¿Cómo afecta el calor extremo a la producción de leche? Lo que revela un estudio con más de 320 millones de datos

El calor extremo ya no solo amenaza a las cosechas: también pone en jaque la leche que bebemos cada día. Un nuevo estudio revela cómo el cambio climático está reduciendo la producción lechera incluso en las granjas con las tecnologías más avanzadas del mundo.

Por Enrique Coperías

Un nuevo estudio publicado en Science Advances demuestra que el calor húmedo extremo reduce la producción de leche hasta en un 10%.

Un nuevo estudio publicado en Science Advances demuestra que el calor húmedo extremo reduce la producción de leche hasta en un 10%. A pesar de la implementación de tecnologías avanzadas de enfriamiento, solo se consigue mitigar aproximadamente la mitad del impacto. Foto: Austin Santaniello

En el mundo ganadero, la amenaza del cambio climático ya no es teórica: es tangible, cuantificable y persistente. Y en ningún lugar se manifiesta con tanta claridad como en las explotaciones ganaderas de vacas lecheras.

Un nuevo estudio publicado en la revista Science Advances muestra con claridad que las olas de calor húmedo extremo reducen la producción de leche hasta en un 10%, y que los sistemas de enfriamiento más modernos solo logran compensar parcialmente estas pérdidas. Lo más inquietante es que estos efectos se prolongan durante más de diez días después del episodio de calor.

«Este es uno de los estudios más exhaustivos que se han hecho sobre el impacto del calor en el ganado lechero —explica Eyal Frank, coautor de la investigación y profesor en la Harris School of Public Policy de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos. Y añade—: El cambio climático va a tener efectos muy impactantes sobre lo que comemos y bebemos, incluido ese vaso de leche fría que damos por sentado. Eds más, en granjas de alta tecnología, las estrategias de adaptación podrían no ser suficientes para enfrentar la magnitud del calentamiento global».

Por qué se usó Israel como caso laboratorio climático

El estudio se basó en un conjunto de datos sin precedentes: más de 320 millones de registros diarios de producción lechera de unas 130.000 vacas en Israel, recopilados durante doce años. Esta enorme base de datos fue cruzada con registros meteorológicos locales de alta resolución para analizar cómo la llamada temperatura de bulbo húmedo, que combina temperatura y humedad, afecta al rendimiento lechero.

Israel es un caso ideal para este tipo de análisis. Su geografía variada y clima mediterráneo brindan un amplio rango de temperaturas y niveles de humedad comparables a los de los principales países productores de leche del mundo. Además, el sistema lechero israelí se encuentra en la vanguardia tecnológica: las vacas no pastan al aire libre, sino que están en instalaciones modernas, y la mayoría de las granjas ya emplea tecnologías de enfriamiento como ventilación, rociadores y otras herramientas para reducir el estrés térmico.

«Las granjas en Israel ofrecen una especie de banco de pruebas global —comenta Ram Fishman, coautor del estudio y profesor en la Universidad de Tel Aviv. Y añade—: Están expuestas a condiciones climáticas similares a las de otras regiones productoras, y utilizan tecnología avanzada para mitigar los efectos del calor. Si aquí se observan impactos significativos, en otros lugares probablemente sean incluso peores».

El golpe del calor húmedo: menos leche durante más tiempo

Los resultados del estudio son como menos esclarecedores: cuando la temperatura de bulbo húmedo supera los 26 °C, la producción de leche por vaca cae hasta un 10%. A diferencia del calor seco, el calor húmedo reduce drásticamente la capacidad de los animales —y de los seres humanos— para regular su temperatura corporal a través del sudor o la respiración.

Este tipo de clima, al que los investigadores se refieren como «condiciones de baño de vapor», genera un nivel de estrés fisiológico tan elevado que las vacas tardan más de diez días en recuperar sus niveles normales de producción.

La caída no es solo momentánea. La exposición repetida a temperaturas elevadas amplifica el daño, y la recuperación es lenta. El estudio muestra que incluso un solo día caluroso puede tener efectos negativos durante más de una semana.

Tecnología: útil pero insuficiente

Una de las grandes preguntas que se plantearon los autores del trabajo fue si las tecnologías de enfriamiento podían mitigar este daño. La respuesta es sí… pero solo parcialmente. Las granjas que cuentan con ventiladores, rociadores o sistemas de enfriamiento evaporativo pueden reducir el impacto del calor a la mitad. Pero esa efectividad disminuye a medida que suben las temperaturas.

«En días con 20 °C, los sistemas de enfriamiento compensan aproximadamente la mitad de las pérdidas—detalla Claire Palandri, autora principal del estudio. Y continúa—: Pero en días más calurosos, como los de 24 °C o más, solo logran reducir el impacto en un 40% o incluso menos. A partir de ciertos umbrales térmicos, estos sistemas ya no son suficientes».

