Los genes de la atención: cómo moldeaban la capacidad de concentración en los neandertales, los denisovanos y los «Homo sapiens»
Un viaje a la mente de nuestros ancestros revela que la capacidad de atención no solo fue clave para tallar piedra o cazar, sino también para imaginar el futuro. La genética empieza a descifrar cómo los neandertales, los denisovanos y los Homo sapiens atendían al mundo de maneras distintas.
Por Enrique Coperías
Recreación artística de un neandertal tallando piedra, un denisovano atento al entorno y un Homo sapiens cazando con arco. La escena refleja las distintas formas en que la atención pudo organizarse en cada especie, según las pistas genéticas y neurocientíficas analizadas en el estudio. Ilustración generada com DALL-E
¿En qué se diferenciaba la mente de un neandertal de la nuestra? La pregunta ha obsesionado a generaciones de arqueólogos, paleoantropólogos y neurocientíficos. Un nuevo estudio propone una vía inesperada para responderla: observar qué nos dicen los genes sobre la capacidad de prestar atención.
La arqueóloga sudafricana Marlize Lombard, del Palaeo-Research Institute de la Universidad de Johannesburgo, en Sudáfrica, ha poblicador ecientemente en el Journal of Archaeological Science una investigación ambiciosa que une genética, neurociencia y arqueología para explorar cómo pudo variar la capacidad de atención en los últimos grandes homínidos: el Homo sapiens, los neandertales y los denisovanos.
Su hipótesis de partida es tan simple como poderosa: sin atención no hay tecnología, y sin tecnología no hay humanidad.
¿Por qué la atención importa en la evolución humana?
Las herramientas de piedra, las puntas de lanza o los arcos prehistóricos no solo son objetos; son huellas materiales de un proceso mental complejo. Para usar un hacha de mano hay que dirigir la vista y la mano al mismo tiempo. Para tallar una lasca se requiere controlar la fuerza y dividir la atención entre ambas manos. Y para disparar un arco, el cazador debía distribuir sus recursos atencionales en distintas partes del cuerpo y del entorno.
En cada caso, la atención, un estado neurocognitivo que precede a la percepción y la acción, preparando al cerebro para responder de forma adecuada, se convierte en la materia invisible que sostiene la cultura material.
Sin embargo, hasta ahora apenas se habían estudiado los vínculos entre la arqueología y la ciencia de la atención. Lombard propone lo que denomina una arqueología de la atención: rastrear, en los fósiles y en los genes, cómo variaban las capacidades de enfocar, dividir o sostener la capacidad de prestar atención en distintas especies humanas.
Las tres redes atencionales: alerta, orientación y control ejecutivo
La ciencia cognitiva moderna distingue tres grandes sistemas de atención:
1️⃣ Alerta: la capacidad de estar vigilantes y preparados para un estímulo.
2️⃣ Orientación: dirigir la atención hacia un punto del espacio, un sonido o una sensación táctil.
3️⃣ Control ejecutivo: regular la atención, decidir en qué centrarse y qué ignorar.
Estas redes de atención se han estudiado en humanos modernos mediante pruebas cognitivas y resonancias cerebrales. Pero ¿existían ya en los neandertales y los denisovanos? ¿Funcionaban de la misma manera?
El método: cruzar genes y cerebro
Para responder, Lombard diseñó una estrategia de triangulación neurogenética, que cruzar tres conjuntos de datos:
✅ Genes de la atención: Hanna Schindler y sus colegas de la Universidad de Humboldt de Berlín, en Alemania, identificaron en 2024 miles de genes relacionados con las tres redes atencionales en humanos modernos.
✅ Genes que nos diferencian de los homínidos arcaicos: En 2019, Martin Kuhlwilm, del Instituto de Biología del CSIC y Cedric Boeckx, de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA), en España, catalogaron más de 500 genes que presentan cambios frecuentes en sapiens frente a neandertales y denisovanos.
✅ Genes cerebrales: el Human Protein Atlas clasifica cuáles de esos genes se expresan sobre todo en el cerebro.
Al cruzar estos conjuntos, Lombard aisló un grupo de 18 genes clave asociados a la atención y que muestran diferencias entre sapiens y nuestros primos extintos.
Representación de la teoría de las redes de atención. Los nodos de la red de activación —atención de alerta (a)— se localizan en la corteza prefrontal dorsolateral (DLPFC) y en el lóbulo parietal superior (SPL). Cortesía: Rueda et al., 2023
Siete regiones cerebrales que marcaron la diferencia
El paso siguiente fue ver dónde actúan esos genes en el cerebro. El resultado sorprendió a los investigadores, ya que, en lugar de destacar las áreas clásicamente ligadas a la atención, como la corteza prefrontal o el lóbulo parietal, aparecieron sobre todo regiones subcorticales y de conexión interna:
✅ El tronco encefálico: puerta de entrada a la regulación de la atención y el control motor.
✅ El cerebelo: tradicionalmente vinculado al movimiento, pero cada vez más reconocido como modulador de la atención y la imaginación.
✅ El tálamo: descrito como “la puerta de la mente”, es el único de estos nodos que coincide con la teoría clásica de redes de atención.
