Los macacos también sienten el ritmo: nueva evidencia científica revela que pueden seguir el beat musical

Dos macacos han demostrado que los monos pueden seguir el compás de la música con sorprendente precisión; eso sí, con un poco de ayuda de los Backstreet Boys. El hallazgo cuestiona teorías clásicas sobre la evolución del ritmo y abre una nueva ventana a la musicalidad en otras especies.

Por Enrique Coperías

Un experimento de la UNAM revela que los macacos pueden sincronizar sus golpes con el ritmo de canciones reales, incluso eligiendo seguir el beat de forma espontánea aunque no reciban recompensa por ello.

Un experimento de la UNAM revela que los macacos pueden sincronizar sus golpes con el ritmo de canciones reales, incluso eligiendo seguir el beat de forma espontánea aunque no reciban recompensa por ello. Crédito: IA-DALL-E-RexMolón-Producciones

Los científicos han repetido desde hace décadas una verdad aparentemente incuestionable: seguir el ritmo de la música es una proeza casi exclusiva de los seres humanos. Nuestro impulso casi automático de mover el pie cuando suena una canción, desde el Vals del Danubio hasta Everybody de los Backstreet Boys, parecía inseparable de nuestra evolución como animales vocalmente sofisticados. Pero un nuevo estudio publicado en la revista Science viene a dinamitar ese supuesto.

Un equipo del Instituto de Neurobiología de la UNAM, en México, ha demostrado que al menos los macacos rhesus (Macaca mulatta) pueden percibir y sincronizar sus movimientos con el beat de canciones reales, no solo con metrónomos, el artefacto que reproduce una pulsación constante y que ayuda a los músicos a tocar en armonía con los tiempos. Y no solo cuando se les pide explícitamente: los monos lo hacen incluso cuando no les resulta necesario para obtener comida, su principal motivación en el laboratorio.

El hallazgo desafía una de las teorías más influyentes del campo, la llamada hipótesis del aprendizaje vocal, según la cual solo especies capaces de aprender vocalizaciones complejas —como humanos y ciertos pájaros cantores— pueden desarrollar la capacidad de percibir y anticipar un ritmo musical. Los macacos, que no son aprendices vocales, se convierten así en una pieza inesperada en el rompecabezas evolutivo de la musicalidad animal.

Por qué es importante: el ritmo no sería exclusivo de los humanos

Los investigadores ya habían mostrado que, con entrenamiento, los macacos podían sincronizar sus golpes con un metrónomo, incluso adelantándose levemente al golpe, como los humanos entrenados. Pero eso seguía siendo un entorno artificial: ritmos simples, repetitivos, sin variaciones.

El nuevo estudio aborda el reto que realmente marca la diferencia: ¿puede un macaco encontrar un beat estable dentro de música real, continua, llena de variaciones, síncopas y texturas?

Para averiguarlo, el equipo entrenó a dos macacos, M1 y M2, en un riguroso protocolo: en una tarea de sincronización, los animales debían tocar un sensor táctil a intervalos regulares para recibir una recompensa. La clave: los investigadores jamás entrenaron a los animales a golpear en una fase concreta del compás, solo a espaciar sus toques; la duración, no la posición temporal respecto a la música.

En los ensayos cruciales, los científicos reprodujeron tres fragmentos musicales con tempo bien definido, previamente seleccionados por su alto consenso entre oyentes humanos. Los animales, tras una señal visual, comenzaban a golpear siguiendo lo que interpretasen como el pulso musical.

Y lo hicieron. Ambos macacos tendieron a sincronizarse con un beat concreto, manteniendo una fase consistente respecto a la música, esto es, golpeaban siempre alrededor de la misma posición dentro del compás. Según el análisis circular aplicado por los autores, las distribuciones de fase se desviaban significativamente de la aleatoriedad en prácticamente todos los casos.

Lo realmente sorprendente vino después.

