Cómo los primeros sonidos que escuchamos en la vida moldean el cerebro de forma diferente en hombres y mujeres

Entre el silencio y Beethoven, el cerebro elige su propio camino. Una investigación muestra que las experiencias sonoras tempranas dejan huellas duraderas y distintas según el sexo.

Por Enrique Coperías

Las experiencias auditivas en la infancia moldean la forma en que el cerebro procesa el sonido. La neurociencia revela diferencias sorprendentes entre hombres y mujeres desde los primeros días de vida.

Las experiencias auditivas en la infancia moldean la forma en que el cerebro procesa el sonido. La neurociencia revela diferencias sorprendentes entre hombres y mujeres desde los primeros días de vida. Foto: Elmer Cañas

El cerebro no escucha igual en hombres y mujeres. Al menos, eso sugiere un nuevo estudio científico del Centro Edmond y Lily Safra de Neurociencia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en Israel, publicado en la revista Cell Reports.

Los investigadores Kamini Sehrawat e Israel Nelken han demostrado que los primeros sonidos a los que se expone un individuo pueden dejar una huella duradera en el cerebro y en su comportamiento, pero que ese rastro se imprime de forma distinta según el sexo.

Aunque el experimento se realizó con ratones, las conclusiones abren una ventana a cómo las experiencias auditivas en los primeros años de vida podrían contribuir a moldear la sensibilidad y las preferencias acústicas humanas. La investigación muestra que los cerebros masculino y femenino no solo procesan los sonidos de forma diferente, sino que también responden de manera opuesta cuando esos sonidos despiertan placer o rechazo.

Beethoven y la neurociencia: cómo los sonidos tempranos dejan huella

Para explorar cómo los sonidos tempranos dejan marca, los investigadores criaron ratones en tres entornos distintos durante su periodo crítico de desarrollo, esto es, en los primeros cuarenta días de vida, que es cuando el cerebro es especialmente plástico en estos roedores:

1️⃣ Un grupo escuchó fragmentos del primer movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven.

2️⃣ Un grupo fue expuesto a sonidos neutros no musicales, una especie de silencio acústico con una intensidad de apenas 15 decibelios.

3️⃣ Un grupo creció en el silencio casi absoluto.

Semanas después, ya adultos, los animales fueron colocados en un recinto dividido en dos mitades: una con música y otra silenciosa. Allí podían moverse libremente mientras los investigadores registraban cuánto tiempo pasaban en cada zona. La escena, casi cómica, escondía una pregunta profunda: ¿pueden los recuerdos sonoros de la infancia condicionar lo que más tarde se percibe como agradable o molesto?

El silencio llama al silencio… en los machos

Los resultados no dejaron lugar a dudas, puesto que los machos y las hembras se comportaban de forma muy diferente. Los machos criados en silencio mostraban una clara preferencia por las zonas silenciosas, mientras que los que habían escuchado música tendían a explorar ambas mitades por igual.

En cambio, las hembras no mostraron un patrón tan uniforme. De hecho, las que habían crecido oyendo música pasaban algo más de tiempo cerca de los altavoces, aunque con una enorme variabilidad entre individuos.

🗣️ «Los efectos del entorno sonoro temprano fueron claramente dependientes del sexo —dice Nelken—. Los machos se vieron mucho más influenciados por la exposición que las hembras».

En el vídeo, se observan las señales de calcio —en verde— que reflejan la actividad de las neuronas en la corteza auditiva izquierda de un ratón al escuchar un sonido complejo.

En el vídeo, se observan las señales de calcio —en verde— que reflejan la actividad de las neuronas en la corteza auditiva izquierda de un ratón al escuchar un sonido complejo. La línea gris representa la intensidad del sonido a lo largo del tiempo. Cortesía: Kamini Sehrawat & Israel Nelken

Cómo responde el cerebro al sonido: la huella neuronal del silencio y la música

Después del experimento conductual, los científicos anestesiaron a los animales y midieron la actividad neuronal en la corteza auditiva —la región del cerebro que procesa los sonidos— mediante una técnica de imagen de calcio que permite visualizar la respuesta de miles de neuronas al mismo tiempo. Lo que observaron fue sorprendente: tanto los ratones criados en silencio como los que crecieron escuchando música mostraban una actividad cerebral más débil que los animales que no habían tenido ninguna exposición especial. En otras palabras, sus neuronas respondían menos intensamente a los sonidos.

Ese hallazgo contradice la idea clásica de que la estimulación temprana siempre potencia la respuesta cerebral. En lugar de reforzar la sensibilidad auditiva, tanto la sobreexposición (música) como la privación parcial (silencio) parecían haber amortiguado las reacciones neuronales.

Lo más intrigante, sin embargo, fue descubrir que esa modulación no era igual en ambos sexos:

✅ En las hembras, cuanto más fuerte era la respuesta del cerebro a los sonidos, menos tiempo pasaban en la zona de la música.

✅ En los machos, en cambio, no se detectó ninguna relación entre actividad cerebral y comportamiento.

«En las hembras, las que tenían una corteza auditiva más activa parecían disfrutar menos del sonido», explican los autores en Cell Report.

