Los perros pueden hacernos más cariñosos y sociables al cambiar nuestro microbioma

Un nuevo estudio revela que convivir con un perro no solo mejora el ánimo: también remodela nuestro microbioma. Y esos microorganismos podrían influir en cómo sentimos, nos relacionamos y cuidamos a los demás.

Por Enrique Coperías

La ciencia empieza a descifrar un vínculo sorprendente: los perros alteran nuestras bacterias y, con ello, podrían modular conductas como la empatía o la interacción social. El microbioma emerge como un nuevo puente entre especies.

La ciencia empieza a descifrar un vínculo sorprendente: los perros alteran nuestras bacterias y, con ello, podrían modular conductas como la empatía o la interacción social. El microbioma emerge como un nuevo puente entre especies. Imagen de StockSnap en Pixabay

Por primera vez, un equipo de científicos japoneses ha documentado un posible mecanismo biológico que podría explicar algo que muchos dueños de perros repiten desde hace años: que convivir con ellos nos hace mejores, más sociables y menos propensos a padecer ciertos problemas emocionales.

La clave, sin embargo, no está solo en su compañía ni en el consuelo emocional que brindan, sino en los diminutos microorganismos que viajan entre nosotros y nuestras mascotas en el contacto día a día.

Según una investigación japonesa publicada en la revista iScience, los adolescentes que viven con perros presentan menos problemas de conducta y de relaciones sociales, poseen una composición microbiana distinta en su saliva y, sorprendentemente, las bacterias asociadas a esos jóvenes generan comportamientos más sociables cuando se trasplantan a ratones libres de gérmenes.

Los autores del trabajo, coordinado por Eiji Miyauchi, de la Universidad de Gunma, y Takefumi Kikusui, de la Universidad de Azabu, concluyen que la relación humano-perro podría ejercer parte de su influencia a través del microbioma, ese ecosistema invisible de micrcoorganismos que moldea la salud física y mental.

No cabe duda de que, si juegas a menudo con un perro, vas a estar muy expuesto a los microorganismos que tiene, ya sea por los lametones o porque te salta encima. Estas bacterias caninas pueden llegar al tracto gastrointestinal humano, donde pueden producir sustancias químicas antiinflamatorias, como ácidos grasos de cadena corta —principalmente acetato, propionato y butirato—, que participan en la comunicación del eje intestino-cerebro y pueden influir en procesos como el estrés, la ansiedad y la sociabilidad.

Beneficios psicológicos: jóvenes con perro presentan menos problemas sociales

El estudio forma parte de la Tokyo Teen Cohort, una extensa investigación longitudinal sobre el desarrollo adolescente. De los 345 participantes analizados, 96 convivían con un perro en torno a los trece años de edad. Un año después, los investigadores evaluaron su salud mental mediante el conocido Child Behavior Checklist, un cuestionario estándar internacional que rellenan los padres para evaluar problemas emocionales, conductuales y sociales en niños y adolescentes.

Los resultados fueron consistentes:, pues los adolescentes con perro presentaban puntuaciones significativamente más bajas en problemas sociales, retraimiento, pensamiento anómalo, conducta delictiva y agresividad. La diferencia más notable, según los autores, se observó en la categoría de problemas sociales, donde el impacto era especialmente pronunciado.

Incluso tras ajustar por variables como el sexo, el número de hermanos, el tamaño de la familia o los ingresos, las diferencias se mantenían. El hallazgo resulta relevante porque confirma algo detectado en estudios anteriores: que vivir con un perro durante la infancia o adolescencia se asocia con mayor bienestar emocional y relaciones interpersonales más positivas.

Pero Miyauchi, Kikusui y sus colegas se propusieron dar un paso más allá: no solo quería constatar la relación, sino intentar entender por qué ocurre.

Variantes específicas de Streptococcus en la saliva de los adolescentes están asociadas con menos pensamientos problemáticos y mejor conducta social.

Los investigadores japoneses han descubierto que variantes específicas de Streptococcus en la saliva de los adolescentes están asociadas con menos pensamientos problemáticos y mejor conducta social, lo que sugiere un posible papel directo del microbioma en su bienestar. Imagen de Kateřina Hartlová en Pixabay

Un microbioma distinto en los adolescentes que tienen perro

Durante la adolescencia, la estructura cerebral y hormonal se encuentra en plena efervescencia. Al mismo tiempo, el microbioma humano, que está formado por billones de bacterias que habitan en nuestro organismo, influye en procesos como la respuesta al estrés, la ansiedad, la toma de decisiones sociales o la producción de oxitocina, la llamada hormona del amor. Esta desempeña roles clave en el parto, la lactancia, el vínculo social y el comportamiento sexual

Los investigadores tomaron muestras de saliva de los voluntarios, secuenciaron el ADN bacteriano y compararon la composición microbiana de jóvenes con y sin perro. Aunque la diversidad global era similar en ambos grupos, algunas bacterias aparecían en cantidades significativamente distintas. En particular, varias especies del género Streptococcus eran más abundantes en adolescentes que convivían con perros.

La relación no quedaba ahí. Cuando los científicos buscaron asociaciones entre bacterias concretas y características psicológicas, observaron que ciertas variantes bacterianas de Streptococcus se correlacionaban negativamente con pensamientos problemáticos, comportamientos delictivos o dificultades sociales.

Cuantas más bacterias de este tipo tenían los adolescentes, mejores parecían sus indicadores psicológicos. Pero hacía falta demostrar algo más ambicioso: que esas bacterias no eran solo un reflejo del bienestar, sino que podían influir en él.