¿De verdad siguen la música… o solo responden a la señal visual?

Para asegurarse de que los macacos no estaban reaccionando a la señal de inicio y repitiendo una pauta automática, los científicos realizaron un ingenioso control: la condición π-shift.

Básicamente, desplazaron el fragmento musical medio compás hacia adelante sin alterar el momento de la señal visual. Si los monos no estaban escuchando la música, sino solo repitiendo un patrón fijo tras la señal, deberían golpear igual en ambas condiciones. Pero no fue así. La fase de sus golpes cambió claramente en función del desplazamiento del audio, igual que en los participantes humanos, aunque con más variabilidad.

En palabras de la autora principal del estudio, la neurocientífica y música Vani G. Rajendran, el resultado es inequívoco: los animales estaban sincronizando sus movimientos con características temporales del sonido, no con las señales visuales.

Fotograma de unos de los vídeos del experimento en el que un macaco sigue el ritmo de una canción de los Backstreet Boys.

Fotograma de unos de los vídeos del experimento en el que un macaco sigue el ritmo de una canción de los Backstreet Boys. Cortesía: Vani G. Rajendran et al.

Cuando el ritmo desaparece, el comportamiento cambia

Para profundizar, los científicos repitieron el experimento con versiones scrambleadas de los mismos fragmentos: audio con el mismo contenido espectral, pero reorganizado en segmentos de 30 milisegundos, lo que destruye cualquier estructura rítmica coherente.

En esa condición, los macacos dejaron de sincronizar la fase, aunque seguían produciendo intervalos regulares —la parte del entrenamiento que sí les daba recompensa—. Es decir, ignoran la música cuando no tiene ritmo, pero la usan cuando sí lo tiene.

El contraste entre ambas situaciones refuerza la idea de que los animales están extrayendo activamente patrones temporales del sonido y usándolos para anticipar sus acciones.

Cómo se descubrió: del metrónomo a los Backstreet Boys

El tercer experimento fue el decisivo, y también el más divertido. Los investigadores utilizaron un fragmento de Everybody, el éxito de los Backstreet Boys que previamente se había usado en estudios con cacatúas bailarinas. Esta vez, sin embargo, los macacos no tenían que sincronizarse para recibir recompensa.

Podían tocar al ritmo que quisieran. Solo se les pedía consistencia interna: que los intervalos entre sus golpes fueran parecidos dentro de un mismo ensayo. Nada más.

Y aun así, los macacos volvieron a sincronizarse espontáneamente con la música. Golpeaban más concentrados y de forma más estable cuando sus propios intervalos coincidían con el tempo real de la canción. Cuando se alejaban del tempo musical, su precisión se deterioraba.

Además, la distribución de intervalos producidos en los ensayos mostraba un fenómeno sorprendente: los animales tendían a elegir de forma espontánea el intervalo correspondiente al beat humano, incluso sin que se les recompensara por ello.

Se trata de una evidencia contundente de que los macacos —una vez entrenados para la tarea general de sincronización— prefieren alinearse con el pulso musical cuando este está disponible, aun sin beneficio externo.

¿Significa esto que los macacos disfrutan la música?

Los autores se muestran prudentes ante esta cuestión: no afirman que los macacos disfruten la música como los humanos. Para nosotros, sincronizar con el ritmo puede resultar placentero; existe abundante evidencia de que la música activa los circuitos de recompensa.

En los macacos, en cambio, la motivación es instrumental: siguen el ritmo porque aprendieron a asociar la coordinación auditivo-motora con una recompensa externa, no por gusto intrínseco.

Pero esa asociación —argumentan los investigadores— puede haber permitido destapar una capacidad latente que ya existía en su cerebro. Los monos poseen los elementos necesarios para descomponer patrones auditivos complejos, predecir eventos temporales futuros y ajustar sus movimientos de acuerdo con ellos. Lo que quizá les falta, y que los humanos sí tenemos, es el acoplamiento espontáneo entre esas capacidades y el sistema de recompensa.

