Un pez de hace 310 millones de fue el primer en utilizar la lengua para dar mordiscos
Hace 310 millones de años, un pez diminuto ensayaba una innovación que cambiaría la historia de la alimentación: usar la lengua como herramienta de mordida. El hallazgo paleontológico adelanta en más de 150 millones de años el origen de esta sorprendente estrategia evolutiva.
Por Enrique Coperías
Reconstrucción del pez Platysomus parvulus, con la boca abierta mostrando la placa dentada en el suelo de la cavidad oral, sostenida por los huesos branquiales. Imagen: Joschua Knüppe.
En un yacimiento del Carbonífero medio, en lo que hoy es Staffordshire (Inglaterra), un pez del tamaño de una mano estaba experimentando con algo que cambiaría para siempre la forma en que los vertebrados comían: el uso de la lengua como arma.
Sus huesos fosilizados, analizados con tecnología de microtomografía, han permitido reconstruir un mecanismo de alimentación que no se había visto nunca en especies tan antiguas. Los investigadores lo describen como el primer aparato mordedor lingual documentado en la historia evolutiva de los peces con aletas radiadas, el grupo al que pertenecen la gran mayoría de los peces actuales.
El protagonista de esta historia es Platysomus parvulus, un pez de cuerpo esbelto y comprimido lateralmente, similar al de los peces ángel modernos, que nadaba en aguas dulces hace unos 310 millones de años. Sus mandíbulas eran relativamente débiles y poco armadas con dientes, pero escondía una innovación evolutiva crucial en el interior de su garganta: unas placas dentadas situadas en la base del esqueleto branquial que, al cerrarse contra un campo de dientes en el paladar, funcionaban como una segunda boca dentro de la boca.
Este mecanismo, bautizado como aparato lingual mordedor, servía para triturar y procesar presas más duras de lo que sus mandíbulas habrían permitido por sí solas.
El origen de una diversidad bucal en peces
La evolución de la alimentación es uno de los motores de la biodiversidad. Los peces con aletas radiadas, que hoy son más de 30.000 especies, han conquistado prácticamente todos los nichos acuáticos posibles gracias, en buena parte, a innovaciones en su aparato bucal. Desde las morenas, capaces de lanzar una segunda mandíbula desde la garganta, hasta los peces loro, que muelen el coral con auténticos picos, el abanico de estrategias es inmenso.
Pero ¿cuándo comenzaron esas transformaciones? ¿Cómo fue la transición evolutiva desde los peces primitivos del Devónico hasta la explosión de formas del Mesozoico?
El hallazgo de Platysomus parvulus ayuda a llenar un vacío en ese relato. Según explican la paleobióloga Sam Giles, de la Universidad de Birmingham y el Museo de Historia Natural de Londres; el biólogo experto en evolución Matthew Kolmann, de la Universidad de Louisville; y el geobiólogo Matt Friedman, de la Universidad de Míchigan, autores del estudio publicado en la revista Biology Letters, se trata del ejemplo más antiguo conocido de un pez que usaba la lengua para morder.
Innovación repetida: la convergencia evolutiva
Hasta ahora, los registros fósiles más antiguos de este tipo de mecanismo databan de hace unos 150 millones de años más tarde. La nueva evidencia adelanta drásticamente el origen de esta innovación y sugiere que la diversificación funcional de los peces tras la extinción masiva del Devónico, hace entre 408 y 360 millones de años, fue más prolongada y compleja de lo que se pensaba.
«Una de las cosas más poderosas que tenemos para entender la evolución es la adaptación. Podemos ver que distintos tipos de criaturas pueden ajustarse a demandas similares de diferentes maneras —explica Friedman—. Pero en este caso, lo interesante es que nos está mostrando una adaptación convergente.
En palabras del geobiólogo, «este grupo extinto de peces descubrió este truco y, de hecho, resulta que muchos otros grupos de peces también dieron con él en épocas posteriores. Que aparezca varias veces nos dice algo sobre cuáles pueden ser las limitaciones del cambio evolutivo, o si existen caminos que son más fáciles de recorrer evolutivamente que otros».
Representación virtual de las estructuras óseas dentro de la cabeza de Platysomus, obtenido mediante escaneado por tomografía computarizada. La estructura mordedora de lengua aparece resaltada en verde. Basado en el espécimen NHMUK PV P11697 del Museo de Historia Natural de Londres. Cortesía: Giles et al./The Natural History Museum, London.