Esto no quiere decir que no valga la pena invertir en ellos. Según los cálculos del estudio, un sistema típico de enfriamiento en una explotación de vacas lecheras de trescientas cabezas puede amortizarse en apenas un año y medio gracias al aumento en la producción. Sin embargo, esa inversión inicial no siempre es viable para pequeñas explotaciones o en países en desarrollo.

«Los ganaderos conocen bien los efectos del calor en sus vacas— señala Ayal Kimhi, coautor y profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Y puntualiza—: Pero la adaptación tiene un coste. Por eso, muchos optan por soluciones parciales en lugar de medidas radicales, como aislar completamente a los animales del clima exterior, que serían demasiado costosas”.

El estrés térmico no actúa solo: el confinamiento y la separación de los terneros de sus madres también reducen la resiliencia de las vacas lecheras, afectando directamente su bienestar y capacidad de producir leche.

El estrés térmico no actúa solo: el confinamiento y la separación de los terneros de sus madres también reducen la resiliencia de las vacas lecheras, afectando directamente su bienestar y capacidad de producir leche. Foto: Annie Spratt

¿Qué estrategias adicionales pueden ayudar a las vacas?

Además de los sistemas de enfriamiento, los investigadores también examinaron otras estrategias de adaptación al calor:

✅ Cambio en el calendario de partos para que las vacas pasen sus etapas más productivas durante los meses más frescos.

✅ Ajustes en los horarios de alimentación, para reducir el esfuerzo metabólico durante el calor.

✅ Reducción del confinamiento y del estrés por separación de terneros, como medidas complementarias.

Aunque las dos primeras estrategias mostraron cierta eficacia adicional —hasta cuatro puntos porcentuales de mejora en días calurosos—, hay que decir que sus efectos fueron en general modestos y difíciles de generalizar.

«El estrés térmico no es el único estrés que enfrenta a las vacas— afirma Palandri—. Otros factores, como el confinamiento y la separación de los terneros, también afectan a su resiliencia. Si queremos aumentar su capacidad de adaptación, debemos considerar un enfoque más holístico que reduzca múltiples fuentes de estrés».

¿Existe un conflicto entre producción y resiliencia?

Uno de los hallazgos más inquietantes del estudio es la relación inversa entre productividad y resiliencia al calor. Las vacas más productivas, ya sea por estar en etapas tempranas de lactancia o por tener más partos previos, son también las más sensibles al calor.

En términos simples: las vacas que dan más leche son las que más sufren cuando sube la temperatura. «Esto apunta a un verdadero dilema para el futuro del sector —explica Frank— Optimizar la producción lechera hace que los animales sean más vulnerables. Hay un límite biológico a cuánto se puede producir sin afectar la salud y el bienestar del animal, especialmente en un mundo más cálido».

Proyecciones para 2050: ¿Qué países se verán más afectados?

El equipo también utilizó sus datos para proyectar el impacto del cambio climático en la producción de leche en los principales países productores para mediados de siglo. Los resultados no son alentadores. Bajo un escenario de altas emisiones, países como la India, Pakistán y Brasil podrían ver reducciones promedio del 4% en la producción diaria de leche por vaca. Incluso con tecnologías de enfriamiento, las pérdidas seguirían oscilando entre el 1,5% y el 2,7%.

Estados Unidos, China y otros grandes productores también tendrán que hacer frente a pérdidas nada desdebles, aunque algo menores gracias a una mayor infraestructura.

🌍 Contexto global: estos cinco países representan gran parte de la producción mundial de leche. Su vulnerabilidad tiene implicaciones directas sobre la seguridad alimentaria global.

Aun así, la conclusión es clara: incluso con adaptación tecnológica, el impacto del cambio climático en el sector lechero será significativo y persistente.

Un vaso medio vacío (y calentándose)

Este estudio sirve como una advertencia basada en datos concretos: el cambio climático afecta los sistemas agroalimentarios y las soluciones tecnológicas actuales, aunque útiles, tienen límites claros.

No se trata solo de encontrar nuevas formas de enfriar a las vacas, sino de repensar el modelo de producción lechera para hacerlo más resiliente al clima y menos dependiente de condiciones meteorológicas que ya no podemos dar por sentadas.

«Las tecnologías ayudan, pero no basta —advierte Palandri. Y concluye—: Necesitamos que las políticas públicas también consideren otras formas de reducir el estrés de los animales, y que promuevan un enfoque más sostenible de la ganadería. Solo así podremos garantizar una producción alimentaria estable en un planeta que se calienta».

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