El cambio climático ya mata millones de personas cada año: el precio de la inacción

Cada décima de grado cuenta, y ya no es una metáfora. El planeta se calienta, los hospitales se llenan y millones de vidas se pierden cada año por una crisis climática que dejó de ser ambiental para convertirse en una emergencia sanitaria global, según el nuevo informe de la revista «The Lancet».

Por Enrique Coperías

Por primera vez, la temperatura media global superó los 1,5 °C respecto a la era preindustrial, el umbral que el Acuerdo de París marcó como límite seguro. Mientras tanto, las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzaron máximos históricos.

Por primera vez, la temperatura media global superó los 1,5 °C respecto a la era preindustrial, el umbral que el Acuerdo de París marcó como límite seguro. Mientras tanto, las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzaron máximos históricos. Foto: Mika Baumeister

El cambio climático ya no es una amenaza lejana, sino una crisis sanitaria global que se cobra vidas cada día. El Informe 2025 del Lancet Countdown sobre Salud y Cambio Climático —una de las evaluaciones más completas elaboradas hasta la fecha por 128 expertos de 62 instituciones— lanza una advertencia inequívoca: la inacción frente al calentamiento global está matando a millones de personas y debilitando los sistemas sanitarios, económicos y sociales de todo el planeta.

Por primera vez en la historia, la temperatura media mundial superó en 2024 los 1,5 ºC por encima de los niveles preindustriales, el umbral fijado por el Acuerdo de París como límite de seguridad. Ese mismo año, las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzaron un récord histórico.

«El cambio climático está desestabilizando los sistemas planetarios de los que depende la vida humana», advierte el informe, que describe un escenario de «riesgos sin precedentes» para la salud y la supervivencia.

El calor, mata

Entre 2020 y 2024, la población mundial vivió una media de diecinueve días de olas de calor cada año. De ellos, el 84% no habría ocurrido sin el cambio climático provocado por el ser humano. Los bebés menores de un año y las personas mayores de 65 años son las principales víctimas de un fenómeno que multiplica las urgencias, los infartos y las enfermedades respiratorias.

En 2024, los lactantes estuvieron expuestos a un 389% más de días de calor extremo que en el periodo 1986–2005, y los ancianos, a un 304% más.

El resultado es preocupante, ya que las muertes relacionadas con el calor han aumentado un 63% desde los años noventa, alcanzando una media de 546.000 fallecimientos anuales entre 2012 y 2021. Por ejemplo, en España, durante el periodo comprendido entre el 16 de mayo y el 13 de julio de este año 2025, se registraron 1.180 muertes atribuibles a las olas de calor, frente a las 114 del mismo periodo del año anterior, según datos del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III, en Madrid.

Además del impacto directo sobre la salud, el calor extremo erosiona la productividad laboral, altera el sueño y deteriora la salud mental. En 2024 se perdieron 639.000 millones de horas de trabajo por exposición a temperaturas extremas, lo que supuso pérdidas equivalentes al 1% del PIB mundial.

Una mujer cava una zanja en forma de media luna para ahorrar agua en Níger.

Una mujer cava una zanja en forma de media luna para ahorrar agua en Níger. Según el informe, la combinación de olas de calor y sequías añadió 123 millones de personas a la lista de quienes padecen inseguridad alimentaria moderada o grave. Foto: FAO/ Giulio Napolitano

Sequías, hambre y enfermedades: los otros efectos del calentamiento global

El calentamiento global no solo calienta el aire, sino que también está minando la seguridad alimentaria y propagando enfermedades infecciosas. En 2024, el 61% de la superficie terrestre mundial sufrió sequías extremas, casi tres veces más que en los años cincuenta. Las precipitaciones torrenciales y las inundaciones, cada vez más frecuentes, arrasan cosechas y provocan desplazamientos masivos. Según el informe, la combinación de olas de calor y sequías añadió 123 millones de personas a la lista de quienes padecen inseguridad alimentaria moderada o grave.

A ello se suma la expansión de enfermedades que antes se limitaban a regiones tropicales. El potencial de transmisión del dengue se ha incrementado un 48,5% desde los años cincuenta. «En 2024 se registró el número más alto de casos en la historia en un periodo de doce meses, y resultaron afectados más de cien países de todos los continentes —según la OMS—. Durante 2024, debido a la transmisión persistente y al incremento inesperado del número de afectados, se registró un máximo histórico de más de 14,6 millones de casos y más de 12.000 muertes relacionadas con esta enfermedad».

También aumenta el riesgo de leishmaniasis y de enfermedades transmitidas por garrapatas, como la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. En total, 364 millones de personas adicionales están hoy expuestas a este tipo de infecciones en comparación con mediados del siglo XX.

El aire tampoco escapa a la crisis: la contaminación atmosférica derivada del humo de los incendios forestales provocó 154.000 muertes en 2024, una cifra récord. Si se suman las muertes por contaminación del aire urbano e industrial, el total asciende a 2,5 millones de fallecimientos atribuibles a la quema de combustibles fósiles. Paradójicamente, los Gobiernos siguen subvencionando los combustibles fósiles responsables de esa contaminación.

La factura económica del cambio climático

El Lancet Countdown calcula que los desastres meteorológicos causaron 304.000 millones de dólares en pérdidas económicas en 2024, un 59% más que la media de comienzos de la década pasada. Y aunque los daños crecen, la cobertura de seguros frente a eventos climáticos ha caído del 67% al 54% en apenas una década, dejando a los Estados y a los ciudadanos más expuestos que nunca.

Los países más ricos, responsables de la mayoría de las emisiones, están reduciendo su apoyo financiero a la adaptación climática, lo que aumenta la vulnerabilidad global. “Las demoras en desplegar estrategias de adaptación han dejado a las poblaciones mal protegidas”, concluye el informe.

