Eliminar aminoácidos de la dieta activa la «grasa beige» y ayuda a perder peso como el frío, según científicos daneses

Un equipo de investigadores ha descubierto que suprimir dos aminoácidos de la dieta provoca en el cuerpo el mismo efecto que pasar frío: activa la grasa que quema calorías y favorece la pérdida de peso sin tener que moverse más ni comer menos, según un estudio con ratones.

Por Enrique Coperías

Eliminar de la alimentación los aminoácidos metionina y cisteína, presente en alimentos como los huevos, los lácteos y la carne, hace que el organismo incremente su gasto energético como si estuviera tiritando de frío.

Eliminar de la alimentación los aminoácidos metionina y cisteína, presente en alimentos como los huevos, los lácteos y la carne, hace que el organismo incremente su gasto energético como si estuviera tiritando de frío, al activar la llamada grasa parda o termogénica, según un estudio con ratones. Imagen generada con Copilot

Los científicos llevan décadas buscando la manera de hacer que el cuerpo queme más energía sin necesidad de realizar ejercicio. Hasta ahora, una de las pocas estrategias conocidas era exponerlo al frío, una situación en la que el organismo activa su grasa parda, un tejido que transforma calorías en calor para mantener la temperatura corporal. Pero un nuevo estudio sugiere que el mismo efecto podría lograrse con algo tan aparentemente simple como eliminar dos aminoácidos concretos de la dieta.

Investigadores de la Universidad del Sur de Dinamarca han descubierto que restringir la metionina y la cisteína —dos aminoácidos esenciales que contienen azufre y están presentes en carnes, huevos y lácteos— provoca en ratones de laboratorio una respuesta metabólica sorprendentemente similar a la que se observa cuando el cuerpo pasa frío. En otras palabras, los animales empezaron a gastar más energía, oxidar más grasa y perder peso, aun sin moverse más ni comer menos.

El hallazgo, publicado en la revista eLife, arroja nueva luz sobre cómo ciertos componentes de la dieta pueden activar mecanismos naturales de termogénesis —la producción de calor corporal a partir de la energía almacenada—. Y abre una línea de investigación prometedora sobre cómo aprovechar esta respuesta para combatir la obesidad o incluso mejorar la eficacia de los actuales tratamientos para perder peso.

Dos caminos para quemar energía sin hacer ejercicio

El experimento comparó dos formas de inducir el gasto energético sin ejercicio:

Exponer a los ratones al frío extremo, en torno a los 4 °C.

Modificar su alimentación para suprimir esos dos aminoácidos esenciales, metionina y cisteína.

Ambas estrategias, según se sabía, activan en distinto grado el tejido adiposo marrón —el encargado de generar calor— y promueven el amarronamiento del tejido adiposo blanco, es decir, su conversión parcial en un tipo de grasa más activa metabólicamente.

Qué son la grasa parda, blanca y beige

Recordemos que el cuerpo humano alberga varios tipos de tejido adiposo con funciones muy distintas:

La grasa blanca es la más abundante y actúa como reserva de energía: almacena las calorías que sobran en forma de triglicéridos y, cuando se acumula en exceso, favorece el sobrepeso y las enfermedades metabólicas.

La grasa marrón, presente sobre todo en el cuello, la espalda y alrededor del corazón, funciona como una caldera biológica: en lugar de guardar energía, la quema para producir calor y mantener la temperatura corporal.

La grasa beige es un tipo de grasa corporal que se encuentra en depósitos de grasa blanca y puede activar su potencial de quemar calorías para generar calor cuando el cuerpo pasa frío o recibe ciertos estímulos dietéticos.

Hasta ahora, nadie había comparado directamente qué ocurre en los distintos tejidos del cuerpo cuando el frío y la retirada de aminoácidos de la dieta actúan por separado o combinados. Para resolver esa incógnita, el equipo dirigido por Philip M. M. Ruppert y Jan-Wilhelm Kornfeld diseñó un estudio de laboratorio con ratones machos en un entorno controlado.

Los animales fueron alimentados durante una semana con dietas que contenían distintos niveles de metionina: normal, reducida o suplementada. Al mismo tiempo, algunos grupos se mantuvieron a temperatura ambiente (22 ºC), mientras que otros pasaron un día completo a 4 ºC, simulando una exposición intensa al frío.

