Los neandertales encendieron el primer fuego de la humanidad hace 400.000 años
En lo que hoy es el este de Inglaterra, alguien encendió una hoguera y la mantuvo viva hace la friolera de 400.000 años. No fue un humano moderno, sino un neandertal, y esa pequeña llama cambia para siempre la historia del origen del fuego y de nuestra propia evolución.
Por Enrique Coperías
Ilustración de un grupo de neandertales encendiendo una hoguera mediante el golpeo de pirita y sílex, una técnica documentada en el yacimiento de Barnham (Inglaterra) hace unos 400.000 años. Las evidencias arqueológicas indican que el fuego fue creado y mantenido de forma intencionada, uno de los avances tecnológicos clave de la evolución humana. Crédito: IA-DALL-E-RexMolón-Producciones
El dominio del fuego ha sido uno de los grandes hitos que el imaginario colectivo ha atribuido a la humanidad primitiva, un logro casi mítico que separa a los simples homínidos de los auténticos humanos. Saber cuándo y quiénes aprendieron a encenderlo —no solo a aprovechar incendios naturales— ha sido una de las preguntas más difíciles de responder para la arqueología.
Ahora, un estudio publicado en Nature sitúa ese momento mucho más atrás en el tiempo de lo que se creía y señala a unos protagonistas que durante mucho tiempo fueron infravalorados: los neandertales.
Los restos de una hoguera hallados en Barnham, un yacimiento del este de Inglaterra, indican que hace unos 400.000 años los neandertales —o sus antepasados directos— ya sabían producir fuego de forma intencionada. No se trata de brasas arrastradas por el viento ni de un incendio fortuito aprovechado al azar, sino de evidencias químicas, microscópicas y arqueológicas que apuntan a una combustión controlada, repetida y localizada. En otras palabras: alguien encendió una hoguera y la mantuvo viva.
«Se trata de un yacimiento de 400 000 años de antigüedad en el que hemos encontrado las primeras pruebas del uso del fuego, no solo en Gran Bretaña o Europa, sino en todo el mundo —ha afirmado Nick Ashton, autor principal del estudio y conservador de las colecciones paleolíticas del Museo Británico, en una rueda de prensa. Y añadió—: Es el descubrimiento más emocionante de mis 40 años de carrera».
¿Por qué es tan difícil demostrar el origen del fuego?
La dificultad para demostrar el uso temprano del fuego no está en la teoría, sino en el registro material. El fuego no deja fósiles claros. La ceniza se dispersa, la madera se consume, las estructuras se degradan. Durante años, los indicios más antiguos aceptados de fuego controlado en Europa no superaban los 200.000 años, y muchos investigadores pensaban que la capacidad de encender llamas era un logro relativamente tardío, quizá exclusivo de Homo sapiens.
Sin embargo, el panorama empezó a cambiar con hallazgos dispersos en África y Oriente Próximo, donde algunos yacimientos sugerían un uso más antiguo del fuego. Por ejemplo, según el estudio, hay artefactos que indican la presencia de incendios en yacimientos habitados por humanos en Israel, Kenia y Sudáfrica que datan de hace entre 800.000 y más de un millón de años. Sin embargo, es difícil descartar la posibilidad de que se tratara de incendios forestales no provocados por nuestros ancestros.
Europa, más fría y húmeda, parecía un escenario menos propicio para conservar estas huellas dejadas por el fuego. Por eso Barnham resulta tan relevante: no solo por su antigüedad, sino por la calidad excepcional de las evidencias.
El yacimiento de Barnham, una hoguera enterrada en el tiempo
El yacimiento se encuentra en una antigua gravera del condado de Suffolk, en un paisaje que hace cientos de miles de años combinaba zonas boscosas, cursos de agua y claros abiertos. Allí, los investigadores han identificado un antiguo suelo —un paleosuelo— sellado por sedimentos posteriores. En su interior aparece una mancha rojiza de apenas unos metros cuadrados: sedimentos literalmente cocidos por el calor.
Ese enrojecimiento no es superficial ni homogéneo, como cabría esperar tras un incendio forestal. Al contrario, forma un parche concentrado, con límites claros, asociado a herramientas de sílex fracturadas por el calor y a fragmentos de pirita, un mineral clave en esta historia.
Los análisis microscópicos rseñalan cambios en la estructura del suelo compatibles con temperaturas de entre 400 ºC y 700 ºC, suficientes para mantener una hoguera estable durante un tiempo prolongado. Además, las propiedades magnéticas del sedimento y la ausencia de señales típicas de incendios naturales refuerzan la idea de una combustión localizada y controlada.
Fragmento de pirita de hierro hallado en 2017 en el yacimiento de Barnham (Suffolk), un mineral clave para producir chispas y encender fuego en la prehistoria. Cortesía: Jordan Mansfield.
La pirita y el sílex: cómo se encendía el fuego en el Paleolítico
Uno de los aspectos más llamativos del estudio es la presencia de pirita cerca del foco de combustión. Este mineral, conocido como el oro de los tontos o el oro de los pobres, por su parecido al oro, produce chispas al ser golpeado con sílex. Hoy se asocia al encendido tradicional del fuego antes de la invención de las cerillas, pero su uso prehistórico ha sido difícil de demostrar.