De hecho, estudios previos muestran que cuando un macaco aprende secuencias melódicas, regiones del cerebro humano asociadas al ritmo —como el putamen— también se activan en el suyo. Para los autores, esto sugiere que las redes neurales ya existen, pero necesitan ser despertadas mediante aprendizaje.

La «hipótesis de las 4 ces», un nuevo marco para entender la musicalidad animal

El trabajo propone un marco conceptual llamado hipótesis de los cuatro componentes (4C). Según esta, para que una especie pueda sincronizarse con el beat musical necesita coordinar cuatro procesos generales:

1️⃣ Detección auditiva de patrones temporales.

2️⃣ Predicción de eventos futuros.

3️⃣ Coordinación auditivo-motora.

4️⃣ Asociación con recompensa

Los macacos poseen los tres primeros ingredientes de forma natural y el cuarto pueden adquirirlo mediante entrenamiento. Eso explicaría por qué pueden aprender a sincronizarse, aunque no lo hagan espontáneamente en la naturaleza.

La hipótesis desafía visiblemente la de aprendizaje vocal, al sugerir que la musicalidad no es un rasgo binario, sino un continuo evolutivo en el que distintas especies se sitúan en distintos puntos.

El estudio demuestra que una especie sin aprendizaje vocal, como el macaco, puede sincronizarse con la pulsación musical, desafiando la hipótesis clásica que considera el aprendizaje vocal un requisito para seguir el beat.

El estudio demuestra que una especie sin aprendizaje vocal, como el macaco, puede sincronizarse con la pulsación musical, desafiando la hipótesis clásica que considera el aprendizaje vocal un requisito para seguir el beat. Foto: Sergei Gussev

Por qué este estudio cambia el campo de la neurociencia del ritmo

El descubrimiento abre una puerta que llevaba décadas cerrada: podemos estudiar los mecanismos neurales de la percepción rítmica en un modelo animal primate, mucho más cercano a nosotros que los pájaros cantores, tradicionalmente usados en esta línea de investigación. En cuanto a lo que aporta este trabajo con macacos a la neurociencia de la música, los autores lo resumen en estos cuatro puntos:

1️⃣ Permite comparar directamente humanos y primates en musicalidad. Hasta ahora, las comparaciones se hacían sobre todo con aves. Poder estudiar ritmo en macacos abre la puerta a:

✅ Registrar su actividad cerebral con precisión.

✅ Intervenir redes neurales específicas.

✅ Modelar cómo emergen predicción y sincronización.

2️⃣ Rompe el vínculo exclusivo entre ritmo y aprendizaje vocal. El hallazgo obliga a replantear:

✅ Cómo evolucionó el ritmo en primates.

✅ Qué mecanismos compartimos con otros animales.

✅ Qué papel desempeña el sistema de recompensa en la musicalidad.

3️⃣ Ofrece un modelo para estudiar la anticipación temporal. Esta es clave para música, danza y lenguaje. Los macacos muestran formas de anticipación temporal predictiva, útiles para comprender:

✅ La comunicación.

✅ La planificación.

✅ La coordinación social humana.

El ritmo no es solo humano, y la evolución musical es más compleja

La investigación con estos dos macacos también plantea nuevas preguntas: ¿Cómo cambia el cerebro del macaco con el entrenamiento rítmico, ¿Hasta dónde llega su capacidad de anticipación?, ¿Podría existir una forma rudimentaria de disfrute musical en animales entrenados? o ¿Es el vínculo música-recompensa un rasgo exclusivamente humano?

Los autores no afirman que los macacos bailen. Pero dejan claro que el ritmo no es patrimonio exclusivo del Homo sapiens. Y que, con un poco de ayuda… incluso de los Backstreet Boys, nuestros parientes evolutivos pueden marcar el compás casi tan bien como nosotros.▪️

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