El exoplaneta que se encuentra a 40 años luz de la Tierra podría reunir las condiciones adecuadas para la vida
Un pequeño mundo rocoso, bautizado como TRAPPIST-1 e, empieza a confiarnos sus secretos gracias al telescopio James Webb. Los primeros datos descartan atmósferas gaseosas y apuntan a un escenario mucho más cercano al de la Tierra, reavivando la gran pregunta: ¿podría albergar vida?
Por Enrique Coperías
El telescopio espacial James Webb ha observado el exoplaneta TRAPPIST-1 e, un mundo rocoso a 40 años luz en la constelación de Acuario. Este planeta es hoy uno de los mejores candidatos para comprobar si fuera del Sistema Solar existen atmósferas capaces de sostener condiciones compatibles con la vida. Cortesía: NASA/JPL-Caltech
A solo 40 años luz de la Tierra, en la constelación de Acuario, orbita una diminuta estrella enana roja que desde hace una década mantiene en vilo a los astrónomos. Su nombre, TRAPPIST-1, hace honor a un telescopio robótico belga que en 2016 desveló algo extraordinario: alrededor de este astro revolotean siete planetas del tamaño de la Tierra, alineados como perlas, tres de ellos situados en la llamada zona habitable, la franja en la que podría existir agua líquida.
Entre ellos destaca TRAPPIST-1 e, considerado desde el principio el mejor candidato para albergar condiciones compatibles con la vida.
Durante años, los científicos han soñado con analizar la atmósfera de este mundo remoto. ¿Tiene un aire que lo envuelve? ¿O está desnudo, como la Luna o Mercurio? ¿Podría, en caso de contar con gases adecuados, mantener océanos en su superficie? Las respuestas empiezan a perfilarse gracias a la precisión del telescopio espacial James Webb, que desde 2022 se ha convertido en la herramienta más potente jamás construida para explorar atmósferas planetarias más allá del Sistema Solar.
En un estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters, un equipo internacional liderado por Néstor Espinoza, del Space Telescope Science Institute, en Baltimore, presenta las observaciones más detalladas hasta la fecha de TRAPPIST-1 e. Y aunque la historia no termina con un «¡Hemos encontrado vida extraterrestre!», los resultados marcan un antes y un después: los datos descartan que este exoplaneta tenga una atmósfera primaria rica en hidrógeno, lo que acerca su naturaleza a la de la Tierra y aleja la imagen de un mini-Júpiter inhabitable.
Características de TRAPPIST-1 e y su zona habitable
La importancia de TRAPPIST-1 e radica en que es uno de los escasos planetas rocosos del tamaño de la Tierra que se encuentran en la zona habitable y son observables con suficiente claridad. Su radio equivale al 92% del terrestre, su masa es de dos tercios y completa una vuelta alrededor de su estrella en apenas seis días.
Al recibir una cantidad de energía estelar parecida a la que llega a nuestro planeta, su temperatura de equilibrio ronda los 250 kelvin (unos -23 ºC), lo que lo coloca en un rango potencialmente compatible con la presencia de agua líquida.
Pero hay un problema: TRAPPIST-1 es una estrella enana ultrafría, mucho más pequeña y activa que el Sol. Su superficie se cubre de manchas estelares y erupciones que alteran la luz y distorsionan las señales recogidas durante los tránsitos planetarios. Este fenómeno, conocido como contaminación estelar, complica la interpretación de los espectros y ha sido el quebradero de cabeza de los investigadores desde las primeras observaciones con el Hubble.
Cómo el James Webb estudia atmósferas de exoplanetas
El equipo de Espinoza observó cuatro tránsitos de TRAPPIST-1 e entre junio y octubre de 2023 con el espectrógrafo NIRSpec/PRISM del James Webb. Esta técnica permite analizar la tenue franja de luz estelar que atraviesa la atmósfera del planeta durante el tránsito. Si hay gases presentes, absorben ciertas longitudes de onda, dibujando así un código de barras cósmico que revela su composición.
