La voz de la madre como medicina: escucharla impulsa el desarrollo cerebral de los bebés prematuros
Un estudio de la Universidad de Stanford demuestra que la voz de la madre, incluso grabada, estimula el desarrollo cerebral y del lenguaje en los bebés prematuros. Escucharla en la incubadora actúa como una verdadera medicina para el cerebro más vulnerable.
Por Enrique Coperías
Por primera vez, un ensayo clínico demuestra que aumentar la exposición a la voz de la madre en la UCI neonatal mejora la maduración cerebral de las áreas relacionadas con el lenguaje. Cortesía: Queensland Health
En las incubadoras de las unidades neonatales, el silencio no siempre es un aliado. Un nuevo estudio de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, confirma que la voz materna —incluso grabada— puede actuar como un potente estímulo para el cerebro de los bebés prematuros.
Los investigadores han demostrado por primera vez, mediante un ensayo clínico controlado, que aumentar la exposición a la voz de la madre dentro de la UCI neonatal mejora la maduración de una estructura cerebral clave para el lenguaje.
El trabajo, publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience y dirigido por la pediatra y neurocientífica Katherine Travis, aporta evidencia causal —no solo correlacional— de que las primeras experiencias sonoras moldean físicamente el cerebro.
«Esta es la primera evidencia causal de que una experiencia de habla contribuye al desarrollo cerebral a una edad tan temprana —afirma Travis, profesora de la Facultad de Medicina de Weill Cornell y del Burke Neurological Institute. Y añade—: Es una forma potencialmente transformadora de pensar cómo abordar la atención neonatal para promover mejores resultados lingüísticos en los niños nacidos prematuramente».
Un experimento con bebés prematuros de apenas un kilo
El equipo reclutó a 46 bebés nacidos muy prematuros, entre las 24 y las 31 semanas de gestación. Estos niños pasan semanas o meses en incubadoras, donde el ambiente es ruidoso pero carente de voces humanas familiares.
«En el útero, el feto escucha la voz materna filtrada a través del cuerpo, durante horas cada día. En el hospital, esa experiencia se interrumpe de golpe”, explica Travis.
La mitad de los bebés fue asignada al grupo de intervención. Sus madres grabaron diez minutos de lectura del clásico infantil El oso Paddington, en su idioma nativo y con tono afectuoso, como si se dirigieran directamente al bebé. Las grabaciones se reproducían automáticamente dos veces por hora, entre las diez de la noche y las seis de la mañana, un periodo en el que los padres suelen estar ausentes.
En total, los pequeños escuchaban unas dos horas y media diarias de voz materna. El grupo de control tenía el mismo dispositivo en la cuna, pero sin sonido, para que ni las familias ni el personal médico supieran qué bebés recibían el estímulo real.
Escuchar para crecer: lo que revela el cerebro
Al acercarse al momento del alta —alrededor de las 36 semanas de edad corregida—, los investigadores realizaron escáneres de resonancia magnética avanzada a los bebés. En concreto, se centraron en el fascículo arqueado, una vía de sustancia blanca que conecta regiones cerebrales responsables de reconocer sonidos del habla con las que controlan su producción. Es una autopista neural esencial para el lenguaje, especialmente en el hemisferio izquierdo.
Los resultados mostraron que los bebés que habían escuchado las grabaciones presentaban una microestructura más madura en el fascículo arqueado izquierdo. En términos técnicos, presentaban una menor «difusividad media» y una mayor «anisotropía fraccional» y tasa de relajación T1, indicadores de una mielinización más avanzada y una organización más eficiente de las fibras nerviosas. En palabras sencillas, sus cables neuronales eran más gruesos y mejor aislados, lo que favorece una transmisión más rápida y precisa de la información.
La diferencia no se observó en el hemisferio derecho ni en otras zonas del cerebro no relacionadas con el lenguaje, lo que refuerza la especificidad del efecto. «No solo comprobamos que la intervención era segura —sin más episodios respiratorios ni alteraciones del sueño—, sino que su impacto fue notable y localizado justo donde esperábamos —destaca Travis. Y añader—: Me sorprendió lo fuerte que fue el efecto. El hecho de que podamos detectar diferencias en el desarrollo cerebral tan pronto sugiere que lo que hacemos en el hospital importa».
En palabras de esta investigadora, «la exposición al habla importa para el desarrollo del encéfalo» Las mejoras en la conectividad del hemisferio izquierdo explicaban hasta un 30% de la variabilidad entre grupos, un tamaño de efecto poco habitual en neurociencia neonatal.
Los bebés que escucharon la voz de su madre mostraron una maduración más avanzada en el fascículo arcuato izquierdo, la autopista cerebral del lenguaje, con mayor mielinización y conectividad neuronal. Sobre estas líneas, Mollie junto a su bebé Nash, que nació con solo 21 semanas, en Iowa. Cortesía: University of Iowa Health Care Stead Family Children's Hospital
La importancia de escuchar y hablar desde el inicio
Desde hace años, los científicos sospechan que las voces y melodías familiares pueden calmar a los prematuros y favorecer su desarrollo. Se habían documentado beneficios fisiológicos —mejor ritmo cardíaco, más ganancia de peso o menor estrés—, pero faltaba una demostración directa de cambios estructurales en el cerebro.
