Los osos polares, los grandes proveedores de «alimento» para la vida del ártico
Bajo la apariencia de cazadores solitarios, los osos polares sostienen un ecosistema entero: millones de kilos de carne abandonada en el hielo alimentan a zorros, aves y lobos en el mayor banquete natural del Ártico.
Por Enrique Coperías
Los osos polares son los amos del Ártico, ya que ocupan la cima de la cadena trófica. Pero un nuevo estudio nos desvela que también actúan como un inesperado proveedor de alimento, dejando tras de sí las sobras que sostienen el gran banquete del Ártico. Foto: Hans-Jurgen Mager
Los zoólogos describen al oso polar como el depredador supremo del Ártico, un cazador solitario que reina a zarpazos en el hielo marino. Pero un nuevo estudio publicado en la revista Oikos le da un papel adicional y menos conocido: el de generoso proveedor de comida para el ecosistema ártico.
Según la investigación, cada año los osos polares dejan tras de sí más de 7,6 millones de kilos de carroña, restos de focas y otros mamíferos marinos que se convierten en una fuente vital de energía para zorros, aves, lobos y hasta otros osos.
Sin proponérselo, estos gigantes blancos alimentan una vasta red de carroñeros que sobrevive gracias a las sobras de sus banquetes.
Un papel oculto en la red trófica del hielo
El trabajo, liderado por Holly Gamblin, de la Universidad de Manitoba, en Canadá, junto a otros investigadores de este país y Estados Unidos, revisa décadas de observaciones sobre cómo los osos polares (Ursus maritimus) transforman sus cacerías en un recurso ecológico compartido. Aunque son cazadores especializados en focas anilladas (Pusa hispida) y barbudas (Erignathus barbatus), así como de otras especies árticas, los autores calculan que cada oso mata en promedio una tonelada de biomasa marina al año.
Sin embargo, debido a su dieta hipercalórica, centrada casi exclusivamente en el graso tocino de las presas, suelen abandonar entre un 30 % y un 50 % del cuerpo del animal, todavía cargado de carne y energía. Esas raciones despreciadas son un auténtico tesoro en un entorno donde cada caloría cuenta. Traducido a cifras globales, los osos polares estarían proporcionando unos 39 millones de megajulios de energía anuales, distribuidos en el hielo como una red de despensas improvisadas.
🗣️ «Nuestros hallazgos cuantifican por primera vez la magnitud del papel de los osos polares como proveedores de alimento para otras especies y la interconexión de su ecosistema —afirma Gamblin. Y añade—: Lo que resulta evidente a partir de esta revisión es que no existe ninguna otra especie que pueda sustituir adecuadamente la forma en que caza un oso polar, capaz de arrastrar a su presa desde el agua hasta el hielo marino y dejar restos sustanciales a los que otras especies pueden acceder».
Dos jóvenes osos polares, de apenas dos años, se alimentan de la carroña de una foca barbuda mientras gaviotas marfileñas revolotean a su alrededor, atraídas por los restos. Esta escena resume el papel esencial de los osos polares como proveedores de alimento en el ecosistema ártico, donde sus presas abandonadas sustentan a toda una red de carroñeros. Foto: Wayne Lynch.
Los comensales del Ártico
El estudio identifica al menos once especies que se alimentan habitualmente de los restos de los osos, y otras ocho que lo hacen de forma esporádica o potencial. Entre los más asiduos figuran los zorros árticos, que siguen las huellas de los osos para aprovechar sus descartes, especialmente durante los inviernos más duros, cuando escasean los roedores y las aves marinas.
En años de poca comida en la superficie helada, la abundancia de focas cazadas por los osos polares puede incluso hacer que aumenten las poblaciones de zorros, una especie de efecto dominó que se extiende por la cadena trófica ártica.
También se suman al banquete gaviotas hiperbóreas, gaviotas marfileñas, cuervos y córvidos de todo tipo, que sobrevuelan el hielo en busca de cadáveres abiertos por los poderosos colmillos del oso. Estas aves son, de hecho, las primeras en detectar los restos y pueden devorar buena parte del tejido blando antes de que lleguen los mamíferos.