✅ La amígdala: implicada en la relevancia emocional de los estímulos.
✅ Los ganglios basales: coordinadores del movimiento y la atención sostenida.
✅ Las circunvoluciones precentral y postcentral: relacionadas con la integración sensorial y motora.
✅ La sustancia blanca: los cables que conectan todas estas áreas.
En conjunto, estas regiones sugieren que, tras la separación evolutiva entre nuestra especie, los neandertales y los denisovanos, lo que cambió no fueron tanto las áreas superiores de la atención, sino la eficiencia de las autopistas internas que transmiten señales.
Atención más rápida, más conectada
La hipótesis de Lombard apuesta por que los ancestros comunes de los tres grupos ya tenían las tres redes atencionales básicas. Lo que diferenció a los Homo sapiens fue el grado de robustez, velocidad y eficacia en la interconexión de esas redes de atención.
En otras palabras, no se trata de que los neandertales fueran incapaces de prestar atención, sino de que su sistema quizá funcionara con un ritmo distinto. Mientras ellos y los denisovanos pudieron haber priorizado ciertos aspectos, como la atención motora y la selección de estímulos visuales y auditivos, los Homo sapiens habrían desarrollado un sistema más flexible y veloz.
Esa pequeña ventaja pudo marcar la diferencia en actividades como la innovación tecnológica, la planificación de cacerías o la transmisión cultural.
Tres caminos evolutivos de la atención
El análisis genético apunta a que cada linaje humano tomó un camino propio:
✅ Los denisovanos: concentraron mutaciones en el tálamo y la corteza prefrontal, lo que sugiere una mejora en la conexión entre selección de estímulos y control ejecutivo.
✅ Los neandertales: cambios en el giro precentral y postcentral, áreas ligadas a la atención motora y sensorial. Quizá eso se refleje en su pericia como talladores de piedra.
✅ Los Homo sapiens: reforzamos la materia blanca y los nodos internos (tronco, cerebelo, ganglios basales), optimizando la velocidad y eficiencia de la red atencional.
👉 Lejos de jerarquizar, Lombard insiste en que no se trata de que unos fueran mejores que otros, sino de que cada especie desarrolló un estilo distinto de atender al mundo.
Evidencias en los fósiles craneales
Aunque los genes no se fosilizan, sus efectos pueden intuirse en la morfología cerebral. Los endomoldes —reproducciones de la cavidad craneal— muestran que el cerebro de los Homo sapiens se volvió más globular, con un ensanchamiento de las regiones parietales, que se ubican cerca del centro del cerebro detrás del lóbulo frontal, delante del lóbulo occipital y por encima del lóbulo temporal.
Según Lombard, ese abombamiento podría deberse no solo a la corteza, sino también a cambios en el cerebelo, el tálamo y el tronco encefálico.
Esto encaja con hallazgos de la paleoneurología, que señalan que las diferencias entre los Homo sapiens y los Homo neanderthalensis no se reducen al tamaño, sino a la conectividad interna.
Cráneo de un neandertal. Foto: Mostafa Meraji
Una arqueología de lo invisible
El estudio no pretende establecer una superioridad del Homo sapiens, insiste esta arqueóloga. De hecho, subraya que los tres grupos humanos fueron altamente exitosos durante cientos de miles de años. Neandertales y denisovanos cazaban, fabricaban herramientas complejas y sobrevivieron en entornos extremos.
Pero sí abre una vía fascinante: usar la genética para reconstruir no solo cómo eran sus cuerpos, sino cómo podían haber pensado y prestado atención. Una especie de arqueología de lo invisible.
Ahora bien, el propio artículo reconoce varias limitaciones. Los datos de neandertales y denisovanos provienen de muy pocos individuos —apenas dos neandertales y un denisovano secuenciados en detalle—, frente a miles de genomas de nuestra especie. Además, la expresión genética se mide en cerebros humanos actuales, no en fósiles.
Aun así, la triangulación entre genética, neurociencia y arqueología ofrece un marco muy interesante para futuras investigaciones. El reto será contrastar estas hipótesis con estudios sobre tecnologías concretas del Pleistoceno: ¿qué exigencias atencionales implicaba fabricar un bifaz achelense frente a un arco? ¿Qué redes cerebrales se activaban al coordinar una caza en grupo?
La atención como rasgo evolutivo
Más allá de las comparaciones con neandertales y denisovanos, el estudio recuerda algo fundamental: la atención es la base de la mente humana. Sin ella, mirar no sería ver, ni escuchar sería oír. Es la atención la que convierte la experiencia bruta en conocimiento, y la que permite imaginar, planificar e innovar.
Desde este prisma, cada lasca de piedra o cada pintura rupestre puede interpretarse como una huella fósil de la atención. Y, como sugiere Lombard, explorar esas huellas puede ayudarnos a comprender no solo quiénes fuimos, sino también cómo pensamos hoy. ▪️
Fuente: Marlize Lombard. Towards an archaeology of attention: A neuro-genetic exploration. Journal of Archaeological Science (2025). DOI: https://doi.org/10.1016/j.jas.2025.106344