«Por primera vez podemos afirmar que la exposición a la voz materna causa un avance medible en la maduración de los circuitos lingüísticos», apunta la investigadora.
El hallazgo se inscribe en una línea de estudios que exploran cómo las experiencias sensoriales tempranas influyen en la arquitectura cerebral. En modelos animales se ha visto que los estímulos auditivos favorecen la formación de mielina, la sustancia que recubre las neuronas, y en niños mayores las intervenciones de lectura intensiva pueden modificar la sustancia blanca.
«El cerebro es plástico desde el nacimiento, y quizá especialmente en los más vulnerables», subraya Travis.
Una intervención sencilla, barata y escalable
Una de las fortalezas del experimento es su sencillez. Bastaron grabaciones domésticas y un pequeño reproductor de sonido para generar un efecto detectable con neuroimagen. Esto abre la puerta a intervenciones baratas y escalables en hospitales de todo el mundo.
«Los bebés estuvieron expuestos a esta intervención durante un período relativamente corto. A pesar de ello, vimos diferencias muy medibles en sus tractos del lenguaje. Es impresionante que algo bastante pequeño parezca marcar una gran diferencia», comenta Melissa Scala, neonatóloga del Lucile Packard Children’s Hospital Stanford y coautora del estudio.
Los autores sugieren que incorporar este tipo de programas en las UCI neonatales podría ayudar a mitigar parte del déficit lingüístico que suelen presentar los niños nacidos antes de tiempo. En edades escolares, los prematuros tienen mayor riesgo de trastornos del lenguaje y dificultades de aprendizaje, asociados a alteraciones en la sustancia blanca.
«Si podemos estimular esos circuitos desde el principio, quizá podamos mejorar su trayectoria a largo plazo», dice Scala.
El estudio también plantea una cuestión de equidad en la atención neonatal. No todas las familias pueden pasar largas horas junto a la incubadora: los turnos laborales, otros hijos o la distancia al hospital limitan la presencia de los padres, y los bebés de entornos socioeconómicos más desfavorecidos suelen recibir menos estimulación verbal. «Las grabaciones podrían ser una forma de reducir esas desigualdades, garantizando de esta manera que todos los bebés, estén o no acompañados, oigan la voz de sus cuidadores», propone Travis.
Imagen de resonancia magnética que muestra el fascículo arqueado izquierdo y derecho en un bebé nacido muy prematuro. Los colores indican la orientación de las fibras nerviosas: rojo (izquierda-derecha), verde (anterior-posterior) y azul (superior-inferior). Cortesía: Katherine E. Travis et al.
Qué falta por saber: preguntas abiertas para la neurociencia neonatal
Aunque prometedor, el ensayo clínico tiene limitaciones. El tamaño de muestra fue pequeño —solo 33 bebés completaron las resonancias— y todos estaban médicamente estables, por lo que los resultados deberán confirmarse en poblaciones más amplias y con niños más frágiles.
Tampoco se midieron los efectos a largo plazo: falta saber si esas diferencias cerebrales se traducirán en mejores habilidades lingüísticas meses o años después.
Los investigadores ya planean nuevas fases del estudio para evaluar el desarrollo del lenguaje en la infancia y comparar distintos tipos de estímulo: ¿es igual de eficaz la voz hablada que el canto? ¿Influye que sea dirigida al bebé con tono infantil o sea conversación adulta, como la que el feto escucha en el vientre? Estas cuestiones podrían ayudar a diseñar intervenciones más precisas en la UCI neonatal.
Humanizar la tecnología: el valor emocional de una voz
El trabajo de Stanford se suma a un creciente cuerpo de evidencia que muestra hasta qué punto las primeras experiencias moldean el cerebro. La exposición temprana a la voz humana no solo tranquiliza al bebé; parece literalmente esculpir su conectividad neuronal.
«Estamos viendo cómo el entorno acústico de la UCI, que suele ser artificial y carente de patrones humanos, puede modificarse para favorecer un desarrollo más natural», señala Travis.
Más allá de la ciencia, el mensaje tiene una dimensión emocional poderosa. En un espacio donde los padres a menudo se sienten impotentes ante los tubos y monitores, saber que su voz puede ayudar al desarrollo cerebral de su hijo es reconfortante. «Siempre apoyaremos que los padres visiten y hablen con sus bebés en persona tanto como puedan —las visitas presenciales también ofrecen la oportunidad de sostener a los bebés piel con piel, lo que aporta sus propios beneficios neuroevolutivos —dice Scala. Y concluye—: Esta es una manera de que —incluso si no pueden estar tanto tiempo como quisieran— el bebé los siga escuchando y sepa que están ahí. Y los padres siguen contribuyendo al desarrollo cerebral de su hijo».
El estudio invita, en última instancia, a reconsiderar la humanización de los cuidados intensivos neonatales. Entre los pitidos de las máquinas, la tecnología más avanzada podría ser la más simple: el sonido cálido y familiar de una madre hablando a su hijo.
Información facilitada por Stanford Medicine
Fuente: Katherine E. Travis et al. Listening to mom in the neonatal intensive care unit: a randomized trial of increased maternal speech exposure on white matter connectivity in infants born preterm. Frontiers in Human Neuroscience (2025). DOI: https://doi.org/10.3389/fnhum.2025.1673471