En Barnham, la pirita no aparece de forma dispersa ni natural, sino concentrada junto a herramientas de piedra y sedimentos calentados. Los autores del estudio subrayan que su presencia en este contexto es altamente significativa: sugiere que los habitantes del lugar sabían cómo generar chispas y que transportaban o seleccionaban el mineral con ese fin.
Es más, la extrema rareza de la pirita en la zona —no figuraba en una base de datos de 33.000 muestras de Barnham— sugería claramente que procedía de afloramientos costeros calcáreos situados a decenas de kilómetros de distancia y que había sido traída a la zona para utilizarse como encendedores. «Es increíble que algunos de los grupos más antiguos de neandertales conocieran las propiedades del sílex, la pirita y la yesca en una época tan temprana», dice Ashton.
No es una prueba directa —nadie puede observar el gesto de golpear piedra contra pirita en el registro fósil—, pero en arqueología pocas veces se puede pedir tanto. La combinación de evidencias apunta a una conclusión robusta: estos homínidos no dependían del azar para obtener fuego.
Mucho más que calor: por qué el fuego cambió la evolución humana
Pero ¿por qué es tan importante demostrar que los neandertales sabían encender fuego? Porque este no es solo una fuente de calor. Se trata de una tecnología transformadora:
✅ Permite cocinar alimentos, lo que mejora su digestibilidad y su valor energético.
✅ Ahuyenta a los depredadores.
✅ Ilumina la noche.
✅ Endurece herramientas de madera.
✅ Crea espacios sociales donde se transmite conocimiento.
Es más, en climas fríos como el del norte de Europa, la capacidad de mantener fuego durante largos periodos habría sido una ventaja crucial para sobrevivir a las glaciaciones intermitentes del Pleistoceno medio. De hecho, el estudio sugiere que el dominio del fuego pudo ser uno de los factores que permitió a los neandertales expandirse y prosperar en latitudes tan exigentes.
Además, encender fuego implica planificación, aprendizaje social y transmisión cultural. No es un gesto instintivo: requiere conocer materiales, técnicas y tiempos. Controlar el fuego es, sin duda poder. «Pero si no lo controlas, sigues estando a merced del paisaje, y todos sus beneficios pueden ser efímeros. Controla el fuego y empezarás a controlar el mundo que te rodea», ha manifestado al hilo de este hallazgo, John McNabb, profesor de Arqueología Paleolítica en el Centro de Arqueología de los Orígenes Humanos de la Universidad de Southampton, que no participó en el estudio.
En ese sentido, la hoguera de Barnham habla tanto de habilidades técnicas como de capacidades cognitivas.
Los neandertales y el fin de un prejuicio científico
Durante buena parte del siglo XX, los neandertales fueron retratados como seres torpes, primitivos y carentes de imaginación. Hoy sabemos que fabricaban herramientas sofisticadas, cuidaban a sus enfermos, enterraban a sus muertos y producían adornos.
El fuego se suma ahora a esa lista de capacidades complejas.
Este descubrimiento también desplaza el foco cronológico. Si hace 400.000 años ya se encendían hogueras en Europa, la invención de esta tecnología pudo producirse incluso antes, quizá en poblaciones ancestrales comunes a neandertales y humanos modernos. El fuego dejaría de ser un rasgo distintivo del Homo sapiens para convertirse en un patrimonio compartido de la humanidad arcaica.
Hacha de mano y fragmentos de pirita hallados en el paleosuelo de Barnham. a) Hacha de sílex alterada por el calor, con fracturas producidas por el fuego, procedente del Área I Este. b) Fragmento de pirita encontrado en la superficie del paleosuelo del Área IV(6). c) Otro fragmento de pirita del Área VI, asociado a concentraciones de sílex calentado, una combinación clave para la producción intencionada de fuego. Cortesía: Davis, R., Hatch, M., Hoare, S. et al.
Una hoguera modesta, un hallazgo enorme
La paradoja de Barnham es que la prueba más antigua de fuego intencional en Europa no es un gran hogar monumental, sino una pequeña mancha rojiza en el suelo. Pero en ciencia, los detalles importan.
Esa discreta huella ha sobrevivido gracias a una combinación excepcional de circunstancias geológicas y a técnicas analíticas que hace solo unos años no existían.
El estudio combina arqueología clásica con magnetismo ambiental, espectroscopía infrarroja y análisis químicos de alta resolución. Es un ejemplo de cómo la ciencia moderna puede exprimir información de restos aparentemente humildes.
Qué cambia este descubrimiento en la historia de la humanidad
El fuego ha sido durante siglos un símbolo del nacimiento de la humanidad: Prometeo robándolo a los dioses, el primer hogar como núcleo de la vida social. Barnham no tiene nada de épico a primera vista, pero su mensaje es profundo.
Nos dice que hace cientos de miles de años, en un rincón de lo que hoy es Inglaterra, unos homínidos ya dominaban una de las tecnologías más decisivas de nuestra historia.
No eran Homo sapiens. Eran Homo neanderthalensis, o algo muy parecido a ellos, también muy similares a los que habitaron la sierra de Atapuerca, en Burgos (España). Y con piedras, pirita y conocimiento acumulado, aprendieron a crear llamas. El fuego, ese elemento que aún hoy nos reúne, empezó a arder mucho antes de lo que pensábamos, y no fue obra exclusiva de nuestra especie.▪️
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Fuente: Davis, R., Hatch, M., Hoare, S. et al. Earliest evidence of making fire. Nature (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41586-025-09855-6