Lo primero que sorprendió a los astrónomos es que los espectros no eran planos ni repetibles, como se esperaba, sino que variaban de un tránsito a otro, tanto en el tiempo como en la longitud de onda. Esa variabilidad apunta directamente a la estrella: manchas frías, regiones calientes o incluso fulguraciones que cambian el patrón de luz y enmascaran la huella del planeta.
Para superar este obstáculo, el equipo aplicó un modelo estadístico basado en procesos gaussianos (GP), una herramienta que permite separar la señal planetaria de la contaminación estelar. El método no elimina del todo las incertidumbres, pero ofrece la posibilidad de extraer inferencias robustas sobre la atmósfera del planeta.
Los siete planetas de Trappist-1 se hallan en una zona donde se pueden unir condiciones para crear atmósferas y agua líquida. Cortesía: ESO
Resultados clave: TRAPPIST-1 e no tiene atmósfera rica en hidrógeno
La conclusión más sólida del trabajo es que TRAPPIST-1 e, como ya hemos avanzado, no tiene una atmósfera primaria rica en hidrógeno. Con los datos del Hubble solo se habían podido descartar escenarios con atmósferas claras y ligeras; aún cabía la posibilidad de que una envoltura de hidrógeno y helio se ocultara bajo una capa de nubes. Pero el James Webb, con su rango de observación más amplio (0,6–5 micras) y su precisión de unas 50 partes por millón, ha permitido cerrar esa puerta.
El análisis estadístico muestra que la probabilidad de que el planeta tenga una atmósfera con más del 50% de hidrógeno es inferior al 1%. Y mezclas superiores al 80% quedan descartadas con más de tres sigmas de confianza, un valor estadístico que apunta a una “evidencia fuerte”, pero aún no definitiva. Dicho de otro modo: TRAPPIST-1 e no es una bola gaseosa envuelta en hidrógeno como Neptuno, sino un mundo más cercano a la Tierra, Marte o Venus, donde el hidrógeno es apenas una traza ínfima.
Esto encaja con modelos teóricos que predicen la rápida pérdida de atmósferas primarias en planetas rocosos alrededor de estrellas activas. La radiación ultravioleta y el viento estelar barren los gases ligeros en pocos cientos de millones de años, dejando atrás la posibilidad de atmósferas secundarias más densas, compuestas de dióxido de carbono, nitrógeno, vapor de agua o metano.
El enigma de una atmósfera secundaria
¿Significa esto que TRAPPIST-1 e tiene una atmósfera parecida a la terrestre? La respuesta, de momento, es que no lo sabemos. Los datos actuales no permiten distinguir entre un planeta con una atmósfera secundaria y uno completamente desprovisto de gases.
Sin embargo, los resultados dejan el campo abierto a escenarios fascinantes. Si el planeta conserva una atmósfera, podría ser rica en CO₂, como Marte y Venus, o tener mezclas más complejas con nitrógeno y agua.
«Parece que hay algunas irregularidades y fluctuaciones en los datos que, según nuestros modelos atmosféricos, encajan bien con una atmósfera rica en nitrógeno y, potencialmente, con moléculas como el metano —afirma Ryan MacDonald, de la Universidad de de St Andrews, en el Reino Unido, y coautor del estudio.
En palabras de MacDonald, «de todos los espectros que hemos obtenido hasta ahora de los planetas del sistema TRAPPIST-1, este es el más prometedor, el que apunta a que podría haber algo allí. Obviamente, espero que el planeta situado justo en el centro de la zona habitable de esta estrella tenga atmósfera, porque eso tendría implicaciones increíbles para la astrobiología, nuestra búsqueda de vida y habitabilidad».
Identificar esas posibilidades requiere analizar con precisión las huellas de moléculas clave en longitudes de onda más largas, algo que se abordará en estudios complementarios y en un trabajo paralelo encabezado por la investigadora Ana Glidden, del MIT.
Ilustración de los siete planetas del sistema TRAPPIST-1, que giran en torno a una estrella enana roja ultrafría situada a 40 años luz de la Tierra. Los nuevos datos indican que estos mundos, de tamaño similar al terrestre, podrían ser ricos en materiales volátiles como el agua, lo que refuerza su interés en la búsqueda de vida más allá del Sistema Solar. Crédito: ESO/M. Kornmesser
El reto de estudiar planetas rocosos alrededor de estrellas enanas rojas
Más allá de los gases, el estudio deja claro que el principal escollo para caracterizar estos mundos no es tecnológico, sino astrofísico. Las enanas rojas como TRAPPIST-1 son estrellas inquietas, con manchas y llamaradas que cambian de forma constante.