El mismo gasto calórico que al pasar frío

Los resultados del experimento fueron muy interesantes, pues los ratones sometidos a restricción de metionina mostraron un aumento progresivo del gasto energético de casi un 20 %, pese a mantener el mismo nivel de actividad física y una ingesta calórica similar. Además, su metabolismo cambió: empezaron a utilizar más grasa como fuente de energía, un patrón similar al que se observa en el frío extremo.

🗣 «Los ratones que más energía quemaron comieron la misma cantidad de alimento que los demás y no se movieron más ni menos. Observamos un aumento del 20 % en su termogénesis. Perdieron más peso, y no fue porque comieran menos o hicieran más ejercicio, sino simplemente porque generaban más calor», explica Jan-Wilhelm Kornfeld, biólogo molecular y profesor de la Danish Diabetes and Endocrine Academy en el Novo Nordisk Foundation Center for Adipocyte Signaling de la Universidad del Sur de Dinamarca.

Cuando los investigadores combinaron ambas condiciones —dieta restringida y frío—, el gasto energético se disparó hasta un 60 % respecto al grupo control. «La restricción de metionina se comporta como un verdadero estímulo de termogénesis dietética», afirman los autores del estudio en eLife. En otras palabras, es un modo de forzar al cuerpo a gastar energía de forma comparable a cuando tiembla de frío, pero sin necesidad de bajar la temperatura ambiental.

Los roedores del grupo con dieta restringida perdieron más peso que los demás, a pesar de no moverse más ni comer menos. Y, al contrario de lo que cabría esperar, su masa grasa subcutánea no disminuyó tanto como la hepática: el hígado fue el órgano donde más se redujo, lo que sugiere un papel clave en la reorganización metabólica que acompaña a la pérdida de peso.

Qué tejidos del cuerpo queman grasa

Para entender qué ocurría dentro del cuerpo, los investigadores analizaron la expresión de miles de genes en varios órganos y tejidos: el hígado, la grasa marrón, la grasa blanca subcutánea y la grasa blanca visceral. Las diferencias fueron notables. El hígado fue el primero en reaccionar, ajustando su maquinaria genética hacia un modo de ahorro energético. El frío, en cambio, disparó la actividad de genes vinculados a la oxidación de grasas y la señalización hormonal.

En la grasa marrón, el efecto dominante fue el del frío: la dieta tuvo poca influencia adicional. Sin embargo, en la grasa blanca subcutánea —la que se encuentra bajo la piel— ambos estímulos actuaron de forma aditiva, potenciándose entre sí. Este tejido, equivalente al tejido beige en los humanos, mostró una clara activación de rutas metabólicas ligadas a la quema de ácidos grasos, la termogénesis y el ciclo del ácido cítrico. En cambio, en la grasa visceral, la que rodea los órganos internos, la respuesta fue más débil y dependiente de la combinación de dieta y frío.

En conjunto, los resultados indican que el cuerpo no responde de forma uniforme: cada tejido tiene su propio papel y su propia sensibilidad a los cambios ambientales o dietéticos. Y entre ellos, la grasa subcutánea parece ser la clave.

🗣 «Esto nos indica que la grasa beige no se preocupa de si la combustión se desencadena por el frío o por la dieta», explica Philip Ruppert, biólogo molecular y doctor en Ciencias, investigador en la Universidad de Cornell (Estados Unidos) y anteriormente en la Universidad del Sur de Dinamarca.

El cuerpo puede aprender a comportarse como si tuviera frío sin necesidad de helarse: en ratones, eliminar dos aminoácidos de la dieta activó los mismos genes que producen calor y queman grasa durante la exposición al frío.

El cuerpo puede aprender a comportarse como si tuviera frío sin necesidad de helarse: en ratones, eliminar dos aminoácidos de la dieta activó los mismos genes que producen calor y queman grasa durante la exposición al frío. Foto: Hamid Tajik

Del laboratorio al cuerpo humano: posibles tratamientos

La investigación danesa no pretende ofrecer una dieta milagrosa. De hecho, los autores subrayan que la restricción de metionina y cisteína solo se ha probado en animales y durante periodos cortos, y que estos aminoácidos cumplen funciones vitales en la síntesis de proteínas y en el mantenimiento del equilibrio celular. Sin embargo, los resultados permiten vislumbrar estrategias más sofisticadas para modular el metabolismo humano.