En ocasiones, incluso lobos, osos pardos y búhos nivales se acercan a los cadáveres congelados, aunque su participación es mucho más esporádica.
La nevera del planeta
A diferencia de otros ecosistemas, el frío extremo del Ártico ralentiza la descomposición. Los cadáveres permanecen congelados durante semanas o meses, lo que permite que el alimento se conserve y esté disponible para diferentes especies a lo largo del tiempo.
«El hielo actúa como un enorme frigorífico natural”, escriben los autores, lo que amplía las oportunidades para los carroñeros y reduce la competencia.
En ecosistemas más templados, un cadáver puede desaparecer en apenas un par de días, consumido por insectos o bacterias. En cambio, sobre el hielo, los restos de una foca pueden convertirse en un recurso estable que estructura la comunidad durante toda una estación.
Puente entre el mar y la tierra
La investigación subraya un fenómeno fascinante: los osos polares son vectores de energía entre el océano y el continente. Al cazar mamíferos marinos sobre la superficie helada, transportan nutrientes marinos —ricos en grasa y nitrógeno— hasta el hielo y, a veces, hasta la costa.
Desde allí, los carroñeros terrestres pueden incorporar esa energía en sus propias redes alimentarias.
El proceso recuerda al de los osos pardos que capturan salmones en Alaska y los arrastran tierra adentro, enriqueciendo los bosques con fósforo y nitrógeno marinos. Pero en el caso del oso polar, el subsidio se da sobre la frontera del hielo, en un punto donde se entrelazan el mar, la atmósfera y la tundra.
Un cachorro de zorro ártico. La vida de muchas especies árticas depende de la carroña que abandonan los oso polares, especialmente durante el riguroso invierno del Ártico. Foto: Andriyko Podilnyk
La logística del banquete
El estudio detalla cómo las condiciones ambientales del Ártico modulan este intercambio. Durante la primavera y el inicio del verano, cuando las focas crían a sus cachorros y los osos se alimentan intensamente para acumular grasa antes del deshielo, se produce el pico de carroña.
Es entonces cuando el Ártico entero parece vibrar de actividad: bandadas de aves migratorias regresan del sur, los zorros árticos patrullan las plataformas heladas y los osos jóvenes —demasiado inexpertos para cazar— sobreviven gracias a los restos de los adultos.
En cambio, cuando el hielo se derrite y los osos quedan confinados en tierra, el flujo de energía se detiene. La escasez de cadáveres sobre el hielo repercute de inmediato en el resto de la red trófica.
Un modelo cuantitativo del aporte energético
Gamblin y sus colegas calcularon su estimación global partiendo de los veinte subgrupos de osos polares reconocidos por el Grupo Especialista del Oso Polar (IUCN). A partir de observaciones de caza y datos sobre el peso medio de las focas, dedujeron que un oso consume unos mil kilos de presas al año, pero deja disponibles para otros animales cerca de 300 kilos de carne aprovechable.
Multiplicado por la población mundial de unos 25.000 ejemplares, el resultado es asombroso: 7,6 millones de kilos de biomasa diseminados por todo el ecosistema ártico cada año, equivalentes a la energía contenida en más de 10 millones de comidas humanas.
La magnitud del aporte sugiere que los osos polares, además de depredadores tope, funcionan como ingenieros ecosistémicos, moldeando la distribución y supervivencia de otras especies mediante un efecto indirecto y poco visible.
El riesgo del «empobrecimiento trófico»
El estudio advierte de que la pérdida de osos polares —ya en marcha en varias regiones— podría tener consecuencias ecológicas más amplias de lo que se pensaba. No solo desaparecería un gran cazador, sino un proveedor esencial de recursos. Los autores utilizan el término empobrecimiento trófico para describir ese colapso en cascada.