Los espectros del James Webb muestran variaciones inesperadas incluso más allá de las tres micras, donde se suponía que la contaminación estelar sería menor.
Algunos indicios apuntan a que procesos magnéticos y dinámicas similares a las observadas en enanas marrones podrían estar detrás de esta variabilidad. En cualquier caso, la lección es clara: entender las estrellas es tan crucial como observar los planetas.
Qué viene ahora: próximos estudios y búsqueda de biofirmas
El estudio de Espinoza es solo el primer paso. Programas en curso con el James Webb, como los GO 6456 y 9256, observarán decenas de tránsitos de TRAPPIST-1 b y e para refinar las técnicas de descontaminación estelar y ampliar el rango espectral.
El objetivo último es responder a una pregunta fundamental: ¿pueden los planetas rocosos alrededor de estrellas enanas conservar atmósferas habitables?
Si la respuesta es sí, TRAPPIST-1 e podría convertirse en el mejor laboratorio natural para buscar biofirmas, como oxígeno (O₂) y ozono (O₃), en las próximas décadas.
¿Estamos solos en el universo?
El hallazgo no descubre océanos ni atmósferas ricas en oxígeno, pero abre un horizonte prometedor. Demuestra que el James Webb es capaz de descartar atmósferas enteras en planetas del tamaño de la Tierra, algo impensable hace apenas unos años. Y sugiere que, a pesar de la hostilidad de las enanas rojas, algunos de sus planetas pueden no estar tan lejos de ser habitables.
TRAPPIST-1 e, ese pequeño mundo a 40 años luz, se convierte así en un espejo lejano. Tal vez no encontremos en él vida como la conocemos, pero cada dato que arroja nos ayuda a entender cómo se forman, evolucionan y resisten las atmósferas de los mundos rocosos en el cosmos. Y con ello, nos acerca un paso más a responder la pregunta más antigua de la astronomía: ¿estamos solos? ▪️
Exopleneta TRAPPIST-1 e: Preguntas & Respuestas
👾 ¿Qué es TRAPPIST-1 e?
TRAPPIST-1 e es un exoplaneta rocoso que orbita a 40 años luz de la Tierra, dentro de la zona habitable de una estrella enana roja ultrafría llamada TRAPPIST-1.
👾 ¿Por qué es importante TRAPPIST-1 e?
Porque tiene un tamaño y masa similares a la Tierra y recibe una cantidad de energía comparable, lo que lo convierte en un candidato clave en la búsqueda de planetas habitables.
👾 ¿Qué ha descubierto el telescopio James Webb sobre TRAPPIST-1 e?
El James Webb ha descartado que TRAPPIST-1 e tenga una atmósfera primaria rica en hidrógeno, lo que lo acerca más a planetas como la Tierra o Marte que a mundos gaseosos como Neptuno.
👾 ¿Tiene TRAPPIST-1 e atmósfera?
No se sabe con certeza. Los datos sugieren que podría tener una atmósfera secundaria con nitrógeno, dióxido de carbono o metano, pero también existe la posibilidad de que carezca de envoltura gaseosa.
👾 👾 ¿Podría TRAPPIST-1 e albergar vida?
No hay pruebas de vida extraterrestre, pero si conserva una atmósfera estable y agua líquida, podría ser habitable y servir como laboratorio natural para la astrobiología.
¿Qué vendrá después en la investigación?
El James Webb seguirá observando tránsitos de TRAPPIST-1 e para buscar huellas de moléculas biogénicas y confirmar si este planeta puede mantener condiciones aptas para la vida.
Fuente: Néstor Espinoza et al. JWST-TST DREAMS: NIRSpec/PRISM Transmission Spectroscopy of the Habitable Zone Planet TRAPPIST-1 e. The Astrophysical Journal Letters (2025). DOI: 10.3847/2041-8213/adf42e