🗣 «Sabemos por otros estudios que los vegetarianos y los veganos son, en varios aspectos, más saludables que quienes comen carne —comenta Ruppert. Y añade—: No hemos probado una dieta restringida en metionina y cisteína en humanos, solo en ratones, así que no podemos afirmar con certeza que el mismo efecto se produzca en personas, pero es absolutamente posible».

Una de las vías más prometedoras es aprovechar este tipo de termogénesis dietética para reforzar la eficacia de los actuales medicamentos contra la obesidad, como los análogos del GLP-1 (semaglutida o liraglutida). Estos fármacos, popularizados por su capacidad para reducir el apetito, tienen un efecto secundario indeseado: disminuyen el gasto energético del cuerpo, lo que limita su eficacia a largo plazo. Una dieta que active la termogénesis podría compensar esa reducción y ayudar a mantener la pérdida de peso.

Kornfeld plantea una posibilidad aún más directa: «También sería interesante estudiar si los pacientes que toman Wegovy (semaglutida) experimentan una pérdida de peso adicional si cambian a una dieta sin los aminoácidos metionina y cisteína, es decir, una dieta libre de proteínas animales».

Ruppert y sus colegas también sugieren que limitar ciertos aminoácidos podría mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir los niveles de triglicéridos en sangre, como se observó en sus ratones. «La combinación de restricción dietética y exposición al frío produjo efectos aditivos sobre la glucosa y los lípidos», señalan. En humanos, esto podría traducirse en beneficios metabólicos para personas con sobrepeso o prediabetes.

El despertar de la grasa beige

Más allá de la pérdida de peso, el estudio destaca la importancia de la grasa beige, que como hemos visto es un tipo intermedio entre la grasa blanca (que almacena energía) y la grasa marrón (que la quema). En humanos, esta grasa subcutánea podría desempeñar un papel más relevante del que se pensaba en la regulación del metabolismo y la temperatura corporal.

En los ratones, la restricción de metionina desencadenó en este tejido una respuesta genética parecida al frío: se activaron genes asociados a la producción de calor y a la utilización de grasas, incluso sin exposición a bajas temperaturas. Este hallazgo sugiere que el organismo puede ser entrenado para comportarse como si tuviera frío mediante señales dietéticas.

Algunos experimentos recientes apuntan a que ciertos compuestos farmacológicos podrían imitar este efecto. Un estudio con un derivado del ácido salicílico logró inducir en ratones una forma de ciclado de creatina, un proceso energético alternativo al clásico sistema de la proteína UCP1. En ensayos clínicos preliminares con humanos, el mismo compuesto produjo una modesta reducción de peso, lo que refuerza la idea de que activar la grasa beige es una estrategia factible y segura.

Nueva forma de entender la «termogénesis de los alimentos»

La idea de que comer puede hacernos gastar más energía no es nueva: el llamado efecto térmico de los alimentos es bien conocido. Pero lo que este trabajo sugiere es algo distinto. No se trata del aumento temporal del metabolismo tras una comida copiosa, sino de una reprogramación sostenida del gasto energético mediante la composición de la dieta.

En palabras de los autores, la restricción de metionina representa una auténtica «termogénesis inducida por la dieta», un estado hormonal y metabólico mantenido que hace que el cuerpo funcione en modo de disipación de energía. Es un tipo de respuesta más profunda, comparable a la que se logra con el frío, y que podría integrarse en estrategias nutricionales de largo plazo.

El experimento, limitado a una semana de dieta y un día de frío, no permite aún extrapolar los efectos a largo plazo ni a humanos. Pero sí sienta las bases de una biología del metabolismo mucho más flexible de lo que se creía. Un pequeño cambio en dos aminoácidos basta para convencer al cuerpo de que tiene frío y necesita gastar energía. Y en tiempos en los que el exceso de peso afecta ya a casi mil millones de personas, no es poca cosa que la ciencia haya encontrado una forma de encender el fuego interno sin salir a correr. ⏹

  • Información facilitada por la University of Southern Denmark

  • Fuente: Philip M. M. Ruppert, Aylin S Güller, Marcus Rosendal, Natasa Stanic, Jan-Wilhelm Kornfeld. Dietary sulfur amino acid restriction elicits a cold-like transcriptional response in inguinal but not epididymal white adipose tissue of male mice. eLife (2025). DOI: https://doi.org/10.7554/eLife.108825.1

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