Una radiación prolongada
Hoy este mecanismo para atrapar y triturar las presas lo encontramos en grupos tan diversos como los osteoglosomorfos —los llamados peces de lengua ósea, como el arowana amazónica (Osteoglossum bicirrhosum)—; en algunos salmoniformes; y los peces del género Albula, especialistas en triturar crustáceos y moluscos. En todos los casos, las funciones son similares: procesar alimentos duros o manipular presas resbaladizas que serían difíciles de manejar solo con las mandíbulas externas.
El fósil de Platysomus parvulus confirma que esta innovación ya había aparecido en el Carbonífero, mucho antes de lo que se pensaba. Y lo hizo en paralelo a otros experimentos anatómicos que se estaban produciendo en los peces de la época: mandíbulas con grandes colmillos, denticiones heterogéneas, picos trituradores o baterías de dientes compactos. Todo ello en un momento de la historia de la vida en el que los ecosistemas acuáticos se estaban reorganizando tras la extinción devónica.
Los autores del estudio insisten en que la aparición de este aparato mordedor no fue un evento aislado, sino parte de un proceso más largo de diversificación evolutiva. Mientras otros linajes de peces ya habían desarrollado adaptaciones para comer presas con caparazón duro o exosqueleto (durofagia) en el Tournaisiense —unos 10 o 20 millones de años antes—, el aparato de la lengua moderdora surgió más tarde, en un patrón que encaja con la idea de una diversificación prolongada durante todo el Carbonífero. En otras palabras: la evolución no dio un salto repentino, sino que fue probando distintas soluciones a lo largo de decenas de millones de años.
Una segunda línea de defensa
El aparato mordedor en la lengua consiste, simplificadamente, en un par de superficies dentadas que actúan como pinzas internas. En Platysomus parvulus, la parte superior estaba formada por el vómer y otros huesos del paladar, cubiertos de dientes puntiagudos. La parte inferior correspondía a un conjunto de placas situadas en la base de las branquias, también erizadas con diminutos picos.
Cuando el pez cerraba la boca, estas dos estructuras se encontraban en el centro de la cavidad oral, aplastando o reteniendo a la presa. Así, mientras las mandíbulas externas capturaban, el aparato interno trituraba.
El hallazgo es significativo, porque muestra un estadio intermedio: este pez usaba tanto las mandíbulas externas como el aparato mordedor de la lengua, mientras que linajes posteriores, como los bobasatránidos del Pérmico y del Triásico, acabaron dependiendo casi exclusivamente de ese segundo sistema, con mandíbulas externas sin dientes que servían solo para canalizar el agua. En otras palabras, Platysomus parvulus representa una transición evolutiva: un pez que todavía mordía con la boca normal, pero que estaba empezando a delegar el trabajo a una estructura interna especializada.
Tecnología aplicada a la paleontología: el poder del micro-CT
El fósil analizado no es grande ni espectacular a primera vista: un cráneo y parte del tronco, preservados en varias piezas. Pero su valor reside en que no está aplastado, lo que ha permitido usar la microtomografía para observar las estructuras internas en tres dimensiones. Gracias a esta tecnología, los investigadores pudieron reconstruir con detalle las placas dentadas, su disposición y la forma en que encajaban unas con otras.
Este tipo de estudios muestra hasta qué punto la paleontología moderna depende de técnicas de imagen avanzadas para desentrañar la biología de organismos que vivieron hace cientos de millones de años.
«Son animales de cuerpo alto y aplastado. Se parecen un poco a un pez ángel. Pero no solo eran planos en vida, como fósiles suelen quedar aún más aplastados. Así que, aunque los esqueletos completos de peces fósiles son comunes, a menudo es difícil extraer detalles del esqueleto interno. Los fósiles probablemente conservan esas partes, pero están mortalmente planos”, explica Friedman, que ha pasado buena parte de su carrera rastreando colecciones de museo en busca de cabezas de peces tridimensionales.
«Las cabezas de peces son un buen objetivo de estudio, porque son realmente complicadas. Tienen muchas piezas, y donde hay muchas piezas, hay muchas conexiones distintas. Esas conexiones pueden adoptar formas diferentes, y esa es la base de la variación evolutiva que podemos usar para tratar de reconstruir la historia evolutiva», añade el paleontólogo.