Mientras tanto, la dependencia del petróleo y el gas sigue siendo abrumadora. En 2024, los cien mayores productores de hidrocarburos planeaban extraer un 189% más de lo compatible con un escenario de 1,5 ºC. Los bancos privados incrementaron su financiación al sector en un 29%, hasta los 611.000 millones de dólares, mientras la inversión verde sigue rezagada. Y los subsidios a los combustibles fósiles alcanzaron 956.000 millones, más de lo que 15 países destinan a sus presupuestos nacionales de salud.

El informe estaca como algo positivo que la energía renovable alcanzó un 12,1% del total mundial en 2022, y la economía verde ya representa un 10% del crecimiento del PIB global.

El informe estaca como algo positivo que la energía renovable alcanzó un 12,1% del total mundial en 2022, y la economía verde ya representa un 10% del crecimiento del PIB global. Foto: Raphael Cruz

Muertes evitables y oportunidades perdidas

El informe pone números al coste humano de la inacción climática. Las muertes derivadas de dietas insalubres y con alta huella de carbono —ricas en carnes procesadas y alimentos ultraprocesados— alcanzaron 11,8 millones en 2022, un incremento apreciable respecto al año anterior.

Más de 2,3 millones de personas fallecieron por respirar el humo de cocinas contaminantes, una realidad que afecta a 88% de los hogares en países con bajo índice de desarrollo humano.

Los autores estiman que una transición energética limpia y sostenible, acompañada de dietas saludables y sostenibles, podría evitar millones de muertes cada año, además de reducir los costes sanitarios y las desigualdades. Pero el cambio avanza con lentitud: 745 millones de personas aún no tienen acceso a electricidad, y un millar de centros de salud han tenido que recurrir recientemente a la energía solar para poder atender emergencias.

Retroceso político y auge del negacionismo

A pesar de las evidencias, la atención política al cambio climático y la salud se ha desplomado. Las menciones a estos temas en los discursos de los Gobiernos ante la ONU pasaron del 62% en 2021 al 30% en 2024.

La nueva administración de Estados Unidos abandonó de nuevo el Acuerdo de París, desmanteló agencias ambientales y se retiró de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Otros Gobiernos, como los de Argentina y Hungría, han seguido derroteros similares.

El resultado, denuncia The Lancet, es una «crisis moral» que agrava la crisis climática. Con menos presión política, las grandes petroleras han reculado en sus compromisos de descarbonización. Mientras tanto, la ventana para evitar un calentamiento global de 2,7 ºC a final de siglo se cierra rápidamente.

Esperanza verde: energía limpia, justicia climática y acción local

No todo son malas noticias. El informe destaca señales de avance en varios frentes. La energía renovable alcanzó un 12,1% del total mundial en 2022, y la economía verde ya representa un 10% del crecimiento del PIB global. Países como el Reino Unido han logrado reducir a la mitad sus emisiones desde 1990, mientras que China experimentó en 2024 su primera caída de emisiones de CO₂, gracias al auge de la energía solar y a la electrificación del transporte.

La transición energética también está creando empleo: 16,2 millones de personas trabajan hoy en el sector de las renovables, un 18% más que el año anterior, mientras el empleo fósil cayó a 9 millones. En paralelo, Brasil redujo un 15% la pérdida de cobertura forestal, un alivio para el mayor sumidero de carbono del planeta.

El impulso ciudadano y local se ha convertido en otro motor de cambio. El 97% de las ciudades que reportan datos ambientales al Carbon Disclosure Project han completado o están elaborando planes de riesgo climático. Además, crece el número de litigios climáticos impulsados por la sociedad civil para exigir responsabilidades a Gobiernos y empresas contaminantes. Un hito reciente fue la opinión consultiva del Tribunal Internacional de Justicia (junio de 2025), que reconoció la obligación legal de los Estados de limitar las emisiones y compensar los daños si no lo hacen.

Una gran ciudad bajo una ola de calor y contaminación. El termómetro urbano roza los 50 °C en una metáfora visual del impacto del cambio climático en la salud pública y la vida cotidiana, eje central del informe Lancet Countdown 2025. Imagen generada con DALL-E

Una llamada urgente: «No hay tiempo para más retrasos»

El Lancet Countdown 2025 concluye con un mensaje rotundo: cada tonelada de CO₂ emitida agrava los riesgos y encarece la adaptación. La única salida es una transformación simultánea —social, económica y sanitaria— que sitúe la salud pública en el centro de las políticas climáticas.

El informe reclama una respuesta de «todos manos a la obra»: Gobiernos, ciudades, empresas, profesionales sanitarios y ciudadanía. Propone:

Redirigir los subsidios fósiles hacia la promoción de energías limpias.

Fortalecer los sistemas de salud frente a emergencias climáticas.

Garantizar que la financiación internacional llegue a los países más vulnerables.

✅ Instar a los medios de comunicación, la comunidad científica y las plataformas digitales a combatir la desinformación climática que frena la acción.

La conclusión es tan simple como contundente: la inacción se paga con vidas. El calentamiento global ya está reescribiendo la epidemiología del planeta, expandiendo enfermedades, agravando la malnutrición y saturando hospitales. Pero la otra cara de la moneda —una transición justa y saludable— sigue siendo posible si se actúa con decisión.

«El futuro de la salud humana depende de que cada sector de la sociedad actúe ahora —afirma el informe—. No hay tiempo para más demoras».▪️

  • Fuente: Romanello, Marina et al. The 2025 report of the Lancet Countdown on health and climate change. The Lancet (2025). DOI: 10.1016/S0140-6736(25)01919-1

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