visible, detectaron por primera vez el aumento de luminosidad a mediados de septiembre, cuando 3I/ATLAS estaba ya demasiado cerca del Sol para los telescopios terrestres.

Semanas después, el Solar and Heliospheric Observatory (SOHO) de la NASA y la ESA, en el punto L1 entre la Tierra y el Sol, continuó el seguimiento junto con GOES-19, un satélite geoestacionario que incluye el moderno coronógrafo CCOR-1.

El equipo de Zhang procesó cientos de imágenes para eliminar el fondo de estrellas, el resplandor de la corona solar y los impactos de partículas energéticas. Al combinar las exposiciones —una técnica conocida como stacking— lograron reconstruir la luz neta del cometa y medir su intensidad día a día. El resultado fue inequívoco: una aceleración fotométrica sin precedentes, imposible de explicar solo por reflexión de la luz solar. El objeto, además, carece de una cola de polvo visible, lo que refuerza la hipótesis de una actividad dominada por gases.

El telescopio espacial James Webb, operado por NASA, ESA y la Agencia Espacial Canadiense, observó el cometa interestelar 3I/ATLAS el 6 de agosto de 2025 con su espectrógrafo infrarrojo cercano (NIRSpec

El telescopio espacial James Webb, operado por NASA, ESA y la Agencia Espacial Canadiense, observó el cometa interestelar 3I/ATLAS el 6 de agosto de 2025 con su espectrógrafo infrarrojo cercano (NIRSpec), lo que permitió obtener datos sobre la composición de los gases que rodean su núcleo. Cortesía: NASA, ESA, CSA, M. Cordiner (NASA-GSFC)

Después del perihelio: ¿se apagará o seguirá brillando?

Ahora que el cometa ha pasado su punto más cercano al Sol, o sea, el perihelio, los astrónomos esperan observarlo nuevamente desde tierra entre noviembre y diciembre, cuando emerja del resplandor solar y vuelva a los cielos nocturnos. Si el aumento de brillo se mantiene, 3I/ATLAS podría ser visible con telescopios medianos y convertirse en uno de los objetos más estudiados de los próximos meses.

Sin embargo, su destino sigue siendo incierto. Algunos investigadores prevén que su brillo se estabilice o incluso se apague rápido, como ocurre con muchos cometas tras el perihelio. Otros no descartan que el proceso de sublimación siga amplificándose, alimentando un auténtico resplandor interestelar antes de que el núcleo se desintegre o se aleje para siempre rumbo al espacio profundo.

🗣️ «Con un objeto así, nadie puede apostar — resume Battams— 3I/ATLAS viene de otro sistema solar, y eso significa que puede comportarse de maneras que nunca hemos visto».

Por qué importa: mensajeros de otros soles

Los cometas interestelares son mensajeros de otros soles, fragmentos helados expulsados durante la formación de planetas en sistemas ajenos al nuestro. Cada uno trae consigo una historia química distinta. ‘Oumuamua, descubierto en 2017, desconcertó al mundo por su forma y su extraña aceleración no gravitacional. Borisov, en 2019, se comportó como un cometa clásico, y nos descubrió que la química del agua y del carbono puede repetirse más allá del Sol. 3I/ATLAS se suma ahora a esa breve lista, pero con un giro inesperado: su hiperactividad repentina.

El estudio de Zhang y Battams no ofrece aún una explicación definitiva. Los autores nos advierten de que será necesario seguir monitorizando el cometa con espectroscopía detallada para entender qué moléculas dominan su emisión y qué procesos físicos las impulsan. Pero los primeros indicios apuntan a un cuerpo rico en volátiles exóticos, probablemente formado en las regiones más frías de su sistema original, y con una superficie que ha permanecido inalterada durante millones de años de viaje interestelar.

«Cada nuevo visitante interestelar amplía nuestra perspectiva del cosmos —afirma Zhang. Y concluye—: 3I/ATLAS nos recuerda que el espacio entre las estrellas no está vacío: está lleno de fragmentos de mundos perdidos que, de vez en cuando, se cruzan en nuestro camino para contarnos su historia con un destello de luz».▪️

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