El sistema de recompensa

Esa correlación negativa sugiere que el cerebro femenino y el masculino podrían emplear circuitos neuronales distintos para conectar la percepción del sonido con el sistema de recompensa. En nuestra especie, los neurocientíficos saben que la música que nos gusta activa el núcleo accumbens y el área tegmental ventral, regiones ricas en dopamina y vinculadas al placer.

En los ratones, los investigadores sospechan que esa conexión también existe, pero que la comunicación entre la corteza auditiva y el sistema dopaminérgico varía según el sexo. En las hembras, la señal auditiva podría tener un efecto inhibidor sobre las neuronas de la dopamina, reduciendo la sensación de recompensa. En los machos, esa vía sería menos influyente.

🗣️ «Estos resultados sugieren que la exposición temprana al sonido afecta a machos y hembras de maneras fundamentalmente diferentes —afirma Sehrawat, que dirigió los experimentos. Y añade—: Lo que a simple vista parece la misma experiencia puede desencadenar adaptaciones neuronales completamente distintas en cada sexo».

Diferencias entre cerebros masculinos y femeninos: el papel de la dopamina

Los resultados del ensayo plantean una paradoja fascinante: los sonidos que rodean a un individuo en sus primeros días de vida pueden tanto estimular como silenciar el cerebro, dependiendo del contexto y del sexo. En los ratones machos, crecer en silencio o entre chirridos sintéticos llevaba a una especie de aversión posterior a la música, mientras que en las hembras la exposición temprana apenas modificaba las preferencias auditivas, aunque sí alteraba la manera en que su cerebro respondía al sonido.

«Los ratones macho parecían aprender a evitar lo que no conocían, mientras que las hembras mostraban una respuesta más compleja y menos predecible», señala Sehrawat. El fenómeno podría tener raíces evolutivas: en muchas especies, las diferencias entre machos y hembras en la percepción sonora, desde los cantos de apareamiento hasta las señales de alarma, han sido moldeadas por la selección natural.

El estudio sugiere además que el aprendizaje temprano no siempre se traduce en gusto o preferencia. Los ratones que escucharon música de Beethoven durante la infancia no desarrollaron una inclinación especial por esa melodía, sino que, en realidad, los criados sin música fueron los que más la rehusaron. La exposición temprana no genera necesariamente afinidad, sino que puede modular los límites de lo tolerable o lo familiar.

Las diferencias sexuales en la plasticidad auditiva podría tener raíces evolutiva

Las diferencias sexuales en la plasticidad auditiva podría tener raíces evolutivas: en muchas especies, las disimilitudes entre machos y hembras en la percepción sonora, desde los cantos de apareamiento hasta las señales de alarma, han sido moldeadas por la selección natural. Foto: Bob Frewin

De la jaula al aula: qué implicaciones tiene para el cerebro humano

Aunque los resultados proceden de roedores, Sehrawat y Nelken creen que las conclusiones podrían tener ecos en los seres humanos. «Sabemos que los bebés reaccionan de forma distinta a las voces o a ciertos ritmos, y que el entorno acústico del hogar influye en su desarrollo cognitivo y emocional —comenta Nelken. Y continúa—: Nuestros datos en ratones indican que esas experiencias tempranas pueden dejar huellas persistentes en el cerebro adulto, y que los efectos pueden ser diferentes en niños y niñas».

🗣️ Sehrawat añade: «Nuestros hallazgos en ratones sugieren, de forma muy reveladora, que las preferencias sonoras dependen de mecanismos que funcionan de manera diferente en machos y hembras. Comprender esas diferencias podría arrojar luz sobre cómo las experiencias sensoriales tempranas moldean el desarrollo emocional y cognitivo».

Esa diferencia sexual en la plasticidad auditiva podría ayudar a entender por qué hombres y mujeres muestran distintas sensibilidades musicales o reacciones emocionales ante el sonido. También podría tener implicaciones clínicas en trastornos del procesamiento auditivo o en la rehabilitación del lenguaje tras lesiones cerebrales.

Aun así, los científicos insisten en la cautela. «No se trata de extrapolar directamente los resultados —advierte Sehrawat—. Pero sí nos recuerda que el silencio y la música no son neutros: ambos son estímulos poderosos que moldean un cerebro en crecimiento».

Un nuevo mapa del sonido en el cerebro

El trabajo deja abiertos varios interrogantes:

✅ ¿Por qué el cerebro reacciona con una supresión general de la actividad tras la exposición a música o silencio?

✅ ¿Podría interpretarse como una forma de eficiencia neuronal, una especie de adaptación para filtrar estímulos repetitivos?

✅ ¿Qué papel juegan las hormonas, especialmente en las hembras, cuyo comportamiento mostraba una gran variabilidad?

Los investigadores planean seguir rastreando las conexiones entre la corteza auditiva y las áreas dopaminérgicas del cerebro, con la esperanza de desentrañar cómo las experiencias sensoriales tempranas configuran el placer y la emoción.

Por ahora, su estudio aporta una melodía nueva a una vieja idea: que el entorno deja huella en el cerebro. Pero también añade una nota de complejidad —y de género—. La música, parece, no suena igual para todos, ni siquiera desde el primer acorde.▪️

Anterior
Anterior

Científicos logran producir a gran escala el pigmento camaleónico del pulpo en el laboratorio

Siguiente
Siguiente

El James Webb traza el primer mapa 3D de la atmósfera abrasadora de un exoplaneta gigante