Desde el Carbonífero hasta nuestros días
El descubrimiento de este pez no solo reescribe el pasado, sino que también ilumina el presente. Hoy, los peces con aparato lingual mordedor constituyen ejemplos espectaculares de convergencia evolutiva: diferentes linajes de peces que, enfrentados a desafíos similares, inventaron la misma solución anatómica. Como ya se ha mencionado, el Albula moderno, por ejemplo, presenta placas superpuestas con varias generaciones de dientes, perfectas para romper conchas. Los arowanas, en cambio, exhiben colmillos internos que se clavan en las presas como un cepo. Y las morenas, aunque usan un mecanismo distinto, han llevado al extremo la idea de una segunda mandíbula en la garganta.
Que un pez de hace 310 millones de años ya estuviera ensayando algo parecido demuestra hasta qué punto la evolución puede ser reiterativa. Las innovaciones exitosas tienden a reaparecer una y otra vez, bajo formas distintas, en diferentes momentos de la historia de la vida.
Una ventana a la creatividad evolutiva
El trabajo de Giles, Kolmann y Friedman se suma a una serie de descubrimientos recientes que están cambiando la visión sobre los peces del Carbonífero.
Lejos de ser formas transicionales grises y poco interesantes, eran organismos que ya exploraban estrategias ecológicas complejas. Muchos de los rasgos que hoy asociamos a peces modernos —desde denticiones variadas hasta cuerpos profundos adaptados a maniobrar en aguas tranquilas— ya estaban emergiendo entonces.
El caso de Platysomus parvulus es especialmente revelador porque nos muestra un momento intermedio: ni un pez con la garganta especializada como los bobasatránidos, ni un pez de mandíbulas simples como los del Devónico. Es un punto de inflexión, una instantánea de la evolución en marcha.
Este es el aspecto del arowana plateada o arowana amazónica (Osteoglossum bicirrhosum), un pez que cuenta en su boca con unos colmillos internos que se clavan en las presas como un cepo.
La importancia de un pequeño pez
Podría parecer que un pez de apenas unos centímetros, perdido en un yacimiento británico, es un detalle menor en la historia de la vida. Pero el valor de estos hallazgos paleontológicos está en que permiten reconstruir con más precisión los tiempos y modos de la diversificación de los vertebrados. Saber que el aparato mordedor en la lengua ya existía hace 310 millones de años cambia el marco temporal de la innovación, y obliga a reconsiderar cómo se estructuraban los ecosistemas acuáticos del Carbonífero. ¿Qué comía exactamente Platysomus parvulus?
Probablemente invertebrados de concha dura, como moluscos y crustáceos, que empezaban a diversificarse en esa época. Su éxito dependía de tener herramientas de trituración capaces de romper caparazones resistentes. Y la evolución le proporcionó una solución brillante: usar la lengua para morder.
«Existe la percepción popular de que, como paleontólogo, para hacer algo nuevo o encontrar algo emocionante tienes que ir al campo y excavar un fósil. Eso es importante, por supuesto. Pero la gente ya ha recogido muchos fósiles, y a medida que desarrollamos nuevas técnicas, encontramos formas de extraer nuevos datos de materiales que ya están en los museos», subraya Friedman.
Tras la primera mordida interna
El hallazgo de Platysomus parvulus es un recordatorio de que la evolución no avanza en línea recta ni a un ritmo uniforme. A veces, las innovaciones evolutivas aparecen mucho antes de lo que se esperaba, desaparecen en ciertos linajes y reaparecen más tarde en otros.
El aparato mordedor de lengua es un ejemplo perfecto: una invención temprana, olvidada por algunos peces, reinventada por otros y todavía presente hoy en varias especies.
En palabras sencillas: hace 310 millones de años, un pez diminuto estaba ensayando con su lengua algo que acabaría marcando la dieta de millones de animales. Su fósil nos permite escuchar un eco lejano de esa primera mordida interna que resonó en la historia de la vida.▪️
Fuente: Sam Giles, Matthew Kolmann and Matt Friedman. Tongue-bite apparatus highlights functional innovation in a 310-million-year-old ray-finned fish. Biology Letters (2025). DOI: https://doi.org/10.1098/rsbl.2025.0270