Menos osos significan menos carroña, y con ello menos alimento para zorros, aves y otros carroñeros. En regiones como la bahía de Hudson o el mar de Beaufort, donde las poblaciones de osos han caído entre un 30% y un 40 % en las últimas décadas, el estudio estima una pérdida anual de cientos de miles de kilos de biomasa disponible. En un ecosistema tan limitado en recursos como el Ártico, esa reducción podría traducirse en un descenso paralelo de las especies dependientes.
🗣️ «Nuestra investigación pone de relieve el importante papel de los osos polares como proveedores de carroña —señala el doctor Nicholas Pilfold, científico del área de Sostenibilidad de Poblaciones en la San Diego Zoo Wildlife Alliance. Y añade: El hielo marino actúa como una plataforma que permite a muchas especies acceder a los recursos de carroña que proporcionan los osos polares, y en última instancia, el descenso del hielo reducirá el acceso a esta fuente de energía».
En palabras de este ecólogo, los resultados del estudio «indican que las disminuciones documentadas en la abundancia de osos polares en dos subpoblaciones ya han provocado la pérdida de más de 300 toneladas de recursos alimenticios para los carroñeros cada año».
¡Buen porvecho! Un oso consume unos mil kilos de presas al año, pero deja disponibles para otros animales cerca de 300 kilos de carne aprovechable. Foto: Girl with red hat
Un ecosistema que se recalienta
El nuevo trabajo también pone la mirada en el deshielo del Ártico, que avanza a un ritmo vertiginoso. La extensión de hielo marino disminuye entre 7 y 41 días por década, y algunos modelos prevén veranos sin hielo antes de 2050.
Con menos plataformas heladas, los osos tienen menos tiempo para cazar y más meses de ayuno en tierra.
La pérdida de esa base de hielo no solo afecta a los propios osos, sino a todo el entramado ecológico que depende de ellos. «El hielo marino es el escenario donde se desarrolla toda la cadena trófica ártica», señalan los investigadores. Su desaparición equivale a retirar el suelo bajo los pies de la red alimentaria.
Las lagunas del conocimiento
Pese a la magnitud del fenómeno, buena parte de la red de carroñeros del Ártico sigue siendo un misterio. Las observaciones son escasas, en parte por las dificultades logísticas de estudiar un entorno que cambia constantemente y donde los cadáveres pueden desaparecer bajo el hielo o el mar.
Es por ello por lo que los autores reclaman más investigación sistemática, combinando cámaras automáticas, sensores remotos y seguimiento por satélite, para cuantificar cuántas especies participan en este reciclaje energético, en qué momentos y con qué impacto sobre el conjunto del ecosistema.
También proponen estudiar los posibles riesgos de transmisión de agentes atógenos a través de la carroña, un tema casi inexplorado en el Ártico.
Los osos como guardianes del equilibrio
En un paisaje donde la vida depende de un fino equilibrio térmico y energético, los osos polares emergen como pilares invisibles del ecosistema ártico. Su comportamiento aparentemente derrochador —comer solo la grasa y dejar el resto— es, en realidad, un mecanismo que sostiene a decenas de especies.
El estudio de Gamblin y su equipo invita a mirar al Ártico con una nueva perspectiva: no solo como un ecosistema amenazado por el cambio climático, sino como una red interdependiente donde la pérdida de un actor clave puede desencadenar efectos en cadena desde el hielo hasta la tundra.
En palabras de los autores, comprender el papel del oso polar como proveedor de recursos ecológicos «permite anticipar las consecuencias ecológicas de su declive». Porque si el rey del hielo se extingue, no se marchará solo: con él se apagará una de las principales fuentes de energía del Ártico. ▪️
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Información facilitada por la San Diego Zoo Wildlife Alliance
Fuente: Holly E. L. Gamblin, Andrew E. Derocher, Evan S. Richardson, David McGeachy, James D. Roth, Nicholas W. Pilfold. Predators and scavengers: Polar bears as marine carrion providers. Oikos (2025). DOI: https://doi.org/10.1002/oik.11628