El experimento decisivo: trasplante de microbiota humana a ratones

Para explorar una posible relación causal, el equipo tomó muestras de saliva de los participantes —una decisión práctica, ya que obtener microbiota intestinal de adolescentes era más complicado— y las inoculó en ratones criados completamente libres de gérmenes. Estos animales son valiosos porque carecen de microbioma propio, de modo que cualquier cambio conductual puede atribuirse a las bacterias trasplantadas.

Los resultados fueron tan llamativos como delicados de interpretar. Los ratones que recibieron microbiota de adolescentes con perro mostraron:

✅ Una mayor tendencia a acercarse a un congénere atrapado, una conducta interpretada como aproximación social o atención hacia el otro.

✅ Un mayor número de olfateos sociales en edades tempranas.

✅ Diferencias claras en la distancia interpersonal durante las pruebas de socialización.

Además, cuando los científicos analizaron las heces de estos ratones, encontraron que varias variantes bacterianas de Streptococcus se asociaban fuertemente con comportamientos sociales. Curiosamente, podían clasificarse en dos grupos:

✅ Unas bacterias asociadas positivamente con la sociabilidad (grupo A)

✅ Unas bacterias asociadas de forma negativa (grupo B).

En los ratones humanizados con microbiota procedente de jóvenes con perro, las bacterias del grupo A eran más abundantes y las del grupo B, menos.

El patrón coincidía con las correlaciones observadas en los propios adolescentes.

¿Cómo pueden las bacterias influir en el comportamiento? La conexión perro–microbioma–cerebro

Pero, ¿cómo llegan estas bacterias a los jóvenes? Los autores señalan que convivir con un perro significa compartir espacio, polvo doméstico, superficies… y también besos y lametones ocasionales. Estudios previos han demostrado que los dueños comparten microbioma con sus mascotas, en especial si el vínculo es estrecho. En algunos casos, incluso se ha detectado transferencia de bacterias entre perro y humano.

🗣️ Tal y como advierte Kikusui, «la hipótesis no es que los perros nos infecten de buenas bacterias, sino que viven en un ecosistema microbiano más rico y, al compartirlo, promueven una mayor diversidad y presencia de ciertos microorganismos potencialmente beneficiosos».

El hallazgo encaja con investigaciones recientes sobre el llamado microbioma social, que muestra cómo la microbiota humana está fuertemente moldeada por la convivencia, más incluso que por la genética.

Implicaciones: ¿puede un peludo mejorar nuestra vida social?

Una de las claves podría ser la ya citada oxitocina, un neuropéptido esencial para el apego, la empatía y las relaciones afectivas. Estudios previos llevados a cabo por el mismo equipo de investigación ya habían demostrado que las interacciones entre nosotros y los peludos elevan los niveles de oxitocina en ambos.

Kikusui y sus colegas sugieren que es posible que ciertas bacterias modulen esa vía hormonal a través del llamado eje microbiota-intestino-cerebro, como ya se ha observado en animales de laboratorio.

Aunque el estudio no midió la concentración orgánica de oxitocina, sí demostró conexiones entre la microbiota y la conducta, lo que abre la puerta a futuras investigaciones fisiológicas.

Los perros quizá nos transforman de formas que nunca imaginamos. Su compañía modifica nuestro microbioma y podría hacernos más sociables, más sensibles y más atentos a los demás.

Los perros quizá nos transforman de formas que nunca imaginamos. Su compañía modifica nuestro microbioma y podría hacernos más sociables, más sensibles y más atentos a los demás. Foto de Charles Roth

Límites del estudio: lo que sí se sabe y lo que falta por confirmar

Los científicos japoneses insisten en que sus conclusiones deben interpretarse con cautela. Entre las limitaciones que señalan figuran esta cuatro:

✅ Que las muestras humanas procedían de saliva, mientras que en ratones se analizaron heces.

✅ Que la técnica utilizada (16S rRNA) no identifica bacterias a nivel de cepa funcional. En otras palabras, que la técnica solo permite saber el tipo general de bacteria, pero no distinguir variantes más específicas que podrían tener funciones distintas.

✅ Que el estudio se realizó en Tokio, con un perfil socioeconómico particular.

✅ Que los comportamientos en ratones no representan de forma directa al de los humanos.

Pese a ello, el estudio aporta una prueba experimental inédita: que bacterias asociadas a adolescentes con perro pueden inducir mayor sociabilidad en un modelo animal.

Entonces, ¿los perros pueden mejorar el bienestar de los jóvenes?

La respuesta, según el estudio, es prudente pero afirmativa: sí, aunque no únicamente por su presencia emocional, sino porque la convivencia altera nuestro entorno microbiano y quizá nuestro cerebro.

Los autores del trabajo ya se plantean ampliar la investigación. Proponen seguir a lo largo del tiempo a adolescentes que adoptan un perro para comprobar si el cambio microbiano precede al cambio conductual, o aislar y administrar cepas concretas de bacterias asociadas a sociabilidad para comprobar su efecto.

Pero el mensaje general es claro: la relación con los perros es más profunda de lo que pensábamos. No solo transforma nuestras rutinas y emociones; también podría estar silenciosamente remodelando los microbios que viven en nosotros y, a través de ellos, aspectos de nuestra conducta social.

Como concluye el artículo científico, «la microbiota podría estar parcialmente implicada en la mejora del bienestar de adolescentes que viven con perros». No es magia ni metáfora: es biología. Una que llevamos miles de años compartiendo con nuestros compañeros caninos.▪️

  • Fuente: Miyauchi, Eiji et al. Dog ownership during adolescence alters the microbiota and improves mental health. iScience (2025). DOI: 10.1016/j.isci.2025.113948

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